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Todo indicaba que morirían en prisión; en cambio, ganaron su libertad como graduados universitarios

Men wearing graduation robs and hats walk in a prison yard
Los graduados del programa de licenciatura en prisión de Cal State L.A. marchan por el patio para su ceremonia de graduación, dentro de la Prisión Estatal de California en Lancaster. El programa es el primero de su tipo en California.
(Al Seib / Los Angeles Times)
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Los 25 graduados marcharon hasta el centro del patio de la prisión. Se escuchaba de fondo una grabación de “Pomp and Circumstance”, ahogada por los vítores.

Decenas de madres, padres, amigos y profesores estaban sentados bajo el sol abrasador mirando hacia un escenario montado en el campo de baloncesto, cerca de un mural azul que decía “Perdonar”. Una mujer sonrió y se inundó de lágrimas al ver a su nieto con toga y birrete.

Allen Burnett, vestido con una camisa blanca bien abotonada y pantalones negros, se sentó entre la multitud y observó a los hombres de la prisión estatal de California en Lancaster tomar sus asientos. Tin Nguyen entró al patio de la prisión ese día por primera vez en casi dos años -como invitado, no como recluso- y notó que su vieja mesa de juego todavía estaba allí.

Durante el verano, Burnett y Nguyen habían cruzado un escenario diferente en Cal State Los Ángeles; Burnett con honores magna cum laude y Nguyen con estatus summa cum laude.

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Casi todos los días desde entonces, Burnett recibe una llamada desde la prisión. A menudo, uno de sus antiguos compañeros de clase encerrado le pregunta cómo es ser un graduado universitario más allá de las paredes cubiertas de alambre de púas.

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Two men smile while wearing graduation robes and sashes
Allen Burnett, izquierda, y Tin Nguyen posan para un retrato después de graduarse de Cal State L.A. en julio. Los dos asistieron recientemente a la graduación en la prisión estatal de California en Lancaster para los estudiantes que aún están encarcelados.
(Madeleine Hordinski / Los Angeles Times)

Burnett y Nguyen, ambos de 48, se encuentran entre los 37 hombres -liberados y encarcelados- que fueron los primeros reclusos en obtener una licenciatura de una universidad pública de California como parte de una iniciativa que captó la atención en todo el estado. Iniciado en Cal State Los Ángeles por un profesor de comunicaciones, el programa de grado imparte un mensaje que los estudiantes no escuchan muy a menudo: ustedes lo valen.

Junto con Burnett y Nguyen, 10 de los 37 graduados ahora están libres y se espera que uno más sea liberado en marzo próximo. Algunos de los absueltos trabajan como defensores de los reclusos. Burnett se desempeña en el Consejo de Liderazgo de Human Rights Watch, que hace campaña para poner fin a las sentencias de cadena perpetua sin libertad condicional. Muchos de los que siguen encarcelados quieren encontrar la manera de trabajar en programas de rehabilitación desde adentro.

En su primer día fuera de prisión después de 27 años, Burnett compró zapatos en una tienda de descuento, visitó Target y se detuvo en la playa para oler el aire del océano. Luego fue al lugar con el que más había soñado mientras estaba tras las rejas: Cal State L.A.

Burnett había estado cumpliendo cadena perpetua por un delito que cometió cuando tenía 18 años, cuando estuvo involucrado en un robo de auto fatal. Su sentencia fue conmutada después de que su madre lo alentara a solicitar la liberación anticipada del gobernador Jerry Brown. En 2019 se enteró de que tendría la oportunidad de comparecer ante una junta de libertad condicional para presentar su caso, y se le concedió el beneficio en 2020.

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Como él mismo dice, todos suponían que moriría en prisión. Había tenido problemas de aprendizaje cuando era niño y no creía ser digno de una formación superior. Pero en la cárcel, los libros y la educación fueron un respiro. Burnett obtuvo un título intermedio y luego, en 2016, pudo inscribirse en clases de Cal State L.A.

