Algunas escenas de la frontera entre México y EEUU, donde las normas migratorias van a cambiar

Desde El Paso y Ciudad Juárez hasta San Diego y Tijuana, gran cantidad de migrantes se aglomeraban el jueves en algunas secciones de la frontera entre Estados Unidos y México en las horas previas a que se suspenda la norma conocida como Título 42, implementada con el argumento de prevenir la propagación del COVID-19.

Algunos migrantes que han viajado desde Venezuela, Ecuador, Colombia, Perú y América Central temen que les sea más difícil permanecer en territorio estadounidense una vez que se suspendan las restricciones.

California

Hoy termina el Título 42. Esto es lo que ocurre en la frontera entre San Diego y Tijuana

El Título 42 permitió que los solicitantes de asilo y otros inmigrantes fueran expulsados rápidamente de Estados Unidos sin poder solicitar protección durante la pandemia.

May. 11, 2023

Estas son algunas de las escenas que están ocurriendo a lo largo de la frontera internacional de 3.140 kilómetros (1.950 millas):

María José Durán, una estudiante venezolana de 24 años que se encontraba sentada en la margen del río Bravo de la ciudad mexicana de Matamoros, estaba a punto de llorar.

Funcionarios mexicanos de inmigración intentaban trasladar a los migrantes a un campamento improvisado, alejado de un punto en el que pudieran vadear el río, conocido como Rio Grande en inglés.

Durán dijo que abandonó la universidad cuando sus padres ya no pudieron pagarla y partió rumbo a Estados Unidos con un grupo de amigos y parientes. Cruzaron la traicionera selva del Darién entre Colombia y Panamá y luego otra media docena de países hasta llegar a la frontera estadounidense.

“Ahorita no sé qué pensar, o sea tanto, pasando una travesía tan fuerte para encontrarnos con esto”, manifestó, señalando a la orilla opuesta, en la que podía verse a cuando menos una docena de agentes del estado de Texas con fusiles detrás de alambre de púas.

Desde el lado de México era posible ver a integrantes de la Guardia Nacional de Texas reforzando el alambre con el fin de impedir el paso de migrantes.

Posteriormente, Durán fue vista caminando a lo largo del dique junto con otros migrantes que habían cruzado el río y pasado a través del alambre de púas.

Cientos de migrantes alineados junto al muro fronterizo en Ciudad Juárez, México, seguían cruzando el jueves por la mañana y eran recibidos por la Patrulla Fronteriza estadounidense. Era una cantidad notablemente menor que en días recientes.

Los ecuatorianos Washington Javier Vaca y su esposa Paulina Congo, junto con sus dos hijos de 14 y 7 años, no sabían nada acerca del cambio en las normas.

“¿Y ahora será mejor o peor?”, preguntó Congo. “Pedimos asilo en México y después de cuatro meses nos lo negaron”.

Un salvadoreño que dijo llamarse David se alejó de la frontera e ingresó de nuevo a Ciudad Juárez por temor a ser deportado.

Autoridades en la remota comunidad de Yuma, en el desierto de Arizona, expresaron su preocupación después de que el promedio diario de migrantes que llegaban se elevó esta semana de 300 a 1.000.

Cientos de personas que ingresaron al área de Yuma cruzando el río Colorado el jueves por la mañana se entregaron a los agentes fronterizos, que posteriormente subieron a adultos y a niños a autobuses.

El alcalde Doug Nicholls le solicitó al gobierno federal que declare una emergencia nacional, de forma que puedan asignarse rápidamente recursos de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias y efectivos de la Guardia Nacional a su comunidad y a otras localidades fronterizas pequeñas.

La mayor parte de los migrantes son transportados a albergues operados por organismos sin fines de lucro ubicados más lejos de la frontera, pero funcionarios fronterizos los dejarán en libertad en las comunidades si no hay transporte suficiente disponible. Nicholls dijo que las autoridades le dijeron que el viernes planean poner en libertad a 141 migrantes que ya fueron procesados en el condado Yuma.

“La pregunta sigue surgiendo: ‘¿Y ahora qué?’ He estado haciendo esa pregunta durante dos años, sin respuestas”, comentó Nicholls. “Estamos en una situación en la que nunca habíamos estado”.

Cientos de migrantes que han estado esperando durante días por una oportunidad para solicitar asilo se formaron el jueves a lo largo de los enormes bolardos de acero que separan a Tijuana de San Diego.

En cierto momento, un agente de la Patrulla Fronteriza se agachó para hablar con una mujer que se había desmayado sobre el terreno polvoso.

Otros eligieron no dirigirse a la frontera y prefirieron permanecer en los albergues de Tijuana para esperar sus citas de asilo ya programadas o intentar conseguir una por internet. Había cientos de migrantes en los brillantes edificios color amarillo del albergue Agape Misión Mundial, mientras más de ellos se presentaban en la puerta de metal con poco más que unos documentos y unas cuantas pertenencias.

Daisy Bucia, de 37 años, llegó al albergue hace más de tres meses acompañada de su hija de 15 años luego de huir del estado de Michoacán, México, debido a que recibió amenazas de muerte. Ambas esperaban a tomar un autobús a la ciudad de Mexicali el sábado para una cita de asilo del otro lado de la frontera, en Calexico, California.

Dirigentes de organizaciones sin fines de lucro que brindan ayuda a solicitantes de asilo lejos de la frontera en Arizona señalan que están tan preparados como es posible para el nuevo escenario.

“Daremos lo mejor de nosotros y atenderemos esto con todos los recursos disponibles”, afirmó Teresa Cavendish, directora ejecutiva del albergue Casa Alitas de Tucson, el más grande del estado. “Aunque eso podría no ser suficiente”.

Servicios Comunitarios Católicos del Sur de Arizona gestiona la nueva instalación con 300 camas para hombres de Casa Alitas, así como otras cuatro instalaciones que también brindan albergue temporal para mujeres, familias y personas vulnerables, con una capacidad combinada de más de 1.000 camas.

David Miliband, presidente del International Rescue Committee, quien esta semana visitó el Welcome Center de la organización en Phoenix, expresó confianza en la capacidad de la agencia para manejar cualquier incremento de solicitantes de asilo en el lugar. El albergue de 340 camas estaba por debajo del 50% de su capacidad.

“Se puede lidiar con el problema siempre que se haga de forma organizada y humana”, comentó Miliband.

Beth Strano, directora de enlace para el centro ubicado en un tranquilo vecindario del sur de Phoenix, señaló que “el año pasado atendimos a 50.000 personas y a 38.000 un año antes sin que hubiera algún impacto negativo para nuestros clientes o la comunidad”.

Contrabandistas de personas ayudaron a la guatemalteca Sheidi Mazariegos y a su hijo de 4 años a llegar a Matamoros, donde ella y el pequeño cruzaron el río Bravo en una lancha de hule.

Pero agentes de la Patrulla Fronteriza los detuvieron hace una semana cerca de Brownsville, Texas. El jueves, la mujer de 26 años y su hijo arribaron de vuelta a Guatemala en uno de dos vuelos que transportaron a 387 migrantes en total.

“Escuché en las noticias que había oportunidad de entrar”, señaló Mazariegos. “Lo escuché en la radio, pero todo era mentira”.