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Los ataques contra mujeres trans muestran el control de la pandilla MS-13 en MacArthur Park

Gang graffiti in MacArthur Park.
Graffiti en MacArthur Park de la pandilla MS-13, cuyos miembros exigen un “impuesto” a los traficantes de drogas, trabajadoras sexuales, vendedores y otras personas que usan el parque, con fines tanto legítimos como ilícitos.
(Jason Armond / Los Angeles Times)
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Se hacía de noche cuando una mujer se encontraba sentada en un banco en MacArthur Park.

Tres personas se acercaron a ella. Uno le puso un brazo alrededor de la garganta, mientras los demás sacaron cuchillos y comenzaron a apuñalarla.

El ataque, ocurrido el pasado mes de octubre, marcó la segunda vez en semanas que una mujer transgénero fue apuñalada casi hasta la muerte en ese parque de Los Ángeles por miembros de la MS-13, una pandilla callejera que considera el sitio como el centro de su territorio.

Los terribles ataques generaron la inmediata condena de grupos de activistas y una fuerte presencia policial en el lugar, mientras aparecía una idea simple: la motivación de la MS-13 era el deseo odioso e intolerante de librar su territorio de personas transgénero. Sin embargo, no se contemplaron las enredadas economías del inframundo, que habían puesto a dichas mujeres y la pandilla en contacto en primer lugar.

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Las mujeres pagaban a los miembros de la MS-13 una tarifa semanal -”impuestos” en palabras de la agrupación- simplemente como permiso para estar en el parque, según informes policiales y entrevistas de las autoridades con las víctimas. Así, se sumaron a los vendedores ambulantes, narcotraficantes, trabajadoras sexuales, comerciantes y otros que todos los días deben pagar por algo que las personas de los barrios más ricos ni siquiera saben que existe: el derecho a que una pandilla los deje tranquilos.

The Times revisó declaraciones juradas de órdenes de allanamiento, informes policiales y otros registros presentados en el tribunal, y entrevistó a policías y víctimas de la MS-13. Lo que surgió fue un retrato de una pandilla que actúa como una autoridad en las sombras en MacArthur Park y otras zonas de la ciudad que considera como su territorio, decidiendo en algunos casos quién tiene permiso de estar en espacios públicos y quién puede participar en el comercio, legítimo e ilícito.

Durante décadas, las pandillas han exigido una “renta” a los vendedores y traficantes de drogas en MacArthur Park. La violencia periódica puso de relieve el sistema de impuestos tácito, como cuando los pandilleros de 18th Street abrieron fuego contra un hombre que se había negado a pagar $50 para vender radios en la acera de 6th Street. Los disparos impactaron en un bebé de tres semanas, que murió.

Los recientes ataques de la MS-13 demuestran que, a pesar de una transformación marcada por el aumento de las rentas y un número creciente de apartamentos de lujo, restaurantes y otras comodidades al oeste del parque, las pandillas siguen teniendo en sus garras a los más pobres y marginados de quienes viven y trabajan en el área.

Los que están en deuda con la autoridad de la pandilla son los menos preparados para resistirla. Ya sea porque viven en el país ilegalmente, operan en la economía clandestina o fueron testigos de la violencia que deben soportar quienes desafían al grupo, rara vez buscan ayuda de las autoridades. “Prefieren pagar el impuesto que tener que vivir con miedo”, comentó el oficial Daniel Cárdenas, que monitorea la MS-13 como parte de un destacamento de pandillas en la División Rampart del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD). “Pese a todo, tienen que vivir aquí”.

En el centro del territorio de la MS-13, en el corazón de su identidad, se encuentra MacArthur Park. Treinta y cinco acres de césped, agua y palmeras, el parque es un oasis desgastado en una extensión ininterrumpida de viejos rascacielos y calles atascadas, al oeste del centro de Los Ángeles.

Es un lugar donde los inquilinos, en uno de los vecindarios más concurridos del país, pueden encontrar alivio en los apartamentos abarrotados que a menudo se dividen entre varias familias. La gente puede dar un paseo alrededor del estanque artificial al anochecer después del trabajo, comprar comida a los vendedores que abarrotan las aceras, unirse a un partido de fútbol o lanzar algunos dados por la noche, en los caminos de cemento que atraviesan el parque.

