Anuncio

Los padres de un adolescentes asesinado en Parkland usan el “activismo gráfico” para enfrentar a la NRA

Share

Manuel Oliver estaba de duelo frente a una multitud, mientras extendía pintura roja sobre lo que se sería el último retrato de su hijo, asesinado en el tiroteo registrado en una escuela preparatoria en Parkland, Florida.

Por lo general, cuando pinta, Oliver, de 50 años, un artista de cabello canoso, escucha la música que compartía con su hijo, los Ramones o Guns N’Roses.

Pero el sábado, escuchó a la multitud frente a la convención de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) en el centro de Dallas. Los manifestantes que protestaban por la presencia de la NRA fueron abucheados, al principio. Ocasionalmente, alguien gritaba alicientes. Entonces, Oliver golpeó el mural con un martillo. Luego volvió a hacerlo una y otra vez, hasta crear 17 hoyos, uno por cada una de las víctimas de Parkland, incluido su hijo, Joaquín. Después, colocó la imagen del joven de 17 años en el centro de la obra, dentro de un blanco.

Anuncio

El rostro de Oliver se deformó, torturado, mientras golpeaba el mural. Cada golpe resonaba como un disparo. La multitud se quedó sin aliento; al menos una niña sollozó.

Los Oliver, como otros padres y estudiantes de Parkland, están viviendo el duelo mediante las protestas, negándose a permitir que la nación olvide su pérdida. Lo llaman “activismo gráfico”, con el cual confrontan a los defensores de las armas -incluido el presidente Trump- y siguen evocando imágenes de su hijo después del tiroteo, del 14 de febrero pasado. Una imagen del primer mural de Oliver, “Demand a Change” (Exige un cambio), que muestra a Joaquín con un gorro de lana y una leve sonrisa, ahora aparece con frecuencia en los carteles que piden el control de armas. El sábado, fue colocado sobre una pancarta en la protesta.

Mientras el último mural de Oliver tomaba forma, su esposa miraba nerviosa. La multitud se había reunido afuera del Ayuntamiento. Al otro lado de la calle, en el centro de convenciones, más de 80,000 miembros y partidarios de la NRA se convocaban por segundo día, y se esperaba que más manifestantes por los derechos de armas llegaran en unas pocas horas. La policía de Dallas vigilaba el perímetro.

Mientras la cara de su hijo se proyectaba sobre una cartelera que mostraba a las víctimas de los disparos, su esposo recogió girasoles y los colocó en cada uno de los agujeros que había martillado en el mural. También había pegado imágenes en la obra: Dana Loesch, presentadora de NRATV, aparecía vestida como un payaso, portando un rifle AR-15. Trump, que había hablado para la convención el día anterior, lucía como maestro de ceremonias de un circo.

Patricia Oliver sonrió. Estaba contenta de sentir algo de alivio. Es doloroso ver a su esposo recrear la imagen de su hijo menor, de quien todavía hablan en tiempo presente. Patricia usa un cordón marrón de Marjory Stoneman Douglas High School como brazalete, junto con un dije de aguacate que recuerda el apodo de su hijo, “Guac”. “Tienes que hacer lo posible para sentirte mejor. Haría cualquier cosa por tenerlo aquí con nosotros”, dijo. “Hoy es el baile de graduación”.

La novia de Joaquín le envió a la mujer un mensaje de texto desde la casa de la familia, en Florida, donde había dormido porque quería sentirse cerca del chico. La joven asistiría al baile de graduación con su mejor amigo y prometió enviarle a los Oliver una foto de su vestido.

Patricia Oliver, de 51 años, una figura delgada con grandes ojos marrones como su hijo, estaba contenta de estar de viaje, aunque se sentía obligada a regresar a Stoneman Douglas High para la graduación, el 3 de junio próximo. Su hijo murió mientras cursaba el último año de preparatoria; ella cree que al joven le gustaría que ella vea a sus compañeros de clase, que colman su casa desde el tiroteo, cruzar el escenario y recibir sus diplomas. La hermana mayor de Joaquín, Andrea, de 25 años, recibirá el del chico. “Joaquín estaría triste porque no pudo terminar”, dijo Patricia.

Cuando su esposo terminó su mural, el sábado, el hombre desafió a Trump a visitar su hogar, en Coral Springs. “Pase cinco minutos en la habitación vacía de Joaquín”, expresó Oliver, con las manos manchadas de pintura negra.

Detrás de su espesa barba, su rostro se había calmado. “No se trata de estar enojados”, le dijo a la multitud. “Se trata de ser eficaces en la búsqueda de una solución, para que nadie más tenga que pasar por lo que estamos pasando nosotros”.

