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Los supremacistas blancos y los reclutas de Estado Islámico tienen en común más de lo que se cree

 White nationalists in Virginia
La marcha “Unite the Right”, de 2017 en Charlottesville, Virginia, atrajo a una gran variedad de grupos de extrema derecha.
(Albin Lohr-Jones / Sipa USA)
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Al menos superficialmente, los supremacistas blancos y los reclutas de Estado Islámico no parecen tener mucho en común. Un grupo adopta una ideología racista y antiinmigrante y se moviliza por temor a que en Estados Unidos la mayoría imperante deje de ser la blanca. La otra facción cree que debe matar a los “infieles” y crear un “califato” islámico.

Sin embargo, los expertos en terrorismo afirman que el proceso de radicalización, las tácticas y las narrativas utilizadas por los violentos nacionalistas blancos son en realidad sorprendentemente similares a las empleadas por Estado Islámico. La comprensión de lo que los dos grupos tienen en común, dicen los expertos, puede ayudar a los funcionarios a desarrollar una estrategia para prevenir el extremismo de cosecha propia.

Las autoridades federales y locales dicen que hay una mayor preocupación por el terrorismo doméstico y la supremacía blanca.

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“Veo el extremismo como una estructura para las creencias”, afirmó J.M. Berger, autor del libro “Extremism”. “Necesitamos trabajar mejor para tratar el extremismo como un fenómeno universal”.

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El desafío de combatir el terrorismo doméstico y la violencia de la supremacía blanca generó atención después de que un hombre armado, quien supuestamente había publicado una diatriba racista en línea, se desenfrenó el sábado y mató a 22 personas en los pasillos y el estacionamiento de un Walmart en El Paso (varias horas después, otro tirador, quien según informes tenía creencias izquierdistas, asesinó a otras nueve personas en Dayton, Ohio).

Muchos se apresuraron a señalar cómo la administración Trump quitó recursos de un programa del Departamento de Seguridad Nacional destinado a contrarrestar el extremismo violento, incluidos los grupos de extrema derecha y de supremacistas blancos, para centrarse principalmente en combatir el extremismo islamista. El martes, el representante Bennie Thompson (D-Mississippi), miembro de alto rango del Comité de Seguridad Nacional, publicó un plan de acción para abordar la amenaza del terrorismo interno.

El sitio del foro 8chan, donde múltiples tiradores masivos sospechosos han publicado manifiestos, ya no será apoyado por Cloudflare.

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A pesar de sus diferencias ideológicas, los supremacistas blancos y los partidarios de Estado Islámico cobran fuerza de una narrativa similar: creen que están en medio de una crisis existencial que amenaza su estilo de vida y que la única forma de garantizar la autopreservación es mediante la violencia, afirman los expertos.

“Estos grupos tienen ideologías apocalípticas y excluyentes que se repiten y circulan para servir como punto de reunión de personas susceptibles”, expresó Bruce Hoffman, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores.

Aunque no existe una fórmula mágica para predecir quién se sentirá atraído por las ideologías extremistas, los expertos han identificado amplios rasgos de personalidad cuando se trata de reclutas de Estado Islámico y nacionalistas blancos: hombres jóvenes que se sienten alienados, marginados o carecen de un sentido de comunidad.

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El proceso de radicalización no ocurre de la noche a la mañana. Y sólo porque alguien pueda sentirse excluido no significa necesariamente que sucumbirá al uso de la violencia.

“La idea de que los terroristas aparecen de la nada es engañosa. Ello no ocurre en un vacío”, remarcó Hoffman.

Una teoría que describe cómo los individuos terminan llevando a cabo ataques terroristas se llama modelo de escalera. Un profesor de psicología de la Universidad de Georgetown, Fathali Moghaddam, acuñó ese término en un artículo publicado en 2005.

Según Moghaddam, todos los miembros de la sociedad comienzan en la planta baja y permanecen allí si se sienten satisfechos con sus condiciones de vida. Si están descontentos, suben al segundo nivel para tratar de encontrar una solución. En ese punto, si un individuo llega a un callejón sin salida y continúa sintiéndose insatisfecho, puede comenzar a estar enojado, frustrado y ansioso por señalar con el dedo a un objetivo, como un gobierno o a grupos religiosos y étnicos. Es en esta etapa que los expertos consideran la intervención como necesaria.

Las personas que suben al tercer piso comienzan a sentirse cómodas con la idea de usar la violencia contra lo que perciben como una amenaza. También son susceptibles de reclutamiento en esta etapa. Un individuo sube al cuarto piso cuando es reclutado por un grupo extremista. En ese punto, señala Moghaddam, es poco lo que se puede hacer para evitar que el sujeto ascienda al quinto y último piso, que es cuando emplea la violencia contra el objetivo.