En todas direcciones, sin embargo, hay recordatorios pintados con aerosol de las pandillas que reclaman como propio el MacArthur Park. “MS X3 PVLS” cubre aceras, baños y troncos de árboles en la mitad occidental del parque, territorio de la banda Park View Locos de la MS-13. En la esquina noreste, la camarilla Columbia Lil ‘Cycos de 18th Street pinta “XVIII”, “18 ST” y “CLCS”. Los Crazy Riders dejan su marca, “CRS”, en la esquina sureste.

Graffiti on a tree trunk
Duelo de graffitis de las pandillas MS-13 y 18th Street, en MacArthur Park.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

La MS-13 nació hace cuatro décadas en los vecindarios que rodean MacArthur Park, lugares como Westlake, Rampart y Pico-Union, donde miles de salvadoreños se asentaron después de huir de una guerra civil que asoló su tierra natal. Hoy en día, la MS-13 tiene pandillas, o subgrupos, en Estados Unidos y América Central, pero MacArthur Park todavía se considera su “Meca”, remarcó Cárdenas, el oficial de pandillas de Rampart.

Algunos miembros, que son pobres y, a menudo no están atados a una familia, viven en las tiendas de campaña que se han levantado en números cada vez mayores dentro del parque, escribió un detective, en busca de una orden judicial para registrar una de ellas. Otros se quedan en campamentos cercanos, en edificios abandonados -apodados “destructores”- o en los apartamentos que rodean el parque.

Para la MS-13, MacArthur Park no es solo un territorio, sino una fuente de ingresos. La pandilla hace todo lo posible, dice la policía, para recolectar un porcentaje de todo lo que se vende en su interior: drogas, comida, juegos de azar, sexo. Según un proveedor de servicios para individuos sin hogar en el área, incluso comenzó a exigir una renta a las personas que viven en el parque.

La visión del parque como una fuente de ingresos para la agrupación criminal fue captada en una conversación interceptada por las autoridades en 2018. Un miembro de la MS-13 encarcelado llamó a Dennis Barrera-Palma, quien según las autoridades lideraba una pandilla en Mendota, una ciudad de aproximadamente 11.000 personas, en el condado de Fresno.

Barrera-Palma, conocido como ‘Gunner’, estaba tratando de recuperar el control de la MS-13 en MacArthur Park después de que la policía de Los Ángeles arrestara a miembros de alto rango del clan, en 2015, escribió un agente en una declaración jurada con la que intentaba prolongar las escuchas en el celular de Barrera-Palma. Su abogado no devolvió la llamada que le hizo este periódico para comentar en este artículo.

El recluso, Éric Gutiérrez, sugirió que Barrera-Palma comenzara a “implementar algunos alquileres” en MacArthur Park, según la declaración jurada. Recordó cómo cuando estaba en las calles de Los Ángeles, iba al parque a las 7 a.m. y recolectaba $300 para las 9 a.m., escribió el agente. Si bien “algunos pandilleros tenían que hacerlo de la manera difícil”, Gutiérrez se jactó de que “nunca tenía que preguntarle a la gente; ésta venía por su cuenta”. Así, sugirió que Barrera-Palma comenzara cobrando “solo un poquito” -”como $50 dólares”- para poder cobrar el dinero “sin tener que perseguir a la gente”.

Si bien la pandilla apunta principalmente a narcotraficantes, apostadores, vendedores ambulantes de documentos falsos y otras personas que trabajan en el mercado negro del parque, también cobra a los vendedores ambulantes legítimos y propietarios de pequeñas tiendas y restaurantes, que saben que, si se niegan a pagar corren el riesgo de que su propiedad sea vandalizada, o sus clientes expulsados. Muchas víctimas de extorsión son inmigrantes de Centroamérica, donde se acepta el pago de una “renta” a las pandillas como un costo para hacer negocios, expresó la oficial del LAPD Christabel Youssef, que trabaja en una unidad de pandillas en Rampart.

La banda no suele exigir grandes sumas de dinero. “Si gravas a alguien con $10 por semana, es una pequeña cantidad” para la víctima, ejemplificó el teniente Michael Ling, que supervisa a los oficiales de la pandilla Rampart. “Pero si gravas a 100 personas con $10 por semana, la suma comienza a acumularse”.

Police patrol MacArthur Park.
Una unidad del LAPD patrulla MacArthur Park.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

Las demandas están respaldadas por la violencia. Jesús Mireles era un traficante sin hogar, que vendía metanfetamina y vivía en MacArthur Park cuando dejó de pagar el “alquiler” a la pandilla, en 2017. Barrera-Palma envió a un grupo de subordinados y le dijo a un miembro de la MS-13 en Los Ángeles que enviaría “a los lobos”, escribieron los fiscales en un memorando de sentencia.