Los Oliver se mudaron a Estados Unidos desde Venezuela hace 15 años, se hicieron ciudadanos y se establecieron en Parkland debido a la presencia allí de escuelas suburbanas seguras. Manuel Oliver se convirtió en director creativo de una compañía de entretenimiento, y creaba murales en su tiempo libre para entidades privadas.

Pintar la imagen de su hijo una y otra vez es doloroso, reconoció, pero el emplear su dolor en ello es motivador. “Siento a Joaquín junto a mí. Hablo con él y le digo: ‘Aquí estamos otra vez. Tenemos que hacer un cambio y obtener impacto a través del trabajo de papi’”.

Después del tiroteo, los Oliver comenzaron una organización sin fines de lucro para empoderar a los jóvenes a votar y luchar contra la influencia de la NRA, especialmente por su defensa de los rifles de asalto. La pareja bautizó su grupo “Change the Ref”, debido a una discusión que Joaquín había tenido con su padre cuando fueron expulsados de un juego de baloncesto, después de una serie de malas marcaciones.

“¿Vas a hacer algo?”, Joaquín le preguntó a su padre, sugiriendo que el árbitro había sido sobornado.

“Que es exactamente lo que hace la NRA con nuestros políticos”, continuó Oliver. “Eso tiene que cambiar... La Segunda Enmienda te da el derecho de protegerte, no de atacar a otra persona”.

Así, han erigido murales en Miami, Nueva York y Los Ángeles, donde visitaron a estudiantes de la escuela Dr. Maya Angelou Community High School. También planean crear un mural en Orlando, Florida, el próximo mes, en el aniversario del tiroteo en la discoteca Pulse. Siempre alientan a los espectadores a firmar la obra de arte, especialmente a los jóvenes, como un respaldo de la causa por la cual luchan. “Es una forma de que Joaquín aún envíe un mensaje”, dijo su padre.

Los Oliver se presentaron, junto con estudiantes de Parkland y otras familias de los caídos, en la protesta Marcha por Nuestras Vidas realizada en Washington, D.C., y en otros eventos.

“El trabajo de Manuel Oliver no debería ser necesario, pero es absolutamente importante”, escribió el exalumno de Parkland Matt Deitsch, en un correo electrónico enviado el sábado desde Kenia, donde él y otros estudiantes darían un discurso. “Su hijo debería estar vivo. Su hijo debería ser más que un mural. Su trabajo es importante porque ilustra la pérdida causada por la obstrucción de la seguridad debido a la codicia del lobby de las armas”.

A los Oliver se les unió el sábado Fred Guttenberg, padre de familia de Parkland, quien habló en contra de la NRA luego de que su hija de 14 años, Jaime, también muriera en el tiroteo. “Los culpo y los considero cómplices en el asesinato de mi hija”, aseveró Guttenberg. “Mientras no pueda sacar de mi cabeza la imagen de ella, corriendo por un pasillo con un AR-15 en su espalda, voy a seguir haciendo esto”.

Otros padres de víctimas de tiroteos de masas llevan años protestando. Algunos se unieron a los Oliver el sábado, entre ellos Sandy Phillips, quien perdió a su hija de 24 años, Jessi, en el tiroteo registrado en una sala de cine en Aurora, Colorado, hace seis años.

Cuando Oliver terminó su mural y los estudiantes subieron al escenario para firmarlo, Phillips se acercó. Tenía lágrimas en los ojos. “No lloro muy a menudo”, reconoció. La mujer espera que los Oliver puedan lograr lo que ella y su esposo intentaron durante años: expandir el control de armas. “La crudeza emocional; es importante que la gente la vea”, indicó.

Mientras los Oliver terminaban de protestar, empezaron a llegar manifestantes opuestos armados. La pareja observó desde la esquina de una calle, mientras decenas de hombres, mujeres y niños pasaban. Algunos llevaban rifles AR-15 colgados sobre el pecho.

Patricia Oliver entrecerró los ojos para leer con más claridad los letreros que llevaban: “No renunciaremos a nuestras libertades, no nos desarmaremos ante la ignorancia” y “¡No hagas que mi familia sea una víctima solo porque te identificas como una!”.

Manuel Oliver vio a un anciano con una pistola enfundada en la cadera que caminaba de la mano con un niño pequeño (es legal portar una pistola abiertamente en Texas). Los dos hombres intercambiaron miradas cargadas. Oliver tomó la mano de su esposa y descartó la situación. “Nadie puede lastimarme más de lo que ya lo hicieron”, aseguró.

Después se marcharon, para unirse a otra protesta en el centro de la ciudad.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

Anuncio