Tin Nguyen says "thank you" while visiting with officer A. Cox on the prison yard.
Tin Nguyen dice “gracias” mientras visita al oficial A. Cox en el patio de la prisión. Nguyen, quien está obteniendo su Maestría en Comunicaciones, regresó para ver graduarse a sus compañeros de clase. Fue liberado en 2019 y cruzó el escenario de graduación en el campus de Cal State L.A. en julio pasado.
(Al Seib/Los Angeles Times)

Leía los escritos trascendentalistas de Henry David Thoreau sobre Walden sentado en su celda, por la noche. Estudió Google y las redes sociales en el aula y escribió en computadoras sin acceso a internet, una tecnología que encontró solo después de ser liberado. Y conoció a profesores, personas que por primera vez en su vida creyeron en su capacidad de transformación.

Todos parecían entender que, aunque vive con el tremendo peso de sus errores, ese es su pasado: un niño que encontró a su padre muerto por una sobredosis de drogas a la edad de cinco años, que sufrió abusos de joven y quedó atrapado en una vida delictiva, pero eso no definió su futuro.

“Les contamos a los profesores sobre la cadena perpetua sin libertad condicional y lo que se siente estar aislado, que te digan que no eres digno, que debes morir en prisión, porque eso es lo que sucede: muerte por encarcelamiento”, afirmó Burnett en el campus de Cal State LA. “Y ellos nos respondieron: ‘Ustedes son dignos’. Merecen una educación, son dignos de sentarse en este espacio y tener estas conversaciones con nosotros”.

Ahora espera poder ayudar a cambiar un sistema como en el que creció. “Estoy educando a las personas que realmente no conocen nuestro sistema de justicia penal, hablando sobre cómo el trauma infantil es transgeneracional y cómo nosotros, nuestro trauma, se convierte en esta otra cosa con la que podemos lastimar a otros. Como suele decirse: ‘La gente lastimada lastima a la gente’. Pero también la gente que sana ayuda a otra gente”.

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A professor talks with two men in caps and gowns in the prison yard.
Bidhan Chandra Roy, centro, profesor de comunicaciones de Cal State L.A., es abrazado por Marvin Johnson, a la izquierda, y Darren Robinson después de su graduación del programa penitenciario de Cal State L.A., dentro del patio de la Prisión Estatal de California en Lancaster.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Todo comenzó con Bidhan Chandra Roy. El profesor de comunicaciones inicialmente visitó la prisión mientras trabajaba como voluntario en Paws for Life, un programa de divulgación que enseña a los presos a cuidar de los perros. Cuando empezó a dar clases de escritura no acreditadas a través de Words Uncaged, una iniciativa de terapia de escritura que fundó en la prisión, se sintió obligado a ayudar más a esos hombres.

“Cuando vienes aquí, ves a estas personas increíbles encerradas, gente que ha sido desechada y olvidada. Y cuando te sientas y hablas con alguno de estos hombres, piensas: ¿Por qué nadie le está prestando atención? ¿Por qué no tiene la oportunidad de una educación? Y creo que es una especie de disyuntiva evidente para cualquiera que tenga sensibilidad ética”, reconoció.

“No justifico ninguna acción realizada, pero estas personas ya no son las mismas. Y desperdiciar vidas me parece una terrible farsa”, comentó, agregando que los hombres que ha conocido han enriquecido su propia vida.

Así fue como se acercó a Taffany Lim, directora ejecutiva del Centro para el Compromiso, el Servicio y el Bien Público de Cal State L.A., para lanzar una licenciatura en Comunicaciones para hombres que ya hubieran obtenido su título intermedio o tecnicatura (o, a menudo, varios títulos intermedios) mientras estaban en prisión.

