Anuncio

Columna: La nueva investigación de Biden sobre el origen del COVID-19 es algo positivo

Chinese President Xi Jinping wearing a mask and speaking into a microphone
El presidente chino Xi Jinping habla con pacientes y trabajadores médicos en un hospital de Wuhan, el primer lugar afectado por el nuevo coronavirus de origen desconocido.
(Associated Press)

Durante más de un año, el debate sobre los orígenes del virus ha sido profundamente político. Biden lo devolvió al ámbito de la ciencia.

Share

La semana pasada, el presidente Biden dio un ejemplo que todos -demócratas y republicanos por igual- deberíamos adoptar.

No fue tanto lo que hizo - ordenar a las agencias de inteligencia de Estados Unidos que echaran un nuevo vistazo a los orígenes del COVID-19, incluyendo si el coronavirus que causa la enfermedad se escapó accidentalmente de un laboratorio en China - como la mentalidad que impulsó su acción.

Durante más de un año, el debate sobre los orígenes del virus ha sido profundamente político, con el ex presidente Trump y muchos de sus seguidores abrazando la hipótesis de que el virus escapó de un laboratorio, mientras que una gran cantidad de sus detractores se burlaban de la idea.

Anuncio

Biden adoptó un enfoque refrescantemente diferente: Mantiene su mente abierta a ambas posibilidades y pide más información para acercarse a la verdad.

Cuando el COVID-19 apareció en la ciudad central china de Wuhan a finales de 2019, la primera conjetura de la mayoría de los científicos fue que llegó a través de una transferencia de animales a humanos, porque esa ha sido una ruta frecuente para la propagación de los virus.

Las autoridades chinas dijeron que la fuente de la pandemia parecía ser un “mercado húmedo” que vendía animales vivos. En Wuhan se encuentra un centro de investigación gubernamental especializado en el estudio de los coronavirus, pero los funcionarios aseguraron que la cepa encontrada en humanos no coincidía con nada de lo que estaban trabajando.

Antes de la pandemia, mi suegra era una persona luchadora y extrovertida. Cuando hace poco nos reunimos después de un año de encierro, me sorprendió el alcance de su pérdida.

May. 24, 2021

Algunos científicos afirmaron que no hay que descartar la posibilidad de una fuga de laboratorio, y los críticos de China, encabezados por el senador Tom Cotton (republicano), dijeron que la teoría merecía más atención.

Al principio, Trump ignoró el asunto e incluso elogió al gobierno de China por su “transparencia”. Pero en la primavera de 2020, a medida que la pandemia se extendía sin control por Estados Unidos, empezó a culpar a Pekín de lo que llamó la “plaga de China”.

Dijo a los periodistas que había visto información secreta que sugería que el virus procedía de un laboratorio. “Creo que cometieron un error horrible y no quisieron admitirlo”, manifestó.

El motivo político de Trump era transparente. Estaba siendo criticado por la caótica respuesta de su administración a la pandemia y necesitaba alguien a quien culpar. “La culpa es de China”, aseguró.

Y después de años de falsedades extravagantes por parte del presidente, era difícil que los críticos de Trump le creyeran, especialmente en ausencia de cualquier prueba disponible públicamente.

Sin embargo, lo que a menudo se perdía de vista era que había pocas pruebas directas que apoyaran la hipótesis de la fuga en el laboratorio o la del mercado húmedo. El origen del virus seguía siendo obstinadamente indeterminado, un hecho frustrante para aquellos que anhelaban una narrativa clara y despejada.

Con el tiempo, paradójicamente, esa ausencia de nuevas pruebas modificó el debate científico. Los investigadores pasaron meses tratando de determinar qué especies habían transmitido el coronavirus a los humanos, y no encontraron nada; tal vez la teoría de la fuga de laboratorio no era tan improbable después de todo.

Mientras tanto, el gobierno chino seguía sin cooperar con las investigaciones externas. Un equipo internacional enviado por la Organización Mundial de la Salud de las Naciones Unidas solo consiguió un acceso limitado al Instituto de Wuhan y a sus bases de datos. El jefe de la OMS dijo que los resultados de la visita no eran concluyentes: “Todas las hipótesis siguen abiertas y requieren más estudios”. Eso hizo que varios grupos de científicos, entre ellos algunos que habían sido escépticos sobre una filtración en el laboratorio, escribieran cartas abiertas instando a que se estudiaran de nuevo todas las posibilidades.

En Washington, la comunidad de inteligencia estadounidense ya había comunicado a Biden -y al Congreso- que estaba dividida: Dos agencias seguían inclinándose por la transmisión de animales a humanos, una estaba a favor de la idea de la fuga de laboratorio, pero ninguna estaba segura.

Así que el presidente les pidió que volvieran a investigar e informaran en 90 días.

Esto no supuso un cambio importante en la política, sino solo la admisión de que, después de más de un año, no sabemos mucho más que cuando empezó la pandemia. Francis Collins, el director de los Institutos Nacionales de Salud, repitió su diagnóstico sin cambios la semana pasada: “Lo más probable es que este virus haya surgido de forma natural, pero no podemos excluir la posibilidad de algún tipo de accidente de laboratorio”.

Esta nueva investigación puede acabar en más incertidumbre. E incluso si un científico o un espía encuentra pruebas concluyentes de cómo surgió el virus, eso no cambiará el curso de la pandemia ni lo que los gobiernos están haciendo para combatirla.

Pero podría tener consecuencias en otros sentidos. Si el virus procede de un laboratorio, se exigirán normas de seguridad más estrictas en todo el mundo, no solo en China, sino también en todos los países que investigan con virus. Se reanudará el debate sobre la conveniencia de los experimentos de “ganancia de función”, es decir, la investigación que deliberadamente hace que los virus sean más potentes como un paso hacia el diseño de defensas. Y el gobierno autoritario de China, que ha afirmado enfrentarse a la pandemia mejor que los países democráticos, sufrirá una grave pérdida de influencia y prestigio.

Mientras tanto, hay lecciones para el resto de nosotros. En las disputas científicas, hay que resistirse a la tentación de elegir un bando basado en la política del momento; hay que esperar hasta que lleguen las pruebas. Y acostúmbrese a la ambigüedad. No hay garantía de que un estudio de 90 días produzca respuestas claras. Algunos misterios están destinados a quedarse sin resolver.

Al enterarse de la nueva investigación, Trump, como era de esperar, hizo una lectura muy diferente, pero característicamente, fue autorreferencial y equivocada:

“Ahora todo el mundo está de acuerdo en que yo tenía razón”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

Anuncio