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Estos mentores ven el “trauma colectivo” de los adolescentes afectados por la pandemia

 Alejandrina Arizmendi-Ramírez teaches an after-school class from her home.
Desde su casa en Pomona, Alejandrina Arizmendi-Ramírez enseña un experimento científico a los estudiantes a través de Zoom, en un programa extracurricular a principios de diciembre
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)
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A veces es karaoke. En ocasiones se trata de juegos multijugador como skribbl o Among Us. Sea lo que sea, la estudiante de secundaria Tiggerina Virgen nunca se salta su programa extracurricular, a pesar de que significa más tiempo en Zoom.

Durante una reunión, Alejandrina Arizmendi-Ramírez, una recién graduada universitaria que dirige las sesiones, descubrió que Tiggerina tenía una calificación reprobatoria de F en ciencias. Rápidamente movilizó apoyo para la estudiante, asegurándose de que presentara el trabajo faltante y se mantuviera en el camino. Su calificación subió a D. Luego, a C.

Corrección:

6:21 p.m. en. 21, 2021In an earlier version of this post, City Year corps member Alejandrina Arizmendi-Ramírez was identified as Alejandrina Arizmendi-Ruiz. The post also identified Mary Helen Immordino-Yang as an assistant professor of education, psychology and neuroscience at USC; she is a professor.

“Yo le decía: ‘¡Estoy tan orgullosa de ti!’”, comentó Arizmendi-Ramírez. “Le pregunté: ‘Entonces, ¿qué te ayudó a cambiar esa calificación? ¿Qué planeas hacer a continuación?’”.

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Su intervención en la escuela secundaria John Liechty representa el trabajo de 225 adultos jóvenes que están integrados en 26 escuelas en Los Ángeles, incluidas Boyle Heights, Inglewood, Pico Union y Watts. Son parte de City Year, una organización sin fines de lucro vinculada a AmeriCorps. Por lo general, los miembros de esta agrupación sirven como mentores y tutores para ayudar a los estudiantes a graduarse. Pero durante la pandemia se han convertido en un salvavidas social para los alumnos, muchos de los cuales están vacilando mientras se enfrentan a una sensación de desesperación, después de meses lejos de sus amigos.

Los expertos en educación señalaron que el trabajo personal y en campo que brindan los miembros del grupo de City Year es un ejemplo del tipo de apoyo de aprendizaje extendido que se necesita para abordar la creciente crisis de salud mental entre los estudiantes, a medida que los cierres de escuelas se prolongan hasta el décimo mes.

Los datos y estudios recientes señalan el número creciente de víctimas que la pandemia está cobrando entre los alumnos. Desde la primavera pasada, la proporción de visitas a la sala de emergencias relacionadas con salud mental ha aumentado un 31% para los niños de 12 a 17 años, según muestran los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés); una encuesta de 3.300 estudiantes de secundaria describió una sensación de “trauma colectivo”, ya que casi un tercio indicó que con más frecuencia se sienten infelices o deprimidos.

Arizmendi-Ramírez, una graduada de UC Santa Cruz y la primera en su familia en ir a la universidad, sabe de primera mano por qué los estudiantes necesitan apoyo.

“Al crecer, no era una alumna que buscara ayuda”, comentó. “No fue hasta que estaba tratando de averiguar qué hacer después de la escuela preparatoria que me di cuenta de que no podía hacerlo sola”.

En la secundaria John Liechty, los estudiantes le dijeron que el tiempo para socializar es más importante para ellos después de la escuela.

“Las interacciones humanas genuinas son lo que realmente importa ahora”, comentó Mary Helen Immordino-Yang, profesora de educación, psicología y neurociencia en la USC, cuya investigación examina la relación entre las emociones y los niveles más profundos de aprendizaje.

La pandemia ha introducido una serie de cargas en la vida de los estudiantes. La preocupación por los síntomas de los familiares, el miedo a enfermarse o infectar a sus seres queridos, incluso a la muerte, indicó Immordino-Yang, están “consumiendo el pensamiento de los niños porque son cosas muy importantes emocionalmente”. Además, muchas familias están lidiando con cuestiones de vivienda e inseguridad alimentaria, lo que dificulta que los alumnos se concentren en lo académico.

Desde abril, la línea directa de bienestar estudiantil y familiar, del distrito escolar de Los Ángeles, ha recibido más de 11.000 llamadas, en su mayoría de personas que buscan apoyo de salud mental para sus hijos o ayuda con necesidades básicas.

Tyrone Howard, profesor de la Escuela de Educación y Estudios de la Información de UCLA, insta a los líderes escolares a desarrollar planes estratégicos a largo plazo, para abordar las necesidades de salud mental de los estudiantes.

