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Era amado en Hollywood por su lucha contra el comercio de carne de perro. Los carniceros aseguran que orquestaba las matanzas; él lo niega

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Los videos son horribles. En uno, un perro negro cuelga por su cuello, llorando y con convulsiones mientras es quemado vivo. En otro, un can blanco pende de una viga de madera, retorciéndose de dolor y terror.

El video provino de un viaje a Asia que en 2016 realizó Marc Ching, un residente de Los Ángeles que pasó casi una década en prisión por un delito violento antes de transformarse en un destacado líder de los derechos animales a nivel local, nacional y mundial.

Ching le dijo a sus partidarios que esos y otros videos fueron grabados para documentar la tortura y la matanza de perros en los mercados de carne en Indonesia, Camboya y demás países de Asia donde existe un comercio limitado, aunque duradero, basado en el sacrificio de esos animales para la alimentación humana.

Las horribles imágenes aparecen en las redes sociales y en un emotivo anuncio de servicio público que cuenta con una lista de celebridades, entre ellas Matt Damon, Joaquín Phoenix y Rooney Mara, y promueve una fundación caritativa fundada por Ching. La Animal Hope & Wellness Foundation ha recaudado millones de dólares con el fin de rescatar perros y gatos de los mataderos asiáticos.

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“Muestran por qué esto tiene que terminar”, aseveró Ching después de mostrar los clips en una reunión informativa de la Cámara en el Capitolio, en 2016. Mientras proyectaba las escenas de tortura, los miembros del público respiraban entrecortado y desviaban la vista. “¿Cómo puedes hacerle eso a un animal?”, cuestionó Ching.

Pero una investigación de The Times halló evidencia que contradice las afirmaciones del activista sobre la autenticidad de algunos de los videos más impactantes y plantea preguntas sobre sus esfuerzos de rescate en el extranjero.

Marc Ching at a 2015 fundraiser event
Ching, en una recaudación de fondos en 2015, obtuvo el apoyo de celebridades de la talla de Matt Damon, Joaquín Phoenix y Rooney Mara.
(Angela Weiss / Getty Images)

Carniceros en Indonesia afirmaron a The Times que Ching les pagó para colgar al perro negro y quemarlo hasta que muriera -un método más cruel que cualquiera de los que, según ellos, normalmente emplean para sacrificarlos-, en pos de ‘armar’ la escena para la cámara.

En apariciones públicas y discursos a los partidarios de la fundación, Ching ha presentado videos de ese incidente y otros como representaciones sinceras de la rutina diaria en los mataderos, que según él había documentado principalmente de forma “encubierta”, haciéndose pasar por un comprador de carne de perro. Pero los activistas locales por los derechos de los animales en Indonesia, Camboya y otras partes de Asia aseguran que nunca han oído hablar de torturas o asesinatos regulares de perros en las formas descritas por Ching.

Las imágenes en bruto de sus grabaciones obtenidas por The Times ponen en duda si los videos muestran cómo todos los carniceros típicamente torturan y sacrifican a los animales.

Una de las imágenes sin editar captura al perro mientras es quemado vivo. En una declaración judicial presentada en agosto de 2017, Ching escribió que estaba investigando el comercio de carne de perro en un mercado en Tomohon, Indonesia, cuando él y su intérprete “se toparon” con la calcinación.

Ching escribió que ello “estaba teniendo lugar a plena luz del día, mientras los transeúntes ignoraban los gritos del perro. Mi traductor filmó el acto horrible sólo para usarlo como evidencia de la crueldad que tiene lugar en Indonesia”.

Pero en casi siete minutos de imágenes en bruto se ve que el can es sacado de una jaula con una soga y llevado a través del mercado por un carnicero, mientras la cámara de Ching los sigue por detrás. La cámara continúa rodando al momento que el animal es colgado del cuello y quemado lentamente. Mientras el perro arde, el carnicero mira hacia la cámara y levanta el pulgar.

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Ching, de 41 años, negó haber orquestado esa escena o cualquier otra y dijo que nunca instruyó a los carniceros sobre cómo mutilar o matar perros. “Si la pregunta es si le pago a la gente para que torture perros, no, no lo hago”, aseguró Ching.

