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Cómo la película de terror ‘la Llorona’ amplifica el mensaje de la activista indígena Rigoberta Menchú Tum

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Con un optimismo cauteloso, la voz firme del icono guatemalteco y premio Nobel, Rigoberta Menchú Tum, proclama su convicción de que los pueblos indígenas pueden aprovechar el cine como catalizador social.

“El cine es la síntesis de nuestra realidad, pero implica recursos económicos, y por eso nunca ha estado al servicio de los acontecimientos que tocan las vidas de las persona reales, y mucho menos si hablamos de los pueblos indígenas,” Menchú compartió con Los Angeles Times desde el departamento de Quiqué al noroeste de la ciudad de Guatemala.

Guardiana incansable de la memoria histórica de su abrumada patria, Menchú, una mujer maya k’iche’, ha dedicado su vida de valiente activismo a la defensa de los derechos humanos que son implacablemente amenazados. Menchú continúa exigiendo justicia por el genocidio infligido por décadas contra la población maya de la nación centroamericana, un período sangriento que alcanzó su aterrador apogeo bajo la dictadura militar de Efraín Ríos Montt a principios de la década de los 80.

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Registrado en imágenes indelebles, ese sufrimiento colectivo toma la forma de una guerrera del inframundo en “La Llorona” del cineasta Jayro Bustamante, una película que retoma la popular leyenda latinoamericana sobre una mujer fantasmal que llora desconsolada para abordar este abominable episodio del pasado reciente de ese país. Menchú tiene un breve cameo en este aclamado filme de horror con tintes políticos estrenado en Estados Unidos a través de la plataforma digital Shudder a principios de este mes.

Menchú conoció a Bustamante y a su trabajo a través de una entrevista en la que el director la mencionó. “Cuando alguien habla de mí, me hace feliz porque significa que esa persona sabe lo que hago”, señaló Menchú, quien luego lo contacto y rápidamente los dos establecieron una amistad basada en la admiración mutua.

Impresionada por “Ixcanul”, la opera prima de Bustamante estrenada en el 2015, un drama en el idioma maya kaqchikel enfocado en una adolescente indígena embarazada y antiguas prácticas espirituales; Menchú acordó viajar a Los Ángeles para ayudar a promover la película después de que fuera seleccionada para representar a Guatemala en la categoría de mejor largometraje internacional en los Oscar. Su gran respeto hacia él creció aún más cuando el cineasta decidió abordar eventos tan profundamente personales para ella en su más reciente trabajo.

“Hablar de la memoria histórica y de los derechos humanos en Guatemala ha sido tabú por muchas décadas, y aquel que tocaba estos temas tenía que correr grandes riesgos, incluso hasta a su seguridad física,” comentó Menchú. “Me da mucha alegría que un joven como Jayro se atreva a abordar esos temas”.

“La Llorona”, que se puede ver desde este fin de semana en la plataforma Shudder, es el tercer largometraje de Jayro Bustamente (“Ixcanul”, “Temblores”) y su primera incursión en el género del terror.

Ago. 8, 2020

La amplia conciencia social que puede alcanzar una obra de entretenimiento inteligente y exitosa, cree Menchú, es necesario para una reconciliación viable. En los años transcurridos desde que Menchú recibió el Premio Nobel de la Paz en 1992, obtener el debido reconocimiento internacional para los horrores que ocurrieron bajo el brutal régimen de Ríos Montt ha representado una ardua lucha.

“Ha sido difícil posicionar, por así decirlo, los crímenes de lesa humanidad cometidos en Guatemala,” dijo Menchú. “Los únicos genocidios reconocidos en el mundo son los que se cometieron contra el pueblo judío, como si no hubiera habido otras atrocidades similares en otros lugares.” En repetidas ocasiones se les ha pedido a las víctimas que compartan los detalles de lo que sufrieron—tortura, masacres, desapariciones forzadas, incluso la erradicación de comunidades enteras—para que las instituciones determinen si ameritan ser designados como parte de un genocidio.

A nivel nacional, la batalla moral por el alma de Guatemala ha requerido desafiar a los perpetradores, quienes son despiadadamente poderosos y muy bien conectados.”Tienen la inteligencia para borrar evidencia, tiene la capacidad de intimidar a los testigos, a las víctimas, a los jueces, a los investigadores; y pueden modificar peritajes,” explicó Menchú. “Llegar a un tribunal es verdaderamente un imposible, pero nosotros hemos demostrado que lo imposible si es posible”.

Hace siete años, el 10 de mayo del 2013, Ríos Montt fue condenado a 80 años de prisión por genocidio y crímenes de humanidad. Sin embargo, la Corte Constitucional del país anuló prontamente su condena. “El hecho de que Ríos Montt no fue a la cárcel fue por tráfico de influencias”, declaró con certeza Menchú.

