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Las vacunas destinadas a las comunidades negras y latinas más afectadas, fueron utilizadas incorrectamente en otras áreas de Los Ángeles

A nurse prepares a syringe to apply a vaccine.
La enfermera de UCLA, Eunice Lee, prepara una jeringa de la vacuna contra COVID-19 para los trabajadores de la salud en el Centro Médico Ronald Reagan, de UCLA, en diciembre.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)
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Un programa de California destinado a mejorar la disponibilidad de la vacuna contra COVID-19 para las personas en las comunidades de color más afectadas está siendo mal utilizado por personas ajenas, quienes obtienen citas reservadas para los residentes de áreas negras y latinas desatendidas.

El programa para abordar las desigualdades en la distribución de vacunas se basa en códigos de acceso especiales que permiten a las personas programar citas en el sitio web My Turn. Los códigos se proporcionan a las organizaciones comunitarias, para que los distribuyan a personas de comunidades en su mayoría negras y latinas.

Pero esos códigos también han estado circulando en mensajes de texto y grupales entre los más ricos que trabajan desde casa en Los Ángeles, según se enteró el Times. Muchas de esas personas aún no son elegibles para la vacuna, de acuerdo con las reglas estatales.

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Algunas personas que pudieron concertar citas han estado conduciendo hasta Cal State Los Ángeles para recibir las inyecciones.

No está claro cómo los códigos llegaron a manos de personas ajenas, pero la situación ha obligado al estado a luchar para proteger la integridad de un programa de equidad que el gobernador Gavin Newsom, y otros funcionarios, han estado aclamando. La entidad canceló las citas hechas con al menos uno de los códigos de acceso, después de que el Times preguntó al respecto la semana pasada.

El establecimiento de la equidad en la distribución de vacunas ha cobrado gran importancia durante el proceso de aplicación del antígeno en California. Newsom ha hablado a menudo de la importancia de administrar las dosis “a través de una lente de equidad”. Pero aún han surgido profundas desigualdades en la administración de las vacunas en el estado, y los residentes blancos y asiáticos en áreas ricas están siendo inoculados en tasas mucho más altas que las personas negras y latinas en áreas más pobres.

Según el plan, el estado apunta a reservar un bloque de citas todos los días en Cal State Los Ángeles y el Oakland Coliseum, según un correo electrónico enviado a los socios comunitarios por el director de la Oficina de Acceso y Necesidades Funcionales, de la Oficina del Gobernador de California de Servicios de Emergencia.

El bloque de citas solo es accesible con un código específico que cambiará periódicamente según el uso, de acuerdo con el correo electrónico.

Los códigos están destinados a personas de comunidades de color que son elegibles para vacunas, incluidos los trabajadores de la salud y los mayores de 65 años, pero que de otra manera podrían tener dificultades para obtener una cita.

Los funcionarios estatales han sido contactados por más de 2.000 grupos comunitarios interesados en participar en el programa, según el vocero de Cal OES Brian Ferguson.

Pero los problemas con el programa surgieron a principios de la semana pasada, poco después de que los códigos estuvieran disponibles.

Tres códigos de acceso separados destinados a poblaciones vulnerables en Los Ángeles se alejaron mucho de sus destinatarios previstos, abriéndose paso en redes sociales y profesionales más prósperos, encontró el Times. En todos los casos, el origen de los códigos de acceso no quedó claro. Quienes distribuyeron los códigos no parecían ser conscientes de que estaban destinados a las comunidades más afectadas. En varios casos, la gente pensó que se había topado con un programa piloto que estaba abierto a todos.

Una persona que compartió un código de acceso con el Times el jueves, comentó que varios de sus amigos, que de otra manera no serían elegibles, pudieron hacer citas para vacunas en el sitio de Cal State Los Ángeles, usando el código. Hasta el domingo por la noche, varias de ellos habían sido vacunados, informó la persona que pidió no ser identificada porque no quería ofender a los amigos que habían compartido el código. El individuo, quien es blanco, describió a sus amistades como también blancos y “en una situación donde están muy protegidos”.

Otra persona que habló con el Times dijo que recibió una captura de pantalla de un mensaje con un código de acceso de siete dígitos y un enlace al sitio web My Turn el martes por la mañana. Un amigo médico envió el enlace para las citas para la vacuna contra COVID-19, escribió el remitente original. “Aparentemente es un nuevo sitio de pruebas que está ‘evaluando su sistema’ durante unos días antes de que abran citas para ancianos y enfermos, etc. Cualquiera puede registrarse si hay espacios disponibles. ¡Dale una oportunidad!”

El código funcionó cuando un reportero del Times lo probó el martes por la mañana, abriendo una página a través de la cual una persona podía hacer una cita en el recién inaugurado centro comunitario de vacunación de Cal State Los Ángeles, otro individuo que habló con el Times el mismo día señaló que había recibido el código de acceso de un amigo y que no sabía cómo su amistad había tomado posesión de él.

El propósito declarado de los códigos de acceso no se transmite en ninguna parte del sitio web de My Turn, ni dice que los códigos están destinados a ser utilizados únicamente por ciertos grupos. Incluso con un código de acceso, los espacios para citas reales siguen siendo limitados y no siempre están disponibles en el sitio.

La interrupción del programa es el último ejemplo de inequidad en una pandemia definida por su impacto desproporcionado en las comunidades de color de bajos ingresos. Los mismos problemas se han reflejado en las filas informales de reserva de vacunas del condado, en las que grandes grupos de personas predominantemente blancas suelen acampar durante horas fuera de una clínica del sur de Los Ángeles, con la esperanza de recibir una inyección.

Ferguson reconoció que hubo casos de un grupo comunitario que envió el código a sus miembros “de una manera muy bien intencionada” y el correo electrónico se compartió más ampliamente con el público en general.

“Para solucionar eso, hemos tomado medidas para asegurarnos de que estamos auditando, monitoreando cómo se usan los códigos con mucho cuidado”, comentó, y explicó que el programa era nuevo y que se estaban abordando los desafíos.

Para el lunes por la noche, los códigos se habían extendido tan rápidamente a través de ciertas redes sociales que una mujer de unos 40 años que vive cerca del centro de Los Ángeles le dijo al Times que le habían enviado tres códigos de diferentes personas en los últimos días.

Se había negado a concertar una cita, pero conocía a varios individuos, a los que describió como blancos y “no trabajadores esenciales”, que habían sido vacunados con éxito utilizando los códigos. “Nadie cree que estén haciendo algo mal”, comentó la mujer que se negó a dar su nombre porque no quería ofender a quienes habían compartido el código con ella.

“Honestamente, están convencidos de que son sobras, que se trata de una prueba piloto, abierta a todos”.

La toma de códigos también provocó indignación.

“La gente se está volviendo codiciosa y metiéndose en la fila, llegando a ser la primera en ella y expulsando a los que están muriendo y más necesitados”, señaló el Dr. Don García, director médico de Clínica Romero. Su clínica comunitaria brinda servicios de salud en Boyle Heights y Pico-Union a personas latinas e indígenas, predominantemente de habla hispana, de México y Centroamérica.

García trazó una línea recta entre el mal uso de los códigos de acceso y la brecha digital más amplia que ha obstaculizado a muchos en la comunidad, a la que sirve, para hacer citas para vacunas. Incluso con un código diseñado específicamente para ellos, las personas que mueren en mayor número todavía se encuentran empujadas a un lado a codazos por los inteligentes digitales con altas velocidades de internet y el tiempo libre para sentarse frente a la pantalla de una computadora.

John Myers contribuyó a este artículo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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