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Los jóvenes ‘cazadores de vacunas’ de Los Ángeles llenan las filas de espera con la esperanza de obtener una inyección

A standby line to receive a COVID-19 vaccination at Kedren Community Health Center in South L.A. on Friday.
La gente aguarda en una línea de espera no oficial para recibir una vacuna contra COVID-19 en el Centro de Salud Comunitario Kedren en el sur de Los Ángeles, el viernes.
(Gary Coronado/Los Angeles Times)
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Hablando oficialmente, no existe una línea de espera para las vacunas contra COVID-19 en Los Ángeles.

Pero a algunas clínicas les quedan dosis que expirarán al final del día, o durante una pausa de la tarde, y rápidamente se corrió la voz sobre esta posibilidad para el acceso a las vacunas. Algunos que acuden en masa a los sitios pasan horas esperando, con la esperanza de tener suerte.

El Centro de Salud Comunitario Kedren, en el sur de Los Ángeles, y el Complejo Deportivo Balboa, en Encino, han estado en el centro de los rumores en los últimos días, atrayendo a grandes multitudes que comienzan a reunirse antes del amanecer. Algunas personas llegan desde lugares que están lejos.

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Esas multitudes han incluido personas mayores que, a pesar de ser elegibles para recibir las vacunas, no pudieron asegurar citas. Pero muchos de los otros que acampan en fila, no califican para recibir dosis bajo el sistema de distribución por etapas del estado.

Algunos expresaron reparos éticos sobre la posibilidad de vacunarse antes que los miembros de grupos de mayor prioridad. No querían tomar una dosis de otra persona, comentaron, pero habían escuchado que de lo contrario cierto suministro del antígeno sería descartado.

“Creo que hay personas que lo merecen mucho más que nosotros y por casualidad nos enteramos”, señaló Brianna Bane, de 23 años, quien trabaja en las redes sociales, el jueves por la tarde. Fue convocada fuera de la línea de espera en Kedren Health y trasladada dentro de la carpa de vacunación unos minutos después.

Los funcionarios del Departamento de Salud Pública de Los Ángeles dijeron en un comunicado el viernes que, si bien no tienen líneas de espera, algunas personas reciben dosis que de otro modo se desperdiciarían.

El departamento indicó que “no aconseja a los residentes que se presenten en los sitios de vacunación con la esperanza de recibir una inyección sobrante al final del día”.

Los funcionarios de salud del condado estimaron que la cantidad de personas que son inoculadas a través de las líneas de espera diariamente es menos de 20 o 30.

Pero el Dr. Jerry P. Abraham, quien dirige las operaciones de vacunas en Kedren Health, explicó que 40 de las más de 800 dosis de vacunas administradas en el sitio el jueves fueron para trabajadores no sanitarios menores de 65 años. El sistema de salud sin fines de lucro sirve como sitio de distribución del antígeno para el condado.

Sonny Tran, el líder de operaciones clínicas del sitio, comentó que entre el 20% y el 30% de las personas con citas no se han presentado. La clínica está administrando la vacuna Moderna, que caduca seis horas después de que se perfora su contenedor, según las pautas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Abraham señaló que Kedren Health experimentó más ausencias de lo habitual el jueves porque las citas se habían programado a través del nuevo software CalVax.

En todo el condado, la tasa de no presentación ha sido inferior al 10%; esta cifra se toma en cuenta cuando se programan las citas, indicaron los funcionarios de salud.

El suministro de la vacuna COVID-19 es extremadamente limitado en Los Ángeles y solo una pequeña cantidad de citas están disponibles para los trabajadores de atención médica de primera línea y los residentes de 65 años o más. Muchas personas mayores frustradas han estado compitiendo por los pocos espacios disponibles.

Abraham indicó que los trabajadores de la salud y las personas mayores siguen siendo la prioridad para las dosis en su clínica.

“Pero hay momentos en los que no tenemos a nadie aquí”, explicó. “Y hay ocasiones en las que su inventario debe aplicarse en el brazo de alguien o desecharse, y nos negamos a desperdiciar una dosis”.

“No vamos a permitir que la documentación o la tecnología nos impidan vacunar”, señaló Abraham, y agregó que los que se encuentran en la clínica están haciendo “todo lo que está a nuestro alcance para asegurarnos de que las fases y niveles sean respetados y priorizados”.

La clínica está ubicada en una parte del sur de Los Ángeles que tiene una población de más del 97% de latinos y negros, con un ingreso promedio de $39.612. Pero muchas personas que esperaron durante largas horas el jueves y viernes, fuera de la clínica, eran blancas y venían de más allá del vecindario circundante.

El viernes por la mañana temprano, una mujer en un Audi, con una placa de matrícula de la “Escuela Brentwood”, se detuvo para tocar el claxon a las personas que conocía mientras daba vueltas en busca de un lugar para estacionar. Algunos instalaron sillas para acampar, utilizaron sus computadoras portátiles y leyeron periódicos y iPads mientras esperaban. Un guardia de seguridad ocasionalmente caminaba por la cuadra el viernes por la mañana, sacando a los trabajadores de la salud y a los mayores de 65 años de la línea de espera general y los pasaba al frente.

