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Sectores de California todavía no están preparados para el ‘Big One’

Voluntarios en una iglesia de Trona, California, distribuyen donaciones de alimentos y agua aproximadamente una semana después de un terremoto de magnitud 7.1. (Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Una multitud considerable se había reunido afuera de Surplus Store a principios del 6 de julio cuando Víctor Hernández llegó a la tienda de West Los Ángeles para abrir las puertas.

Una pancarta naranja colgada entre dos columnas blancas que anunciaban el terremoto y los suministros de supervivencia en letras grandes y gruesas daba la bienvenida a las multitudes nerviosas que se acumulaban. Docenas agarraron de un sólo pasillo en la espaciosa tienda, cajas de sismos preempaquetados, bolsas de agua filtrada y comidas secas con etiquetas que aseguran su utilidad por largo tiempo.

“Realmente estábamos sudando”, dijo Hernández, un empleado de la tienda por 26 años. “Al final del día, la tienda estaba bastante vacía”.

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El mismo escenario se presentó en las tiendas de todo el sur de California durante el fin de semana después de un terremoto de magnitud 6.4 en la mañana del cuatro de julio y un temblor más grande, de magnitud de 7.1, que se produjo un día después cerca de Ridgecrest, California, una ciudad del desierto de Mojave a unas 125 millas al noreste de Los Ángeles.

Pero si la historia es un indicio, el interés en la seguridad sísmica es efímero.

A pesar de todas las advertencias de que el ‘Big One’ se acerca, los funcionarios han luchado durante mucho tiempo para que los californianos estén listos para sobrevivir a un gran sismo. Se pueden hacer cosas relativamente fáciles, como empacar kits de emergencia con alimentos y suministros, hasta tareas más complicadas y costosas, incluido el seguro contra terremotos, el reacondicionamiento de viviendas y el fortalecimiento de estructuras contra los temblores violentos.

“Parece que siempre nos atrapa con la guardia baja, y no debería”, dijo Reshan Dennis, un empleado de la tienda por 16 años. “Te hace preguntarte cuántos de nosotros estamos realmente preparados. Probablemente no muchos”.

La realidad de que un terremoto de tamaño similar en Los Ángeles, un área mucho más densamente poblada que Ridgecrest, causaría un daño significativo resonó algunos días después de los sismos. Pero ese temor, que puede causar que la gente corra a la tienda por agua embotellada y alimentos enlatados, es efímero para la mayoría de las personas, dijo Richard John, profesor de psicología en USC.

“Dentro de uno o dos años, cuando se deba reponer el kit, ¿tendrán la misma sensación? Probablemente no”, dijo. “Entonces el ciclo continúa. En general, las personas han desarrollado una especie de sentido de resiliencia en que simplemente no es algo de lo que deban preocuparse”.

La gente compra suministros en SOS Survival Products en Van Nuys el 8 de julio. (Frederic J. Brown / AFP / Getty Images)

California había estado en una larga sequía de terremotos antes del sismo de magnitud 6.4. Se sintió un ligero temblor en Los Ángeles, a más de 125 millas del epicentro, pero la sacudida no causó daños significativos, por lo que pocos se apresuraron a reforzar sus suministros de emergencia.

Luego, del terremoto llegó uno más grande de 7.1.

El fenómeno, y la complacencia, no es exclusiva de California.

Dave O’Brien, quien administra la tienda de Orange Army Store, dijo que el almacén, estaba casi vacío el 5 de julio después del sismo.

Y un día después, se sintió abrumado, pues la tienda no tenía suficiente personal. Una multitud de personas se presentaron y O’Brien dijo que no podían comprar los kits para terremotos lo suficientemente rápido.

“Nuestro total de ventas fue el doble de lo que normalmente hacemos”, dijo. “Finalmente es bueno ver a la gente preparándose. Desafortunadamente, no es suficiente. Realmente no están recolectando la cantidad correcta que necesitarán si el Big One alguna vez golpea nuestra vida”.

