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Días de pasión, flamenco y el ‘duende’

Miguel Poveda durante el Festival de Flamenco de Los Angeles.
(Diana Salcedo)
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En el flamenco existe una expresión muy conocida para referirse al momento en que el artista se transforma y de pronto parece que algún ser brillante y mágico lo acaba de poseer para dejar todo de sí en el escenario.

Cuando aparece “el duende”, no hay nada ni nadie que pare al artista flamenco. Es una posesión que arroja chispas por todas partes y entonces el público, atrapado, queda boquiabierto, extasiado ante la transformación que está presenciando en el escenario.

Así nos pasó precisamente con las actuaciones que pudimos disfrutar en este Festival Internacional de Flamenco, que se llevó a cabo recientemente en Los Angeles.

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Cuando se abrieron las puertas, el teatro Wilshire Ebell Theatre me recordó las películas de los años 20’s que se proyectaban en esos teatros que olían a elegancia y contaban historias a enmarcadas en sus telones rojos de terciopelo.

La noche la abrió Miguel Poveda cantando “Padre”, una de las canciones de “Diverso”, su disco más reciente. La letra de Padre nos conmovió con su mensaje profundo sobre el destino de nuestro planeta Tierra.

Poveda fue atrapando a su público lentamente, como si fuera una telaraña que fue hilando con paciencia, hasta que los espectadores quedamos atrapados en la fuerza de su melancolía y fervor.

Conforme fue pasando la noche, ese duende travieso se apoderó de la trompeta de Arturo Sola y del bajo de Oskar Cartaya en una canción con notas de tango argentino, en la cual Poveda cantó a todo pulmón mostrando una voz fuerte, acerada y versátil.

Ya casi a la mitad del espectáculo Miguel gritó “¡Nos vamos pa´ Triana!” y de verdad nos llevó en un viaje musical hacia el flamenco. En lo personal, creo que es una de sus interpretaciones favoritas.

En esa noche mágica Poveda estaba contento y se divirtió en el escenario bailando al estilo flamenco con una felicidad que nos contagió a todos.

Para cerrar, presenciamos el arte del bailaor Antonio Molina “El choro”, al ritmo de unas Alegrías que nos dejaron con el corazón latiendo muy fuerte. El público se emocionó y ovacionó hasta el cansancio, como en un ruedo taurino. Era el menor de los homenajes que se les podía hacer a unos artistas que dejaron el alma en el escenario.

Pero nos tenían reservadas más sorpresas. A regañadientes se despidieron con un “fin de fiesta” que no puede faltar en los tablaos flamencos que se celebran en el sur de España, recordando que la cultura flamenca, es arte, pasión, melancolía y al mismo tiempo es mucha fiesta y alegría.

El programa del festival, continuó el jueves en “The Bourbon room” que se encuentra en Hollywood. La experiencia fue exquisita.

Este lugar da la sensación de estar entrando a un bar clandestino de la época de la prohibición: Todo a media luz, con una barra de madera muy grande en el centro y una decoración ecléctica con un fondo musical de blues y jazz.

El concierto es en una sección especial al fondo del bar, dónde sigues sintiendo que estás en un lugar escondido y que pocos tienen el privilegio de conocer, con un pequeño escenario al frente y mesitas redondas alrededor lo cual genera un ambiente muy cercano entre los artistas y sus espectadores.

Comenzó el espectáculo al ritmo del Sax de Antonio Lizana, quién nos presentó a los músicos que lo acompañaban desde Nueva York, y tocaron una mezcla entre jazz, blues, y flamenco que combinaba perfecto. Debo decir que jamás había escuchado una fusión de esos estilos, y mayor fue mi sorpresa cuando Antonio dejó el sax para impresionarnos con su “cante jondo”.

Antonio y sus músicos se divirtieron en el escenario. Se podía notar la complicidad entre ellos al improvisar.

Con una voz única y un talento enloquecedor, Antonio nos mantuvo al borde del asiento y sin palabras durante todo el espectáculo que duró casi 2 horas. Para cerrar con broche de oro, Antonio invitó a su amigo “bailaor” Manuel Gutiérrez, quien hizo una entrada triunfal por unas escaleras antiguas que estaban sobre el escenario.

Manuel fue la cereza del pastel bailando al ritmo de bulerías, con una gran energía. No me cabe duda que el duende salió a hacer de las suyas también esta noche.

Diana E. Salcedo practica el baile flamenco desde los 11 años. Es Arte terapeuta certificada por AMARTE AC. Es licenciada en Mercadotecnia. Actualmente estudia la maestría en Comunicación.

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