Dr. Taffany Lim leads graduates of Cal State LA's Prison B.A. Program
La Dra. Taffany Lim, directora ejecutiva del Centro para el Compromiso, el Servicio y el Bien Público de Cal State L.A., a punto de dirigir a los graduados del programa Prison B.A. de Cal State LA. en una procesión, para la ceremonia de graduación dentro del patio de la Prisión Estatal de California en Lancaster.
(Al Seib/Los Angeles Times)
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Los programas de grado intermedio en las cárceles no eran un concepto nuevo. La capacidad de obtener una licenciatura, sin embargo, era menos común, pero Lim creía que tenía sentido.

En 2016, después de que la iniciativa penitenciaria fuera aprobada con financiamiento inicial del Opportunity Institute, sin fines de lucro, y más tarde de la Mellon Foundation, fue uno de los 67 programas universitarios y terciarios seleccionados por la administración Obama para recibir fondos de la Beca Second Chance Pell, para estudiantes encarcelados.

“Estaba detrás del hormigón, de las cuchillas de alambre de púas, de una torre con guardias armados. Pero cuando entré en esa clase y el profesor nos dio la mano y cerró la puerta, fui libre”.

— Tin Nguyen

El programa comenzó con 45 alumnos. Desde entonces, algunos fueron trasladados a diferentes prisiones; uno murió de COVID-19. En total, 37 se han graduado del programa, incluidos 12 de las clases de 2020 y 2021, a quienes se les otorgó una liberación anticipada después de una sentencia de por vida.

“La educación correccional es transformadora. Y cualquier alumno que haya logrado obtener una certificación comercial o un diploma, le dirá que eso le cambiará la vida”, comentó Shannon Swain, superintendente de educación correccional en el Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California.

El gobernador Gavin Newsom firmó recientemente un proyecto de ley para ampliar la educación superior para las personas encarceladas. Pero Burnett reconoce que es una oportunidad que algunos tal vez no crean merecer, después de quitarle a otra persona su futuro. “Hay personas que leerán esto y pensarán en eso”, reconoció. Alguien que ha perdido a un ser querido puede preguntarse: “¿Y qué hay de mi hijo o mi hija que iba a la escuela, que estaba trabajando y que alguien vino y le quitó la vida? ¿Que hay de ellos? Nadie dice nada sobre ellos. Soy consciente de eso”.

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“Creo que, como aprendí siendo sobreviviente de un crimen, es posible tener dos emociones a la vez”, señaló Tinisch Hollins, directora ejecutiva de la rama de California de los derechos de las víctimas y el grupo de reforma criminal Alliance for Safety and Justice. La persona sospechosa de haber matado a su hermano en 2017 se encuentra bajo custodia, en espera de juicio. Mientras ella también espera, cree que un individuo no cambia por sí solo simplemente por estar en la cárcel; eso requiere trabajo.

“Sabemos que la mayoría de las personas encarceladas volverán a casa”, expresó. “¿Cómo nos aseguramos de que nuestras comunidades sean más seguras y permanezcan así? Creo que mucha gente estaría de acuerdo en que la educación es parte de ese proceso de restauración”.

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Tin Nguyen, in graduation cap and gown, hugs his sister.
Tin Nguyen abraza a su hermana Christina Ury después de graduarse de Cal State L.A.
(Madeleine Hordinski / Los Angeles Times)

Nguyen sentía como si hubiese ganado el Super Bowl en julio pasado, mientras caía papel picado durante su ceremonia de graduación y su madre así como sus hermanas lo vitoreaban.

Mientras estaba en prisión, comenzó a tomar clases de colegios comunitarios, y ello lo preparó con suficientes créditos para ingresar al programa de Cal State. En clase, ya no era solo un recluso o un número, se sentía como un individuo. “Estaba detrás de unos muros, de alambres de púas y de una torre de vigilancia. Pero cuando entraba en esa clase y el profesor nos estrechaba la mano y cerraba la puerta, era libre”, reconoció.

En su niñez, se sentía atrapado entre Vietnam y Estados Unidos. Sin fluidez en el idioma de ninguno de los dos países, el refugiado vietnamita creció sintiéndose un tonto. Se involucró con pandillas a una edad temprana y cuando su amigo fue asesinado a tiros frente a él, en la adolescencia, estalló de rabia.

