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¿Qué significa el cierre total de las salas de cine para la industria y para nosotros?

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Era inevitable que la expansión del coronavirus afectara a las salas de cine de los Estados Unidos, pero hasta hace solo unos días, nadie en su sano juicio podía imaginar que terminaría por suceder en este país lo que pasó hace solo dos meses en China, es decir, que prácticamente todos los recintos de exhibición fílmica cerraran sus puertas hasta nuevo aviso, como está ocurriendo ahora.

El fin de semana pasado no fue precisamente auspicioso, claro está. Luego de que se empezara a difundir más información sobre el modo en que se había expandido el COVID-19 por estos lares, de que varias compañías le recomendaran a sus empleados que trabajaran desde sus casas y de que se hiciera más claro el modo en que se contagia este mal, la mayoría de la población tomó la razonable decisión de alejarse de los cines, lo que se plasmó en la peor taquilla en Norteamérica en los últimos 20 años (con cifras de apenas $55.3 millones).

En esos mismos días, AMC Theaters y Regal Cinemas, las dos cadenas de exhibición más grandes del país, informaron primero que solo llenarían sus salas hasta la mitad con el fin de promover el distanciamiento social recomendado por las autoridades, y posteriormente, la primera anunció que solo dejaría entrar a 50 personas por recinto, mientras que al menos 100 cines del país cancelaban todas sus proyecciones.

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Sin embargo, en tiempos de crisis como los que vivimos, la gente busca distenderse con productos de entretenimiento, lo que quiere decir que todavía había personas dispuestas a tomar riesgos con el fin de sentarse ante la pantalla gigante. Y, por supuesto, los exhibidores no se encontraban tampoco dispuestos a abandonar por completo el negocio que les da de comer, por lo que muchos de ellos se negaron a admitir la realidad.

De hecho, hasta hace dos días, varias salas de L.A. se encontraban abiertas, y al menos una de las películas independientes que íbamos a incluir en nuestro video semanal de críticas (ahora cancelado) planeaba todavía estrenarse en tres salas del complejo Arclight; pero los anuncios del alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, y del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, sobre el cierre de auditorios de entretenimiento, bares, gimnasios y restaurantes hasta el 31 de marzo, terminaron por convencer a los empresarios de que había llegado el momento de apagar los proyectores.

De ese modo, el lunes, AMC Theatres y Regal Cinemas anunciaron un cierre total de sus locaciones nacionales a partir del día siguiente. Regal dijo que era algo temporal, lo que nos llevó a imaginar que sería hasta el fin de este mes, en consonancia con lo dicho por Garcetti y De Blasio; pero AMC fue más preciso, asegurando que lo suyo duraría al menos seis o 12 semanas. El martes, Cinemark (otra cadena importante) confirmó que también cerraría sus salas.

Obviamente, estas medidas no eran no solo convenientes en el plano de la responsabilidad social, sino también en el del negocio, porque si permanecían abiertos, los auditorios no iban a poder mantenerse operativos con títulos ‘viejos’ y sin poder renovar sus propuestas con propuestas realmente comerciales y viables, ante las numerosas postergaciones anunciadas por los grandes estudios en los días recientes.

Hemos leído ya en las redes sociales los comentarios de rigor de quienes aseguran detestar cualquier cosa relacionada a Hollywood y que pueden llegar incluso a celebrar que la gran industria se encuentre actualmente en aprietos tan serios. No se puede olvidar tampoco que hay varios lugares del planeta en los que existe una cuarentena obligatoria, lo que significa que solo se puede salir a las calles para comprar comida o recibir atención médica.

Taquillas en Norteamérica caen a sus niveles más bajos en por lo menos 20 años a causa de la pandemia del coronavirus

Mar. 15, 2020

Pero lo más interesante de todo esto es que quienes se verán realmente afectados por la crisis aquí descrita no serán los ejecutivos multimillonarios que gozan de enormes fortunas y que podrán probablemente capear el temporal, sino quienes se dedican a hacer películas independientes y batallaban ya con la indiferencia de un amplio sector de esa audiencia a la que solo le interesa ver producciones comerciales.

En ese sentido, las consecuencias de lo que está sucediendo van a ser evidentemente negativas y probablemente graves para los proyectos más artísticos y valiosos, sobre todo a niveles de promoción, incluso cuando el ‘indie’ depende muchas veces del ‘streaming’ (que se encuentra más vigente que nunca) para recuperar sus inversiones, mientras que, debido a la competencia ya prolongada de ese mismo ‘streaming’, los ‘blockbusters’ se esmeran cada vez más en recurrir a escenas descomunales de acción y a efectos visuales desmedidos que pierden espectacularidad al verse en una pantalla chica.

Un cierre de salas de estas características es algo que nunca había sucedido en Estados Unidos, y si el cierre se prolonga hasta el mes de mayo, los analistas calculan que generará pérdidas cercanas a los $17 mil millones.

Por otro lado, si las cosas se arreglan en las semanas que vienen, se podría producir una saturación de la cartelera ocasionada no solo por los filmes pospuestos, sino también por la irrupción de los que se encuentran todavía programados para los meses de junio y julio, como “Wonder Woman 1984”, “Tenet” (la nueva cinta de Christopher Nolan), “In the Heights” (un esperado musical), “Soul” (la apuesta más ambiciosa de Pixar para este año) y “Top Gun: Maverick”.

Y no hay que perder de vista a los espectadores, por supuesto. Como escritor de la sección de cine de este medio, recibo frecuentemente enlaces digitales para ver películas en casa, lo que facilita mucho mi trabajo, sobre todo en lo que respecta al desplazamiento invertido dentro de una ciudad tan complicada como L.A.; pero como amante del séptimo arte, sé perfectamente que el mejor lugar para ver una película de cine (tenga o no escenas de acción y efectos especiales) es y seguirá siendo una sala oscura, por el simple hecho de que se planeó para ser apreciada en un gran formato.

Incluso cuando se reabran las salas, habrá que ver si el público se vuelca nuevamente a ellas, cuando se tiene en cuenta que, ahora mismo, se han generado temores que hacen que cualquiera se espante cuando escucha a alguien toser o estornudar cerca suyo. Tras la superación de la pandemia (porque la vamos a superar, ¿verdad?), meterse en una sala de cine podrá ser visto todavía como una experiencia peligrosa que interferirá con una experiencia supuestamente placentera.

Hace poco, el LA Times publicó en su sección de deportes un artículo en el que el autor hablaba del extraño vacío existencial que siente tras la desaparición de todos los eventos que eran hasta ese momento una parte esencial de su vida. Los que escribimos sobre entretenimiento atravesamos algo semejante: además de que las salas están cerradas, ya no hay premieres, ya no hay entrevistas y ya no hay funciones de prensa; y hasta los ‘links’ brillan por su ausencia debido a que muchos estrenos han sido pospuestos.

Pero claro, en momentos como estos, sobrevivir empieza a convertirse en la preocupación principal.

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