Aún así, Menchú no se arrepiente de nada. Ella y sus aliados se apegaron a los parámetros del sistema y, a pesar de chocar con su burocracia amañada, sus esfuerzos dieron como resultado cinco sentencias emblemáticas que desenmascararon a los autores intelectuales responsables de miles de muertes. De este angustioso proceso, Menchú e innumerables ciudadanos indígenas emergieron con un nuevo sentido de empoderamiento.

“Ha sido una lucha muy dura; sin embargo, hemos aprendido a perder el miedo a los perpetradores para poder hablar y aglutinarnos en torno a una causa de justicia justa”, explicó.

Una versión ficticia de ese proceso penal cobra vida en “La Llorona”, y es precisamente ese momento en el que Menchú y muchos otros sobrevivientes reales hacen una estridente aparición.

Bustamante, cuya abuela era maya kaqchikel, no quería que la escena del juicio luciera exactamente como en la realidad. Su afán era evitar críticas que pudieran distraer de la relevancia de la secuencia. “Había solamente una cosa me interesaba guardar de la realidad, era la posición del Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú Túm, quería dejarla a ella como guiño de lo que la película sería: Una bandera de lucha por los derechos humanos”, mencionó el director.

La falta de salas de cine sigue causando pesar entre todos los amantes del séptimo arte, y al menos en lo que respecta a las ciudades más grandes de Estados Unidos, el problema no tiene todavía visos de solución.

Ago. 7, 2020

Acompañada por su familia, Menchú se sentó detrás del malévolo general tal como lo hizo en la vida real. Para ella, este es un proyecto que refleja la memoria colectiva de Guatemala.

“Antes que nada somos defensores de derechos humanos, somos activistas sociales, somos gente que hemos trabajado mucho por los temas que aborda la película, y nos da mucho gusto haber participado,” dijo Menchú. “[La actuación] no es mi especialidad, pero es posible cuando hay buena voluntad de incluir personajes reales en una obra extraordinaria”.

“Para un país como el mío, en el que tenemos tan pocos íconos de luz, ella es una de estas linternas raras,” dijo Bustamante acerca de la presencia de Menchú en el set. “Ella es de las pocas personas que realmente están tejiendo puentes entre las diferentes Guatemalas que existen hoy”.

Logísticamente, puesto que requirió de más 500 actores de fondo, el juicio fue el segmento más desafiante de toda la producción. Pero a pesar de la gran cantidad de gente, Bustamante sintió una ambiente íntimo durante el rodaje. Todos los presentes en el set se comportaron con total respeto ya que comprendían la importancia de los juicios para las víctimas que testificaron.

Una de esas sobrevivientes, María Marcos, quien es una actriz maya ixil que aparece cubierta en el tradicional tzute mientras comparte su doloroso relato, le pidió permiso a Bustamante para cambiar su diálogo. Marcos quería que la historia que cuenta ante la cámara reflejara la suya para que la emoción transmitida sea realista. “Cuando lo dijo por primera vez todo el equipo tenía un nudo en la garganta,” dijo el realizador.

Los escalofriantes juicios, especialmente aquellos en los que los restos de los fallecidos fueron exhumados y presentados ante los jueces, fueron indescriptiblemente traumáticos; sin embargo, Menchú ve gran valor en inmortalizarlos a través de “La Llorona” para que nunca sean olvidados. “Al revivirlo en la pantalla, hemos hecho una declaración importante de algo que vivimos de primera mano”.

Simbólicamente, “La Llorona” otorga a los afectados una retribución poética materializada en una espeluznante ficción. Siendo una erudita profundamente empapada de la espiritualidad maya, Menchú aprueba la decisión de Bustamante de mostrar a un espíritu que acecha la conciencia del personaje que representa a Ríos Montt en la película. Lo atormenta con la inquietante sensación de ser observado, tal vez por aquellos a los que afectó violentamente.

“Yo no creo que la conciencia de los victimarios esté tranquila…porque lo que pasó no fue racional ni fue humano. Yo sé que cada ser humano tiene conciencia, hasta ellos,” dijo Menchú.

Para la actriz indígena María Telón, quien ha formado parte del elenco de las tres películas de Bustamante (incluso su drama LGBTQ + “Temblores” lanzado en el 2018), el racismo flagrante ha sido algo común desde su niñez. “La gente nos tiraban agua para que nos fuéramos del lugar donde poníamos nuestra venta. Yo era pequeña y no entendía porque tanto odio, “ expresó Telón. “Un día un señor nos gritó, ‘Indias sucias, con pulgas y piojos, no las queremos acá’. Ahí entendí que nos miraban diferente”.