Cinco minutos después de la medianoche del 11 de junio de 2017, alguien que vestía una sudadera con capucha se acercó a Mireles y le disparó en la cabeza, según documentos judiciales y un informe forense. Los médicos declararon que el hombre de 48 años tenía muerte cerebral tres días después.

Barrera-Palma y otras cuatro personas fueron acusadas en la Corte Superior del Condado de Fresno de conspirar para asesinar a Mireles. Ellos se declararon inocentes.

Un sábado por la noche en abril pasado, un joven y una mujer se acercaron a Daniela Hernández, en MacArthur Park. El hombre se presentó como ‘Golden’, la mujer, como ‘La Inquieta’. Como miembros de la MS-13, “gobernaban el parque”, recuerda Hernández que dijo uno de ellos.

Nacida en El Salvador, Hernández conocía la reputación de violencia e intolerancia de la MS-13 contra personas transgénero como ella. Pero en Los Ángeles, una ciudad con tanta “seguridad y oportunidades”, nunca pensó que la pandilla pudiera amenazarla.

Ahora, aquí estaban dos de sus miembros, diciendo que si quería estar en MacArthur Park, debía pagar una “tarifa” de $80 cada semana.

Graffiti de MS-13 en una pared, en MacArthur Park.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

Ella protestó, alegando que no podía pagar más de $20. ‘Golden’ y ‘La Inquieta’ aceptaron la suma, dijo, pero le anticiparon que tendría que pagarla todas las semanas, sin importar si iba al parque o no.

Hernández cree que la pareja la extorsionó porque piensan que todas las mujeres transgénero que están en el parque trabajan como prostitutas. Ella no es una trabajadora sexual, sino simplemente quería disfrutar del lugar, expresó.

Todos los domingos por la noche durante los siguientes seis meses, entregó $20, generalmente a hombres jóvenes que portaban un bate de béisbol o una pistola, añadió. Después de perder un trabajo de mantenimiento, al comienzo de la pandemia, tuvo dificultades para pagar la tarifa semanal. A veces le pidió dinero a sus amigos para hacerlo. Pensó en ir a la policía, pero como reside en el país ilegalmente, temía que el contacto con las autoridades derivara en una deportación, comentó.

En septiembre, miembros de la MS-13 fueron acusados de apuñalar a otra mujer transgénero casi hasta la muerte, en el parque. Sin embargo, Hernández razonó que no estaba en peligro porque no debía dinero.

Al igual que ella, la mujer había estado pagando a ‘Golden’ y ‘La Inquieta’ $20 cada semana por estar en el parque, según informes policiales. No queda claro en el documento si trabajaba como prostituta. Esto duró tres meses, le dijo a la policía, hasta que decidió que no pagaría más al clan.

Así, estaba sentada cerca del lago, una noche, cuando dos personas se acercaron a ella en la oscuridad. Sin mediar palabra, uno de los atacantes comenzó a apuñalarla, señala un informe policial. Ella cayó al suelo y el otro agresor le propinó una patada en la cabeza. La mujer luchó para ponerse de pie y huyó hacia la parada de metro del parque, donde abordó un tren. La policía la encontró en Union Station, sangrando, con cinco puñaladas en la espalda y un corte en el ojo derecho.

Una noche, cuatro semanas después de que fuera atacada, Hernández entregó $40 a un joven miembro de la MS-13: pago por la semana anterior y la actual, dijo en una entrevista. Antes de irse, le dijo a Hernández que ‘Golden’ quería “conversar con ella”, recordó.

Alrededor de las 9 p.m., según declararon testigos a la policía, un Honda Accord blanco se detuvo en la acera de Wilshire Boulevard, que atraviesa el parque. Salieron dos hombres y una mujer. El conductor se quedó en el auto.

Los hombres se acercaron a Hernández, quien estaba sentada en un banco, describe el informe policial. Uno de ellos, recordó Hernández, anunció que eran de la MS-13 y dijo que no querían que ella estuviera en el parque, además de proferirle un insulto homofóbico en español.

Mientras tanto, la mujer abordó a Hernández por detrás, le rodeó el cuello con un brazo y la cortó con un cuchillo, relató la víctima. La mujer la sujetó mientras los dos hombres la apuñalaban en el pecho, el abdomen y los brazos, añadió.

