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Padilla, de California, advirtió personalmente a Biden de que no se plegara al GOP en el tema de inmigración para ayudar a Ucrania

El senador Alex Padilla sale tras una votación en el Capitolio el 6 de septiembre.
El senador Alex Padilla sale tras una votación en el Capitolio el 6 de septiembre.
(Francis Chung / Associated Press)
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El senador Alex Padilla se acercó al presidente Biden en un acto de recaudación de fondos para su campaña en una extensa mansión de varios pisos en Pacific Palisades el fin de semana pasada para hacerle una advertencia.

Biden se encontraba en la casa palaciega de los inversionistas José E. Feliciano y Kwanza Jones para cortejar a los donantes y hablar del historial de su administración, pero Padilla apartó al presidente para hablar de las negociaciones tras bambalinas que se desarrollaban en el Senado.

Padilla estaba preocupado. Sabía que la Casa Blanca estaba considerando la posibilidad de aceptar cambios permanentes en la política de inmigración para ganarse el apoyo de los senadores republicanos y obtener unos 110.000 millones de dólares en ayuda para Ucrania, Israel y otros aliados de EE UU.

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Foto de octubre de 2022 del presidente Biden.
Foto de octubre de 2022 del presidente Biden saludando, de frente a la derecha, a la representante Karen Bass, demócrata por California, al alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, al senador Alex Padilla, demócrata por California, y a su esposa Angela Padilla, tras llegar en el Air Force One al aeropuerto de Los Ángeles.
(Carolyn Kaster / Associated Press)

“El mensaje principal que intentaba transmitir era advertirle [a Biden] de que los senadores republicanos le estaban arrastrando a un terreno que era una política perjudicial”, dijo Padilla al Times en una entrevista el pasado jueves. Biden “escuchaba atentamente” y le preguntó cuándo fue la última vez que estuvo en contacto con el personal del Ala Oeste, dijo el senador.

Padilla no quiso hacer más comentarios sobre la respuesta de Biden, pero dijo que desde Acción de Gracias ha estado en contacto “al menos a diario” con los funcionarios del Ala Oeste, entre ellos el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Jeff Zients, y Steve Ricchetti, consejero del presidente.

“Me gustaría que mantuviéramos la conversación y nos aseguráramos de hacer bien [el cambio]”, dijo Padilla. “Creo que ahora mismo estamos tratando de asegurarnos de no equivocarnos”.

Las preocupaciones de Padilla -y su feroz cabildeo ante la Casa Blanca- indican que el acuerdo sobre Ucrania, Israel y la política fronteriza que Biden y los líderes del Senado esperan alcanzar puede tener problemas para conseguir un amplio apoyo demócrata.

El Congreso debe aprobar pronto una ley de financiación suplementaria para que Ucrania reciba la ayuda que necesita para defenderse de la invasión rusa, argumentan Biden, los líderes del Senado y el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, que visitó Washington esta semana.

Funcionarios de la Casa Blanca y el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, intervinieron esta semana después de que quedara claro que un grupo bipartidista de senadores no había llegado a un acuerdo. Zients, jefe de gabinete de la Casa Blanca, se reunió con el líder de la mayoría del Senado, Charles E. Schumer (demócrata de Nueva York), y acudió el jueves a las negociaciones en el Capitolio para recalcar que Biden apoya más fondos para la seguridad fronteriza y está abierto a cambios en la política de inmigración, según un funcionario de la Casa Blanca.

“El presidente realmente piensa que tenemos que hacer algo en la frontera”, dijo el funcionario, a quien se le concedió el anonimato para discutir las delicadas conversaciones.

