Anuncio

Columna de Adictos: La historia de Mario

Armas y narcóticos incautados por las autoridades federales en una investigación exhaustiva.
(Greg Moran/The San Diego Union-Tribune)
Share

Mario es veterano de mil batallas, en sus brazos aún quedan huellas de una guerra a muerte contra la heroína. Su dentadura es totalmente postiza, consecuencia de su incursión como mercenario de la anfetamina; ha sido lugarteniente de traficantes de poca monta y tiene un récord poco honorable de entradas y salidas de la cárcel.

“Mi vida se convirtió en un desastre desde los 14 años. Si me pregunta, no sé qué me pasó, empecé jugando al chico malo, ya sabe, cambié mi modo de vestir, de hablar y de pensar, aunque en realidad, no pensaba en nada. Era un mocoso ignorante, con una autoestima por los suelos, que se las daba de muy vivido, presumiendo entre los del barrio hazañas que jamás realice”.

“Adicto a la aprobación de los demás, no sabía decir que no. En cierto modo me resultaba más fácil agradar que pensar por mí mismo. Valoraba mucho la opinión de mis amigos, sin darme cuenta que ellos, igual que yo, eran unos desdichados con infancias rotas o torcidas”.

Anuncio

Por veinte años, Mario fue adicto a la heroína, para conseguirla hizo de todo: “Ni le cuento todo lo que hice, quien se haya enganchado con alguna droga, o quien viva con un adicto, sabe de lo que hablo. La droga te transforma, no solo por sus efectos, que ya de por sí es un estado alterado, también toca tu alma, es como si dejaras de ser persona”.

“En el punto más bajo de mi adicción, vivía para mis instintos, caminaba el mismo círculo vicioso todos los días; esquivando la malilla (síndrome de abstinencia) me prometía a mí mismo administrar mi droga para no padecer, me prometía dejarla, pero a la hora de tomar acción, en vez de buscar ayuda, corría a conseguir más. Literalmente entraba en pánico si me sorprendía la mañana sin una cura, a veces lavaba y relavaba los algodones que había usado para levantar la carga (heroína) con la esperanza de que aún quedaran rastros de chiva (heroína)”.

“Nunca robé, pero no fue por mis principios y valores, me resultaba más fácil manipular y chantajear a las personas, que después de todo, es otra forma de robar. Vivía de lástima, sí, causando lástima, mintiéndole a todo el mundo, pero sobre todo, mintiéndome a mí mismo. Muchas veces dije que quería cambiar, pero no era honesto, lo hacía tan solo para conseguir algo de alguien que me quería ayudar, no se imagina la cantidad de buenos samaritanos que hay en el mundo”.

“A mí me ayudó a cambiar una mujer, una mujer que veía en mí algo que ni yo mismo podía ver, una vez me comparó con el león del Mago de Oz, me sentí halagado y desconcertado, un león al que le hace falta valor, un cobarde que le tenía más miedo a la vida que a la muerte; ella podía ver mi cobardía y no le importaba, ante ella no tenía que fingir, de ella no podía esconderme, por primera vez en muchos años supe cómo se siente ser yo, sin complacer a nadie, sin esconderme y sin mentir”.

Columna de Adictos y Adicciones

Jul. 26, 2020

“No sé, pero yo creo que dejar cualquier adicción es muy doloroso, nada más pruebe con dejar su teléfono por una semana y me dice qué se siente, bueno, eso y más se siente al dejar una sustancia”.

“Por último, le diré lo que ya se ha dicho tantas veces: No hay una fórmula mágica, yo soñaba con entrar a una clínica donde me pusieran una inyección para dormir tres días seguidos y despertar sin malilla. Quien quiera dejar las drogas tiene que estar dispuesto a pasar malestares físicos durante algún tiempo, aunque eso puede ser muy doloroso, no es lo peor, a medida que pasan los días viene la obsesión, insomnio, ansiedad, desencanto, aburrimiento y miedo; miedo, porque al final del túnel nos esperan nuestras consecuencias y la vida –Mario cierra nuestra conversación con una triste verdad: La recuperación no es para todos, por desgracia, mientras nosotros conversamos un adicto está muriendo, entrando a un hospital o cumpliendo una sentencia en la cárcel. Solo cambia quien honestamente quiere cambiar”.

Desde aquí le envió mi agradecimiento a Mario, quien generosamente me regaló su tiempo y sabiduría.

Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

cadepbc@gmail.com

Anuncio