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En Salinas, una familia es conocida tanto por sus orquídeas como por su impactante generosidad

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A mediados de julio, la familia Matsui escribió otro cheque.

Nadie de quienes viven aquí, en lo que se conoce localmente como la ensaladera de la nación, se sorprende cuando ello ocurre. Andy Matsui y su familia son conocidos por dos cosas: cultivar orquídeas a granel, y regalar dinero por millones.

La última donación, de $500,000, fue destinada a Natividad Foundation para instalar una nueva farmacia de hospital público, que atenderá a pacientes con cáncer y otras enfermedades crónicas.

Le pregunté a Hillary Fish, de Natividad, acerca de la emblemática donación de Andy Matsui. “Puedo decir que realmente lo amo”, respondió Fish, quien solía trabajar en la granja de los Matsui. “Creo que siente que ha tenido una vida maravillosa y que tiene los medios para poder ayudar a los demás, y quiere hacerlo”.

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En septiembre de 2017, la fundación de la familia Matsui donó terrenos al Hartnell College en Salinas, para ser usados según lo estime conveniente la escuela. El obsequio fue valuado en más de $20 millones de dólares.

Desde 2004, la familia otorgó alrededor de $8 millones en becas universitarias a estudiantes de preparatoria del área de Salinas, que de otra manera no hubieran podido pagar la universidad.

“El Sr. Matsui es una historia de éxito personal, de alguien sin educación formal pero que cree en la educación”, remarcó el presidente de Hartnell, Willard Lewallen, quien ha visto a los hijos de trabajadores agrícolas inmigrantes convertirse en académicos gracias a la ayuda de Matsui.

Cuando llamé a Rolando Pérez, exganador de la beca Matsui, éste respondió el teléfono desde un laboratorio de la Universidad de Stanford, donde es candidato a un doctorado en bioingeniería. Le pregunté en qué estaba trabajando.

“Estoy cultivando unos hongos”, respondió. Además, explicó que investiga el uso del micelio, la parte vegetativa de las colonias de hongos, para su uso en materiales de construcción y envasados. A partir de él se puede desarrollar también un producto parecido al cuero, y el joven está interesado en usar sus habilidades de bioingeniería para explorar usos prácticos de los desechos agrícolas.

Pérez, quien se mudó a Estados Unidos desde México cuando tenía 12 años de edad, pasó su infancia en una casa rodante, pegada a un centro de reciclaje. Ingresó en la Fuerza Aérea después de la preparatoria, y luego tomó con seriedad sus estudios cuando tenía veintitantos años.

Ahora, a sus 34 años de edad, relató que empleó una beca Matsui de $25,000 para obtener su título de bioingeniería en UC Santa Cruz, antes de obtener su maestría en Stanford. “El apoyo financiero de Matsui fue un factor importante en mi éxito”, narró. “No habría podido concentrarme en mi investigación en Santa Cruz... de haber necesitado tener empleos secundarios para pagar por mi vivienda y mis libros. Eso me habría mantenido fuera del laboratorio”.

Cuando me enteré de las donaciones de Andy Matsui, me pregunté qué lo motivaba a hacerlo. Puede que la respuesta nunca se sepa por completo. La enfermedad lo obligó a alejarse del negocio que construyó desde cero hace casi 50 años, después de trabajar para otros cultivadores de flores en California, y ahora padece la enfermedad de Alzheimer y vive con su esposa, Mary, en Pebble Beach.

“Sería una conjetura de mi parte”, afirmó su hija Teresa Matsui, quien comenzó a dirigir el negocio familiar hace unos cuatro años, cuando le pedí que explicara las buenas obras de su progenitor. Pero, como obrero agrícola inmigrante de Japón, estimó la mujer, su padre trabajó duro para lograr lo que hizo y estaba orgulloso de ello. Es posible que haya visto la filantropía como una medida de su éxito y una forma de retribuir a las familias que comparten la experiencia inmigratoria en California.

Matsui Nursery tiene 200 empleados, casi todos latinos, y es uno de los distribuidores de orquídeas más grandes de la nación; sus flores están disponibles en los supermercados en toda California y más.

Durante años, Andy Matsui otorgó becas a los mejores estudiantes del Valle de Salinas. Hace un tiempo, cambió su enfoque y comenzó a financiar un programa de becas junto con Hartnell College y Cal State Monterey Bay.

La idea era formar una fuerza de trabajo para la creciente industria de la tecnología agrícola, ofreciendo títulos de ciencias de la computación en solo tres años. Los estudiantes obtienen una beca de $25,000 o más, y asisten a clases durante todo el año; pasan la primera mitad de su trabajo de grado en Hartnell, que posee un extenso programa de tecnología especializada en el sector agrario, y la última etapa en Cal State.

Setenta y cinco alumnos ya obtuvieron sus diplomas, y algunos ahora trabajan en el área de San Francisco, Silicon Valley y el área de Salinas. Un centenar de estudiantes más siguen trabajando para obtener sus títulos.

Anita García, una graduada de Salinas High que fue criada por su papá, un conductor de camión divorciado de su madre, relató que ella trabajaba durante la preparatoria para ayudar a su familia, por entonces con problemas financieros. En la universidad estudió negocios, kinesiología, filosofía y psicología, y no podía decidirse sobre una carrera. Luego se enteró del programa de tres años de ciencias de la computación, solicitó una beca y recibió $30,000 dólares.

Hoy está graduada y trabaja como coordinadora del programa de tres años en Cal State Monterey Bay. “Mi objetivo a largo plazo es establecerme y aportar algo aquí en Salinas, con suerte en el sector de la tecnología agropecuaria”, expresó García, quien tiene ahora 26 años y acaba de mudarse a su propio hogar.

Teresa Matsui narró que el dinero de la fundación familiar que su padre destinó a las becas ha disminuido con las últimas donaciones. “El monto restante se usará para financiar ayudas a estudiantes desatendidos, de manera más duradera”, adelantó. Su nuevo enfoque será hacer de la granja Matsui Nursery “un lugar de trabajo más adecuado para las familias”, con más oportunidades de enriquecimiento a través de la educación y la capacitación.

Cuando le pregunté a Matsui por qué su padre no era el tipo de hombre de negocios exitoso que compra yates y jets privados, la mujer respondió que sí había adquirido una casa en Pebble Beach y enviado a sus cuatro hijos a universidades de la Ivy League. “Y piloteó aviones, pero no había jets Gulfstream”, contó. “El negocio les ha dado a mis padres una vida con la que nunca podrían haber soñado cuando trabajaban en una granja de caquis, de dos acres, en Japón”, prosiguió Matsui. “Les permitió enviar a sus cuatro hijos a Harvard; todos tenemos éxito y no necesitamos que nuestros padres nos dejen dinero. Entonces, lo que podemos hacer como familia es apoyar y ayudar a aquellos que contribuyeron con nuestro éxito”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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