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‘La charla’: Por primera vez los estadounidenses de origen asiático abordan el racismo con sus padres

Joung Kim at Leisure World in Seal Beach
Joung Kim, fotografiada en Leisure World en Seal Beach, emigró a EE.UU. en 1976. Hasta un incidente reciente, no había pensado mucho en la discriminación y el fanatismo antiasiático
(Gary Coronado / Los Angeles Times)

Los tiroteos de Atlanta y otros ataques contra los estadounidenses de origen asiático han impulsado a algunos a mantener conversaciones difíciles con sus mayores.

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Becky Chen decidió que finalmente era hora de hablar con su madre sobre el racismo.

Un hombre armado acababa de matar a ocho personas, incluidas seis de ascendencia asiática, en el área de Atlanta. Fue el último de una serie de ataques contra asiáticos en Estados Unidos desde que comenzó la pandemia de COVID-19.

Chen, una estudiante de Arcadia High, estaba tan nerviosa que enmarcó la conversación como una entrevista para un ensayo que estaba escribiendo. Además del racismo antiasiático, quería sacar a relucir las actitudes de su madre hacia los negros y los latinos.

Las respuestas de la mujer durante la conversación, en abril de 2021, fueron sorprendentes. Por primera vez, compartió con ella la discriminación que había enfrentado en las instalaciones de inmigración apenas llegada de Corea. Se mudó a Arcadia, comentó, con su gran población asiática, para que sus hijas no se sintieran como una minoría. Y condenó el asesinato de George Floyd por parte de policías de Minneapolis.

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“Por primera vez, me sentí unida a mi madre en su experiencia como inmigrante”, reconoció Chen, de 18 años, presidenta del Consejo Cívico Juvenil de Arcadia, que aboga por las personas sin hogar, la salud mental y otros temas.

El aumento del odio contra los asiáticos, alimentado por conceptos erróneos sobre los orígenes de la pandemia, expuso las divisiones generacionales en la forma en que los estadounidenses de origen asiático ven el racismo.

Los inmigrantes asiáticos de primera generación, como la madre de Chen, a menudo se enfocan en construir una vida estable en su país adoptivo. Algunos experimentaron la guerra en sus países de origen, por lo cual unas pocas palabras feas o incluso una agresión física parecen insignificantes en comparación con lo que han vivido.

Sus hijos y nietos, nacidos en EE.UU., tienen más probabilidades de sentirse completamente estadounidenses y no tolerar ninguna insinuación de que son extranjeros.

Ahora, los tiroteos en Atlanta y otros ataques contra asiático-estadounidenses incitaron a algunas personas a tener conversaciones difíciles con sus mayores sobre algo que siempre fue demasiado doloroso de discutir.

Algunos, como Chen, también están sacando a relucir el racismo de sus mayores hacia otros grupos. Una encuesta reciente de residentes asiático-estadounidenses en el Valle de San Gabriel encontró que los inmigrantes de primera generación tenían menos probabilidades de informar un cambio en cómo se sienten o se comportan al salir de casa después del aumento del odio contra los asiáticos, en comparación con otras generaciones.

Eso deja a algunos asiático-estadounidenses más jóvenes profundamente preocupados por la seguridad de sus mayores mientras se sienten frustrados por su aparente indiferencia.

“Esas personas mayores simplemente afirmaron que no ocurre, o que no prestan ‘atención a la discriminación’”, comentó Manjusha Kulkarni, cofundadora de Stop AAPI Hate. “Que no hay discriminación, porque ‘nos fue suficientemente bien como para ser dueños de una casa, una piscina y un garaje para dos autos’”.

Mary Forrest, una residente de Glendale de 50 años, se irrita cuando alguien llama al coronavirus “el virus de China”. Pero su madre, de 73 años, una inmigrante de esa nación, no se ofende y prefiere tomar los comentarios como provenientes de un lugar de ignorancia, no de intolerancia, resaltó Forrest. “Le dije: me pregunto si esta persona está siendo desdeñosa o irrespetuosa, porque ella es china”, señaló Forrest sobre su madre. “Ni siquiera se le ocurre. No puedo pensar en un solo incidente en el que me haya dicho que alguien fue racista con ella”.

Con décadas en EE.UU., la madre de Forrest se ha abierto camino en gran medida sin ser parte de una gran comunidad asiática. “Se necesita una cierta cantidad de autodeterminación para emigrar a otro país. Eso parece crear esa resiliencia en los inmigrantes asiáticos”, dijo Forrest sobre su madre. “No buscan maneras de no encajar”.

