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Este animador de Disney convirtió su infancia en El Salvador, plagada de belleza y brutalidad, en su fuente de inspiración

Artist Jose Zelaya is photographed next to some of his portfolio pieces at his home in Burbank. Zelaya.
El artista José Zelaya, quien trabaja para Disney desde 1997 como diseñador de personajes, posa junto a algunas de sus obras, en su casa de Burbank.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)
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Cuando era niño, incluso cuando el ejército salvadoreño asolaba su ciudad natal y los rebeldes guerrilleros acechaban los bosques cercanos, José Zelaya se aferraba a su sueño. “Un día”, le dijo a su madre, “voy a trabajar para Mickey Mouse”.

La afirmación tomó por sorpresa a Degni Menéndez. En ese momento, su hijo de cuatro años no sabía leer ni escribir. “Dios cumple los sueños”, le dijo. “Primero tienes que ir a la escuela, esforzarte y prestar atención a todo lo que te digan los profesores”.

A principios de la década de 1980, Zelaya buscaría refugio de la agonizante guerra civil de El Salvador en el oasis de su imaginación. Sus programas de televisión favoritos eran los de Disney, y antes de comenzar el jardín de infantes ya dibujaba imágenes sorprendentemente precisas del roedor animado más reconocible del mundo, junto con criaturas fantásticas inspiradas en la fauna y la flora reales que rodeaban su hogar.

Dibujar siempre fue una forma de captar otro mundo que yo controlaba.

— José Zelaya

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Hoy, como el único artista gráfico y diseñador de personajes nativo salvadoreño que trabaja para Disney Television Animation, Zelaya, de 45 años, recuerda los colores de las aves, los animales y las plantas de su tierra natal; los malva, fucsias y verde esmeralda que infunden su trabajo en las series animadas como “Lion Guard” y “Jake and the Neverland Pirates”, y películas como “George of the Jungle” y “Lilo & Stitch”.

En el país -ahora casi desaparecido- que existía antes de la guerra, aprendió las costumbres de los conejos y los pájaros, las serpientes y los peces de colores y tenguereches que habitaban las colinas y bosques alrededor de Soyapango, entonces un suburbio mayoritariamente rural de la capital San Salvador. “Los he tocado, no solo los he visto en fotos”, remarcó Zelaya sobre su bestiario mental, mientras hojeaba un iPad de dibujos en un restaurante en North Hollywood. “Esas son las cosas de la niñez que viví en El Salvador, que se han quedado conmigo. Por eso me encanta dibujar animales”.

También había otras ilustraciones en esa época, aunque mucho más desgarradoras: de los bombarderos y helicópteros que había visto derribar barrios enteros; de soldados que disparaban a los insurgentes, y de estos contraatacando. “Todos se mataban unos a otros en mis dibujos”.

Para un niño con un talento singular, el dibujo era a la vez traumático y catártico, una forma de domesticar la realidad mientras se alejaba de ella. “Dibujar”, dijo, “siempre fue una manera de aferrarme a un mundo que controlaba”.

Disney character designer Jose Zelaya holds a drawing he did as a boy, depicting the war in El Salvador, where he grew up.
José Zelaya sostiene un dibujo que hizo de niño, que representa la guerra en su natal El Salvador.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

En Disney, sus jefes y colegas coinciden en que Zelaya es una rareza en su mundo: un genio autodidacta. “Es uno de los diseñadores de personajes con más talento natural que he conocido, un talento natural”, dijo Phil Weinstein, un productor de la compañía que trabaja junto con él desde hace una década. “Es capaz de capturar no solo la representación métrica del volumen en el personaje, sino también ese encanto y atractivo que tienen todos los personajes de Disney”.

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La creatividad era cosa de familia. Su padre, un dibujante que creaba paisajes como pasatiempo, diseñaba joyas. Uno de sus tíos también era un artista talentoso; una prima diseñaba ropa. “Siento que el arte está en los genes de nuestra familia”, expone él.

Durante su juventud, los padres de Zelaya eran demasiado pobres para pagar clases de arte. Pero su madre le compraba cuadernos para dibujar y juntaba el pasaje del autobús para que él pudiera competir en concursos de dibujo. A los seis años, recreaba imitaciones más musculosas de personajes de “Los Pitufos”, “Tom & Jerry”, “Mazinger Z” y “He-Man”.

Artist Jose Zelaya holds up a portfolio piece. Zelaya has worked for Disney since 1997.
José Zelaya sostiene una muestra de su trabajo en su casa de Burbank.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Los resultados eran nefastos. “Hacía el intento, no me salían bien”, dijo riendo.

También desarmaba juguetes y disponía las piezas de acuerdo con su imaginación. Dibujaba rostros e inclinaba los arquetipos de la cultura pop a su propia invención. También aprendió cómo las personas que conocía, y no solo las plantas y los animales, podían influir en su arte.