Desde muy joven, Telón decidió que era mejor permanecer callada para evitar ser herida por la gente que se burlaba de ella. “Fue bien difícil relacionarme con otra gente que no fuera indígena como yo”, agregó. Aunque siempre había tenido una inclinación por la actuación, no fue hasta que su esposo murió y que se vio en la necesidad de mantener a sus hijos que ingresó a un programa que le brindaba alimentos, así como la oportunidad de actuar y hacer valer su libertad a través de la expresión artística.

Después de debutar en la película “Polvo”, de Julio Hernández, Telón recibió una llamada de la compañía productora de Bustamante, La Casa de Producción, la cual se especializa en historias con un componente de justicia social, para protagonizar “Ixcanul” junto a la joven actriz indígena María Mercedes Coroy (“Bel Canto”), quien también interpreta el personaje principal en “La Llorona”.

“La película me abrió muchas puertas, la actuación se volvió mi vida y es por este medio que logró enviar mensajes y dar a conocer a mi país al mundo,” comentó Telón. “Me he encontrado gente buena en el camino, entre ellos a Jayro, que para mi es como mi hijo mayor. Él me enseñó a escribir mis primeras palabras, y lo más importante es que me hizo creer en mi”.

Telón tuvo la oportunidad de conocer a Menchú en una proyección de “Ixcanul” como parte de un festival de cine y recuerda vívidamente que la activista le pidió que valorara su belleza natural y que nunca permitiera el abuso de nadie. “Antes, nosotras, como mujeres no sabíamos defendernos, no conocíamos las leyes, el idioma era limitante. Ahora ya hay jueces y abogados que hablan nuestros idiomas, gracias al apoyo que ella le dio al pueblo indígena”, agregó.

Por su parte, Coroy, quien se crió y aún vive en Santa María de Jesús, Sacatepéquez—un área que históricamente ha tenido una población mayoritariamente indígena—tenía una imagen de Menchú construida a partir de las historias negativas que difundían los soldados de su comunidad.

Menchú fue satanizada, y se le veía como una comandante de un grupo maligno que conspiraba contra el estado, puesto que esa era la versión perpetuada por los que estaban en el poder. Muchos de los hombres indígenas que desconfiaban de Menchú habían sido obligados a servir en el ejército durante la guerra civil guatemalteca que dio pie al genocidio, a abandonar a sus familias y a apuntar sus armas hacia sus hermanos y hermanas indígenas. El propio padre de Coroy fue uno de ellos.

Gracias a su trabajo en “Ixcanul” y a la oportunidad de conocer la historia del conflicto armado más allá del relato oficial, Coroy cambió su percepción. “Me di cuenta de porque ella lucha y de cómo ha defendido a nuestro pueblo. Uno hace la diferencia entre lo malo que te cuentan de una persona y sus acciones reales,” dijo Coroy. “Cuando la conocí y descubrí que va por el camino que yo quiero ir también para denunciar tanta injusticia y tanta impunidad, ahí fue cuando entendí que ella es una líder”.

Acostumbrada a la mala publicidad, Menchú no le da mucha importancia a los rumores, y se los toma hasta con un desafiante sentimiento de orgullo. “Para mi es un gran honor. Yo me pongo muy contenta cada vez que la crítica es tan burda y tan simple. Tiene un objetivo ideológico, el cual es intimidarme. A veces son amenazas muy serias, y me tengo que cuidar, pero en realidad es un honor que mi lucha no se acaba, que no me han logrado enterrar, y la verdad estoy muy orgullosa de ser famosa”, agregó la activista.

Las mafias corporativas que operan desde la prisión, descubrió Menchú, han orquestado las controversias recientes. Una incluso afirmó que los pueblos indígenas estaban planeando un golpe de estado contra el actual presidente, Alejandro Giammattei. Ella sabe que estos ataques son de facciones poderosas, pero la noción de dar marcha atrás jamás ha pasado por su mente.

“¿Qué puedo perder a estas alturas de la vida? Gracias a dios ya tengo 61 años y los he trabajado mucho, por lo tanto pues hay que seguir adelante”.

Como un roble inamovible, aparentemente inmune a la tormenta, Menchú se niega a enfocarse en el bombardeo de gotas que caen sobre ella incesantemente y prefiere recordar las raíces que la mantienen fuerte. “Yo aprendí que una persona no cambia la historia, una persona puede jugar un papel primordial pero no necesariamente altera el curso por si sola,” explicó Menchú. “Yo soy muy feliz porque sé quienes me acompañan, y cuando enumeró la cantidad de mujeres y hombre indígenas del continente que están conmigo, siento mucho honor. No tengo nada de qué quejarme”.

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