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Aterrizó tras las rejas por primera vez cuando tenía 17 años. A los 24, fue sentenciado a cadena perpetua sin libertad condicional por quitarle la vida a un hombre durante un robo.

Nguyen, como Burnett, pasó dos décadas en la Prisión Estatal de California antes de que le conmutaran su sentencia de por vida y lo liberaran. Pero fue detenido de inmediato por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, que quería enviarlo de regreso a Vietnam. Diez meses después, fue liberado.

“Me condenaron a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Cumplí 28 años, y los últimos 10 los pasé en este patio inscribiéndome y aprendiendo con estos hombres”.

— Allen Burnett

El crimen que lo llevó a prisión durante las últimas dos décadas nunca está ausente de su mente. No hará las paces con eso, dijo, hasta que tenga la oportunidad de disculparse en el cielo. Hasta entonces, luchará por la redención.

“Si nos dan una oportunidad, podemos cambiar. Si nos dan alguna forma de redención, podemos cambiar”, afirmó. “No soy el mismo que era en ese entonces, ese joven, inmaduro, impulsivo, violento, peligroso y enojado. Cuando la sociedad me permitió redimirme, me dio la oportunidad de cambiar, la aproveché. Y creo que ahora mismo hay muchos tipos en prisión como yo”.

Actualmente cursa una maestría en administración de empresas.

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A man shakes hands with a graduate in cap and gown.
Allen Burnett, de 48 años, a la izquierda, anima a los graduados del programa de licenciatura en prisión de Cal State L.A. antes de su ceremonia dentro de la Prisión Estatal de California en Lancaster.
(Al Seib / Los Angeles Times)
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En el patio de la prisión, la multitud se protegía del sol con los programas de la graduación mientras se desarrollaba la ceremonia.

Un puñado de estudiantes actuó en el evento, compartiendo piezas en un estilo de poesía grupal que habían aprendido en la clase de una de sus docentes, Kamran Afary.

“Somos hijos, padres, maridos, seres humanos,

graduados universitarios que superan el statu quo.

Olviden lo que dicen las estadísticas.

Somos académicos de Comunicación

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en Cal State L.A ”, dijo un estudiante.

Antes de que se leyeran los nombres y se giraran las borlas, Burnett subió al escenario y se dirigió a sus profesores:

Clifton Lee Gibson, who has already graduated from the Cal State LA's Prison B.A. Program earlier hugs graduate Dara Yin
Clifton Lee Gibson, a la izquierda, que ya se ha graduado en el programa de licenciatura en prisiones de Cal State LA, abraza antes a la graduada Dara Yin, tras recibir su diploma durante la ceremonia de graduación.
(Al Seib/Los Angeles Times)

“No solo viniste aquí y nos hiciste recitar un montón de cosas y dar conferencias; contribuiste a nuestra comprensión de quiénes somos como seres humanos. Gracias a ti pudimos desarrollar un lenguaje para abogar por nosotros mismos. Nos permitiste creer en nosotros mismos y lo hicimos. Nos diste las herramientas, nos brindaste el entendimiento y luego también nosotros te enseñamos algo: que hay seres humanos dentro de los muros de la prisión”.

Luego se dirigió a sus amigos: “Me condenaron a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Cumplí 28 años y los últimos 10 los pasé en este patio, inscribiéndome en clases y aprendiendo con estos hombres”.

Durante más de un año, les había contado a los que estaban dentro de la prisión sobre sus simples placeres: cuidar de un jardín cuando había pasado años sin acceso a las plantas más allá de una pequeña grieta en el patio que le permitía ver sombras de flores silvestres a la distancia; estar sentado en el tránsito sabiendo que se dirigía a alguna parte.

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Ahora, compartió sus sueños futuros con ellos. “¿Cuál quiero que sea mi legado? Quiero verlos a todos ustedes en libertad”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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