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Columna: Este cirujano pionero de 101 años de edad sigue trabajando a diario -y no piensa jubilarse-

A surgeon stands under surgical lamps
El Dr. George Berci, sobreviviente del Holocausto, es cirujano en el Centro Médico Cedars-Sinai, en Los Ángeles.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)
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Cuando el Dr. Bruce Gewertz llegó de Chicago hace 16 años para trabajar en Cedars-Sinai, vio a su nuevo vecino. “Cuando llegué aquí”, comentó el cirujano en jefe de Cedars, “había un hombre de 85 años en la oficina contigua a la mía y pensé: ‘Bueno, ¿cuánto puede durar esto?’”.

Al día de hoy, no se sabe. El Dr. George Berci, sobreviviente del Holocausto y pionero de la técnica quirúrgica, todavía está en el consultorio de al lado. Y la semana pasada cumplió 101 años. “Hasta el COVID”, comentó Gewertz, “no era raro que yo llegara a la oficina a las 7 a.m. y encontrara a George ya trabajando. Sus logros en los últimos 20 años de su vida son probablemente tan importantes como los de primeros 80”.

Berci llegó a trabajar a las 7 a.m. del martes; había un par de reuniones en agenda. Me dijo que ahora acude al lugar en persona aproximadamente dos días y trabaja desde su casa el resto de la semana, respondiendo consultas de otros médicos y comunicándose con colegas de todo el mundo.

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Al mirarlo, no hay mucha evidencia física de que el galeno ya esté en su segundo siglo. Los hombros se han redondeado un poco, pero camina con buen ritmo (con zapatos acordonados de dos tonos vivaces), y se agacha por los pasadizos secretos del hospital para llegar aquí o allá. Sus ojos son claros, su mente sigue aguda.

A bespectacled doctor smiles
A los 101 años, el Dr. George Berci, de Cedars-Sinai, no piensa disminuir su actividad profesional.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Parte de eso es pura suerte; por alguna combinación de genética, estilo de vida y circunstancias, ciertas personas envejecen más lentamente. Y parte de ello es una poción revitalizante de pasión y propósito.

Berci se pone la bata blanca y sale a trabajar porque la tarea que ama hacer no ha terminado.

Pero para ser completamente honesto, no estaba de muy buen humor cuando nos conocimos. Las noticias de Ucrania le resultaban horribles y especialmente inquietantes, dado su propio sufrimiento a manos de brutales dictadores. “Espero que de alguna manera esto mejore”, reflexionó Berci, quien recordó la agresión alemana y rusa que en su momento desgarró familias y costó millones de vidas. “Tenemos que ayudarlos”, dijo, pensando en las masas ucranianas que huyeron de su país convulsionado.

Dr. George Berci sits at a desk, before a wall of degrees and mementos
Un innovador de las técnicas quirúrgicas, el Dr. George Berci fue contratado por el Centro Médico Cedars-Sinai en 1967 y está allí desde entonces (Irfan Khan / Los Angeles Times).
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Nacido en Hungría y criado allí y en Austria, Berci fue llevado por la fuerza a un campo de trabajo con otros judíos en 1942 y soportó la miseria del trabajo manual agotador mientras prácticamente moría de hambre. Dos años más tarde, durante el bombardeo de Budapest por las fuerzas aliadas, los guardias del campo de concentración se distrajeron lo suficiente para que él y otros prisioneros escaparan. Berci trabajó en la clandestinidad y arriesgó su vida en una operación que creaba y entregaba identificaciones falsas a judíos escondidos.

Cuando terminó la guerra, tomó el violín que había tocado desde que era un niño y planeó hacer carrera en la música. Pero su madre se negó a esa idea. El padre y el abuelo de Berci habían muerto y dejado a la familia en la indigencia, por lo cual la mujer pensó en algo más prometedor económicamente que la música: quería que él fuera a la escuela de medicina.

