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Op-Ed: Opinión: La buprenorfina me salvó de la adicción a la heroína, y podría ayudar a millones más

Heroin
Menos del 7% de los médicos tienen la licencia especial requerida para recetar buprenorfina, un tratamiento eficaz contra la adicción que no es muy utilizado.
(Darryl Dyck / Associated Press)
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Mientras mi esposa y mi hija de dos años veían televisión en la sala de estar, yo estaba en la cocina, midiendo la distancia desde la punta de mi dedo índice hasta la axila.

Necesitaba saber que podía apretar el gatillo con un cañón de escopeta en la boca.

Veintiséis pulgadas; 32 años de edad, 30 meses desde mi última recaída.

Decir ‘ansias’ ni siquiera llega a describir el sentimiento. La heroína no es un helado; yo ansiaba la droga como alguien ahogado ansía el aire.

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Ago. 16, 2019

En el cerebro de un adicto a los opioides, se producen cambios fundamentales en la jerarquía normal de necesidades. Los neurotransmisores se vuelven a cablear en busca de droga. Esto no se revierte cuando uno deja de consumir; puede persistir durante años, o indefinidamente. Para muchos, la sobriedad no es más fácil con el tiempo porque es fisiológicamente imposible.

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Después de largos períodos de abstinencia, se ha observado una actividad disfuncional significativa a nivel celular en los cerebros de los adictos a los opioides. Esto incluye una respuesta de estrés anormal y una conectividad reducida entre áreas clave que involucran el procesamiento de recompensas. En otras palabras, la heroína te deja en peor forma de lo que te encontró, y no es exactamente conocida por atraer a personas felices, en primera instancia.

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Yo era un chico judío agradable, de clase media alta y clínicamente deprimido, oriundo de Westchester. Probé la droga por primera vez a los 16. A medida que la mezcla amarga de droga y mucosidad goteaba por el fondo de mi garganta, mi cuerpo comenzó a relajarse. Me sentí ligero, tibio y seguro. La ira, el miedo, la tristeza y la vergüenza desaparecieron. Todo estaba bien, por primera vez en mi vida.

A los 18 años, usaba cuatro o cinco bolsas al día; estaba atrapado en un círculo de adicción. Consumía porque me odiaba a mí mismo, y me odiaba por consumir. Mis padres se enteraron y me enviaron a Hazelden, la Harvard de la rehabilitación. Al llegar, me dijeron que la adicción era una enfermedad, y que la remisión sólo es posible poniendo tu vida y tu voluntad en las manos de Dios y recorriendo los 12 pasos establecidos por Alcohólicos Anónimos (AA).

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Traté de explicarles; la heroína era una elección. Había estado en terapia por más de una década. Mi psiquiatra me había recetado Zoloft, Prozac y Paxil. Nada funcionaba. La depresión es dolor emocional. La heroína es un analgésico. Mi consejero me dijo que racionalizar y justificar el consumo era tener mentalidad de adicto y que es más fácil poner excusas que admitir que uno tiene una enfermedad y pedir ayuda a un Poder Superior.

Los estudios epidemiológicos apuntan a una comorbilidad especialmente alta entre el uso de opioides y la depresión. Se cree que los drogadictos que ingresan al tratamiento tienen cuatro veces más probabilidades de tener un trastorno depresivo que la población general, sin embargo, la abrumadora mayoría de los adictos con enfermedades mentales que están en rehabilitación únicamente reciben tratamiento para la adicción.

En nuestro entorno de atención a la salud altamente especializado, los médicos tienden a tratar enfermedades mentales, mientras que los proveedores de atención para adicciones generalmente no son profesionales médicos. La mayoría de los centros de tratamientos para combatir las drogas y el alcohol utilizan el modelo basado en la fe y la abstinencia de AA como base, que funciona para muchas personas, aunque no para todas. Pero la alta prevalencia de ese enfoque también ha significado que la mayoría de los rehabilitadores no estén preparados para diagnosticar o tratar enfermedades mentales, ni recetar, dispensar y controlar medicamentos.

