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La apuesta peruana al Óscar es una mirada memorable e inusual a los prejuicios que perduran en los andes

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“Retablo”, la representante actual de Perú en la lucha por la consideración al Óscar del 2020, debería tener ya asegurada su nominación en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera de los Premios de la Academia.

Si quieren, pueden decir que mi afirmación está profundamente condicionada por el hecho de que soy peruano, como la misma producción a la que me refiero. Hay algo de eso, claro. Pero no se trata de una explicación suficiente, ni mucho menos.

Por si no lo saben, al igual que otras regiones latinoamericanas, mi país tiene una marcada inclinación a imponer en la taquilla local esa clase de comedias inofensivas y extremadamente comerciales que conquistan a miles pero merecen el más ignominioso de los repudios por parte de los críticos, mientras que trabajos como este, alejados por completo de complacencias similares, suelen pasar absolutamente desapercibidos, sobre todo porque se exhiben en poquísimas salas, en días contados y en horarios imposibles.

Pese a ello, “Retablo”, la ópera prima de Álvaro Delgado Aparicio, es un film que debería convencer no solo a las personas que se han criado en el citado territorio sudamericano y que se encuentran de algún modo familiarizadas con los temas mostrados por aquí, sino también a cualquiera que admire las buenas historias y el manejo sobresaliente del lenguaje cinematográfico. Lo primero llega de la mano de un relato que explora facetas insospechadas de una cultura asentada en las montañas de la Sierra, y lo segundo gracias a una factura impecable que trasciende lo técnico para convertirse en una muestra de arte impresionante.

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Las cintas relacionadas al mundo andino no han sido raras en la cinematografía peruana, pero más allá de estar casi completamente hablada en quechua, esta se distingue desde el inicio por presentarnos de manera cercana el apasionante fenómeno de la creación de retablos -esas cajas maravillosas que reflejan vivencias cotidianas-; y poco a poco, va dejando de lado el aspecto naturalmente tradicional de las personas relacionadas a dicho oficio para introducirse de manera novedosa en un tema vinculado al universo gay que nunca habíamos visto tratado dentro de este entorno.

Otro aspecto interesante es que la homosexualidad no es observada de primera mano, sino de manera indirecta a través de la perspectiva que se le otorga a Segundo (Junior Béjar Roca), el tímido hijo adolescente y discípulo esmerado de Noé (Amiel Cayo), retablista adorado que no se atrevería a revelar su verdadera naturaleza por vivir en medio de un ambiente profundamente homofóbico en el que los adultos toman muchas veces la justicia en sus propias manos.

En el Perú de esta película, el terrorismo se ha acabado, pero subsisten otra clase de terrores -probablemente heredados del proceso de evangelización y combinados inadecuadamente con ideas de un pasado todavía más remoto- que pueden romper por completo la aparente armonía que se respira en medio de los parajes bucólicos reproducidos por la hermosa fotografía de Mario Bassino.

“Retablo”, que se estrenó de manera limitada en el Arena Cinelounge (6464 Sunset Blvd., Los Ángeles, CA 90028) el viernes pasado y se puede ver todavía hoy a las 11 a.m. y mañana a las 4.45 p.m., llegó a nuestra ciudad de manera paralela a Latin American Nomination Screenings (LANS), una muestra de películas propuestas para la misma ceremonia del Óscar por sus respectivos países que culmina hoy en el Teatro Montalbán de Hollywood.

Al menos dos de ellas, “Yo, imposible” (de Venezuela) y “Tu me manques” (de Bolivia), plantean dramas y dilemas propios de una comunidad LGBTQ+ que sigue viéndose profundamente afectada en nuestras naciones de origen por una ola inagotable de odios, de ignorancia y de prejuicios que nace frecuentemente de convenciones caducas y de un pensamiento religioso que, a estas alturas, debería estar completamente descartado. El clamor está presente.

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