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Opinión: ¿Cómo sentir empatía por un hombre que no tiene ni una pizca?

President Trump leaves the White House for Walter Reed National Military Medical Center on Oct. 2.
El presidente Trump sale de la Casa Blanca hacia el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed, el viernes pasado.
(Drew Angerer / Getty Images)

Sé que sentir compasión por el Presidente Trump - y por cualquier otra persona que sufra de COVID-19 - es lo correcto. Pero es difícil cuando 210.000 estadounidenses han muerto durante su mandato.

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Cuando me enteré que el presidente Trump había contraído el nuevo coronavirus, no sentí ni una pizca de empatía.

En realidad, me sentí culpable por tener esa reacción instintiva. Me considero alguien que se preocupa por los problemas de otras personas y puede sentir empatía por ellas.

Después de buscar en línea, vi que el sentimiento que yo temía expresar en voz alta, resonaba fuerte en internet. Ni al universo Twitter ni a mí nos sorprendió que un hombre que se había burlado de la gravedad del virus durante meses hubiera sucumbido finalmente a las consecuencias de sus palabras e inacción. “¿Cómo se enferma alguien que respetó tanto la pandemia?”, se preguntó un usuario de TikTok, en tono jocoso. “Qué loco. No puedo creerlo”.

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Los memes y los insensibles tuits de los anti-Trump provocaron una reacción de shock en personas influyentes como Kanye West y Rachel Maddow, quienes pidieron cortesía a las masas. “Dios bendiga al presidente y a la primera dama”, tuiteó Maddow. “Si usted reza, por favor ore por la pronta y completa recuperación [de ambos]… Este virus es terrible y despiadado, no se lo desearía a nadie”.

Para algunos, el sentimiento de Maddow fue un tuit elegante de parte de una crítica severa de Trump, prueba de que la decencia en la izquierda no se ha perdido. Para otros, como Carlos Maza, fue una expresión de las élites desfasadas de los medios, que no saben cómo vive la otra mitad. “Llamar al decoro es como pedir que el Titanic mejore”, afirmó Maza, un productor de video independiente, de 32 años de edad. “La cortesía solo importaría si el barco no se estuviera hundiendo. Pero el barco sí se está hundiendo”. Por “el barco”, Maza se refiere a los sistemas de poder estadounidenses que han causado una enorme desigualdad y dañado a los más vulnerables.

No podemos culpar a Trump de todos los problemas de Estados Unidos; heredó el gobierno de un país donde los negros tienen más de un 300 por ciento de probabilidades que los blancos de morir durante un encuentro con la policía, donde las corporaciones y las personas ricas pueden aprovechar las lagunas para no pagar miles de millones en impuestos federales sobre la renta, y donde los individuos con diabetes tienen que racionar la insulina, un medicamento vital cuyo costo se disparó después de que tres farmacéuticas que dominan el mercado subieron sus precios casi al mismo tiempo.

No, Trump no creó estos problemas, pero ha retuiteado repetidamente a los supremacistas blancos y las teorías de conspiración antisemitas, envalentonando a un segmento de este país de una manera que recuerda horriblemente nuestro oscuro pasado. Su política de separar a los niños migrantes de sus padres en la frontera es inhumana y probablemente dejará un trauma duradero en la psique de los involucrados. Su actitud arrogante y desdeñosa hacia el uso de mascarillas y el distanciamiento social, y su mala gestión de los testeos y el rastreo, necesarios para controlar esta pandemia, dejaron a la nación tristemente desprevenida. El número de muertos por la pandemia -210.000 y en aumento- es un desastre de proporciones épicas: Estados Unidos, Brasil e India lideran en pérdidas de vidas y sufrimiento a nivel mundial.

Entonces, para algunos, que Trump y sus aliados contrajeran el virus es un “pequeño destello de que quienes están en el poder son tan vulnerables como nosotros” y una señal de que la rueda de la justicia del universo alcanzó a un hombre que intentó separarse de las consecuencias de sus penosas acciones, afirmó Maza. “La gente no le desea la muerte porque está teniendo un mal día”, agregó. “Lo hace porque no tienen esperanza en ser escuchados”.

Me siento desesperada en medio de este clima político. Las apuestas para noviembre ya eran muy altas, pero ahora la Corte Suprema probablemente tendrá un nuevo juez conservador, que podría anular el derecho de la mujer a elegir. Ese magistrado habrá sido el tercero designado por un presidente que perdió el voto popular. ¿Cómo debo permanecer civilizada y educada frente a un sistema tan injusto y antidemocrático?

Matthew Feinberg, profesor de la Universidad de Toronto, indicó que los humanos están en gran parte “limitados en su empatía”. Y aunque la empatía se considera algo bueno, tener límites “en realidad nos ayudó a nosotros y a nuestros antepasados a sobrevivir”. “Si una persona, basándose en su comportamiento pasado, demostró ser alguien que no siente empatía hacia ti, entonces tiene poco sentido que tú la sientas hacia ella”, explicó el docente. “Para muchos, el presidente Trump demostró carecer de empatía. Por lo tanto, es difícil para esa gente sentirla por él ahora que está sufriendo”.

Feinberg agregó, además, las personas tienen dificultades para mostrar empatía recíproca por aquellos que no forman parte de su “grupo”. “Esto ayuda a explicar por qué muchos demócratas (o aquellos que no se identifican para nada con el actual mandatario) no pueden mostrar empatía por la situación de Trump”, remarcó.

Para el profesor, la gente tiende a ver el mundo como un lugar justo y equitativo. Entonces, cuando el presidente “que no parecía tomar el riesgo de contraer este virus en serio, e incluso se burlaba de quienes sí lo hacían, se enfermó, ello encajó con la noción de que obtuvo su merecido”, argumentó Feinberg.

Rob Sheridan, un artista independiente de 40 años que vive en el estado de Washington, piensa exactamente eso: que Trump tuvo lo que se merecía. Y considera que pedir cortesía y bondad hacia los líderes de un sistema que ha sido todo menos eso, es hipócrita. “La gente puede hacer los actos más descorteses del mundo siempre y cuando lleve traje y corbata”, reflexionó.

Algunas de esas faltas de cortesía serían el arrojar toallas de papel a una multitud que acaba de sobrevivir a un huracán en Puerto Rico, aprobar un oleoducto que amenaza con ensuciar el agua en las reservas indígenas y usar el dinero de los contribuyentes para enriquecer sus propios negocios. Para Sheridan, entonces, pedir amabilidad ante ese tipo de abuso es una forma de ayudar al abusador.

“Eso crea una situación en la que la cortesía se convierte en un pase libre para cometer atrocidades”, remarcó. “Necesitamos redefinir qué es la cortesía, si alguna vez vamos a poder luchar contra estas cosas”.

Para ser claros, Sheridan no cree que Trump sea el único mandatario que ha sido descortés. Los ex presidentes George W. Bush y Barack Obama autorizaron operaciones militares mortales y ataques con aviones no tripulados en el Medio Oriente. Eso le parece bastante descortés, y a mí también.

Es hora de que la prensa deje de atacar a la gente común, dijo Sheridan, por tuitear maldades a la nada desde sus hogares. Claro está, sus expresiones no son amables, pero tampoco lo son estos tiempos ni lo es el presidente de Estados Unidos y quienes lo habilitan. Ante tal indiferencia, crueldad y desprecio, no es de extrañar que la gente esté cansada de ser compasiva.

Exigir que los más vulnerables sean respetuosos con una administración que no les ha sido respetuosa no sólo es ilógico, sino insensible.

Realmente espero que Trump se recupere, y que pongamos fin a su cruel mandato con nuestro voto.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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