En una entrevista y un correo electrónico posterior con The Times, Ching expuso que las acusaciones en su contra fueron motivadas en parte por las rivalidades entre los rescatistas de animales. El activista acusó a dos de sus colegas de conspirar en su contra y sobornar al carnicero en Indonesia para que afirme que él había pagado por quemar perros vivos. “Los grupos se difaman constantemente por el hecho de que creen o sienten que saben más”, señaló en el correo electrónico.

Los activistas por los derechos de los animales niegan haber sobornado a cualquier carnicero, y The Times no encontró evidencia de una conspiración para acusar falsamente a Ching de irregularidades.

En 2017, la fundación de Ching organizó una gala para recaudar fondos en el W Hotel de Hollywood, que atrajo a estrellas como el bajista de No Doubt, Tony Kanal, quien le dijo a un entrevistador en el evento que el activista era un “superhéroe”. Otros asistentes se refirieron a él como un “ángel en la Tierra”.

En marzo de 2019, el músico Moby y las actrices Alicia Silverstone y Shannen Doherty asistieron a una recaudación de fondos en Culver City para la fundación, que contó con la comediante Whitney Cummings como anfitriona. Doherty, quien solía integrar la junta de la organización, declaró a un entrevistador en el evento que Ching tenía “un noble espíritu y siempre las mejores intenciones”.

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A medida que el poder de la fama elevó el perfil de Ching, la fundación ayudó a concretar una ley federal que prohíbe efectivamente el consumo humano de carne de perro y gato y una prohibición en California para comercializar nuevos artículos de piel. Las donaciones seguían llegando.

A pesar de la oposición al comercio de carne de perro, los gobiernos locales a menudo no hacen cumplir las leyes en algunas zonas rurales de Indonesia donde el consumo de perros perdura, dicen los activistas.

May. 25, 2020

La investigación de The Times también descubrió que la organización benéfica de Ching se involucró en prácticas financieras que expertos en entidades sin fines de lucro señalan como preocupantes. Los registros de la fundación muestran que se retiraron más de $350.000 en efectivo de la organización benéfica en un período de 27 meses y que Ching facturó a la entidad por al menos $59.000 en alimentos y otros productos de su negocio lucrativo de nutrición para mascotas, Petstaurant.

En correos electrónicos a The Times, y a través de declaraciones de abogados, la institución afirmó que Ching nunca malversó los fondos y que había contribuido con cientos de miles de dólares en bienes, servicios y efectivo desde 2014.

El mes pasado, la Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) acusó a Ching de afirmar falsamente que un suplemento a base de hierbas que vendía podía tratar el COVID-19 y que algunos de sus otros productos podían funcionar contra el cáncer. Ching negó cualquier mal proceder y remarcó que estaba cooperando con la comisión.

Los miembros de la junta que supervisan la fundación de Ching inicialmente se negaron a un encuentro con The Times, y la organización en un momento sugirió que el periódico había tratado de persuadir a la gente para que mintiera sobre Ching y la entidad benéfica.

Gente de toda California y de fuera de ella han estado conduciendo horas para visitar los salones de los condados de Sutter y Yuba, abiertos a pesar de la orden de quedarse en casa.

May. 18, 2020

La Dra. Bárbara Gitlitz, una oncóloga de Los Ángeles que presidió la junta de la organización benéfica en ese momento, finalmente concedió una entrevista en enero pasado, en las oficinas de los abogados de la fundación, en Wilshire Boulevard. Allí declaró que no tenía motivos para dudar de los relatos de Ching sobre la tortura de perros y que cuestionaba la credibilidad de los carniceros que lo acusaban de haberles pagado por el maltrato. “Simplemente va en contra de todo lo que sé sobre Marc y cómo trata a los animales”, enfatizó Gitlitz.

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Dos días después, le envió un correo electrónico a The Times para informar que la junta estaba iniciando una investigación independiente. Ella y un abogado de la fundación no respondieron a las preguntas de seguimiento sobre la indagación, incluida una consulta sobre quién la llevaba a cabo. La entidad tampoco contestó a las preguntas sobre si se habían realizado cambios recientes en la membresía de la junta, incluido el puesto de presidente.

En un correo electrónico más reciente, el abogado, Russell M. Selmont, destacó que la organización benéfica no había encontrado evidencia de que Ching “alguna vez haya orquestado la incineración de ningún perro (en el mercado de Tomohon o de otro lugar), o contribuido intencional o deliberadamente al daño de algún animal”.

