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‘Estábamos a salvo hasta que él comenzó a hablar’: los residentes de El Paso le responden al presidente Trump

Vigil in El Paso
Cathe Hill seca sus lágrimas durante una vigilia por las víctimas del tiroteo en masa del sábado.
(John Locher / Associated Press )
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Cuando vieron al presidente Trump subir a un podio de la Casa Blanca, el lunes, para afirmar que “el odio no tiene lugar en Estados Unidos”, muchas personas en esta ciudad fronteriza de Texas quedaron atónitas.

“Estábamos a salvo hasta que él comenzó a hablar”, expresó John Smith-Davis, un veterano retirado del Ejército, de 47 años de edad, mientras lloraba con sus amigos en un monumento cerca del Walmart donde un tirador abrió fuego el sábado último. “Nos convirtió en un blanco con su retórica de odio”.

Después del tiroteo de El Paso, los críticos del presidente Trump denunciaron su retórica sobre la raza y la inmigración. Los partidarios de Trump dicen que no lo deben culpar de nada.

Ago. 5, 2019

Verónica Sánchez, una asistente dental de 23 años, lo expresó de manera más sucinta: “Ya ha dicho lo suficiente”.

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El Paso, cuyas 680,000 personas son en su mayoría latinas y demócratas, ha mirado a Trump con cautela durante mucho tiempo, y su declaración más contundente desde la masacre -que ahora ha cobrado 22 vidas- hizo poco allí para cambiarlo.

Mourners at a vigil
Una vigilia para las víctimas del tiroteo en El Paso.
(Associated Press)

“Estas matanzas bárbaras son un ataque a nuestras comunidades, un embate contra nuestra nación y un crimen contra toda la humanidad”, declaró Trump en un discurso, el lunes, sobre los asesinatos ocurridos aquí y sobre otro tiroteo de masas que aconteció un día después en Dayton, Ohio. “Con una sola voz, nuestra nación debe condenar el racismo, la intolerancia y la supremacía blanca”.

La declaración fue de poco consuelo para muchos residentes de El Paso, que se centraron en las formas en que Trump ha avivado el racismo y la xenofobia, condiciones que parecen haber motivado al asesino en su decisión de atacar a inmigrantes mexicanos.

Sin decir que Donald Trump dirigió el ataque, no será fácil disociar sus posiciones de los motivos del atacante en los lamentables sucesos de El Paso, Texas.

Ago. 5, 2019

El alcalde de El Paso, Dee Margo, afirmó el lunes que Trump planeaba visitar la ciudad este miércoles, aunque al final del día la Casa Blanca aún no lo había confirmado oficialmente.
Muchos advirtieron que el mandatario no sería recibido calurosamente. “Desde mi perspectiva, él no es bienvenido aquí”, aseveró el lunes la representante demócrata de EE.UU. Verónica Escobar, cuyo distrito incluye una amplia franja de la ciudad, en una entrevista en MSNBC. “Las palabras tienen consecuencias. El presidente ha convertido a mi comunidad y mi pueblo en el enemigo. Le ha dicho al país que somos personas a las que hay que temer, personas a las que hay que odiar”.

Una serie de funcionarios en El Paso y en todo el país condenaron a Trump por su constante retórica racista, incluidas sus repetidas advertencias sobre una “invasión” de inmigrantes, el mismo término utilizado en un manifiesto publicado en 8chan que, se cree, fue escrito por el agresor.

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“Tenemos un presidente en este momento que trafica con el odio, que incita a esta violencia, que llama a los inmigrantes mexicanos ‘violadores’ y ‘criminales’, que dice que los solicitantes de asilo son ‘animales’ y ‘una infestación’”, Beto O’Rourke, el candidato presidencial demócrata que representó a El Paso en el Congreso, expresó el domingo en una vigilia.

O’Rourke también apuntó a una sugerencia que el primer mandatario tuiteó el lunes temprano, para que republicanos y demócratas trabajen juntos en pos de promulgar verificaciones de antecedentes más fuertes para los compradores de armas, “quizás uniendo esa legislación con una reforma migratoria que se necesita desesperadamente”, señaló el mandatario.

“Solo un racista impulsado por el miedo podría presenciar lo que sucedió este fin de semana y, en lugar de resistir ante el odio, unirse al llamamiento de un asesino de masas para hacer que nuestro país sea más blanco”, escribió O’Rourke en Twitter. “Somos mucho mejores que este presidente”.