Obviamente, hay diferencias significativas entre los supremacistas blancos y los reclutas de Estado Islámico. Una es organizativa: Estado Islámico tiene un líder con el que los miembros pueden reunirse, Abu Bakr Baghdadi, y en un momento estableció un gobierno que administró grandes extensiones de tierra en Irak y Siria, aunque por un corto tiempo.

Los grupos de supremacía blanca, por el contrario, están intencionalmente descentralizados y fragmentados.

La infiltración de la policía en los grupos de supremacía blanca en las décadas de 1970 y 1980 fue el catalizador que estimuló a los líderes del movimiento a adoptar ese modelo.

Desde entonces, los líderes de varios movimientos nacionalistas blancos, como Richard Spencer, del National Policy Institute, no han tenido mucho éxito en la consolidación del poder cuando lo han intentado, consideró Scott Stewart, vicepresidente de análisis táctico de la firma global de inteligencia Stratfor, con sede en Texas.

Por ejemplo, la marcha “Unite the Right”, de 2017 en Charlottesville, Virginia, atrajo a una gran variedad de grupos de extrema derecha, pero la situación se salió de control cuando se enfrentaron a manifestantes opositores. La marcha fue cancelada y hubo violencia, que culminó cuando un supremacista blanco apuntó contra una multitud y mató a un contramanifestante.

Sin embargo, para Stewart, la estrategia descentralizada que depende de las redes sociales, foros en línea y reuniones privadas funcionó para los grupos de supremacía blanca.

Al parecer, tres personas vinculadas con ideología racista o de supremacía blanca publicaron en el foro en línea 8chan antes de matar personas: el sospechoso de la masacre de 49 personas en la mezquita de Nueva Zelanda, en marzo; el presunto pistolero en el ataque a una sinagoga de Poway, en abril; y el sospechoso de El Paso. “Los sitios de redes sociales y foros como 8chan actúan como una cámara de eco. La gente se alimenta allí de la violencia”, explicó Stewart.

A Hoffman le preocupa que internet y las redes sociales hayan acelerado el proceso de radicalización. “Las amenazas de estos grupos están evolucionando y avanzando mucho más rápido debido al poder de las redes sociales en los últimos años”, consideró.

Los datos muestran que los grupos de extrema derecha llevan a cabo ahora ataques más letales que en el pasado.

Desde los hechos terroristas del 11 de septiembre de 2001, grupos de extrema derecha mataron alrededor del mismo número de estadounidenses (109) que las facciones yihadistas (107), según datos compilados por New America, un grupo de expertos con sede en Washington.

“Cada vez está más claro que estamos presenciando un cambio en las tácticas en los últimos años”, remarcó David Sterman, analista de políticas de esa entidad, en referencia al aumento de los ataques mortales de los supremacistas blancos.

Durante años, los expertos en lucha contra el terrorismo y los funcionarios gubernamentales han expresado preocupación ante la creciente amenaza planteada por individuos inspirados por grupos de extrema derecha y supremacistas blancos; un informe del Departamento de Seguridad Nacional advirtió a los funcionarios electos respecto al progresivo peligro del terrorismo interno en 2009.

Sumado a ello, datos del FBI muestran que los delitos de odio aumentaron por tercer año consecutivo en 2017, un 17% más que en 2016.

Las alertas volvieron a sonar en mayo pasado cuando Michael McGarrity, jefe de la unidad antiterrorista del FBI, testificó durante una audiencia en el Congreso que de los aproximadamente 850 casos de terrorismo interno que investigaba la oficina, el 40% involucraba extremismo violento por motivos raciales. Lo mismo ocurrió nuevamente el mes pasado, cuando el director del FBI, Christopher A. Wray, le dijo al Comité Judicial del Senado que la mayoría de los casos de terrorismo nacional investigados por su sector están motivados por la supremacía blanca.

En los últimos años, Estado Islámico ha seguido los pasos de los grupos nacionalistas blancos cuando se trata de utilizar las redes sociales y los foros en línea para difundir información, chatear con individuos vulnerables e inspirar violencia en esas plataformas.

A medida que el califato de Estado Islámico se marchitaba, el grupo comenzó a depender menos de sus líderes para difundir la ideología y a centrarse más en el poder de las redes sociales para inspirar a las personas a llevar a cabo ataques en su nombre, explicó Hoffman.

Los expertos señalan que la amenaza de Estado Islámico en este país proviene principalmente de individuos radicalizados en Estados Unidos, como Joshua Cummings, quien disparó y mató a un guardia de tránsito en 2017, en Denver, y Corey Johnson, un joven de 17 años que se convirtió al Islam y, después de ver videos extremistas, apuñaló al parecer a tres personas durante una pijamada en Palm Beach Gardens, Florida, en 2018.

Según New America, el 84% de las personas acusadas de delitos de terrorismo relacionados con Estado Islámico son ciudadanos estadounidenses o residentes legales permanentes. Estado Islámico “está replicando lo que los supremacistas blancos hicieron primero, ya sea conscientemente o no”, añadió Hoffman.

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