Además, describió a los carniceros como poco confiables y afirmó que los videos de Ching amenazaban con “exponer la falta de humanidad que poseen, y poner fin a sus medios de subsistencia. La idea de que el Sr. Ching le haya pagado a estos carniceros para quemar y torturar perros es una fantasía enfermiza y retorcida”.

Ching evocó públicamente su tiempo en prisión para explicar su devoción por la difícil situación de los animales enjaulados. En una marcha por los derechos de los animales realizada en Los Ángeles en 2017, pronunció un discurso entre lágrimas y le contó a los manifestantes que, durante un largo período de confinamiento solitario, una hormiga exploradora se metió en su celda y tomó una miga de una bolita de pan que él había guardado para atraer al insecto. La hormiga se marchó, dijo, pero en aproximadamente una hora y media miles de ellas aparecieron en su celda. “Fue la primera vez en mucho tiempo que tuve contacto con alguien o algo”, le dijo a la multitud, con la voz entrecortada.

Pero Ching, quien nació en Hawái y asistió a la Universidad de Nevada, Las Vegas, reveló poco sobre el hecho que lo llevó a la cárcel. En lo que las autoridades llamaron un delito “atroz” y “sofisticado”, Ching y varios cómplices secuestraron a un hombre que había robado $60.000 en un trato de drogas, le ataron las manos y lo llevaron a un hotel, donde le quitaron los pantalones y lo golpearon en todo el cuerpo, muestran los registros judiciales.

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Los funcionarios correccionales contaron que cumplió una condena de nueve años y siete meses de prisión por secuestro y fuertes lesiones corporales. Valarie Ianniello, ex directora ejecutiva de la fundación, afirmó que Ching le reveló que había estado 11 meses en régimen de aislamiento. Una portavoz de las cárceles de California indicó que no hay constancia de que alguna vez haya sido colocado en ningún tipo de confinamiento solitario.

Ching no discutió la falta de tal registro, pero en un correo electrónico que envió a The Times afirmó: “Mi experiencia es mía. Y el hecho de que la definición de ustedes sobre confinamiento difiera de la mía no hace que mi experiencia sea falsa”.

Dos años después de su liberación, en 2010, Ching registró su negocio de alimentos para mascotas y la Animal Hope & Wellness Foundation en el estado. Se describe a sí mismo como un herbolario y nutricionista de cuarta generación. También abrió la tienda Petstaurant, sobre Van Nuys Boulevard, en Sherman Oaks. En 2015, comenzó a hacer viajes regulares a Asia y a publicar imágenes inquietantes en las redes sociales.

Marc Ching speaks at the 2017 Circle V Festival in Los Angeles
Ching habla en 2017 en el Circle V Festival, en Los Ángeles.
(Tommaso Boddi / Getty Images)

Pronto se convirtió en una especie de favorito de los medios, donde contaba historias desgarradoras y aseguró haber sufrido ataques a su persona, amenazas con machetes y hasta baleado gravemente mientras exponía abusos contra los animales en el extranjero. “En Asia, una vez los vi crucificar perros”, comentó ante la cámara en una entrevista de BuzzFeed, en 2016, con los ojos enrojecidos y húmedos por las lágrimas. “Tomaban sus patas y las clavaban en las paredes” (Ching no respondió a las solicitudes de The Times para obtener documentación o detalles adicionales de este incidente y de la más grave de las presuntas agresiones contra él).

En la entrevista, añadió: “Tengo videos de ahorcamientos, de animales que son quemados vivos, hervidos vivos; a quienes les cortan sus patas mientras todavía están vivos, de estrangulamientos…”.

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El segmento fue visto más de 3.9 millones de veces. Los espectadores lo elogiaban en línea y lo trataban de héroe. Las contribuciones a su fundación aumentaron, de aproximadamente $110.000 en 2015 a casi $2 millones el año siguiente, según los registros de impuestos de la organización benéfica. “Creo que él reconoció que podía ser adorado por esas cosas”, observó Ianniello. “El dinero entraba y ayudaba a desarrollar su negocio”.

Ching abrió un segundo Petstaurant, en el oeste de Los Ángeles.

No se discute que los perros y los gatos son asesinados por comida en países de Asia, especialmente fuera de las principales ciudades. Los activistas locales allí han luchado durante mucho tiempo para poner fin a la práctica, a menudo trabajando en alianza con pares occidentales.