“Hay factores reales fuera de la escuela que afectan la capacidad de los alumnos para desempeñarse de manera adecuada”, comentó Howard. Cuando finalmente regresen al aula, agregó, los educadores tendrán que abordar el bienestar socioemocional de los estudiantes. “No podemos simplemente volver a aprender como de costumbre cuando los niños han soportado tanto”.

Cómo el COVID-19 impactó el trabajo de City Year

Los miembros de la agrupación, que normalmente ganan un estipendio quincenal de $735 en Los Ángeles, dijeron que la falta de contacto en persona es el mayor obstáculo para cultivar relaciones significativas con los estudiantes. En el pasado, los niños podían acercarse fácilmente a ellos en el campus. También podrían sentarse junto a quienes sobrellevaban dificultades en clase y apartarlos para charlar.

Andrea Labb es graduada de la Universidad de Massachusetts, en Amherst, y miembro del grupo que trabaja con estudiantes de la secundaria Jefferson, en el sur de Los Ángeles. El año pasado, apoyó a una alumna que sufría de ansiedad aguda.

“Cuando se abrumaba, la invitaba a salir y simplemente caminábamos por el campus durante cinco o diez minutos”, comentó Labb. “A veces ella hablaba de lo que estaba pasando. En ocasiones conversábamos de Harry Potter. En varios momentos simplemente caminamos en silencio”. Después, regresaban a clase y la alumna volvía a participar.

Estas estrategias de afrontamiento son actualmente imposibles. Para Labb y sus colegas, esto significó descubrir nuevas formas de reinventar experiencias pasadas. Para lograr una apariencia de normalidad, los miembros del grupo usan sus chamarras amarillas cuando están en línea con los estudiantes. Sin los saludos matutinos que implicaban tocar música y dar la bienvenida a los alumnos en el campus, pueden aprovechar la función de chat de Zoom.

“Los saludamos a todos cada mañana”, indicó Labb. “Les enviamos un mensaje simplemente preguntando ‘¿Cómo estás?’ o ‘¿Cómo estuvo tu fin de semana?’. Es una pequeña forma de agregar humanidad a toda esta tecnología”.

Luego, los miembros del grupo toman nota de las respuestas de los estudiantes. Si alguno de ellos permanece en silencio de forma rutinaria o dice que no se siente bien, realizan un seguimiento.

Vigilancia de la salud mental de los estudiantes

Además de brindar apoyo con la tarea y espacio para la interacción, algunos ayudan a monitorear la salud mental de los alumnos, una labor que se vuelve más urgente y difícil con el aprendizaje a distancia.

Frente a la vorágine pandémica, el director Adalberto Vega y el personal de la secundaria John Liechty han hecho de la salud mental un tema constante en las reuniones virtuales con los padres, en las que los administradores les enseñan cómo detectar signos de estrés en sus hijos.

Los administradores también fueron intencionales sobre el papel de City Year en el bienestar de los estudiantes. Al desarrollar el programa extracurricular, señaló la subdirectora Eleanor Murray, “el plan de acción era llegar a un entendimiento claro de cómo se llevaría a cabo el apoyo socioemocional, porque la relación debe desenvolverse para que los jóvenes se sientan lo suficientemente cómodos para compartir sus pensamientos y sentimientos”.

Cuando los alumnos comparten desafíos personales, los miembros de la agrupación escuchan atentamente. Luego, si es necesario, los acercan con consejeros o administradores que pueden brindarles apoyo adicional.

“Ser la persona a la que los estudiantes recurren si necesitan hablar es un privilegio”, comentó Labb. “Es algo que me tomo muy en serio”.

El fortalecimiento de la red de apoyo en medio de la pandemia ha resultado fructífero. En agosto, la madre de Tiggerina, Yesica Ayala, estaba preocupada por la transición de su hija de la escuela primaria al sexto grado en Liechty. Tiggerina siempre ha sido un poco tímida. Cuando las escuelas cerraron en marzo pasado, su madre luchó para levantarla de la cama y prepararla para la clase.

Pero ella ya está cursando el año escolar con éxito. Su cámara permanece encendida cuando está en clase. Está haciendo nuevos amigos y busca ayuda cuando la necesita. Ciencias se ha convertido en uno de sus cursos favoritos.

Su madre atribuye el cambio de su hija a City Year, lo que le da la oportunidad de vincularse con amigos o miembros del personal antes que esconderse de su clase. Desde su dormitorio, Ayala frecuentemente escucha la risa de su hija.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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