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Entre la creciente violencia armada, bajan las muertes accidentales por disparos

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Un festival de música country en Las Vegas: 58 muertos. Una iglesia bautista en Sutherland Springs, Texas: 26 muertos. Las calles de Baltimore el año pasado: casi 300 muertos.

La violencia con armas de fuego no se quedó corta de atención. Pero un aspecto positivo dentro del amplio tema obtuvo mucho menos cobertura: el número de muertes por disparos accidentales disminuyó constantemente.

En 2015 -el año más reciente para el que hay datos disponibles- hubo 489 personas asesinadas en tiroteos involuntarios en los EE.UU. Ello representa un descenso de las 824 muertes confirmadas en 1999, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Teniendo en cuenta el crecimiento de la población durante ese tiempo, la tasa cayó un 48%.

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Los expertos atribuyen el declive a una combinación de programas de educación sobre seguridad con armas de fuego, leyes estatales que regulan el almacenamiento de éstas en los hogares y un descenso en el número de familias que las poseen.

Si bien la mejora se produjo en todos los estados, los que tienen más armas y menos leyes continúan registrando la mayoría de las muertes por disparos accidentales.

Las ganancias se vieron ensombrecidas por un aumento general en las muertes por armas de fuego impulsadas por las dos causas principales: suicidios y homicidios.

Los accidentes representaron sólo el 1.3% de los 36,247 decesos por disparos en los Estados Unidos en 2015.

Aún así, ninguno de los lados del debate sobre armas habla mucho sobre el progreso logrado.

La Asociación del Rifle, que se opone a la mayoría de las medidas de control, no está ansiosa por reconocer que las regulaciones de armas podrían estar funcionando bien. El grupo se negó a efectuar comentarios para este artículo.

Una portavoz de Everytown for Gun Safety, que aboga por el control de las armas, calificó la caída como “alentadora”, pero sugirió que los datos de los CDC podrían no capturar todos los fallecimientos accidentales con armas de fuego porque depende de cómo los médicos forenses los clasifiquen.

El grupo sigue presionando para que hayan más medidas de seguridad y destacan tragedias como el asesinato accidental de JaJuan McDowell, de 14 años, en 2016. El joven visitaba a su familia en Savannah, Georgia, durante las vacaciones de primavera, cuando un primo de 13 años tomó un arma que, según dijo el chico, estaba descargada. El primo quiso mostrarle a JaJuan que ésta no se dispararía, pero había una bala en la cámara que mató a JaJuan al instante.

El forense dictaminó que el deceso de JaJuan fue un homicidio, y el primo pasó unos meses en detención juvenil por homicidio involuntario. Aún así, la madre de la víctima, Julvonnia McDowell, ve la muerte de su hijo como un accidente. “Él no apretó el gatillo intencionalmente”, aseguró. “Fue un tiroteo involuntario... fue algo prevenible”.

McDowell, quien vive en Atlanta, ahora trabaja con Everytown for Gun Safety en campañas educativas dirigidas a prevenir tales hechos. “Sus hijos pueden ir a la casa de cualquier persona… y [esto] le puede pasar a cualquiera”, dijo. “Por eso es tan importante hablar sobre la prevención y la seguridad de las armas”.

De los 489 asesinados en tiroteos accidentales en 2015, más del 85% fueron hombres, y casi el 27% de ellos tenían entre 15 y 24. La tasa para ese grupo - cinco muertes por cada 100,000 personas- fue más del triple del promedio nacional. Los varones entre 25 y 34 fueron el siguiente grupo más vulnerable.

Los promedios para hombres menores de 15 años fueron mucho menores, tal vez debido a las llamadas leyes de prevención de acceso infantil, que permiten que se presenten cargos penales o civiles contra el propietario de una pistola si un niño accede a un arma de fuego que no está almacenada de forma segura.

El Congreso se resistió crear tal legislación. Pero un total de 27 estados ahora tienen esas normas, y 14 consideran que el almacenamiento indebido es un delito penal.

