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Los hitos ambientales: del romanticismo a la amenaza del punto de no retorno

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EFE

Varias décadas han pasado desde acontecimientos históricos para el medioambiente como la Cumbre de la Tierra o la Carta Mundial de la Naturaleza, hitos ambientales que estuvieron llenos de romanticismo, una idealización que ahora exige mayor rigidez ante el punto de no retorno que amenaza el planeta.

El director general de cooperación internacional e implementación de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), Hesiquio Benítez, dijo a Efe que será en 2020, en China, cuando se produzca el próximo hito ambiental, aún sin nombre, y se definan los pasos a seguir.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) ubica el punto de no retorno para frenar el cambio climático en el año 2025, por lo que las medidas ahora deben ser más rígidas.

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“El problema es que las perspectivas son terribles dado el ritmo al que acabamos con la biodiversidad, y sostener la demanda de recursos que viene debido a la sobrepoblación es un reto muy complicado”, aseguró el biólogo.

En la actualidad hay cerca de 8.000 millones de personas en el mundo y se estima que en 2050 se alcancen los 10.000 millones.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) se requerirá aumentar la producción de comida en 50 % y reducir las emisiones de carbono per cápita hasta el 25 % para garantizar la sostenibilidad del planeta.

Si no se toman las medidas adecuadas, esto podría dejar en jaque a los recursos naturales y la biodiversidad, por los cuales a lo largo de la segunda mitad del siglo XX se llevaron a cabo diversos hitos ambientales.

Según relató el experto, desde principios de los 70, la organización Club de Roma empezó a “poner en tela de juicio el modelo de desarrollo sostenible y hasta dónde el planeta puede dar de sí para el bienestar humano”.

Surgieron entonces la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES por sus siglas en inglés) o el Convenio de Ramsar, “de los primeros que trabajan por la conservación”.

Dos décadas después llegó la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, donde “surge una generación de convenios multilaterales ambientales como diversidad biológica y el cambio climático”.

Estos convenios ambientales, como los de otras convenciones posteriores, presentan algunas inconsistencias, pues al contrario que la CITES, que impone sanciones comerciales que pueden implicar millones de dólares, estos no lo hacen.

“Tienen un mecanismo que hace que tenga cumplimiento obligatorio, esto no pasa con las convenciones modernas como el Acuerdo de París sobre el cambio climático, donde si un país no cumple con sus obligaciones, no existe sanción”, aseguró Benítez.

“No hay un órgano que imponga sanciones a los países que no cumplan con las obligaciones”, agregó.

Cuando nació en Río de Janeiro el Convenio de Diversidad Biológica, este tenía 3 objetivos: “la conservación, el uso sustentable de la biodiversidad y el reparto equitativo de los beneficios que se derivan del acceso a los recursos”.

No obstante, “ningún país ha podido lograr los objetivos del Convenio de Diversidad Biológica y con el cambio climático vemos que no se están logrando las metas para reducir el calentamiento”, lamentó.

También surgió tiempo después el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente,(UNEP por sus siglas en inglés) pero, a juicio del especialista, “este nunca se ha convertido en una organización fuerte de la ONU como lo es la FAO”.

“UNEP es un programa del consejo económico social de la Asamblea General de la ONU, eso limita mucho la cuestión presupuestal, el margen de acción y la sombrilla ambiental a nivel mundial”, consideró.

Esto se traduce en “una crisis porque continúa el progreso de pérdida de hábitat, de contaminación, de cambio climático y de sobreexplotación de recursos”.

Han pasado muchas décadas desde que en 1982 se firmara la Carta mundial de la naturaleza, que incluía principios como no perturbar sus procesos esenciales o garantizar la supervivencia y viabilidad de todas las especies de la Tierra.

También se llamaba a “mantener la productividad de ecosistemas y organismos utilizados por el ser humano sin poner en peligro su integridad o la de otros ecosistemas y especies con los que coexistan”.

Si se mira el despiadado sometimiento que hoy sufre el planeta por parte del ser humano, parece que toca dejar la idealización de los hitos ambientales a un lado y que los organismos se pongan más férreos si se quiere dar a la naturaleza una protección real.

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