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OPINIÓN: La guerra en Afganistán terminó como comenzó: con un trágico atentado terrorista

En esta imagen suministrada por el Cuerpo de Infantería de Marina de EEUU
En esta imagen suministrada por el Cuerpo de Infantería de Marina de EE.UU, un efectivo carga a un bebé durante las operaciones de evacuación en el Aeropuerto Internacional Hamid Karzai en Kabul, Afganistán, el jueves 26 de agosto de 2021. (Sgt. Samuel Ruiz/U.S. Marine Corps vía AP)
(ASSOCIATED PRESS)
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En dos décadas, la aventura de Afganistán costó la vida de 2.461 soldados estadounidenses, 20.744 heridos, más de 126.000 afganos y 2.6 trillones de dólares, equivalentes a un gasto promedio de 300 millones de dólares diarios, como mencionó el presidente Joe Biden, en su mensaje a la nación, anunciando el fin de esa guerra.

El objetivo del más largo y costoso conflicto militar en la historia de Estados Unidos, era destruir a un talibán pobremente armado e improvisado, que albergó a Osama Bin Laden en 2001 y combatir el terrorismo, lo que alimentó el sueño de libertad y democracia de millones de afganos, que vivían oprimidos por la ley Sharia.

Ese sueño que entonces generó frenéticas manifestaciones de júbilo y entusiasmo, por la liberación de un rígido y opresor que ahogaba a la sociedad afgana lo reportamos desde ese país en 2001, siguiendo el avance de fuerzas de la Alianza Norte, a través de esa nación.

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Fuimos testigos de cómo turbas de gente descargaban su añejo resentimiento en cadáveres inertes de combatientes del talibán caídos, mientras aclamaban a los libertadores, lo que contrastó ahora con la pesadilla de millares de afganos que abarrotaron el aeropuerto de Kabul los últimos días.

Con más valor y determinación que sus antecesores George Bush, Barack Obama y Donald Trump, el presidente Joe Biden tomó la histórica decisión de “finalizar esa guerra que ya no era del interés nacional” el 31 de agosto de 2021 y que reportes oficiales clasificados, desnudan como una “Guerra contra la verdad”, en un país dominado por la corrupción.

De acuerdo a los “Papeles de Afganistán”, un proyecto federal, elaborado por la Oficina del Inspector General para la Reconstrucción de Afganistán, con el propósito de analizar la raíz del más largo conflicto bélico en que ha participado Estados Unidos, se revela que durante 18 años, funcionarios del más alto nivel de la Casa Blanca, los Departamentos de Estado, Defensa y agencias de Inteligencia, ocultaron información y numerosas indicaciones de que “cada día era más difícil ganar la guerra”, y optaron por presentar al público un panorama falso, distorsionando reportes y escondiendo evidencia, inequívoca e ineludible sobre esa amarga verdad.

El revelador reporte de ese proyecto confidencial, obtenido tras una larga lucha de 3 años, por el periodista investigador Craig Whitlock, del Diario Washington Post, al amparo de la Ley de Derecho a la Información, consta de más de 2.000 documentos y 400 entrevistas con todo el personal que ha jugado un papel directo en el conflicto bélico en las últimas 4 administraciones, que hablaron con franqueza, pensando en que sus opiniones jamás serían publicadas.

Los Papeles de Afganistán identifica a 62 de los entrevistados por nombre, puesto y tiempo en que tuvieron a cargo operaciones en esa nación. Otros 33 fueron identificados por Whitlock.

Durante la lucha por difundirlos, el gobierno trato inútilmente de impedir que se publicaran los nombres.

El brillante trabajo de Whitlock, del que aparecieron extractos en el Washington Post, está completo en su libro “Los papeles de Afganistán” publicado el 31 de agosto pasado.

“No tuvimos una comprensión fundamental de Afganistán; no supimos qué estábamos haciendo”, dijo Douglas Lute, general de 3 estrellas del Ejército de Estados Unidos, quien sirvió como “Zar de Afganistán” en la Casa Blanca, durante las administraciones de Bush y Obama.

Aparentemente se refiere a lo que pudo haber sido un abanico más grande de posibilidades, en las que, en lugar de sobornar a los “Señores de la Guerra”, con concesiones y altas sumas de dinero, se hubiera desmantelado su poder, eso habría permitido que se hubiese elegido democráticamente a gobernadores provinciales y un presidente con mayor autonomía, entre otras cosas.

Veinte años después, este quinto fracaso militar de Estados Unidos en las últimas décadas -como Vietnam, Irak, Siria y Libia- acabó sin cumplir su promesa de eliminar al talibán y la amenaza del terrorismo.

La apresurada, mal planeada y desesperada evacuación de 123.000 ciudadanos estadounidenses y afganos, les impidió recuperar numerosos aviones de combate, helicópteros artillados, vehículos blindados antiminas, uniformes, lanza morteros, misiles, ametralladoras de grueso calibre y municiones por más de 20.000 millones de dólares, con el que se había equipado a un cobarde e inútil ejército afgano y quedaron en manos del talibán, luego que el presidente Ashraf Ghani, huyó en un vuelo privado, llevándose 4 camionetas cargadas de pacas de dólares.

Así, el final de la guerra de Afganistán, apoyada por la mayoría de los estadounidenses, se convirtió en un desafío político más, para el presidente Joe Biden, quien enfrenta una sucia guerra política por parte del ex presidente Donald Trump, quien le atribuye numerosas falsedades sobre la evacuación de Kabul.

Sin duda el efecto más preocupante del fin de la guerra en Afganistán es el desplome de la popularidad del presidente Joe Biden, quien de 56% de aprobación, bajó a 50% en julio y 49% en agosto, lo que, sumado al impacto de la campaña de mentiras de Trump y los republicanos, podría ser el primer paso hacia una eventual condición favorable en la que Donald Trump busque retornar a la Casa Blanca.

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