Forrest es sensible al hecho de que a su madre no le gusta que la perciban como una víctima. “También veo que gran parte de su visión del mundo es lo que la hace pensar en sí misma como una persona fuerte, independiente y autosuficiente”, destacó Forrest. “Generacional y culturalmente, mis padres asumen la responsabilidad personal por sí mismos y ven las cosas que les suceden no como productos de un patrón o de algo que ocurre en la cultura”.

Según Hong Lee, sus padres querían que guardara silencio sobre un incidente de 2020 en el que un hombre la maldijo y le dijo que “regresara a Asia” mientras esperaba para comprar tacos en un restaurante de Pico-Union. “Estaban realmente asustados. La gente se iba a enterar de quién soy y nos iba a ocurrir algo malo si hablábamos de eso en los medios”, comentó Lee, de 36 años, hija de inmigrantes de Vietnam. En la cultura vietnamita, añadió, “no sacamos nuestros trapos sucios para que otros los vean”.

Pero ella decidió hablar, no solo por sí misma sino por otros en su comunidad. Cuando otra víctima del mismo hombre se acercó a Lee, sus padres comenzaron a comprender su decisión.

Juntos, investigaron la historia de la discriminación contra los estadounidenses de origen asiático, incluido el encarcelamiento de estadounidenses de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial y el asesinato de Vincent Chin, en 1982, a manos de dos hombres blancos que lo identificaron erróneamente como japonés y lo culparon por el declive de la industria automotriz de EE.UU.

“Se sorprendieron... No se habían enterado de eso”, comentó, sobre sus padres. “Ahora pueden ver parte de nuestra historia y de cómo somos tratados de manera diferente”.

Lee es ahora presidenta y cofundadora de Seniors Fight Back, que imparte clases de artes marciales para personas mayores asiático-estadounidenses para que puedan defenderse de los ataques.

Algunos activistas y líderes comunitarios están tratando de cerrar la brecha al relacionar los eventos recientes en el país con lo que les sucedió a los inmigrantes mayores en Asia. Cuando Bo Thao-Urabe, estratega sénior de programas del Fondo de Compromiso Cívico de la AAPI, habló con los ancianos hmong después de la muerte de Floyd, estos no entendían por qué la gente protestaba o por qué quemaban negocios.

Entonces, les preguntó en hmong: ¿Qué ocurrió cuando tu gobierno en casa no te apoyó?

Al aludir a su resistencia contra el gobierno comunista en Laos, Thao-Urabe hizo que los ancianos advirtieran un vínculo entre sus propias experiencias y las protestas por el caso de George Floyd.

Para los inmigrantes asiáticos, experimentar racismo en carne propia puede ser una llamada de atención, con un aspecto positivo: los ayuda a relacionarse mejor con los miembros más jóvenes de su familia.

Joung Kim llegó a EE.UU. desde Corea del Sur cuando tenía 20 años. Ahora, que tiene 68 y vive en la comunidad de jubilados de Leisure World, en Seal Beach, rara vez piensa mucho en el racismo. Para ella, Estados Unidos era la tierra de la abundancia.

Hace décadas, en La Crescenta-Montrose, su hija mayor llegaba a casa de la escuela primaria, molesta porque la llamaban “muñeca india”. Kim le respondía: “Pareces una muñeca india”.

Pero en marzo de 2021, cuando un amigo coreano-estadounidense recibió una carta que decía “haz las maletas y regresa a tu país al que perteneces”, Kim comenzó a reflexionar sobre cómo el odio antiasiático la había afectado, a ella y a su familia. “Ellos también deben haber tenido un momento difícil”, comentó Kim, sobre sus parientes. Por primera vez, preguntó si su nieta adolescente había sufrido alguna vez discriminación en la escuela. “Por supuesto, abuela”, le dijo la chica.

La nota dejó a Kim profundamente traumatizada; ahora le preocupa salir a la calle. Su hija menor, Christine Kim, recuerda que se burlaban de ella en la escuela; otros niños la llamaban ‘china’ y le hacían muecas.

La solución de su madre: “Diles que no eres china, sino coreana”. “Eso no me ayuda”, recordó haber pensado Christine Kim, ahora de 45 años. “No saben qué es el coreano; esto no ayuda en absoluto”.

Christine está triste por el cambio de parecer de su madre, quien ahora le advierte que no vaya a lugares concurridos por temor a un ataque racista. Y, sin embargo, también siente que ambas ahora se entienden mejor. “Había una desconexión: mi madre no me entendía porque creció en Corea y simplemente tuvo una educación diferente”, relató ella. “Pero ahora sí comprende”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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