Por qué la política de inmigración de Biden se centra en los países del ‘Triángulo Norte’
WASHINGTON — La etiqueta de “Triángulo del Norte” vuelve a aparecer en las noticias, ya que el gobierno de Biden se enfoca en reducir la inmigración ilegal de los tres países que componen el triángulo: El Salvador, Honduras y Guatemala.
A muchas personas en Centroamérica no les gusta el término porque creen que agrupa injustamente, y a veces menoscaba, las tres naciones muy diferentes.
Pero la administración cree que hay suficientes similitudes en los tipos de políticas que quiere implementar, así como problemas relacionados con los tres gobiernos que complicarán la misión, lo que convierte el término en parte del léxico oficial. El presidente Biden nombró a la vicepresidenta Kamala Harris a cargo de la política del Triángulo Norte, y hay un enviado especial para esta zona, Ricardo Zúñiga del Departamento de Estado.
¿Por qué estos tres países? ¿No viene la mayoría de los migrantes de México?
Durante muchos años, los ciudadanos mexicanos constituyeron un mayor porcentaje de personas que intentaron cruzar la frontera norte hacia Estados Unidos, y aunque los números fluctúan, los centroamericanos de El Salvador, Guatemala y Honduras en la última década incrementaron enormemente sus llegadas e intentos de arribos.
Por ejemplo, en el año fiscal 2008, más del 90% de los detenidos por la policía estadounidense en la frontera eran mexicanos. En los primeros tres trimestres de 2019, los centroamericanos representaron el 74% de las detenciones. (La estadística de detenciones son comúnmente la forma en que el gobierno de Estados Unidos mide la inmigración).
El número de personas que cruzan la frontera desde los países del Triángulo del Norte se redujo el año pasado en el punto álgido de la pandemia por COVID-19, pero está repuntando.
¿Por qué los centroamericanos huyen de esos tres países?
El Salvador, Guatemala y Honduras han visto a sus gobiernos fracasar crónicamente para mejorar las condiciones políticas, desperdiciando la ayuda exterior y permitiendo que la corrupción profundice y enriquezca a un puñado de élites mientras la mayoría padece la pobreza.
En 2014, pudo haber un rayo de esperanza cuando la administración Obama también anunció planes ambiciosos para mejorar la seguridad y la economía de la región, un trabajo que se le encomendó al entonces vicepresidente Biden. Pero esos esfuerzos fracasaron, en parte porque los presidentes centroamericanos no cumplieron con su parte del trato, y luego el gobierno de Trump cambió el enfoque, de la ayuda, a la aplicación de la ley. En todo caso, las condiciones se han deteriorado.
Los desastres climáticos también hicieron que decenas de miles de ciudadanos centroamericanos se sintieran más desesperados. Dos devastadores huracanes consecutivos en 2020 destruyeron grandes franjas de la región, áreas que aún no se habían perdido por las sequías impulsadas por el cambio climático. La pérdida de cosechas priva a un número incalculable de centroamericanos de sus medios de vida basados en la economía agrícola.
Al hacer del Triángulo Norte una prioridad, los funcionarios estadounidenses calculan que pueden lograr la mayor mella en la migración, trabajando en áreas donde pueden canalizar más fácilmente la ayuda a las organizaciones de base y de desarrollo, lejos de las arcas del gobierno central.
¿Por qué evitar dar el dinero a los gobiernos? ¿No están mejor equipados para gastarlo de manera eficiente?
Eso podría ser cierto en teoría, pero los gobiernos del Triángulo Norte han demostrado ser ineficientes o corruptos o, como en el caso del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien se ha involucrado en un comportamiento antidemocrático que el gobierno de Biden no quiere recompensar.
Bukele ha tomado medidas para hacerse cargo del poder judicial y consolidar su autoridad. En Honduras, el presidente Juan Orlando Hernández ha estado implicado en un importante caso de tráfico de drogas en el que su hermano fue condenado a cadena perpetua por un tribunal de Nueva York. El presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei, ha intentado aplastar a los tribunales independientes y las investigaciones de corrupción y se cree que está en deuda con los poderosos oligarcas del país.
¿No es larga y controvertida la historia de la participación de EE.UU en Centroamérica? ¿Estados Unidos es responsable de los problemas que azotan al Triángulo del Norte?
Sí y sí.
Durante gran parte de los últimos dos siglos, Estados Unidos consideró partes de Centroamérica como su plantación privada para el cultivo de bananas y otras frutas, o un paisaje para aventuras salvajes y colonización, o un campo de batalla de poder en las luchas contra el comunismo.
Los funcionarios estadounidenses consideraron que era de su propio interés promover la subyugación de los centroamericanos, a menudo derrocando a líderes de izquierda como Jacobo Árbenz Guzmán en Guatemala, en la década de 1950, o prestando apoyo a dictadores como el nicaragüense Anastasio Somoza, en las décadas de 1960 y 1970.
Nicaragua sigue siendo un país profundamente dividido, represivo y empobrecido después de guerras y desgobierno. Pero la administración Biden no lo incluyó en el Triángulo Norte porque la mayoría de los nicaragüenses que huyen de su país se dirigen al sur, a Costa Rica o Panamá. (Los nicaragüenses que buscaron refugio en Estados Unidos en los años 80 encontraron un camino más fácil hacia el estatus legal porque el entonces presidente Reagan lo atribuyó a que habían huido del comunismo).
En el Triángulo del Norte, el intervencionismo estadounidense sofocó el desarrollo político democrático que preocupa a estos países hasta el día de hoy.
Hacia fines del siglo XX, Estados Unidos respaldó a un gobierno militar de línea dura en El Salvador en su guerra civil contra las guerrillas de izquierda que luchaban por los campesinos y trabajadores con el respaldo de Cuba y la Unión Soviética. La guerra se cobró más de 75.000 vidas y envió a cientos de miles a huir principalmente a California y el área de Washington, D.C.
Estados Unidos también interfirió en la guerra civil de 35 años en Guatemala, que terminó en 1996 y mató a cientos de miles, en su mayoría campesinos indígenas. Asimismo, EE.UU usó a Honduras como escenario para una guerra casi al mismo tiempo con el objetivo de derrocar a los izquierdistas en Nicaragua, causando un daño duradero a ambos países.
¿Quiénes vienen de los tres países?
Los migrantes que llegan de estos países abarcan toda la gama, pero una gran cantidad de ellos son agricultores, ansiosos por cosechar en cultivos donde la mano de obra es a menudo escasa, y muchos trabajan en la construcción, en el ámbito doméstico o en la industria de servicios. Quienes cuentan con mejor educación académica, o con mejores conexiones, a menudo encuentran puestos escolares y profesionales, aunque su estatus legal tiende a frenarlos. Un numeroso grupo de migrantes paga impuestos y apoya las economías locales.
Muchos eran niños traídos ilegalmente a Estados Unidos por sus padres y ahora constituyen los llamados Dreamers, un grupo estimado en 800.000 para quienes Obama aplazó la deportación para darles tiempo de obtener un estatus legal completo.
A principios de la década de 1990, Estados Unidos deportó por primera vez a miembros de una pandilla originada en Los Ángeles llamada Mara Salvatrucha, también conocida como MS-13, a su lugar de nacimiento en El Salvador. La pandilla creció exponencialmente en número, ferocidad, y finalmente se extendió en toda la región. Muchos solicitantes de asilo recientes dicen que están escapando de la MS-13 u otras pandillas que se han apoderado de sus vecindarios para extorsionar, violar y matar.
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