Los clientes se sienten atraídos por las cajas preempaquetadas que contienen varios días de comida, agua y algunos suministros esenciales de primeros auxilios porque son convenientes. Los kits son útiles en un terremoto de menor magnitud, pero no durarán mucho después de un temblor importante que podría causar daños generalizados y obligar a las personas a abandonar sus hogares, dijo O’Nrien.

Se apresuró a reabastecer la tienda a medida que más personas corrían para obtener suministros la semana pasada. Después de unos días, las multitudes se habían reducido considerablemente, y él cree que la mayoría podría haberse ido por completo en un mes.

“La gente tiene recuerdos cortos, incluso sobre terremotos”, dijo.

Las tropas de la Guardia Nacional llenan botellas de agua para los residentes en Trona, California, el 9 de julio. (James Quigg / Associated Press)

No son sólo los suministros de emergencia de lo que carecen los californianos. Según el Departamento de Seguros, únicamente alrededor del 21% de los propietarios de viviendas en los condados de L.A y Orange tienen cobertura por los daños causados por el terremoto. Las cifras disminuyen considerablemente en Inland Empire, con sólo el 9% de las viviendas cubiertas en Riverside y el 8% en San Bernardino.

Antes del cuatro de julio, habían pasado casi cinco años desde que el estado experimentó un terremoto de magnitud 6 o más fuerte. Los expertos habían dicho que el período de calma seguramente terminaría, y cuando lo hiciera, probablemente traería destrucción.

A veces, un terremoto moderado, después de una serie de réplicas, puede llevar a un período de silencio sísmico, dicen los sismólogos. Otras veces, puede marcar el comienzo de una nueva era de temblores, regularmente con intensidad creciente.

Pero la negación siempre ha sido una característica al vivir en un país sísmico. Y los recuerdos se desvanecen incluso durante los grandes terremotos.

El devastador temblor de 1933 en Long Beach provocó nuevos códigos de construcción sísmica para las escuelas, pero muchas otras estructuras seguían siendo vulnerables.

En la década de 1980, Los Ángeles aprobó una ordenanza que exigía la modernización o demolición de unos 8.000 edificios de ladrillo más antiguos que podrían colapsar durante un terremoto. Sin embargo, otras ciudades, especialmente en Inland Empire propenso a los sismos, no han seguido su ejemplo.

California sufrió dos terremotos devastadores en un período de cinco años: la Loma Prieta en el norte de California en 1989 y el sismo de Northridge en el sur de California en 1994. Ambos temblores impulsaron acciones para reforzar las autopistas y otros tipos de construcción.

Pero los esfuerzos en L.A para enfrentar la edificación de concreto peligroso fracasaron.

A la ciudad le llevaría casi dos décadas exigir modernizaciones de edificios de apartamentos de concreto y pisos débiles, dos tipos de estructuras que fallaron en 1989 y 1994.

Las personas que experimentaron los temblores severos de décadas pasadas en el sur de California tienen más probabilidad de estar preocupadas después de un sismo más moderado. Por el contrario de los que han vivido una serie de pequeños terremotos que no causaron estragos, y posiblemente no se preocupen tanto por futuros episodios, dijo John.

Mary Jeffers, de 85 años, quien ha vivido en Ridgecrest desde la década de 1960, admite que cae en la última categoría. La ola de réplicas que siguieron a los temblores de la semana pasada no la asustaron en lo más mínimo.

Los sismos vienen con el territorio, dijo. Hizo construir su casa teniendo en cuenta los terremotos, por lo que es resistente y sólo sufrió daños mínimos en las últimas sacudidas. Pero nunca ha tenido un kit de preparación de emergencias y debido a que la mayoría de los temblores en el área han sido pequeños, dijo que probablemente no cambiará nada sobre la forma en que vive.

“Supongo que no me preocupo mucho”, dijo. “Quizá la típica forma de pensar. Tal vez estoy tentando al destino”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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