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La triste y surrealista historia del aclamado documental ‘Three Identical Strangers’

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Cuando se reunieron por primera vez, a los 19 años, los trillizos descubrieron rápidamente cuánto tenían en común. Aunque habían sido separados al nacer, David Kellman, Bobby Shafran y Eddy Galland habían crecido individualmente amando muchas de las mismas cosas: los cigarrillos Marlboro, la lucha libre, el mismo tipo de mujer.

Décadas más tarde, a los 56 años, los hermanos siguen aprendiendo acerca de sus puntos en común. En la niñez, Kellman y Shafran compartieron el mismo problema de visión: ambliopía, una afección en la que el cerebro y el ojo no están sincronizados, lo que da como resultado un ojo vago. Pero solo Kellman recibió tratamiento por la dolencia, un hecho que los enfurece.

Los hermanos pasaron los últimos años, de hecho, intentando manejar la ira; la ira por el destino que les tocó. Lo que comenzó como un cuento de hadas milagroso: ¡Tres hermanos perdidos tropiezan uno con el otro por pura casualidad! Desde entonces se convirtió en una oscura trama de engaño y crueldad. Esa es la historia que narra “Three Identical Strangers” (Tres extraños idénticos), un documental recién estrenado, que se proyectó en el Festival de Cine de Sundance en enero (y que debutó con impresionantes ventas de entradas en su lanzamiento, muy limitado, durante el fin de semana).

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La película, dirigida por el cineasta británico Tim Wardle, rastrea cómo los trillizos se encontraron al azar, en 1980, y al instante se convirtieron en los favoritos de los medios. Fueron entrevistados por Tom Brokaw y Phil Donahue, vistiendo atuendos a juego y respondiendo preguntas misteriosamente sincronizadas. El trío formó un vínculo tan rápidamente, que parecía como si no hubieran sido criados por tres familias adoptivas diferentes. Se mudaron juntos a un apartamento en la ciudad de Nueva York, y luego abrieron un restaurante en el SoHo, llamado -como no podía ser de otra manera- Triplet’s (De los trillizos), que atrajo a decenas de turistas.

Lentamente, sin embargo, llegó el declive. En 1995, después luchar contra la enfermedad mental, Galland se suicidó. Ese mismo año, el periodista ganador del Premio Pulitzer Lawrence Wright publicó un artículo en The New Yorker arrojando luz sobre un inquietante estudio psicológico. La investigación científica ideada por el destacado psicólogo Dr. Peter Neubauer y su Child Development Center, se propuso responder a la pregunta fundamental de la naturaleza frente a la crianza. A través de la ahora extinta agencia de adopción Louise Wise, un número desconocido de gemelos y trillizos fueron ubicados en diferentes hogares y observados en secreto durante años, por investigadores que realizaban visitas domiciliarias (a los padres se les decía que eran visitas estándar, para rastrear el progreso de los niños adoptivos).

Kellman, Shafran y Galland fueron parte del estudio, cada uno estratégicamente ubicado en una casa de clase trabajadora, otra de clase media y un hogar rico. La verdad está en el corazón de “Three Identical Strangers”, que se desarrolla como un misterio emocionante y macabro.

“Está más allá de la ira”, afirmó Shafran, para describir su estado emocional cuando se conoció la cuestión. “Nos llamaban ‘sujetos’. Somos víctimas. Hay una gran diferencia. No quiero sonar como personas horriblemente heridas ahora, como adultos -tenemos familias, tenemos hijos-, somos relativamente normales. Pero nos trataron como ratas de laboratorio. Nada más. Y somos seres humanos”.

El hombre estaba sentado con su hermano Kellman, y el director de la película, en Park City, Utah, a comienzos de 2018, horas después de que el documental llegara por primera vez al público. La experiencia, dijeron los hermanos, había sido movilizadora. Kellman escuchó a muchos en la audiencia llorar, y dijo que varias personas se le acercaron después de la proyección para ofrecerle abrazos. “Una pareja se acercó a nosotros y dijo: ‘En nombre de todos los psicólogos de investigación en el mundo, lo sentimos’”, recordó.

Aunque la experiencia del festival resultó catártica, ambos hermanos dudaron mucho sobre participar en el documental; le tomó cuatro años a Wardle convencerlos.

“Si ves lo que les sucedió a estos muchachos en sus vidas, no es sorprendente que inicialmente sean cautelosos cuando las personas se acercan a ellos”, afirmó el cineasta. “Nosotros, británicos, llegamos y dijimos: ‘Queremos contar la historia de sus vidas’. Y los medios los han estado molestando mucho. Yo sospecharía de la gente”.

