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Para algunos, volver a la vida anterior al COVID resulta más difícil de lo esperado

Shelby Bernstein sits outside with a mask on
Shelby Bernstein desea que todo vuelva a la normalidad, pero siente ansiedad al ver gente reunida en parques sin mascarillas o cenando en restaurantes al aire libre.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)
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Shelby Bernstein está deseosa de que la vida vuelva a la normalidad. En teoría, al menos. Sin embargo, a medida que las restricciones por el COVID-19 se levantan en todo el condado, se siente cada vez más ansiosa. “Tal vez sea como el Síndrome de Estocolmo, excepto que nuestro captor aquí es el coronavirus”, reflexionó. “Todos estamos tan acostumbrados a los estragos mentales y físicos que nos causó, que cualquier atisbo de normalidad parece algo malo”.

Durante el transcurso de la pandemia, esta fotógrafa de productos, de 29 años de edad, limitó sus escapadas al mercado, pasó un mes sin ver a su novio y solo se reunió con amigos en los parques, todos enmascarados y separados por seis pies.

En julio pasado regresó al trabajo en persona, en una empresa de joyería de Santa Mónica, pero pasaba la mayor parte del día sola, en un bungalow. Incluso trataba de limitar sus idas al baño para evitar estar en espacios cerrados con otras personas.

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Intelectualmente, Bernstein sabe que su riesgo de contraer COVID-19 en Los Ángeles es significativamente menor que hace un año. Los casos en el condado se han desplomado desde que alcanzaron el pico de enero, y más del 50% de la población adulta en el estado tiene al menos una dosis de la vacuna. Además, ella misma recibió su primera inyección hace unas semanas, lo cual le da una protección significativa contra la enfermedad.

No es hipocondríaca ni ermitaña. Extraña las fiestas y subirse a un avión para ver a sus amigos. Pero todavía no está lista para relajar los comportamientos que la mantuvieron a salvo y le dieron tranquilidad el año pasado.

Los expertos médicos avalan sus preocupaciones. Aproximadamente el 26% de los estadounidenses están completamente vacunados y el 40% tiene su primera dosis. Esos porcentajes todavía dejan a la mayoría de los estadounidenses desprotegidos.

Al mismo tiempo, señalan que para las personas completamente vacunadas, las actividades como abrazar a otros o comer en un restaurante son seguras, especialmente si sus amigos y familiares también están inmunizados.

Pero aunque los expertos pueden decir que las vacunas ofrecen una excelente protección contra el virus, algunos no pueden evitar sentir que todo parece demasiado bueno para ser verdad. No obstante los casos y las muertes tienen una tendencia a la baja en California, se incrementan en otras partes del país.

Como con casi todo en esta pandemia (reuniones familiares, cierres de negocios, escuelas), los sentimientos de los angelinos sobre la reapertura del condado van desde la alegría hasta la alarma. Mientras que algunos se maravillan ante la oportunidad de volver a ver películas en cines, tomar una copa en un bar con amigos, animar a los Dodgers o asistir a una pequeña cena con amigos completamente inmunizados, para otros -incluso si están vacunados- el temor de que cualquier relajación de los protocolos de seguridad derive en otro pico de casos es difícil de superar.

“Cada vez que veo a la gente comer afuera o salir con sus amigos sin mascarillas, me estremezco y me desespero”, reconoció Bernstein. “Odio sentirme así, pero desafortunadamente para mí y para muchos otros, creo que esta inminente sensación de pavor nos acompañará durante mucho tiempo”.

Los clientes cenan dentro de un restaurante de sushi en Long Beach.
(Luis Sinco / Los Angeles Times)

Una encuesta reciente de la Asociación Estadounidense de Psicología encontró que el 49% de los estadounidenses se sienten incómodos de adaptarse a las interacciones en persona una vez que termine la pandemia. Del mismo modo, el 46% dijo que no se siente cómodo volviendo a su vida anterior.

En ambos casos, aquellos que sienten temor tenían la misma probabilidad de estar vacunados o no, comentó Vaile Wright, directora sénior de innovación en el cuidado de la salud de la asociación. “Esto sugiere que la vacuna en sí misma no reduce la ansiedad, o al menos no la elimina”, remarcó Wright, quien trabajó en el estudio. “Hemos estado en esta rutina durante un año; cambiarla va a tomar algún tiempo”.

La Dra. Ella Shadmon, médico familiar en Pasadena, viajó recientemente junto con su esposo y sus dos hijas adolescentes a Arizona, para las vacaciones de primavera. Era la primera vez que la familia se subía a un avión desde que comenzó la pandemia. Como profesional médico, Shadmon recibió su primera vacuna en enero. Su esposo y una de sus hijas también están completamente vacunados.

La familia se colocó mascarillas N-95 para el corto vuelo de Burbank a Phoenix, y se quedó en un sitio de Airbnb cuando llegó a Sedona. Cenaron en restaurantes al aire libre, y primero se aseguraban de que el personal usara mascarillas debidamente.

Como está vacunada, Shadmon no se siente en riesgo de contraer COVID-19. Aún así, lidió con una variedad de sentimientos durante todo el viaje. “Fue extraño, pero también emocionante. Estaba demasiado lleno de gente; tuve muchas emociones encontradas”, escribió en una publicación de Facebook. “El reingreso a la vida no es tan fácil como parece”.