La policía la encontró arrodillada en el césped, cubierta de sangre, según un informe. La habían apuñalado 13 veces y tenía un corte de cinco pulgadas en el cuello, cerca de la carótida, escribió un oficial en el informe.

‘Golden’, identificado por los fiscales en una denuncia penal como Javier Trimin-Rodríguez, de 22 años, se declaró inocente de extorsionar e intentar asesinar a Hernández. Su abogado se negó a comentar.

Donoban Fonseca, de 24 años, cuyo apodo es ‘El Apestoso’, está acusado de extorsionar e intentar asesinar a Hernández y a la mujer atacada semanas antes. Él se ha declarado no culpable. Su abogado, Frank Bazadier, dijo que los ataques fueron “un evento muy desafortunado para un grupo de personas muy marginadas”, pero se negó a discutir los hechos del caso.

‘La Inquieta’, identificada por los fiscales en una denuncia penal como Margarita Valencia, de 23 años, se declaró inocente de extorsionar a la primera mujer que fue agredida. Su abogado no devolvió una llamada para comentar en este artículo.

Valencia es la ex novia de Barrera-Palma, el líder de la pandilla MS-13 de Mendota, y ambos tuvieron un hijo, escribieron los agentes en una solicitud de escuchas telefónicas presentada en la corte. Su hermano, Luis Monres, dijo que ella vivía en la calle antes de ser arrestada. Su familia la vio solo cuando regresó a su apartamento de Mid-City para tomar una ducha, comentó.

Los ataques a las mujeres transgénero en MacArthur Park se iniciaron meses antes, cuando un bar llamado Silver Platter cerró sus puertas.

El sitio, pequeño y poco iluminado, con una mesa de billar y fotografías de Marilyn Monroe en las paredes, abrió a tres cuadras al oeste del parque en 1963. Una vez frecuentado por hombres inmigrantes de México y América Central, que entraban arrastrando los pies vistiendo “botas tejanas y grandes sombreros de vaquero”, el Silver Platter se hizo conocido como un lugar de encuentro para las latinas transgénero después de que el propietario murió, en la década de 1990 y dejó el bar a su hermano, informó The Times en 2012.

Al Silver Platter iban inmigrantes latinas de clase trabajadora y “sus admiradores, los caballeros que admiran a las mujeres”, dijo Jazzmun Crayton, directora asociada del Asian Pacific AIDS Intervention Team, o APAIT, con sede al oeste de MacArthur Park. La organización ayuda a las mujeres transgénero y otras personas a encontrar vivienda, hacerse la prueba del VIH y las infecciones de transmisión sexual, y recibir asesoramiento y otros servicios de salud mental.

En los vecindarios cercanos a MacArthur Park, muchas personas transgénero son inmigrantes sin estatus legal y tampoco cuentan con los documentos que requieren los empleadores, agregó Crayton. Algunos recurren a lo que ella llamó “trabajo sexual de supervivencia” a fin de ganar dinero para una habitación de motel, un casillero de guardado, una comida o para enviar algunos dólares a sus familiares en el extranjero. “Hay una cierta vergüenza, la idea de ‘Oh, Dios mío, no puedo creer que hagas eso. ¿Por qué no consigues un trabajo?’”, expresó Crayton. “Si no cuentas con papeles, un número de Seguro Social, una identificación de California, no tienes muchas opciones”.

Según los oficiales de Rampart, las trabajadoras sexuales transgénero encontraban clientes entre los asistentes habituales al Silver Platter. Las personas que van allí “saben lo que está pasando”, dijo Crayton. “No es como un bar de deportes”. Las trabajadoras sexuales, añadió, también usaban el bar como un lugar para intercambiar información sobre clientes potenciales y advertirse entre sí de los problemáticos.

Pero situado allí, entre los territorios de las pandillas de Leeward y Coronado de la MS-13, el Silver Platter y las trabajadoras sexuales que lo frecuentan han sido objeto de extorsión, según los registros policiales y judiciales.

Un miembro de la MS-13 le dijo una vez a una camarera que la mataría si no pagaba $500 al mes en “renta”, según el testimonio en una audiencia preliminar en el caso del pandillero. Cárdenas, el oficial de la pandilla Rampart, indicó que las trabajadoras sexuales habían estado pagando a las camarillas de Leeward y Coronado por permiso para trabajar en un radio de dos cuadras alrededor del bar. Pero en marzo pasado, cuando el coronavirus se apoderó de Los Ángeles, el Silver Platter cerró temporalmente sus puertas. Las trabajadoras sexuales se mudaron a MacArthur Park y al territorio de otra banda de la MS-13, Park Views, precisó el oficial.