Berci aún ama la música, pero reconoce que está eternamente agradecido de la decisión de su madre.

Hizo de la cirugía su especialidad y trabajaba en un hospital de Budapest en 1956 cuando las fuerzas rusas aplastaron un levantamiento anticomunista y mataron a miles de personas. Cientos de víctimas ensangrentadas llegaron al centro médico, y cuando el drama se calmó, Berci comenzó a planear su escape de Europa.

Una beca lo llevó a Australia, donde se centró en las formas de mejorar la técnica quirúrgica. Sus innovaciones llamaron la atención de Cedars-Sinai, que lo reclutó en 1967. Allí, comenzó a desarrollar técnicas endoscópicas y laparoscópicas, que ahora se usan ampliamente para diagnosticar y operar enfermedades de los riñones, el colon y la vesícula biliar y más.

Antes, un cirujano cortaba el cuerpo. Pero con las nuevas herramientas, el trabajo es menos invasivo y se realiza a través de pequeñas incisiones u orificios. Berci había estudiado ingeniería mecánica cuando era joven y ayudó a desarrollar la pequeña cámara utilizada en estos procedimientos, que permite a los cirujanos una visión clara del interior del cuerpo mientras trabajan.

El galeno escribió decenas de libros y artículos científicos sobre todo esto. Su último volumen sobre la historia de la cirugía biliar, “No Stones Left Unturned” (Ni una piedra sin remover), escrito en colaboración con el Dr. Frederick Greene, fue una tarea amorosa que involucró años de investigación.

En gran parte, dijo Berci, lo que lo impulsa es el deseo de reducir los costos de atención médica y llegar a más pacientes. Cirugías menos invasivas y más efectivas significan estadías más cortas en el hospital y recuperaciones más rápidas.

“No hay duda de que sus ideas y su trabajo han cambiado el rostro de la cirugía”, reflexionó el Dr. L. Michael Brunt en 2013, después de producir un documental sobre la vida y la carrera de pionero. La Sociedad Estadounidense de Cirujanos Gastrointestinales y Endoscópicos ahora entrega un premio a la trayectoria llamado Berci, incluso cuando el propio médico compite por sus logros. “Asiste constantemente a todas nuestras conferencias y hace referencias convincentes; es notable”, destacó Gewertz.

La obsesión actual de Berci es educar a la próxima generación de cirujanos y sus mentores sobre el perfeccionamiento de la cirugía de la vesícula biliar, de modo que se eliminen todos los cálculos y no sea necesario un seguimiento quirúrgico. “Creó una coalición de todos los cirujanos de vesícula biliar con experiencia en el país para hacer de eso una expectativa de nuestros programas de capacitación”, comentó Gewertz.

La hija de Berci, Katherine DeFevere, contó que su padre siempre ha sido capaz de elevarse “por encima de los horrores y resolverlo todo… Es la persona con más recursos que he conocido y tiene el mecanismo de supervivencia más sorprendente, el impulso para sobrevivir y reinventarse a sí mismo”.

Pero eso puede ser un desafío a medida que se envejece, me dijo Berci. El médico está preocupado y decepcionado tanto por el estado del mundo como por el grado de división política en Estados Unidos, y sigue de luto por la muerte de su esposa, ocurrida hace tres años.

“Si estás solo, es otra cosa”, comentó Berci, y aunque todavía tiene su amado violín hecho en Italia, “no funciona tan bien con huesos de 100 años”.

Pero el especialista se levanta de la cama a las 5:30 am, y si no sale a caminar, va a un gimnasio.

También cuida lo que come, no bebe alcohol y es fan de los Lakers. Y sigue, a sus 101 años, siempre con ganas de poner manos a la obra.

¿Algún plan para la jubilación?, le pregunté.

Contestó rotundamente, como si la sola idea fuera absurda: “La respuesta es: no hacerlo”.

steve.lopez@latimes.com

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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