Los republicanos han presionado para que se adopten medidas que permitan a los agentes fronterizos expulsar a los inmigrantes sin someterlos a un examen de asilo; extiendan la detención de inmigrantes, incluyendo a familias; amplíen el uso de las deportaciones aceleradas desde la frontera hasta el interior de EE.UU.; y limiten quién puede solicitar asilo. Los republicanos también pretendían poner fin a la autoridad del presidente para acelerar la entrada humanitaria en EE.UU., a la que Biden ha recurrido en repetidas ocasiones para acoger a decenas de miles de inmigrantes procedentes de Afganistán, Ucrania, Venezuela y Cuba.

La Casa Blanca está considerando seriamente dos de las propuestas del Partido Republicano: Permitir a los agentes fronterizos expulsar rápidamente a los migrantes si el número de llegadas a la frontera supera un determinado nivel y elevar el estándar utilizado para determinar inicialmente si un migrante reune los requisitos para recibir asilo.

“Todavía no hay un acuerdo sobre los principios”, dijo a The Times un miembro del Congreso familiarizado con las negociaciones. “El texto legislativo está muy lejos. Los negociadores siguen avanzando hacia un acuerdo”.

Aunque los republicanos insisten en que un acuerdo está fuera de su alcance, los negociadores demócratas y los funcionarios de la Casa Blanca han señalado que estaban abiertos a acercarse a las demandas de los republicanos sobre la política fronteriza con el fin de llegar a un acuerdo antes de fin de año. “Estamos progresando”, dijo el jueves un asesor de la Casa Blanca. “Aún no hemos llegado a ese punto. Pero la conversación va en la dirección correcta”.

A última hora del jueves, Schumer acortó las vacaciones de los senadores, obligándoles a permanecer en Washington la próxima semana para llevar a cabo la votación. No está claro cuándo surgirá el texto legislativo definitivo, ni si se programará una votación en el pleno. E incluso si la Casa Blanca y el Senado consiguieran un milagro navideño, todavía necesitarán el apoyo de los demócratas, que, como Padilla, han expresado su profunda preocupación, y de la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, que está en receso hasta enero.

El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, señaló el jueves que no volvería a convocar a su cámara en Washington.

“Por alguna razón, la administración Biden esperó hasta esta semana para comenzar las negociaciones con el Congreso sobre la cuestión fronteriza”, escribió en X, la plataforma antes conocida como Twitter. “Aunque ese trabajo debe continuar, la Cámara no esperará para recibir y debatir un producto [hecho de manera] apresurada”.

Los republicanos de la Cámara de Representantes aprobaron a principios de mes un paquete de 14.000 millones de dólares para reforzar los esfuerzos de Israel en la franja de Gaza. El proyecto, sin embargo, recortó el financiamiento aprobado por la Ley de Reducción de la Inflación firmada por Biden, por lo que quedó muerto al llegar al Senado, controlado por los demócratas.

Bajo el mandato de Johnson, la Cámara no ha aprobado financiamiento adicional para Ucrania o los aliados estadounidenses en el Pacífico. Los republicanos de la Cámara, sin embargo, están presionando a los negociadores del Senado para que incluyan su proyecto de ley de inmigración en cualquier acuerdo con la Casa Blanca.

Esa legislación, que equivale a una lista de deseos de las prioridades de inmigración del Partido Republicano, tomaría medidas enérgicas contra la inmigración ilegal limitando el asilo, codificando las políticas fronterizas impulsadas por el expresidente Trump, ampliando el muro fronterizo, penalizando la permanencia en el país sin visado y obligando a las empresas a verificar la elegibilidad legal de los empleados para trabajar.

Gran parte de lo que se está considerando en las negociaciones supondría un obstáculo para el Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras de EE.UU., al tiempo que no abordaría la raíz de la migración, dijo Jason Houser, que fue jefe de personal del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU. hasta marzo.

