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Cárceles de California comienzan a trasladar a cientos de mujeres transgénero que piden el beneficio gracias a nueva ley

Asistente legal Jasmine Jones
Jasmine Jones, asistente legal del Transgender Gender-Variant & Intersex Justice Project en San Francisco, ha estado en contacto con personas detenidas en prisiones de mujeres que tienen preocupaciones sobre una nueva ley que permite que los reclusos sean alojados en función de su identidad de género.
(Paul Kuroda / For The Times)

Este año ha habido más de 260 solicitudes de traslado de vivienda en virtud de una nueva ley que otorga a los reclusos transexuales, intersexuales y no binarios el derecho, independientemente de su anatomía, a ser alojados según su identidad de género.

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Kelly Blackwell anhela escapar de su vida como mujer transgénero en una prisión de hombres de California, donde lucha todos los días para evitar ser vista en sostén y bragas, y dice que una vez se enfrentó a una sanción disciplinaria después de contraatacar cuando un recluso en su celda le pidió que le practicara sexo oral.

Después de más de 30 años, y dos décadas desde que Blackwell comenzó con terapia hormonal, su oportunidad de irse de allí llegó el otoño pasado, cuando una legislación innovadora otorgó a los reclusos transgénero, intersexuales y no binarios el derecho, independientemente de su anatomía, a optar por vivir en una prisión de hombres o de mujeres.

La demanda ha sido alta: hubo 261 solicitudes de transferencias desde que la SB 132 entró en vigencia, el 1º de enero pasado, según el Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California (CDCR, por sus siglas en inglés). Es el comienzo de una operación sumamente delicada que se desarrolla en uno de los sistemas penitenciarios más grandes del país.

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“No estaré cerca de hombres depredadores ni de un personal que desapruebe a las mujeres trans”, afirmó Blackwell, de 53 años, por vía telefónica desde la prisión estatal de Mule Creek, al este de Sacramento.

Pero a más de dos horas de distancia, en el Centro de Mujeres de California Central en Chowchilla, hay miedo. Las reclusas allí dicen que los guardias les han advertido que “vienen hombres”, y que se preparen para que haya violencia sexual.

“[Nos dicen] que si pensamos que está mal ahora, estemos preparadas para lo peor. Que va a estar todo liberado”, le dijeron a Tomiekia Johnson, de 41 años, los guardias. “Dicen que seremos como una sala de maternidad y que vamos a tener un programa de reclusas para convertirse en niñeras”.

Un poco más del 1% de la población carcelaria de California, o 1.129 reclusos, se han identificado como personas no binarias, intersexuales o transgénero, según el departamento de correcciones, poblaciones que experimentan violencia excesiva en la prisión. Un estudio de 2007 de UC Irvine que incluyó entrevistas con 39 internos transgénero encontró que la tasa de agresión sexual es 13 veces mayor para las personas transgénero, y el 59% informó haber experimentado tales encuentros.

Hasta el momento, el sistema penitenciario trasladó a cuatro reclusas a la cárcel de mujeres de Chowchilla, aprobó 21 solicitudes de vivienda por motivos de género y no negó ninguna. De las 261 peticiones, todas menos seis solicitaron ser alojadas en un centro para mujeres.

Una portavoz de las prisiones, Terry Thornton, informó en un comunicado que las precauciones por el COVID-19 retrasaron las transferencias y que los funcionarios no pudieron estimar cuánto tiempo podría tomar un traslado en circunstancias normales, citando la disponibilidad de camas como un factor.

The Times habló con más de una docena de reclusos en cárceles de hombres y mujeres para comprender cómo se desarrolla la nueva ley. Aunque los defensores y los internos aseguran que las transferidas fueron bien recibidas, varios afirman que la información errónea difundida por el personal penitenciario provoca transfobia y que se debe educar mejor a los presos.

A varias internas también les preocupa que algunos estén haciendo afirmaciones falsas sobre su identidad de género para poder transferirse a las cárceles de mujeres, y dicen que el personal les ha dicho que esto ha ralentizado el proceso.