Más del 90% de los adictos a los opiáceos recaen, una tasa significativamente más alta que la de la mayoría de otras drogas. A lo largo de mis 20 y 30 años, luché por mantenerme limpio. Por fuera, yo tenía una vida envidiable: una carrera exitosa; una gran esposa; una niña feliz y saludable. Era enloquecedor, tener tanto y sentirme tan destruido e indigno.

A los 32 años, mis familiares y amigos creían que había estado sobrio durante 13 años. Estaba demasiado avergonzado para pedirles ayuda. El suicidio tenía sentido: era menos estigmatizante que automedicarme con heroína para evitar quitarme la vida.

En lugar de comprar un arma, recaí. Fue breve. Mirando los ojos de mi hija, entendí lo que mi consejero en Hazelden quería decir sobre un Poder Superior. El amor era una fuerza mayor que yo. Ruby me daba una razón para vivir, pero había un océano entre la voluntad y el camino. La sensación de ahogo regresó.

La buprenorfina me salvó la vida. A diferencia de otros opioides, esa sustancia es un agonista opiáceo parcial. Se puede pensar en ella como una balsa salvavidas o un snorkel. No estás a salvo ni ahogado, pero aún estás a flote en el medio del océano.

Cualquier médico puede recetar Oxycontin y fentanilo. Menos del 7% de ellos tienen la licencia especial requerida para recetar buprenorfina como tratamiento para la adicción, y existe un límite para la cantidad de pacientes que cada médico puede tratar. En 2016, la administración Obama aumentó el número de 100 a 275, donde permanece hoy.

Numerosos estudios han demostrado que la buprenorfina es un tratamiento seguro y efectivo, a corto y largo plazo, para la adicción a los opioides, pero sigue siendo muy inaccesible. La buprenorfina es aún más marginada porque su uso se considera contrario a los objetivos de abstinencia completos de algunos grupos que se adhieren a los 12 pasos. Narcóticos Anónimos, por ejemplo, define “limpio” como libre de toda sustancia, incluido el tratamiento asistido por medicamentos, y ha advertido contra “la sustitución de una droga por otra”. Sin embargo, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU señaló que dicho tratamiento es subutilizado en parte debido a los “conceptos erróneos sobre el reemplazo de una sustancia por otra”.

La suboxona es el medicamento más comúnmente recetado que contiene buprenorfina. Algunos expertos creen que puede ser mal utilizado. Claramente, no lo han inhalado o inyectado. Aplastar la sustancia activa la naloxona que se combina con esta, lo cual desencadena la aparición instantánea de una abstinencia aguda. Esto sirve para disuadir el mal uso y las recaídas. La naloxona contrarresta cualquier opioide que ingrese al torrente sanguíneo durante la vida media de 37 horas de la buprenorfina, lo cual significa que el medicamento demorará aproximadamente ocho días en eliminarse por completo del cuerpo.

Mi recuperación no podría haber comenzado sin buprenorfina. Una vez que me subí a la balsa salvavidas o me puse el tubo en la boca (elija la metáfora preferida), comencé a trabajar con un psiquiatra extraordinario, para manejar los problemas subyacentes. Él me recomendó una combinación de terapia cognitiva conductual y un régimen de antidepresivos y medicamentos contra la ansiedad, además de la droga.

La adicción es una enfermedad psicológica y fisiológica. Si se me considera afortunado de tener los recursos para sanar, ello demuestra cuán defectuoso es nuestro sistema.

Si estuviéramos hablando de una epidemia de gripe, sería difícil imaginar que el gobierno exigiera que los médicos obtengan una licencia especial para recetar el antídoto y limite la cantidad de pacientes que pueden tratar. Si fuese cualquier otra enfermedad, sería cruel para los principales defensores de los pacientes estigmatizar una forma de tratamiento que funcione.

La sobredosis de drogas es la principal causa de muerte de los estadounidenses menores de 50 años. Hasta que todos los adictos dispongan del total de los recursos, no podremos esperar que la tendencia se revierta.

Se necesita un segundo para sentir el efecto de una inyección de heroína y toda una vida para recuperarse. A los 43 años, todavía estoy sobrio y ya no siento que me estoy ahogando, pero no he tocado tierra. A veces puedo ver una vaga silueta en el horizonte.

David Poses escribe y habla sobre adicciones y recuperación, y salud mental.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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