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Los filipino-americanos están muriendo de COVID-19 a un ritmo alarmante

USC professor Adrian De Leon sits in front of a mural in Filipinotown area of Los Angeles.
El profesor de USC, Adrián De León, frente a un mural en Filipinotown de Los Ángeles, está estudiando las formas en que la pandemia afecta a los estadounidenses a través de líneas raciales y socioeconómicas.
(Wally Skalij / Los Angeles Times)
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El 10 de marzo, Loretta Mendoza Dionisio se convirtió en la primera persona en el condado de Los Ángeles que murió de COVID-19.

Dionisio de 68 años, padecía diabetes y acababa de regresar de un viaje a Filipinas. Eso la convirtió en precursora de la pandemia en más de un sentido.

Por una variedad de razones, los filipinos se han visto muy afectados por el nuevo coronavirus en este país. Las personas con raíces en Filipinas son aproximadamente una cuarta parte de la comunidad asiáticoamericana en California, sin embargo, los datos recopilados por el Times muestran que los filipinos representan al menos el 35% de las muertes por COVID-19 de la población asiática del estado.

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De los 48 filipinos que se sabe que han sido infectados con COVID-19 en el Sur de California, 19 han fallecido, según el Consulado General de Filipinas de Los Ángeles. Aunque los datos pueden estar sesgados por el tamaño pequeño de muestra, esto coloca a los filipinos en una tasa de mortalidad del 40%, significativamente más alta que la tasa de mortalidad general del 3.7% en EE.UU, según una investigación realizada por la Johns Hopkins University.

Los datos recopilados por el Times han demostrado que las condiciones de salud preexistentes y los riesgos laborales se encuentran entre los factores que contribuyen al alto número de muertes de filipinos durante la pandemia. La mayoría de los fallecidos tenían más de 60 años y muchos padecían diabetes e hipertensión. Una gran cantidad de ellos estaban jubilados y residían en viviendas con sus hijos o en hogares de ancianos. Las víctimas más jóvenes laboraban en trabajos esenciales, proporcionando atención médica, trabajando en la aplicación de la ley y en supermercados.

Aunque la tasa de mortalidad entre la comunidad asiática es aproximadamente proporcional a su participación en la población, los estudios muestran que las desigualdades socioeconómicas y de salud en la comunidad filipina pueden estar causando casos más graves de infección. Un informe del 30 de marzo de UC Davis Bulosan Center for Filipinx Studies enumeró el status de indocumentado, la exposición al contagio para los trabajadores de la salud, la pobreza y la inseguridad económica, las condiciones respiratorias preexistentes y la falta de seguro médico como factores que hicieron que los filipinos estuvieran en mayor riesgo.

“Es la tormenta perfecta en términos de exposición a la pandemia y al virus, pero también la exposición a muchos otros factores de riesgo”, dijo Adrián De León, profesor asistente en el departamento de estudios y etnicidad de USC.

Los afroamericanos y los latinoamericanos también tienen tasas de mortalidad alarmantemente altas, y a medida que se publican más datos, los investigadores se dan cuenta de que el coronavirus afecta a los grupos raciales de manera diferente. Pero el Departamento de Salud Pública de California no informa el origen étnico por subgrupos asiáticos, lo que dificulta la identificación de más datos sobre filipinos. “El uso de ‘asiáticoamericano’ como una etiqueta general oculta muchas de las desigualdades dentro y entre las comunidades”, señaló De León.

Según la Dra. Melinda Bender, que se especializa en trabajo de intervención de salud para los filipinos en la Universidad Estatal de San Francisco, los filipinos tienen tasas relativamente altas de obesidad, presión arterial alta y enfermedades cardíacas, todo lo cual está asociado con casos más graves de COVID-19 .

“La gente piensa que los asiáticos en general son bastante saludables”, dijo Bender, quien es filipina. “Pero, de hecho, todos somos muy diferentes en cómo estamos representados en las enfermedades crónicas”.

Los filipinos, agregó, “tienen el comportamiento sedentario más alto de los estadounidenses de origen asiático, y la dieta filipina es rica en grasas. Todos estos factores los ponen en riesgo”.

Bender también expuso que el asma prevalecía en la población filipina en Estados Unidos, lo que afectaría la susceptibilidad a una infección respiratoria como el coronavirus.

Otro factor: En California, casi una quinta parte de las enfermeras registradas son filipinas, lo que las pone en mayor riesgo mientras están en la primera línea en hospitales y hogares de ancianos. También tienden a trabajar en las unidades de UCI, cuidados intensivos y unidades quirúrgicas, donde se tratan a pacientes con COVID-19. Esta combinación de trabajos esenciales, mientras se tienen condiciones de salud subyacentes, aumenta el riesgo de contraer infecciones más graves de COVID-19.

“Las personas en ciertos grupos étnicos están predispuestas a trabajar muy duro, y son ‘héroes’ o cosas por el estilo, que es un estereotipo del asiático, pero eso se debe a que la gente necesita continuar trabajando para sobrevivir”, dice León, quien es filipino-canadiense. “En una nación que tiene una seguridad social tan débil, como este país, hay individuos que en última instancia sacrifican la asistencia médica que tanto necesitan por la oportunidad de trabajar y seguir ganando dinero para la familia”.