Trabajar en MacArthur Park, o en cualquier parque, es mucho más peligroso que en un bar o un club, señaló Crayton. “Estás expuesta. Estás esquivando a la policía. No se puede tener la misma conversación en un parque que en un bar. No puedes evaluar al cliente”. “Las mujeres que trabajan en el parque”, enfatizó, “están realmente en modo de supervivencia”.

A medida que el cierre de Silver Platter interrumpió el equilibrio de la economía clandestina del parque, los ataques a las mujeres transgénero dieron lugar a más tensiones en un nuevo escenario.

Después de los apuñalamientos, la policía tomó medidas enérgicas contra la presencia de la MS-13 en MacArthur Park, afirmaron los oficiales de Rampart. Las patrullas intensificadas sacaron a los miembros de la pandilla de Park View del parque y se desviaron tres cuadras hacia el sur, hasta un campamento de personas sin hogar, en la intersección de las calles 10th y Park View.

Tiendas de campaña, chozas de madera contrachapada y vehículos recreativos averiados abarrotaron las aceras de la calle 10, donde termina contra una pared de edificios de apartamentos. Varios miembros de la MS-13 instalaron un refugio improvisado allí y comenzaron a vender drogas, según un proveedor de servicios para desamparados que pidió no ser identificado porque todavía trabaja en el área.

Los miembros de la MS-13 se hicieron cargo del campamento. Sus grafitis cubrían paredes, carpas, chozas, baños portátiles y estaciones para lavarse las manos. “No hay duda de quién lo controla”, remarcó Youssef, el oficial de la banda de Rampart.

Eran tan agresivos -en un momento, uno mostró un cuchillo a un empleado de saneamiento de la ciudad que estaba reparando algunas duchas portátiles- que los trabajadores que habían estado atendiendo las duchas y una clínica de vacunación móvil se negaron a regresar al campamento, comentó el proveedor de servicios.

Cuando los miembros de la MS-13 se enteraron de que traficantes rentaban un bungalow al otro lado de la calle, irrumpieron y ahuyentaron a los ocupantes con machetes, comentó Youssef. La pandilla se apropió del lugar, donde se duchaban y usaban el baño, hasta que la policía y un administrador de la propiedad cambiaron las cerraduras y taparon las ventanas. Poco después, el bungalow se incendió, relató Youssef. La policía de Los Ángeles ahora está investigando si se trató de un incendio provocado.

El proveedor de servicios comentó que una persona, un joven bajito con “EM” tatuado en la frente y cuernos de diablo entintados en las sienes, era el líder indiscutible del campamento. Era conocido en todo el campamento, indicó, como ‘Smiley’.

El verdadero nombre de ‘Smiley’, según las autoridades, es Christian Andara. El mes pasado, Andara, de 18 años, entró arrastrando los pies a la sala de un tribunal en un tercer piso en el centro de Los Ángeles, llevaba puesto un mono azul de prisión, demasiado grande para su cuerpo de cinco pies.

Andara vio cómo un fiscal reproducía imágenes granuladas de vigilancia en blanco y negro que mostraban a un grupo de gente pateando y golpeando a un hombre frente a un sórdido hotel de ladrillos, a dos cuadras al este de MacArthur Park. Una camioneta se detuvo, los asaltantes entraron y el auto aceleró, dejando a la víctima, un miembro reputado de la pandilla Crazy Riders, sangrando en la calle.

Fue un espasmo más de violencia en el tamborileo de asaltos, robos, extorsiones y robos presuntamente realizados por miembros de la MS-13 que no llegan a los titulares pero que, sin embargo, pesan sobre el vecindario y desgastan su sentido de seguridad.

Andara fue acusado de intento de asesinato en el ataque del 16 de mayo después de que la policía lo identificara como el hombre de baja estatura que aparece en el video. La víctima, sin embargo, no estaba dispuesta a ayudarlos a presentar su caso. “No recuerdo nada”, declaró desde el estrado de los testigos. Cuando se le preguntó si reconocía a Andara, respondió: “Nunca lo he visto en mi vida”.

A pesar de las objeciones de su abogado, el juez determinó que había pruebas suficientes para enviar a Andara a un juicio. El alguacil sacó al adolescente encadenado de la sala del tribunal, y el magistrado llamó al siguiente caso en su agenda.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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