En su primer programa de Disney, “Recess”, en 1997, fue el responsable de dar vida a la firme pero encantadora Ashley Spinelli, una caracterización inspirada en una amiga, Mara Ancheta, quien fue su compañera de clases en un estudio de animación de Santa Mónica. “La primera vez que vi a Mara, tenía una chaqueta de cuero y unas botas Harley-Davidson, como Spinelli”, recuerda Zelaya. “Era pequeña, muy fuerte, amigable, extrovertida, divertida. Es por eso que su personalidad quedó en mi mente”.

Otro personaje, una mamá osa de la serie de televisión “Mickey and the Roadster Racers”, encarna a una persona aún más cercana y querida por él. “Definitivamente pensé en mi mamá, ¡aunque es una osa! Lo puedes ver en sus ojos, en la ternura que tiene. Le hice el pelo color café, como el de mi madre. Me inspiré en el cariño que siempre me dio ella, como una mamá osa”, continuó Zelaya. “Cuando diseño personajes, a menudo observo las características de las personas. Cuando el personaje se siente más real, la gente se identifica más con él”.

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Disney character designer José  Zelaya holds a photograph taken in 2012 of him and his mother, Degni Garcia Menendez.
El diseñador de personajes de Disney José Zelaya sostiene una fotografía tomada en 2012 de él y su madre, Degni García Menéndez, quien murió en febrero.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Como ilustrador de Disney, Zelaya pertenece a una comunidad de artistas, una familia sustituta de creativos. En El Salvador, él y su familia vieron cómo su comunidad, su mundo entero, se derrumbaba lentamente.

En una ocasión, la familia se encerró en su casa para refugiarse de un furioso tiroteo. Zelaya y su hermano comenzaron a llorar, porque habían dejado afuera sus juguetes. Para consolarlos, su madre salió corriendo a recogerlos, arriesgando su vida.

En otra ocasión, las tropas del gobierno capturaron a un joven guerrillero y le dispararon frente a la casa de Zelaya, antes de llevarse el cuerpo a rastras. Los soldados ordenaron a la madre de Zelaya y a una vecina que limpiaran la sangre. “Esa noche soñé con su rostro”, recuerda él.

El padre de Zelaya vivió con su familia hasta que el niño tenía seis años y luego desapareció. Padre e hijo se volverían a encontrar 11 años después, cuando se reunieron en Los Ángeles (finalmente el hombre murió en 2012).

Mientras tanto, en plena guerra que duró 12 años, en 1986, Menéndez decidió emigrar a Estados Unidos, convencida de que en Los Ángeles su hijo podría tener la oportunidad de trabajar en Disney en un futuro lejano e improbable. Un año y medio después, sus tres hijos se le unieron en el Valle de San Fernando. “Yo sabía que allí él no iba a lograr ese sueño”, afirmó la mujer.

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De pequeño, Zelaya siempre se sintió seguro de su talento. Pero al establecerse en North Hollywood, su autoestima se vino abajo rápidamente. El niño de 12 años comenzó a ver la dura realidad de California, donde su madre, que trabajaba como niñera y limpiaba casas, tenía que reciclar latas para llegar a fin de mes. Mientras tanto, Zelaya pugnaba por dominar un nuevo idioma. “Me sentía menos, me sentía aislado”, reconoció.

Las pandillas deambulaban por su vecindario. Los tiroteos desde automóviles eran una rutina. “Recuerdo que los pandilleros eran mis amigos, porque sabían que yo dibujaba bien, y les dibujaba, sus nombres, y les gustaba”, relató. “A otros les pegaban, pero a mí nunca. Me respetaban porque sabía dibujar. Tener ese lado de ser artista me ayudó a no ser intimidado. El arte me salvó”.

Junto con su firme madre, obtuvo el apoyo crucial de una de sus maestras, Karen Worle, de la preparatoria Polytechnic High School, en Sun Valley. Ella se preocupó por su desarrollo académico y lo animó a participar en concursos de dibujo. “En un momento en que no creía en mí mismo, siempre había alguien que creía en mí”, relató.

Como Zelaya tenía un talento tan obvio, pero le costaba el inglés, sus maestros a veces le permitían hacer dibujos para expresar sus ideas en lugar de escribir un ensayo. En 1994, cuando cursaba su último año, un cineasta llamado Bruce Royer visitó la escuela para impartir un taller de animación de dos días. “Vi a este joven, que tenía una habilidad increíble para dibujar”, narró Royer, un productor veterano de documentales y cortometrajes educativos. Al conversar con el adolescente, descubrió que había desarrollado la habilidad por su cuenta. “Definitivamente, en el área del diseño y el dibujo, es el más talentoso que he conocido, incluso 25 años después”, enfatizó Royer.

El cineasta llevó a Zelaya a AnimAction, un centro de formación profesional en Santa Mónica. El costo anual de la instrucción era de $20.000, pero el joven recibió una beca completa. “Bruce era nuestro ángel y guardián”, afirmó Menéndez.