La mayoría de los “cazadores de vacunas”, como una mujer llamó en broma a su grupo, dijeron que vivían en el Westside o en el Valle, aunque otros provenían del centro, Los Feliz y Echo Park, y algunos de Topanga y Malibú. Todos habían oído hablar de la oportunidad a través de sus redes sociales y profesionales.

“La cuestión moral de obtenerlo antes que alguien más se vio superada por el hecho de que se desperdiciaran dosis”, comentó el viernes por la mañana Jasmine, una diseñadora de 28 años de Echo Park que pidió que no se usara su apellido.

Mientras hablaba, la joven que esperaba justo delante de ella clavó un tenedor de plástico en lo que parecía ser una frittata de desayuno para llevar. El repartidor le había entregado su comida unos minutos antes.

Varias personas comentaron cuán crudamente los datos demográficos de la línea divergían de los del vecindario y expresaron su malestar por eso.

“Me siento un poco raro. Desearía que fuera algo que más miembros de esta comunidad supieran”, comentó Caitlin el viernes, una actriz del Valle de 57 años, al notar la “variedad de autos caros en el estacionamiento”. Ella, quien pidió que no se usara su apellido, había estado esperando con su hijo en edad universitaria desde las 4:45 a.m.

En el Complejo Deportivo Balboa en Encino, el viernes, una fila de adultos mayores y trabajadores de la salud serpenteaba alrededor de un edificio de ladrillos rojos, donde los vacunadores administraban inyecciones a las personas con citas. Pero un poco más allá, junto a las canchas de tenis y los campos de béisbol del parque, se había formado una línea separada de aspirantes al antígeno.

Los jóvenes, las familias e incluso los adultos mayores estaban acomodados en sillas de jardín con mantas, esperando a ver si habría vacunas adicionales disponibles para ellos al final del día. Abundaban los rumores, incluida una anécdota que se repite a menudo sobre 200 personas que tuvieron suerte con las tomas sobrantes una tarde de la semana pasada.

“Es como un juego de teléfono descompuesto”, comentó William Crouse, de 32 años, quien estaba trabajando en un rompecabezas con su amigo Teddy Jones, de 38, mientras esperaban.

Detrás de ellos, un letrero de papel pegado a un poste decía que la “línea sin cita” no oficial daría la máxima prioridad a los trabajadores de la salud y los mayores de 65 años antes de pasar a otros. Crouse y Jones dijeron que escucharon por primera vez sobre la posible distribución de dosis sobrantes a través de una publicación de Instagram.

El ritmo actual del lanzamiento de la vacuna en Los Ángeles significa que podrían pasar más de seis meses antes de que la elegibilidad se abra al grupo de edad de Crouse, comentó, por lo que pensó que probaría suerte en Balboa.

“Si el objetivo es inocular al mayor número posible de personas, ¿por qué no?”, y agregó: “Estoy feliz de jugar un papel en ese objetivo”.

No todo el mundo era tan joven ni tenía tanta esperanza.

Josefa Celada, de 71 años, se unió a la línea de espera del Complejo Deportivo Balboa a las 9 a.m. del viernes, después de intentar y no asegurar una cita en línea para personas mayores. La próxima cita que pudo encontrar fue en marzo, explicó, pero necesita la vacuna con urgencia para trabajar. Niñera de tres pequeños, su jefe le dijo que no regresara a su empleo hasta que la vacunaran.

“La necesito”, señaló. “Yo no salgo, no hago nada. Estoy asustada”.

Los funcionarios que trabajan en las líneas en el Complejo Deportivo Balboa dijeron que las personas mayores y los trabajadores de la salud serían atendidos primero del grupo de reserva al final del día, pero nadie podía ofrecer garantías.

Selda Hollander, de 86 años, se unió a la línea de espera de Balboa después de no tener éxito en comunicarse con nadie a través del sistema de citas telefónicas.

Sin embargo, no estaba preparada para la larga espera y no trajo una silla. Así que se sentó en la hierba, preparándose para el frío.

“No sé si vale la pena”, comentó, temblando un poco. “Estoy esperando la vacuna, pero puedo enfermarme por el clima”.

Mientras tanto, Natasha Moini y Siena Deck, ambas de 23 años, llegaron listas. Acomodadas en sillas plegables, con suéteres puestos y toallas cubriendo sus piernas, comieron bocadillos y estaban viendo un episodio de “Lecciones del crimen” en una computadora portátil Apple.

La madre de Moini fue la que se enteró de la línea de reserva de Balboa a través de un amigo. Ella logró vacunarse la semana pasada.

“Nunca se sabe realmente, así que pensamos, ¿por qué no venir?”, comentó Moini. “Quiero decir, ¿qué más estamos haciendo?”.

Tanto ella como Deck, quienes llegaron a las 10:30 a.m., dijeron que regresarían unas cuantas veces más si no podían recibir el antígeno el viernes.

“Me sentiré mejor si la consigo”, expresó Moini.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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