La Dra. Ella Shadmon y su esposo, Ittai, durante unas recientes vacaciones en Sedona, Arizona.
(Courtesy of Ella Shadmon)

Para Shadmon, este espacio poco claro en el cual ya no estamos en medio de la pandemia pero tampoco del todo fuera de ella, ha sido la fase más difícil de transitar.

Cuando los casos eran altos y las vacunas escasas, era fácil saber qué se debía hacer para estar a salvo: quedarse en casa tanto como fuera posible, usar mascarilla, mantener la distancia física. “Ahora estamos en un término medio”, destacó. “Y como cada estado, condado y comunidad hacen algo totalmente diferente, la cuestión se vuelve 100 veces peor”.

A la doctora ya no le preocupa que ella o sus parientes vacunados se conviertan en vectores de la enfermedad, pero ¿qué pasa con los demás? ¿Todas las personas que cenan en el interior de los restaurantes han recibido la vacuna? Tanto en Arizona como en California, la respuesta probablemente sea no. “¿Cuándo desaparecerá la sensación de que las multitudes están equivocadas? No estoy segura de cuándo me podré sentir así”, reflexionó. “Creo que necesitamos inmunidad colectiva total. Pero cuando lleguemos al menos al 50% [de vacunación], pienso que me sentiré muy diferente”.

Los informes sobre nuevas variantes del coronavirus y su potencial para superar la protección de las vacunas también se han sumado a la ansiedad de algunos.

“Hay un sentimiento tan duradero de falta de seguridad y confianza porque la información cambia constantemente sobre las variantes, la eficacia de las vacunas y cuánto dura la inmunidad”, comentó Laurie Stone, psicóloga del oeste de Los Ángeles. “No confío mucho en eso”.

Stone recibió su segunda dosis en febrero, pero eso solo es un pequeño consuelo. “Todavía tengo este recelo crónico”, remarcó. “Es difícil suavizar el miedo”.

Laurie Stone, a therapist in West Los Angeles, outside her apartment in West Los Angeles
Laurie Stone, terapeuta en el oeste de Los Ángeles, está completamente vacunada desde febrero, pero reconoce que la vacuna solo le dio un 25% más de tranquilidad.
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

Para la Dra. Marybeth Sexton, especialista en enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Emory, tiene sentido que incluso la gente inmunizada se sienta ansiosa por las reaperturas, especialmente cuando la mayoría de los estadounidenses siguen desprotegidos.

Los no vacunados, en tanto, “deben seguir haciendo las cosas que sabemos que funcionan: usar una mascarilla en público, mantener distancia con otros y evitar situaciones que puedan derivar en eventos de gran transmisión, como cenar en espacios cerrados, beber en bares y grandes reuniones en el interior de lugares”, comentó Sexton.

Esas reglas, sin embargo, no necesitan aplicarse a las personas que están vacunadas. “Para los inmunizados, hacer esas cosas es de muy bajo riesgo”, destacó. “Dos semanas después de su segunda dosis de Pfizer o Moderna, o su primera dosis de Johnson & Johnson, su riesgo de contraer el virus se reduce drásticamente y la probabilidad de ser hospitalizado o morir es de casi cero”.

Movie-goers spread out with COVID-19 safety precautions in effect at The El Capitan Theatre in Hollywood.
Los espectadores, dispersos en cumplimiento de las precauciones de seguridad, se disponen a ver “Raya and the Last Dragon”, de Disney, en el teatro El Capitán, en Hollywood.
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

Chunhuei Chi, director del Center for Global Health de la Universidad Estatal de Oregón, coincidió en que las personas completamente vacunadas pueden salir a cenar y ver una película de manera segura, pero agregó que nadie debería esperar que todo vuelva al estado anterior a la pandemia con velocidad. “El regreso a la normalidad no es un salto rápido, es incremental”, comentó.

Incluso en Taiwán, donde no ha habido nuevos casos de coronavirus durante más de seis semanas, el gobierno exige que las personas usen mascarillas en el transporte público, destacó el experto.

Para aquellos que experimentan una ansiedad extrema, Charmaine Jackman, psicóloga y experta en bienestar, recomienda enfocarse conscientemente en el momento presente. “Si está en una espiral de sensaciones, detéctelo, repliéguese y no se juzgue a sí mismo”, comentó. “Las preocupaciones sobre el futuro pueden ser intensas. Viva el momento presente. No se adelante demasiado”.

Otra cosa a considerar: juzgar a los demás por tomar menos precauciones daña su propia salud mental.

“No sabemos por qué las personas toman ciertas decisiones. Podría haber una buena razón”, remarcó. “Es útil pensar en ello de esa manera, por su propio bien y tranquilidad”.

Lograr esa paz mental podría llegar al reingresar a la sociedad gradualmente. Se puede comenzar con algo relativamente fácil, como ir al supermercado con una mascarilla, indicó Wright, de la asociación psicológica. Luego experimentar con una pequeña reunión en el patio trasero y después con una comida en un restaurante al aire libre. “Cuando practicamos la evitación, implícitamente le decimos a nuestro cerebro ‘Esto me da demasiado miedo’ o ‘No puedo manejarlo’”, expuso. Lo que puede revertir esos mensajes es enfrentar las situaciones seguras.

Todos tenemos diferente tolerancia para la incertidumbre, añadió. Algunos solo podemos sentirnos cómodos pensando que estamos 100% seguros. Pero eso es difícil de alcanzar en todo momento, así estemos en una pandemia o no.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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