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Thornton le dijo a The Times que el sistema penitenciario había facilitado una discusión en el ayuntamiento con el Consejo Asesor de Reclusos en Chowchilla y con mujeres trans en la Prisión Estatal de San Quentin. La reunión y las discusiones en curso “ayudaron a disipar cualquier temor”, indicó, y agregó que las acusaciones de mala conducta del personal se toman en serio y se investigan.

Cuando se le preguntó si los reclusos en las cárceles de hombres que intentan manipular el sistema de transferencias han sido un problema importante, Thornton expuso que “la identidad de género de una persona es autoinformada y que el CDCR evaluará cualquier solicitud presentada por un individuo encarcelado para obtener vivienda basada en el género”. Añadió que el sistema penitenciario solicitó varios millones de dólares al estado para ayudar a implementar la ley.

En los últimos años, Connecticut y Massachusetts aprobaron una legislación similar a la ley de California, que también otorga a los presos el derecho a ser registrados y atendidos en función de su identidad de género. Las normas ayudan a poner a los estados en línea con la Ley Federal de Eliminación de Violaciones en Prisión, o PREA, que prohíbe las decisiones de vivienda basadas únicamente en los genitales de un recluso y exigen que las agencias consideren caso por caso si un traslado garantizaría la salud de un recluso y la seguridad. A pesar de PREA, los defensores sostienen que es raro que los reclusos transgénero sean reubicados.

La nueva ley de California sigue a otros cambios en el tratamiento estatal de los prisioneros transgénero. En 2018, entró en vigor una norma que elimina los obstáculos para que los presos cambien su género y nombre. Y en 2015, California se convirtió en el primer estado en crear una política para que los reclusos transgénero soliciten una cirugía de afirmación de género financiada por el estado. Según la agencia penitenciaria, desde enero de 2015 hasta febrero de 2021, se aprobaron 65 de 205 solicitudes de cirugía, y se completaron nueve.

Según la política penitenciaria, se colocan a las personas transgénero e intersexuales (este último término se emplea para describir las condiciones en las que un individuo nace con una anatomía reproductiva o sexual que no parece ajustarse a las definiciones típicas de “mujer” u “hombre”) , en la medida de lo posible, en ciertas cárceles para garantizar que puedan recibir determinados tratamientos médicos y de salud mental. Con la nueva ley, a todos los internos se les preguntará al ingresar sobre su identidad de género, sus pronombres, si prefieren la política de búsqueda femenina o masculina, y si quieren ser alojados en una institución que se alinee con su identidad de género, según el departamento correccional.

Los reclusos pueden solicitar una transferencia a su consejero correccional, que luego será considerada por un comité que incluye al director, la custodia, el personal médico y de salud mental, y un gerente de cumplimiento de PREA. El personal revisa los antecedentes penales, las necesidades de salud, el nivel de custodia, la sentencia y las preocupaciones de seguridad del recluso o reclusa.

Según Michelle Calvin, las internas le dieron la bienvenida con paquetes de ayuda cuando fue trasladada, en febrero pasado, de Mule Creek a la prisión de Chowchilla. Pero también hubo tensión; en dos habitaciones se negaron a tenerla como compañera. “Hay muchas mujeres aquí que me aceptan; hay algunas que no”, expresó Calvin, de 50 años. “Habrá adversidad en todas partes y lo entiendo”.

Tyeasha Moore, ubicada a unas pocas puertas de Calvin, rápidamente se entusiasmó con la recién llegada. Calvin estaba “más que dispuesta” a responder a sus muchas preguntas, incluso por qué había elegido venir a la prisión y si otras reclusas la seguirían.

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Pero Moore, de 43 años, también escuchó a los miembros del personal interrogar a las internas que se alojan con Calvin, preguntándoles si se había expuesto, explicado su comportamiento sexual o dicho cosas que incomodaran. El interrogatorio ha fomentado ansiedad, añadió, y falsos rumores de que Calvin tiene una relación.

El sistema penitenciario proporcionó capacitación al personal de todo el estado sobre cómo trabajar con reclusos transgénero, intersexuales y no binarios, e incluyó información sobre espacios de vivienda seguros, procedimientos de requisa y uso de pronombres. Pero los defensores afirman que no fue suficientemente eficaz.