A Houser también le preocupaba que las negociaciones pudieran revivir una versión de la política del Título 42 de la época de la pandemia, que permitía a los agentes fronterizos expulsar rápidamente a los migrantes sin considerar sus solicitudes de asilo. Bajo la política de la era Trump, las llegadas de migrantes a la frontera en realidad aumentaron, en parte porque muchos migrantes volvieron a cruzar la frontera inmediatamente después de ser expulsados. La expulsión no es lo mismo que la deportación formal, un proceso que puede acarrear consecuencias como el enjuiciamiento penal y la prohibición de entrar legalmente a Estados Unidos durante cinco años.

Facilitar a los agentes fronterizos la expulsión de migrantes no reduciría el número de personas que intentan cruzar la frontera porque algunos países no readmiten a los ciudadanos que EE.UU. rechaza, dijo Houser. Los migrantes expulsados -y los traficantes de personas que los trasladan a través de la frontera- simplemente volverían a intentarlo.

Kerri Talbot, directora ejecutiva del grupo de defensa Immigration Hub, espera que las negociaciones acaben fracasando. Resucitar una autoridad de expulsión no vinculada a la salud pública nacional sería una “herramienta contundente” que no tendría en cuenta las circunstancias de cada caso, afirmó.

A Talbot también le preocupa que la Casa Blanca esté sopesando elevar el listón legal que los inmigrantes tienen que superar en su primera entrevista con un agente fronterizo para evitar ser deportados por la vía rápida.

“Casi nadie tiene un abogado para llevar su caso”, dijo Talbot, un veterano defensor de los inmigrantes que ayudó a redactar el proyecto de ley de reforma integral de la inmigración de 2013 que aprobó el Senado. “Así que algunas personas con casos válidos quedarán bloqueadas”.

La Casa Blanca cometería un error político si cediera a las demandas de los republicanos, escribieron Talbot y Beatriz López, también de Immigration Hub, en una carta enviada el martes al personal de la Casa Blanca.

“La mayoría de los votantes en Estados Unidos están a favor de la inmigración y del orden, no de separar familias, deportar a inmigrantes asentados desde hace tiempo o acabar con nuestro sistema de asilo”, escribieron. “Aceptar las exigencias del GOP es aceptar un menor apoyo al presidente Biden en 2024”.

Otros expertos, sin embargo, afirman que en noviembre próximo, un acuerdo sobre política fronteriza podría no perjudicar las posibilidades de reelección de Biden.

Gran parte de las supuestas concesiones de la Casa Blanca “son una señal de que la administración Biden está intentando cortejar al centro, si no a la derecha, en materia de inmigración”, dijo Tom Wong, profesor de ciencias políticas y director fundador del Centro de Política de Inmigración de Estados Unidos en la Universidad de California en San Diego. Aunque la medida podría molestar a la gente de izquierda, los votantes del centro “son los más consecuentes” en las elecciones presidenciales, dijo Wong.

“La administración Biden está asumiendo un riesgo político al moverse hacia la derecha en materia de inmigración”, dijo Wong. Pero para la gente de izquierda, un segundo mandato de Trump “sería mucho más peligroso para nuestro sistema de inmigración que una segunda administración de Biden cediendo en algunas propuestas políticas republicanas”, añadió.

Padilla no quiso decir cómo votaría sobre cualquier proyecto de ley. Él, como otros senadores, sigue esperando a ver qué producen las negociaciones. Pero dijo que le costaría mucho “ceder a una mala política de los republicanos y no tener nada que ofrecer a los Dreamers, a los trabajadores agrícolas, a los trabajadores esenciales y a otros residentes de larga data en Estados Unidos que trabajan, pagan impuestos y contribuyen a la fortaleza de nuestra economía”.

“Eso sería terrible de cara a [las próximas elecciones]”, dijo Padilla. “Cuando [Biden] se presentó a la presidencia, habló de restaurar el alma de la nación, de mantenerse fiel a nuestros valores democráticos y de hablar en nombre de los solicitantes de asilo y de los refugiados”.

“Cuando oyes hablar de las ideas que se están barajando, es absolutamente preocupante”, dijo Padilla.

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