Kellman concuerda: “Después de todo este tiempo, estaban tan entusiasmados con nuestra historia; nos preguntábamos qué tenían realmente en mente”.

Un anticipo que Wardle creó para recaudar fondos adicionales para el proyecto inicialmente no ayudó. Cuando los hermanos lo vieron, tuvieron dudas de seguir adelante. Incluso Wardle reconoce que el adelanto del film fue “bastante tabloide” y “un poco sensacionalista”, con fines de venta.

“Por cada programa de entrevistas en el que estuvimos, cada instantánea que nos prometieron, nadie nos envió nada. Sentí que todos estaban ganando dinero con nosotros, menos nosotros”, aseguró Shafran. “No se trataba del dinero, era solo que si íbamos a contar nuestra historia, queríamos contarla con sinceridad”.

A pesar del paso en falso, Kellman relató que él y su hermano decidieron dar un “salto de fe” y seguir adelante con Wardle. Y como resultado de su participación en la película, una gran cantidad de información nueva salió a la luz. Debido a la persistencia del equipo de filmación, miles de páginas del estudio de Neubauer fueron entregadas a los hermanos.

Neubauer falleció en 2008 sin haber hablado jamás públicamente sobre sus hallazgos. Dejó su investigación en la Universidad de Yale, donde deberá permanecer cerrada hasta el año 2065, presumiblemente para que cualquier sujeto de su estudio esté muerto antes de poder acceder a este.

El acceso a los documentos en Yale está controlado por la Junta Judía de Servicios para Familias y Niños. Una encarnación anterior de la organización sin fines de lucro, de 150 años de antigüedad, se llamaba Junta Judía de Guardianes, y esa organización fue una de las dos que ayudaron a establecer el Child Development Center (Centro de desarrollo infantil), de Neubauer, en 1947.

En un comunicado, un portavoz de la Junta Judía destacó que el grupo “no respalda el estudio de Neubauer, y lamentamos profundamente que haya tenido lugar. Reconocemos el gran coraje de las personas que participaron en la película, y agradecemos que esta haya creado una oportunidad para hablar públicamente sobre el estudio. Durante muchos años, la Junta Judía se ha comprometido -y continuará haciéndolo- a proporcionar a las personas que participaron en el informe de Neubauer el acceso a sus registros de manera oportuna y transparente”.

De hecho, después de que Wardle se involucró, la Junta Judía le dio acceso a Kellman y Shafran a unas 10,000 páginas del estudio. Hubo algunos hallazgos interesantes, como la revelación de la ambliopía, pero la mayoría de las páginas estaban muy editadas y ninguna informaba conclusiones formales.

“Se recopilaron los datos, pero los resultados nunca se publicaron, y estamos llegando a un punto en el que estamos bastante seguros de que nunca se hizo nada con eso”, expuso Shafran, un abogado que vive en Brooklyn junto con su esposa y dos hijos. “Y entonces, ¿qué sentido tenía todo esto, verdad? ¿Toda esta observación; recopilar todos estos datos y no tener conclusiones?”.

Cuando los hermanos se enteraron inicialmente del estudio, consultaron con un abogado, pero se les dijo que el plazo de prescripción podría ser un problema en el caso. Para Shafran, la explicación es ridícula: “No es como si alguien hubiera dejado un bisturí en el ombligo de alguien. ¿Cuántos casos como este hay que comparar? Lo que nos hicieron no fue una cuestión legal. A estas personas se les confiaron poderes y decisiones similares a las de Dios”.

Desde “Three Identical Strangers”, que saldrá al aire en CNN a principios de 2019, Kellman y Shafran comenzaron a reconsiderar sus opciones legales.

Aunque su participación en el documental agitó para ellos recuerdos dolorosos, también los ha llevado a un movimiento tangible en el caso y le dio a los dos hermanos “una razón para pasar más tiempo juntos y trabajar más en nuestra relación”, aseguró Kellman, quien vive en Nueva Jersey con su esposa y dos hijos, y trabaja como agente de seguros.

Wardle afirmó que es extremadamente consciente del efecto que su film podía tener en los hermanos. “Debido a sus antecedentes, nos planteó muchas consideraciones éticas”, admitió. “Normalmente, en un documental como este, cuando las personas hablan de recuerdos dolorosos de su pasado, esperamos que hablen con un psicólogo de antemano, y que conversen y se aseguren de que están cómodos y contentos con hacerlo. Les ofrecimos eso. Pero es su decisión hacerlo o no. Ciertamente no vamos a presionarlos, porque han pasado por un momento difícil a nivel psicológico”.

Shafran negó con la cabeza y lanzó una risa nerviosa. “Lo que quiero decir es... ¿qué es lo poco que podrían hacer por alguien como yo?”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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