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Victorias como la de Andy Ruiz es la razón por la que todos seguimos viendo los deportes

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Me reía mucho con mi amiga y ex jugadora de tenis Chanda Rubin, en una suite dentro del estadio Arthur Ashe cuando Serena Williams estaba a punto de ir a la cancha. Era el Abierto de Estados Unidos 2015 y nos sentíamos aturdidos porque estábamos a punto de presenciar un evento histórico. Después de ganar los tres primeros grandes torneos de la temporada, Williams estaba a sólo dos victorias de convertirse en la primer jugadora, desde Steffi Graf en 1988, en ganar los cuatro en el calendario anual.

Estábamos aturdidos porque Flavia Pennetta, una jugadora que nunca había vencido a Williams, ya se había asegurado un lugar en la final, también porque la jugadora que Williams estaba a punto de enfrentar, Roberta Vinci, nunca había ganado un set contra ella, además porque sabíamos que el 12 de septiembre de 2015 íbamos a presenciar la historia.

Y lo hicimos.

A los 33 años, Pennetta se convirtió en la triunfadora con más edad que ganaba el torneo por primera vez, derrotando a su compatriota Vinci 7-6 (4), 6-2. Rubin y yo fuimos testigos de la historia, pero no de la historia que esperábamos.

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El famoso Wilt Chamberlain dijo que nadie estaba a favor de Goliat al pelear con David, y él tenía razón. Nos gustan nuestras dinastías, pero nos encanta el pequeño motor que podría tener -o en el caso de Andy Ruiz Jr., quien venció a Anthony Joshua el sábado por la noche, los tipos bajos y gordos que lo logran.

Con una revancha esperada para este otoño, la pregunta de si Ruiz puede repetir la magia es casi irrelevante. Los perdedores nunca tendrán la mayor cantidad de seguidores en Twitter o el ritmo de ventas de camisetas, pero siempre serán la razón por la que los deportes son lo más importante. Celebramos a los campeones como dioses, pero nos identificamos con los Vinci’s y los Ruiz porque sabemos lo que es ser feligreses.

Hay una razón por la que cuando Ruiz entró al ring, la multitud en el Madison Square Garden se rió de manera burlona y cuando Joshua entró, estaban asombrados. Puede que no apoyemos a Goliat, pero tampoco esperamos que David gane. Así que cuando él o ella lo hace, nos da la esperanza de que quizá, contra todo pronóstico, podamos superar las probabilidades que están apostadas contra nosotros. Si ese destello de ilusión no existiera, es dudoso que los deportes ocuparían un lugar tan prominente en la sociedad.

Esto es especialmente cierto cuando se trata de un deporte como el boxeo, en el que, para empezar, muchos de los combatientes tienen episodios menos que ideales en sus antecedentes.

Por ejemplo, antes de la demolición de Joshua, Ray Robinson entró al ring. Se vio obligado a usar una armadura siendo un bebé después de que fue arrojado por un tramo de escaleras. No mucho después de eso, vivió durante cuatro años en un refugio para personas sin hogar con su madre y seis hermanos.

Antes de que Robinson ingresara al ring, Marco Antonio Periban peleó profesionalmente por primera vez después de dos años. El breve retiro no se debió a una lesión o falta de interés, sino que me dijo que un cártel mexicano le exigió dinero antes de que se le permitiera volver a pelear. Amenazaron a su familia.

Periban regresó al deporte que ama, pero perdió en su regreso.

La pelea de Robinson fue un empate.

Ruiz se convirtió en el primer peso pesado de ascendencia mexicana en convertirse en campeón.

Ninguno de ellos, por diversas razones, debería haber estado allí para comenzar... y es por eso que seguimos estos deportes. No siempre se trata de nuestro equipo favorito o finales mágicos. Periban no tuvo un final de cuento de hadas, y eso está bien porque es parte de la vida. Pero él mostró corazón y eso también es parte de la vida.

A lo largo de los años, yo, como muchos periodistas, he tenido la suerte de estar presente en una serie de victorias inesperadas. Estaba en San Antonio cuando Mario Chalmers encestó un triple que envió el juego de campeonato de Kansas-Memphis a tiempo extra.

Estaba en Glendale, Arizona, cuando los New York Giants derrotaron a los New England Patriots 18-0 en el Super Bowl. Estaba en Atlanta cuando los Braves con 101 victorias perdieron 5-1 en el Juego 5 de la NLDS, otorgando a los Chicago Cubs (con 88 victorias) su primera victoria en la serie de playoffs desde 1908.

En cada escenario, el entorno de estas victorias improbables fue similar. Conjeturas de los fanáticos sobre lo que obviamente iba a suceder, seguida por la incredulidad de lo que estaba sucediendo y concluyendo con una profunda apreciación de lo que se vio. Tal vez creer en lo imposible es lo que realmente separa a los dioses de los mortales, más que los dones físicos o un giro de buena fortuna.

Ruiz no tenía el abolengo pero tenía fe. Ahora que posee ambos, el caído se convierte en el cazado. En este momento que Joshua ha sido despojado de su mística, podemos ver si todavía tiene la creencia de lo que lo llevó allí en primer lugar. Recuerde que su ascenso estuvo lejos de estar escrito cuando el joven de 21 años se presentó en un tribunal de Londres declarándose culpable de cargos de tráfico de drogas en 2011. El mismo corazón que lo convirtió en una estrella es el mismo corazón que sacó a Ruiz de la estera y nos proporcionó una de las mejores rondas de boxeo en la memoria reciente.

Es el gozo dentro del baile, y en las noches como la del sábado es una cosa hermosa para contemplar. Si Ruiz puede hacerlo de nuevo en la revancha, contra un Goliat mejor preparado, es discutible. Pero como dijo Rudy Tomjanovich: Nunca subestimes el corazón de un campeón. Y no se equivoque, Joshua tenía los cinturones, pero eso no significaba que Ruiz no entrara al ring con la creencia de que era un campeón. Y la creencia en uno mismo, contra todo pronóstico, es lo que se encuentra en el núcleo de por qué lo seguimos viendo. Porque todos sabemos lo que es ser David.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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