Valarie Ianniello, former executive director of the Animal Hope & Wellness Foundation
Valarie Ianniello, ex directora ejecutiva de la fundación de Ching, comentó que el activista se acostumbró al tratamiento de héroe. “El dinero entraba y le ayudó a desarrollar su negocio”, comentó.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Activistas extranjeros y estadounidenses entrevistados por The Times afirmaron que los métodos utilizados por los carniceros para reunir y matar a los animales, encerrarlos en jaulas, ahogarlos, golpearlos en la cabeza y, en algunos casos, colgarlos, son igualmente inhumanos.

Según precisaron, hubo casos en que los abusadores de animales quemaron perros vivos o los maltrataron de otras maneras, y las imágenes de la crueldad se postean en línea. Y en muchas ocasiones los carniceros, después de golpear el cráneo de un perro para matarlo, queman al animal para desollarlo, a pesar de que todavía está vivo.

Pero todos los activistas, incluidos siete que trabajan en Asia, afirmaron que sus esfuerzos no habían encontrado evidencia que apoye la noción de que los canes son quemados o hervidos de forma rutinaria y deliberada, o torturados con palizas y mutilaciones regularmente, como ha descrito Ching.

“Nunca hemos visto animales hervidos vivos, ni animales golpeados o patas cortadas ni nada de eso”, comentó Lee Fox-Smith, autor que cofundó la ‘Campaña para el fin del comercio de carne de perro’ en Camboya. Desde 2017, agregó, ha visitado más de 200 mataderos y restaurantes que sirven carne de perro. Inicialmente tenía miedo de investigar el tema porque había escuchado las anécdotas de peligro de Ching. Pero cuando comenzó a recorrer los mataderos, dijo, descubrió que eran “completamente opuestos” a las representaciones del activista. “La gente no te persigue con machetes y armas”, aseguró.

Fox-Smith contactó por primera vez a Ching a través de Facebook en 2018 y se ofreció a ayudar a su fundación a salvar perros rescatados en Camboya. Ambos se reunieron dos veces en ese país, comentó Fox-Smith, y él cuestionó a Ching durante el segundo encuentro de ambos acerca de la quema de perros vivos en Camboya.

Según Fox-Smith, Ching le dijo: “Realmente no torturan a los perros en Camboya”.

“Básicamente, él toma a los animales más vulnerables de nuestra sociedad y los explota. Es asqueroso”, enfatizó Fox-Smith, y agregó que Ching fue cauteloso al responder otras preguntas y se negó a revelar la ubicación de los mataderos que había visitado, lo cual le imposibilitó verificar esas afirmaciones.

En el mercado de Tomohon, Indonesia, los carniceros le dieron a The Times una versión muy diferente acerca de la incineración del animal de la que Ching ofreció en su declaración judicial. Ellos afirmaron que Ching específicamente quería que el perro fuera quemado vivo, algo que ellos y otros insistieron que normalmente no se hacía en el mercado.

En las crudas imágenes que obtuvo The Times, se ve a un hombre sacando al perro de una jaula, por el cuello. Un momento después, Marthen Wondang, un carnicero, lleva al perro, colgado de una soga, a través del mercado.

Alguien grita acerca de una demostración cuando Wondang lleva al animal a un lugar de tierra, donde también hay gallinas.

Cuando el perro intenta escapar, Wondang le arroja dos veces una piedra a la cabeza y lo somete antes de colgarlo de un bastón de madera. Otro carnicero comienza a sopletear al perro, que se agita en agonía. Wondang mira hacia la cámara y muestra un pulgar hacia arriba. En un idioma local del área, hace una pregunta cuya traducción al inglés es: “Esto es exactamente lo que quieres, ¿verdad?”.

Un minuto y 19 segundos después de la quema, el perro, con el cuerpo carbonizado, deja escapar su último gemido.

Butchers in Indonesia told The Times that animal rights activist Marc Ching paid them to hang and burn a dog alive — a method of killing more cruel than any they say they normally employ — so he could stage the scene for the camera. Ching denied doing so, and his foundation questioned the butchers’ credibility, saying his work threatened their livelihoods.

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El mercado se ha ganado una reputación espeluznante gracias a las redes sociales y las campañas de bienestar animal.

