Anuncio

United Airlines tiene el peor registro de muertes de mascotas en los EE.UU.

Share

Nota del editor, 14 de marzo de 2018: este artículo de opinión, publicado hace 11 meses, fue ampliamente difundido en las redes sociales en los últimos días tras la disculpa de United Airlines por la muerte de un perro que fue colocado -por indicación de un asistente de vuelo, y en violación de la política de la aerolínea- en un compartimento superior.

Aquí está nuestro más reciente reporte sobre ese incidente.

Como si se necesitara otra razón para pensar dos veces antes de reservar un boleto en United Airlines, que arrastró a un pasajero de un vuelo esta semana, aquí hay una más: United tuvo el peor récord entre las aerolíneas estadounidenses en muertes de mascotas en aviones durante 2016, según datos recientes del Informe del Usuario de Viajes Aéreos, que emite el Departamento de Transporte.

Anuncio

Esto marca el segundo año consecutivo en que la aerolínea merece esa desafortunada distinción. En 2016, nueve mascotas -ocho perros y un gatito Sphynx- murieron bajo el cuidado de la aerolínea y 14 sufrieron lesiones, en su mayoría en los dientes y las encías, por masticar (probablemente con agitación) la rejilla de sus cajas. “Autoinfligidas”, llaman las aerolíneas a esas lesiones. Esa cifra se registró de entre 109,149 animales transportados. Entonces, la gran mayoría de ellos sobrevivió los viajes sin incidentes, pero por supuesto, cualquier muerte de una mascota es un hecho horrible.

Al menos, el número de decesos en 2016 disminuyó en comparación con 2015. Ese año, la aerolínea registró 14 muertes y nueve heridas (sí, al revés de las estadísticas de 2016) de 97,156 animales transportados.

Sobre la base de las necropsias ordenadas por la aerolínea, United concluyó que la mayoría de los fallecimientos de 2016 se produjeron por causas naturales: insuficiencia cardíaca, arteriosclerosis, insuficiencia respiratoria “asociada con razas braquicéfilas” -los perros y gatos con rostros hundidos-. La empresa se absolvió de cualquier responsabilidad por los decesos, excepto en el caso de un terrier American Staffordshire de siete años, que murió de insolación en una terminal de San Salvador antes de la partida.

E incluso en ese caso la aerolínea se eximió diciendo que no había informes de clima extremo, pero que de todos modos estaban “revisando el proceso interno” en el aeropuerto, y que el gatito había muerto de “edema pulmonar”.

Pero algunos propietarios cuyos perros murieron en vuelos de United -o justo después de ellos- acusaron a la aerolínea de maltratar a sus queridas mascotas.

En febrero, Kathleen Considine empleó Facebook para describir su terrible experiencia con la línea aérea por la muerte de su golden retriever Jacob, de 80 libras y siete años, quien debía volar de Detroit a Portland con una escala de una hora en Chicago. Debido a su tamaño, no se lo pudo colocar en el vuelo de conexión, por lo cual lo dejaron toda la noche en una perrera de Chicago.

Al día siguiente, lo colocaron en un vuelo a Portland. Llegó desorientado y Considine lo llevó rápidamente al consultorio de un veterinario, donde murió. “Su estómago se revolvió debido al estrés del viaje, que fue 20 horas más de lo esperado, y sofocó sus órganos”, escribió Considine en línea. “United Airlines no asume ninguna responsabilidad por la muerte de mi mejor amigo”. Desde entonces, comenzó una petición en línea para que la Administración Federal Aérea (FAA, por sus siglas en inglés) permita a las aerolíneas transportar perros más grandes en las cabinas de los aviones.

En 2012, la modelo Maggie Rizer transportó a dos de sus golden retriever en un vuelo de United desde Nueva York a San Francisco. Cuando ella y su familia fueron a recoger a los canes, de acuerdo con su relato, una trabajadora de la aerolínea los saludó casualmente con la noticia de que “uno de ellos está muerto”. La necropsia descubrió que el perro había muerto de insolación. United emitió una declaración donde alegó que el perro había estado en un ambiente con temperatura controlada durante toda la travesía.

Cerca del momento del incidente con el perro de Rizer, United voló un mastín napolitano de dos años desde Miami a San Francisco, con una escala de tres horas en Houston. Cuando su propietario, Michael Jarboe, abordó en Houston, miró hacia la pista y se alarmó al ver a su perro en su jaula, en un carrito de equipaje, jadeando pesadamente en el calor de 95 grados. El perro, Bam Bam, estaba muerto al llegar a San Francisco. La causa del deceso se consideró un “colapso cardiovascular”. La aerolínea insistió en que el can había estado un área especial de espera, bien ventilada, durante la mayor parte del tiempo (la aerolínea reembolsó la tarifa de transporte del perro).

La Humane Society de los Estados Unidos asegura que los viajes aéreos pueden ser de riesgo para las mascotas y especialmente peligrosos para las razas braquicéfalas, como los pugs, bulldogs y gatos persas, cuyos cortos pasajes nasales los hacen vulnerables a la falta de oxígeno y al golpe de calor.

Cuando mi gato de pelo corto, Arnold, vivía, volaba regularmente con él. Tuvimos suerte; encontré asistentes de vuelo y manipuladores de equipaje atentos y amables.

Él siempre viajaba en una gran jaula, así que debía registrarlo como equipaje. Pero lo mantenía a mi lado todo lo que podía, y a veces lo llevaba hasta la puerta de embarque antes de entregárselo a los agentes (esto era en los días previos al 11 de Septiembre.) Una vez, mientras estaba sentada en la puerta con Arnold, los asistentes me dijeron que lo subiera a bordo, ya que el vuelo no estaba lleno (de nuevo: esos eran los buenos tiempos) y encontrarían un lugar para colocarlo. Abordé, entregué la jaula transportadora y fui a sentarme. Cuando ya estábamos en vuelo, un asistente se acercó a decirme que habían encontrado un buen sitio para él: habían amarrado su casilla a un asiento vacío en primera clase. ¡Yo quería preguntarle si podía intercambiar lugares con mi gato!

La Humane Society sugiere volar con su mascota en la cabina, si es posible. Si el animal debe volar en carga, verificar los informes de incidentes con animales de la aerolínea, tomar un vuelo directo y preguntar si puede ver a su mascota en la bodega.

Finalmente, compartiré una historia más de Arnold: además de todas las etiquetas de identificación en su jaula, yo colocaba una tarjeta que decía: “Soy Arnold, el gato. Mi destino final es…”, con una dirección y un teléfono. Al final de un vuelo, recogí a Arnold en el equipaje y descubrí que alguien había escrito en la tarjeta: “Fue un placer volar con usted, señor”.

En el presente, sería bueno que las aerolíneas trataran a sus pasajeros así de bien.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

Anuncio