Mychal Concepción, un hombre transgénero en la prisión de mujeres de Chowchilla, consideró que el pánico generalizado por los traslados proviene principalmente de los empleados, que les preguntan a las reclusas: “¿Qué van a hacer cuando lleguen los hombres?”.

“Las mujeres cisgénero aquí se quejan de que quienes llegan son hombres, y muchas de ellas han sido traumatizadas por los varones, por lo cual no deberían tener que vivir con ellos”, comentó Concepción, de 51 años. “He dicho repetidamente que son mujeres, pero se enojan conmigo”.

Johnson, la reclusa a quien el personal le dijo que esperara actos de violencia luego de los traslados, sobrevivió a la violencia doméstica de un hombre y afirmó que sería desencadenante vivir con personas transgénero que no se sometieron a una cirugía de afirmación de género. “Creo que deberían estar a salvo, pero esto también infringe mi derecho a estarlo”, remarcó.

Tiffany Tooks, una mujer transgénero en la prisión de Chowchilla, también intentó abordar las preocupaciones. Se transfirió de Mule Creek en 2019, después de someterse a una cirugía. “Para mí, fue todo”, aseguró, y explicó cómo las reclusas la recibieron bien después de que ella se sinceró sobre sus experiencias de más de 20 años en prisión, que incluyeron ser violada y escuchar a los internos hacer comentarios sexualmente degradantes al verla en la ducha. “Siento que es mi deber ayudar a las mujeres que vienen aquí, para que no las malinterpreten”.

Tooks dijo que, a principios de marzo, participó en una reunión con el director, el personal de la prisión y otros reclusos transgénero para dirigirse a los internos en la prisión de hombres que intentaban trasladarse con falsos pretextos. “La idea era cómo determinar quiénes son realmente los reclusos transgénero que ingresan al sistema penitenciario aquí y el miedo de las mujeres que aún temen que los varones se infiltren en este sistema penitenciario y causen problemas”, explicó.

Legal assistant Jasmine Jones at a desk
Jasmine Jones comparte con las mujeres que temen por las transferencias de internos su propia experiencia como mujer transgénero en una prisión para hombres.
(Paul Kuroda / For The Times)

Varios reclusos transgénero en las cárceles de hombres sostienen que el problema es frecuente. Nina McQueen, de 48 años, una mujer transgénero en Mule Creek, conoce al menos a cinco reclusos que solicitaron ser transferidos con falsos pretextos y que el personal le ha pedido que ayude a identificar a dichos internos. “Querían que yo estuviera en un entorno confidencial para decirles quién es transgénero y quién no, para poder impedir que algunos de estos tipos vayan a la prisión de mujeres”, relató. “Les dije que no tengo ningún problema con eso... Sentimos que se están aprovechando de la situación”.

Jasmine Jones, asistente legal del Transgender Gender-Variant & Intersex Justice Project, que brinda servicios de apoyo a las reclusas, ha estado en contacto con varias docenas de internas en las cárceles de mujeres donde hay preocupaciones sobre los traslados, y les explicó que fue violada varias veces en prisión y que intentó suicidarse en cuatro oportunidades.

Su historia ha resonado en muchos, agregó, pero todavía le preocupa que los reclusos se hagan pasar por personas no binarias o transgénero. Para Jones, la ley debería haberse centrado primero en aquellos que han hecho la transición o están en proceso de ello, antes de permitir el beneficio a otros.

Pero Jen Orthwein, una abogada que representa a los reclusos transgénero y trabajó en el proyecto de ley, consideró que no todos los internos quieren o tienen acceso a terapia hormonal o cirugía de afirmación de género, y que “cualquier expresión de feminidad en una prisión de hombres pone a las personas en peligro”.

En Mule Creek, Blackwell comentó que cuando fue aprobada su transferencia sintió alivio pero también temió el ingreso a un nuevo entorno. Le duele saber que hay gente ansiosa ante su llegada, y afirmó que las mujeres transgénero no planean ser depredadoras. “No quieren hacer cosas como esas porque así ha sido nuestra vida”, enfatizó. “Todo lo que realmente esperamos es generar conexión y compasión”.

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