En una sección debajo de lonas de colores brillantes, los vendedores ofrecen los favoritos locales, como atún ahumado, piñas doradas puntiagudas y naranjas tropicales jeruk manis, que se vuelven verdes al madurar.

El centro del bazar presenta ratas empaladas en palos de bambú, pitones reticuladas y enrolladas en montículos y murciélagos carbonizados, con sus bocas abiertas y mostrando hileras de colmillos y lenguas gruesas y puntiagudas. El olor es una mezcla nociva de humo de cigarrillo, carne no refrigerada y querosén de los sopletes que chamuscan el pelo de los animales muertos.

Los perros están encerrados en pequeñas jaulas con ruedas antes de ser sacrificados; se les ve con las colas metidas entre las patas traseras, las caras perdidas y los ojos caídos.

Varios carniceros en los videos de Ching le dijeron a un periodista de The Times en una visita reciente al mercado que se encontraron con Ching cuando éste se presentó allí con un intérprete, en 2016, diciendo que quería comprar carne de perro. Según Wondang, Ching compró cuatro perros a un precio elevado y pidió que los mataran de maneras particulares, incluida la quema de uno vivo, mientras él grababa un video.

Wondang y los otros carniceros afirmaron que generalmente matan a los perros de un golpe en la cabeza. Quemarlos hasta la muerte, dijeron, sería demasiado costoso en términos de querosén y es más probable que los carniceros resulten mordidos o arañados.

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Extrañamente, expresó Wondang, Ching no se llevó la carne del perro después terminar de grabar. “Sonreía y reía durante todo el proceso”, comentó sobre Ching. “Como si estuviera feliz”.

Ching no respondió a una pregunta sobre esas afirmaciones. Aseguró que uno de los carniceros, a quien no identificó, le dijo en 2016 que quemaban 50 perros al día en el mercado.

En entrevistas con The Times, activistas de bienestar animal con sede en Europa y Asia confirmaron que algunos de los carniceros les habían dado la misma versión de que Ching pagó para que el perro fuera quemado vivo ante la cámara. Según ellos, los carniceros aseguraron esto por separado y en varios momentos entre finales de 2017 y la primavera de 2018, mucho antes de que The Times comenzara su investigación.

Lola Webber, cofundadora con sede en Bali y directora de la fundación Change for Animals, una organización benéfica registrada en Inglaterra, declaró a este periódico que visitó el mercado de Tomohon alrededor de la Navidad de 2017. Según ella, “quizá unos tres carniceros”, incluido uno que reconoció en los videos de Ching, se acercaron juntos a su grupo y le preguntaron si trabajaban con Ching. Webber les respondió que no.

Los carniceros relataron que Ching les había pagado para torturar a los perros en cámara de ciertas maneras: uno ahorcado, otro incendiado vivo, comentó Webber.

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Ella tuvo una experiencia similar cuando visitó un mercado de carne en la cercana Langowan. Alrededor de cinco carniceros se acercaron a su grupo y le preguntaron si estaban vinculados con Ching, recordó. “Les dijimos: ‘No, no tenemos nada que ver con Marc Ching’”, agregó Webber. “Volvieron a preguntar: ‘¿Quieren pagarnos?’”.

Según ella, las acciones de Ching socavaron el trabajo de los activistas dedicados a poner fin al comercio de carne de perro, que mata dichos animales de maneras que ya son lo suficientemente crueles. “Es totalmente vergonzoso”, enfatizó.

Frank Manus gestiona Animal Friends Manado Indonesia, que opera un refugio en Tomohon. Durante una breve reunión en 2016, comentó, Ching le mostró fotos de un perro que había sido quemado vivo en el mercado de Tomohon. Manus inmediatamente dudó de las fotos.

“Voy al mercado todos los días, y no ocurre tal cosa”, comentó Manus.

Otros activistas han cuestionado los videos de Ching. Él demandó a una de ellos: Deborah Hall, una voluntaria que publicó en Facebook que Ching “pagaba para que quemaran perros y les cortaran las piernas”, según la demanda. Un juez rechazó la parte de la denuncia relacionada con esa afirmación. Hall se negó a comentar sobre la demanda, que finalmente fue resuelta entre las partes.

Sebastian Margenfeld, un activista alemán, supo por primera vez de Ching en 2016 cuando se topó con un video de YouTube sobre sus rescates en Asia. La cuestión lo conmovió tanto que contactó a la organización benéfica de Ching con el objetivo de producir un anuncio de servicio público en alemán similar al de la fundación, utilizando el mismo material de archivo.