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Trabajando con animadores profesionales de primer nivel, incluidos Edwin Aguilar, Alex Ruiz, Raymond Persi y Jeremy Robinson, el muchacho tomó clases de animación, figura humana, photoshop, psicología y diseño tridimensional.

“Quería tener una carrera en la que pudiera salir adelante. No sabía si el arte me iba a dar de comer”, reconoció Zelaya. Pero, una vez más, su madre fue más sabia. “Me dijo: ‘Elige algo que te guste, porque lo harás por el resto de tu vida’”.

Después del entrenamiento de un año, Royer contrató a Zelaya como instructor por otros 12 meses. Antes de que terminara 1996, un reclutador de Disney había pedido ver el portafolio del joven. Impresionado, invitó a Zelaya a visitar la oficina al día siguiente. Poco después, el joven llamó a su madre para darle la noticia, usando el lenguaje de su infancia salvadoreña: “Mami, voy a trabajar para Mickey Mouse”.

Artist Jose Zelaya is photographed next to some of his portfolio pieces at his home in Burbank.
José Zelaya cumplió el sueño de toda su vida de trabajar para Disney.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

A lo largo de los años, relató Weinstein, no solo llegó a apreciar la habilidad que Dios le dio a Zelaya, sino también su matizada e intuitiva comprensión de las variedades de la cultura latinoamericana. “Él realmente entiende tan bien esas culturas, que puede crear diseños que representen auténticamente esas regiones”, remarcó el productor de Disney. “Eso es totalmente útil”.

Zelaya cree que pudo encajar en Disney porque tiene una habilidad camaleónica para ajustar su estética personal a las necesidades de la empresa. Siempre que dibuja personajes latinos, se esfuerza por reflejar los “colores pintorescos” y representar con precisión el lenguaje corporal familiar, las expresiones faciales, los tonos de piel y los gestos de su amada cultura nativa.

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Su arte también incorpora sutiles distinciones entre los diversos países y etnias de América Latina. Por ejemplo, en un episodio de “Mickey and the Roadster Racers” que incluía un viaje a Perú, se aseguró de que las llamas parecieran auténticas caricaturizadas y de que Mickey, Goofy y el pato Donald estuvieran vestidos con un atuendo andino apropiado.

David Rodríguez, un estilista de color que trabaja en Disney desde 1994 y agrega los tonos brillantes a los dibujos de Zelaya, comentó que su colega “puede adaptar cualquier estilo” mientras honra la especificidad cultural de cada personaje. “Si necesitas un personaje asiático estadounidense, hispanoamericano o afroamericano, José puede adaptarlo a través de su arte y no como una caricatura; puede hacerlo auténtico, sin estereotipos”, añadió.

El animador se convirtió en mentor de otros latinos y latinoamericanos nacidos en Estados Unidos que aspiran a tener carreras en diseño y artes gráficas. También ha dado conferencias en Colombia y México, y a través de Zoom ha inspirado a estudiantes desde El Salvador hasta Australia.

Artist Jose Zelaya, with his son Levi, 1, and wife Elle at their home in Burbank.
El artista José Zelaya con su hijo Levi, de un año, y su esposa Elle, en su casa de Burbank.
(Mel Melcon/Los Angeles Times)

Su esposa es de Australia, hija de inmigrantes salvadoreños. Él y Elle Zelaya, de 32 años, diseñadora gráfica, se conocieron cuando ella visitó Los Ángeles, en 2008. Después de una relación a distancia, se casaron en 2015.

El animador aconseja a los estudiantes que se acerquen a artistas veteranos y den a conocer sus talentos a través de las redes sociales. “Si conoces a alguien como yo, envíale un correo electrónico, hazle preguntas, te responderán”, les dice. “No hay que darse por vencido”.

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Ese espíritu de perseverancia, añadió Zelaya, es algo que ha aprendido de su madre y que ahora necesita más que nunca.

Menéndez fue entrevistada en enero pasado, antes de contraer COVID-19. Después de poco más de tres semanas luchando contra el virus, murió el 17 de febrero.

“Ella es mi heroína, mi mejor amiga, mi mejor ejemplo a seguir”, expresó su hijo. Hace mucho tiempo, ella lo convenció de que podía pedirle un deseo a una estrella. Ese conocimiento lo mantiene en alto en este tiempo de duelo y a través de los recuerdos de todo lo que ha presenciado y soportado. “La pérdida de mi madre me ha cambiado”, reconoció.

Ahora quiere rendirle homenaje en todo lo que hace. Tiene la intención de transmitir esos valores a su hijo Levi, de un año de edad. Quizá algún día Levi vea una de las caricaturas de su padre y advierta a una mamá osa con ojos tiernos y pelaje color café. “En el trabajo que hago pongo todo mi corazón, todo lo que he aprendido. Ahora, empiezo con más coraje, entusiasmo e inspiración”, concluyó el hombre que trabaja para Mickey Mouse.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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