El alto número de filipinos en el cuidado de la salud se remonta a la historia colonial de Estados Unidos en Filipinas. La educación médica en Filipinas se inspiró en el sistema de educación médica estadounidense. Cuando hubo una escasez de enfermeras en EE.UU en la década de 1960, era fácil para los hospitales de Estados Unidos reclutar enfermeras filipinas que habían aprendido esa profesión a la manera estadounidense.

“Es una relación colonial que refuerza la dependencia de Estados Unidos del trabajo extranjero”, dijo la doctora María Rosario Araneta, de origen filipino quien es profesora en el departamento de medicina familiar y salud pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego.

En el Medio Oeste, el Consulado filipino en Chicago rastreó 17 muertes de filipinos. La mitad de las víctimas habían estado trabajando en el cuidado de la salud. “La enfermería requiere intrínsecamente estar cerca de los pacientes, y no hay forma de que se pueda practicar un distanciamiento social de seis pies”, dijo el Dr. VJ Periyakoil, director del Centro de Investigación de Etnogeriatría y Envejecimiento de Stanford, que examina el origen étnico y la salud.

Según Periyakoil, las condiciones socioeconómicas son un gran factor de riesgo para los filipinos. “Si eres pobre, las circunstancias de vida en tu vivienda serán bastante limitadas; habrá más personas compartiendo el mismo espacio; estarás laborando en empleos con salarios bajos, que requieren que trabajes”, expuso. “Cuando te exigen ir a trabajar, te obligan a estar en contacto con otros, a tomar el transporte público; la naturaleza de tus finanzas impone ciertas realidades y restricciones en tu vida diaria que te ponen en riesgo de un mayor estrés e infecciones, incluido el COVID”.

Varias generaciones de una familia filipina pueden vivir bajo el mismo techo, lo que podría conducir a dificultades para aislar a los miembros enfermos.

Dulce Amor Aguilo, una cuidadora de salud de 55 años de San José, murió de complicaciones por COVID-19 el 19 de abril. Aunque no estaba trabajando en ese momento, se encontraba recibiendo diálisis por enfermedad renal en etapa terminal y también padecía diabetes tipo 2, hipertensión arterial e hiperlipidemia.

La familia no está segura de cómo Aguilo contrajo el virus, pero comenzó a mostrar síntomas tres días después de su último tratamiento de diálisis. En la pequeña casa de dos dormitorios en una comunidad de retiro que compartía con sus padres y su hermana, su madre usaba una mascarilla y trataba de cuidarla lo mejor que podía.

Pero cuando Aguilo comenzó a tener dificultad para respirar y fiebre, la enviaron al hospital. Diez días después, ella murió. “Para los filipinos que ya padecen estas comorbilidades, eso los pone en mayor riesgo cuando contraen el COVID-19”, dijo Bender.

Según la madre de Aguilo, Dalisay, la diabetes es común en su familia, y todos sus hijos la padecen, al igual que su madre. Su hija mayor, Pamela, también está en diálisis.

El trabajo de Bender se centra en crear medidas preventivas para reducir el riesgo de que los filipinoamericanos desarrollen enfermedades crónicas. “Hay muchos factores culturales que explican por qué tienen un estilo de vida como este, y estamos tratando de hacer cambios en relación a eso, como ayudarlos a cocinar platos filipinos de una manera más saludable”, expuso. “Estas son enfermedades crónicas relacionadas con el estilo de vida que se pueden prevenir”.

Se necesita hacer más investigación para abordar las disparidades dentro de la comunidad asiáticoamericana. Un informe de investigación publicado en Health Affairs informó que los estadounidenses de origen asiático parecían tener una tasa de mortalidad de COVID-19 cuatro veces mayor que la población general. Sin embargo, el artículo señaló que este resultado podría deberse a datos inadecuados sobre los asiáticoamericanos y la falta de estandarización de las etnias contadas como tales. Recientemente, se ha encontrado que los isleños del Pacífico sufren la tasa de infección más alta de cualquier grupo racial o étnico en el condado de Los Ángeles, pero los datos siguen siendo limitados.

El Dr. Tung Nguyen, catedrático de medicina interna general y profesor de medicina en la Universidad de California en San Francisco, fue coautor del artículo. Expuso que la desagregación de datos sobre los asiáticoamericanos fue uno de los primeros pasos para abordar las disparidades de salud entre las comunidades de color. “En el mejor de los casos, debería estar desglosado por grupo de origen nacional y por idioma principal”, indicó Nguyen. “También deberían invertir esfuerzos en la recopilación de datos para que haya una cantidad mínima de incógnitas, porque es realmente difícil aclarar las disparidades cuando hay un gran grupo de personas de las que no sabemos nada”.

“La falta de inversión”, dijo Diego Araneta, profesor de UC San Diego, “la invisibilidad de los problemas de salud en la comunidad asiática, es algo que espero [podamos exponer]... No podemos seguir siendo invisibles. Contribuimos de manera significativa, financiera y profesional al crecimiento de este país, pero seguimos siendo invisibles”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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