En Hawái y Massachusetts, una persona podría enfrentar cargos criminales incluso si el arma está descargada. Massachusetts, que tiene la tasa más baja de muertes no intencionales en todo el país, es el único estado que exige que todas las armas de fuego sean almacenadas con un dispositivo de bloqueo.

En California, una ley firmada por el gobernador demócrata Jerry Brown en 2013 convirtió en un delito menor de tercer grado almacenar a sabiendas un arma de fuego cargada en un lugar donde un niño sin supervisión podría tener acceso a ella.

Sin embargo, los expertos argumentan que tales normas son probablemente sólo una parte de la historia detrás de las estadísticas.

Jon S. Vernick, codirector del Centro Johns Hopkins de Política e Investigación sobre Armas, considera que la disminución de las muertes por disparos involuntarios lleva al menos tres décadas. En 1981, por ejemplo, el total nacional fue de 1,871, casi cuatro veces la suma en los últimos años.

Para Vernick, la baja en la proporción de hogares con armas de fuego probablemente desempeña un papel importante en este tema. Mientras los estadounidenses continúan comprando armas en máximos históricos, éstas se concentran en un menor número de hogares.

En un informe publicado en 2015, los investigadores de la Universidad de Chicago descubrieron que el 31% de los hogares informaron tener un arma de fuego en 2014, una marca por debajo del 48% entre 1977 y 1980.

Los accidentes de caza también pueden haber descendido, dijo, ya que la proporción de estadounidenses que cazan parece haber disminuido. Los estados que tienen altas tasas de posesión de armas y fuertes tradiciones de cacería muestran las tasas más altas de muertes accidentales.

Entre 2006 y 2015, Louisiana tuvo un número considerable de muertes por arma de fuego accidental (321) y la tasa anual promedio más alta por un margen significativo: 0.71 decesos por cada 100,000 personas. Completan los 10 estados principales Mississippi, Alabama, Virginia Occidental, Arkansas, Wyoming, Montana, Kentucky, Alaska y Tennessee. De ellos, Mississippi, Kentucky y Tennessee tienen leyes de almacenamiento. La tasa en Louisiana fue más de 25 veces mayor que en Massachusetts.

Sin embargo, incluso muchos de los estados con la mayor cantidad de muertes experimentaron bajas pronunciadas. En Alabama, por ejemplo, el número de decesos por cada 100,000 personas cayó de 1.15 en 1999 a 0.41 en 2015.

Algunos expertos advierten que el descenso nacional también podría reflejar, al menos en parte, cambios en la forma en que los médicos forenses clasifican las muertes, determinaciones de las que los CDC dependen para obtener sus datos.

“La intención no siempre es obvia en el caso de las heridas de bala autoinfligidas... ya sea que el disparo haya sido accidental o suicida”, consideró Robert Anderson, quien dirige la rama de estadísticas en los CDC. “Los médicos forenses a menudo utilizan la forma accidental de la muerte por defecto en ausencia de evidencia convincente de suicidio. Creo que es probable que las investigaciones más exhaustivas arrojen tales pruebas y ello resulte en menos muertes accidentales”.

Para los investigadores, la incertidumbre sobre lo que está impulsando el declive también se debe a la falta de fondos federales para estudiar el tema. En 1996, el Congreso controlado por los republicanos aprobó la llamada Enmienda Dickey, que estipulaba que el dinero asignado a los CDC no podía “utilizarse para promover o abogar por el control de armas”. La disposición sigue vigente.

“Si hubiéramos visto este tipo de declive en alguna otra área de salud pública, como por ejemplo una enfermedad infecciosa, garantizo que a estas alturas ya habríamos explicado el motivo de la disminución”, aseveró Vernick. “La falta de financiamiento federal estable para la investigación sobre prevención de la violencia armada -en comparación, por ejemplo, con las enfermedades infecciosas- implica que no estemos seguros de las causas”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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