El Paso es una isla de demócratas en un mar de republicanos en el oeste de Texas. Hillary Clinton ganó el condado de El Paso en 2016 con el 69% de los votos, y Beto O’Rourke se alzó con el 86% para su escaño en el Congreso.

Algunos republicanos aquí apreciaron los comentarios de Trump y consideraron que era demasiado pronto para los inevitables argumentos políticos. “En este momento, quiero asegurarme de que puedo mostrar apoyo yendo a las vigilias, y de que mi esposa puede ir [a rezar] el rosario para apoyar a quienes perdieron a sus seres queridos”, afirmó Bob Pena, de 72 años. “Todavía tenemos que enterrar a los muertos y la gente está buscando sacar rédito político de ello. Las culpas se pueden echar -y son realmente- para ambos lados”.

Hogar de un campus de la Universidad de Texas y de Fort Bliss, del Ejército, El Paso se encuentra al otro lado de la frontera mexicana con la Ciudad Juárez, mucho más grande, que tiene una población de 1.3 millones.

A medida que más solicitantes de asilo centroamericanos llegaron a la zona limítrofe, en los últimos años, El Paso se convirtió en un importante punto de cruce para inmigrantes que ingresan sin autorización al país, solo superado por el Valle del Río Grande de Texas.

La administración Trump estrenó su política de separación familiar y “tolerancia cero” en El Paso. Más recientemente, el programa “Permanecer en México”, que exige que los solicitantes de asilo permanezcan al sur de la frontera mientras sus casos continúan en la corte de inmigración de EE.UU., se amplió de California a esa ciudad.

Claudia Ordaz Pérez, una concejal de la ciudad de El Paso, declaró en una entrevista telefónica que estaba tratando de no politizar la tragedia, aunque era difícil no separar la masacre de la retórica creciente del presidente sobre la inmigración y la raza. “Por supuesto, el discurso de odio del tirador coincide con lo que estamos escuchando a nivel nacional, y los comentarios del mandatario sobre esto son simplemente confusos”, consideró.

En el Walmart donde ocurrió la tragedia, el lunes, los dolientes colocaron flores, velas y letreros para honrar a los muertos.

Smith-Davis se sentía enojado; enojado con el tirador, con el lobby de las armas, con Trump. La declaración del presidente durante su campaña, acerca de que los mexicanos eran narcotraficantes y violadores, dañaron la ciudad, dado que cientos de miles cruzan los puentes todos los días desde Juárez a El Paso para trabajar. “Solo intentan ganarse la vida”, reflexionó.

Sánchez, la asistente dental, que vive justo al otro lado de la frontera con El Paso, en Nuevo México, estaba especialmente molesta por los dichos de Trump acerca de la legislación inmigratoria y las armas de fuego.

El asesino, señaló, “no fue alguien que cruzó la frontera. Es de cosecha propia, alguien surgido de Estados Unidos”.

La noche antes de la masacre, Sánchez visitó el Walmart para hacer compras para el inicio escolar, con su familia. Habían planeado regresar a la mañana siguiente, pero vieron las noticias del ataque y se quedaron en casa. Más tarde, leyó el supuesto manifiesto del tirador, donde criticaba a los latinos e inmigrantes como sus padres, que cruzaron sin autorización desde México.

Cuando el primer mandatario visitó El Paso, en febrero, Sánchez asistió a una manifestación rival por O’Rourke. Algunos de sus parientes latinos en el área votaron por Trump, pero ahora a ella le cuesta comprender, después del tiroteo de masas, cómo podrían seguir comprometidos con él.

Jaime Abeytia, quien lleva en El Paso 22 años, no imagina que ninguna visita de Trump sea recibida con gusto. “Su hipocresía sobre el odio es sorprendentemente ilimitada”, remarcó. “A menos que venga con algunos cambios de política sólidos, que aborden directamente la cuestión de las armas de alta capacidad, y no aproveche la oportunidad para proponer una política inmigratoria draconiana, no estoy interesado en una visita de Trump”.

Montero reportó desde El Paso, y Jarvie desde Atlanta. Molly Hennessy-Fiske, reportera de planta de The Times, colaboró desde Houston para este artículo.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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