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Poco después, comentó Margenfeld, él creó su propia fundación con un nombre que se hace eco de la organización de Ching cuando se le traduce al inglés. Margenfeld afirmó que las primeras publicaciones en la web de su entidad se centraron en el trabajo de Ching y agregó que su fundación más tarde contribuyó con más de $50.000 en fondos y servicios a las iniciativas de éste, incluido el costo de trasladar a veterinarios estadounidenses a China.

Mientras tanto, agregó, la fundación de Ching lo puso en contacto con la compañía de producción que había hecho su anuncio de servicio público, Sugar Studios LA, que le envió a Margenfeld un archivo zip en noviembre de 2016 con las imágenes en bruto de Ching.

Margenfeld lo miró completo y le ofreció a Ching sumarse en misiones de rescate, pero éste siempre rechazó la ayuda.

No fue sino hasta que visitó los mataderos indonesios, en abril de 2018, para filmar sus propias imágenes, que comenzó a cuestionar los registros de Ching, comentó. “Como nunca había estado en mataderos asiáticos, pensé que era real”, manifestó sobre la tortura. “Fui a Tomohon y era muy diferente del video de Ching”.

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Margenfeld, quien es fisioterapeuta en la ciudad de Friburgo, en el suroeste de Alemania, le comentó sus sospechas a los miembros de la junta de la fundación en una conferencia telefónica en mayo de 2018. Los miembros del directorio respaldaron a Ching, precisó.

En 2016, Ching viajó a Camboya con un camarógrafo profesional para filmar más mataderos. Las imágenes en crudo de la travesía presentan largos monólogos durante recorridos por zonas llenas de baches, en los que Ching se ahoga mientras reflexiona sobre lo que dice haber presenciado. “Las personas que realmente dañan a estos animales, pueden lastimar a los niños”, dice. “Van a molestar infantes, secuestrar personas, las van a golpear”.

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En una escena, Ching está arrodillado junto a una jaula de perros, y describe el comercio de carne para la cámara.

“¿Cuántos perros quieres?”, se escucha que su intérprete le pregunta poco después.

Ching lo interrumpe exclamando “whoa” varias veces y pidiendo una “pausa”, mientras hace un gesto para que deje de filmar. El camarógrafo apunta la cámara hacia abajo pero sigue rodando.

Vestido con una camiseta negra con la inscripción #CompassionProject (proyecto compasión) y la dirección de la web de la fundación, Ching le dice al camarógrafo: “Sabes, al ir encubiertos nos lo muestran sólo porque, como comprador de carne de perro, por lo general, este tipo va a atar uno, colgarlo de aquí y golpearlo. Lo vamos a interrumpir para que no mate al perro y esas cosas”, continúa diciendo en el video. “Entonces, ¿estás de acuerdo con documentar esas cuestiones?”.

Alguien dice: “Sí”. Y Ching responde: “Entonces haré uno”.

Después de unos momentos, el camarógrafo pregunta: “¿Sientes que esto es necesario?”.

“Depende de ti”, responde Ching. “Preferiría no documentarlo... Cuando voy encubierto, no sé, me gusta más porque… es natural. Ellos ya lo están haciendo”.

Una persona familiarizada con el incidente comentó que Ching había hecho arreglos para que el matadero colgara y golpeara al perro con el fin de grabarlo en video. El individuo, que pidió no ser nombrado por temor a represalias, dijo que la ejecución y los golpes finalmente no ocurrieron.

A person familiar with the incident captured on this video clip said Ching had arranged to have the Cambodian slaughterhouse hang and beat the dog for the purpose of filming it. The person said the hanging and beating ultimately did not occur. Ching denied making any arrangement to harm a dog. An attorney for his foundation described the clip as a discussion about filming a “dramatic reenactment” of a previous hanging at the slaughterhouse, without harming the dog.

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Ching y dos abogados de Los Ángeles que asisten a su fundación ofrecieron una serie de descripciones del clip.

Jeremy Gray, uno de los abogados, afirmó en un correo electrónico enviado a este periódico que el video de Camboya “parece ser un clip engañosamente manipulado, sacado fuera de su contexto apropiado”.

The Times contrató a un experto forense audiovisual en Michigan, Ed Primeau, para que analice las imágenes de Camboya. Primeau no encontró evidencia de que hubieran sido alteradas. “Estas grabaciones de video son auténticas y representan los eventos tal como ocurrieron”, afirmó.

Más tarde, Ching señaló en un correo electrónico a The Times: “Es probable que el video haya grabado una discusión sobre la organización de la filmación, y ello puede haber incluido algún pago para ingresar al matadero”. También expuso que no hubo ningún plan para maltratar a un perro y que ningún animal resultó herido.

Selmont, el otro abogado de la fundación, describió el video como una discusión sobre la filmación de una “recreación dramática” de un ahorcamiento previo en el matadero, sin dañar al perro. “El señor Ching y la fundación finalmente decidieron no incluir nada de eso en el documental y el propio camarógrafo ha confirmado que tal evento nunca ocurrió”, expresó Selmont en un correo electrónico.

El abogado agregó que el ahorcamiento anterior ocurrió varios meses antes de la discusión sobre el video: “El Sr. Ching publicó un clip grabado con un iPhone, de él descolgando a un perro que vio cómo en ese mismo momento era colgado por un carnicero. El Sr. Ching, en ese momento exacto, pagó por el perro y se filmó en tiempo real descolgando a ese perro que de otro modo [habría] sido sacrificado en pos de obtener su carne”.

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El anuncio público de la fundación incluye una foto de Ching liberando a un perro colgado.

En otro video hecho en Camboya, un joven en pantalones cortos arroja a un perro vivo a una tina de agua hirviendo. A medida que el perro se agita, el hombre salta rápidamente hacia atrás para evitar salpicaduras. Momentos después, la tina cae cuando el perro intenta escapar.

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Abr. 7, 2020

Activistas afirmaron a The Times que los perros normalmente no son hervidos vivos en Camboya, sólo porque los carniceros podrían resultar escaldados en el intento. Esas tinas, comentaron, a menudo se usan para desollar en agua hirviendo a los perros ya muertos. De fondo en el video de Camboya se ve a un segundo joven trabajador quitando el pelaje de lo que parece ser un perro muerto, en una bañera similar, con agua humeante.

En numerosas ocasiones, Ching afirmó que su vida había corrido peligro en Asia. Cuando The Times le solicitó detalles por primera vez, el activista respondió con descripciones por escrito de dos accidentes automovilísticos, altercados en Camboya y China, haber recibido puñetazos en el rostro en Corea, tener varios encuentros con carniceros que lo amenazaron pero no lo hirieron, y hasta haber sido empujado frente a un “pequeño acantilado” en Taiji, Japón.

The Times luego le presentó a Ching información de entrevistas en medios y publicaciones en redes sociales en las que se le cita diciendo que, además de varios ataques, le dispararon, le pusieron una ametralladora en la boca y estuvo a punto de morir cuatro veces. Ching respondió que había tratado de borrar sus recuerdos de esos incidentes -que según dijo habían ocurrido en los últimos años- debido a su naturaleza traumática.

“Esas cosas me sucedieron”, afirmó Ching en un correo electrónico. “A lo largo de los años, tanto intencional como inconscientemente, he tratado de olvidar lo peor de estas experiencias, ya que es mejor para mi salud mental”.

Según Ianniello, la ex directora ejecutiva de la fundación, Ching le contó sobre un incidente en el que había sido derribado al suelo en un matadero, donde tragó heces y sangre. Ching le dijo que, como resultado del hecho, contrajo bacterias carnívoras y debió someterse a una cirugía para eliminarlas. Otra ex empleada de la fundación, Kiana Kang, también escuchó esa versión.

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Ching no respondió a una consulta de The Times sobre el incidente. Tampoco le brindó a este periódico ninguna documentación u otra forma de verificación de los episodios más graves, como registros médicos o nombres de testigos. Su fundación dijo en un correo electrónico que Ching nunca denunció los ataques a las autoridades asiáticas ni a los funcionarios diplomáticos estadounidenses, porque hacerlo “habría afectado la misión de los viajes”.

Pringle y Tchekmedyian informaron desde Los Ángeles, y Pierson desde Indonesia. Alice Su y Gaochao Zhang, del buró de The Times en Beijing, y el corresponsal especial San Sel, en Camboya, contribuyeron con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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