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¿Malditos o con mala suerte? Los habitantes de este pueblo tienen que huir de nuevo, esta vez por un volcán

Juan Ortiz está parado sobre aproximadamente 6 pies de escombros volcánicos en San Miguel los Lotes. Detrás de él, la segunda planta de una casa se alcanza a ver. Espera recuperar los restos de su hijo y de otros parientes cuya casa quedó enterrada bajo los escombros volcánicos (James Rodriguez/For The Times).
Juan Ortiz está parado sobre aproximadamente 6 pies de escombros volcánicos en San Miguel los Lotes. Detrás de él, la segunda planta de una casa se alcanza a ver. Espera recuperar los restos de su hijo y de otros parientes cuya casa quedó enterrada bajo los escombros volcánicos (James Rodriguez/For The Times).
(James Rodriguez/For The Times)

Una comunidad indígena sobrevivió a la guerra civil de Guatemala. Pero una erupción volcánica los está obligando a salir de una ciudad que ha simbolizado su resistencia y valor.

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Durante más de 20 años, un mural ha recordado a un par de cientos de familias su exilio forzado en México después de casi haber sido exterminados a manos de los militares guatemaltecos durante una sangrienta guerra civil. Las coloridas imágenes pintadas por los estudiantes cuentan una historia de tragedia, pero también de resistencia y unidad.

En primer lugar, muestra a familias indígenas que cultivan en las tierras altas del oeste de Guatemala. El segundo panel está dedicado a hombres vestidos con uniforme militar, armados con rifles, parados sobre un hombre sangrando del vientre. Los helicópteros surcan el cielo y el pueblo, abajo, se ve en llamas. Los niños se dispersan. La escena es seguida por un mapa del sur de México, a donde las familias huyeron.

La última imagen muestra su regreso en autobuses rojos, azules y amarillos y su nueva casa con el nombre del día en que llegaron aquí en 1998, fecha que incorporaron al nombre de su pueblo: 15 de Octubre La Trinidad.

Durante años, la semana del 15 de octubre fue un tiempo para celebrar la renovación y la comunidad. La gente del pueblo coronó a una reina. Mataron a sus gallinas más gordas. Bailaron al ritmo de la banda y la marimba. Pero este año no hubo festividades, y el mural explica por qué. El último panel muestra a hombres y mujeres que cuidan los cafetales y a los niños jugando. Pero también puede verse de manera prominente el Volcán de Fuego, que despide humo negro en un limpio cielo azul.

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Otilia García, presidenta del Consejo Comunitario para el Desarrollo de La Trinidad, fija su reloj en el porche de su Refugio de Transición, mientras su nieta Yoli Camposeco Jiménez, de 7 años, observa atentamente. (James Rodriguez/For The Times)
Otilia García, presidenta del Consejo Comunitario para el Desarrollo de La Trinidad, fija su reloj en el porche de su Refugio de Transición, mientras su nieta Yoli Camposeco Jiménez, de 7 años, observa atentamente. (James Rodriguez/For The Times)
(James Rodriguez/For The Times)
Los niños juegan dentro de un Refugio de Transición donde las familias de La Trinidad residen temporalmente. Escuintla, Guatemala.
(James Rodriguez/For The Times)

El 3 de junio de 2018, Otilia García Montejo, que dirige el consejo de la comunidad, estaba a punto de reservar la banda para las celebraciones del 20º aniversario de la erupción del volcán. En aquella ocasión la explosión eclipsó el cielo con una imponente nube de cenizas. Las rocas fundidas salieron disparadas al aire. El volcán ahogó a los pueblos vecinos en una mezcla infernal de lava, roca y ceniza.

En La Trinidad, García Montejo repartió máscaras para filtrar el fuerte olor a azufre. La gente lloraba y se acurrucaba en la iglesia católica en busca de refugio.

“Uno se siente muy vulnerable”, recordó García Montejo. “Tratamos de evacuar a la gente, pero unas persona no querían irse. Ese día fue muy difícil”.

El gobierno guatemalteco dijo que al menos 190 personas murieron. Las organizaciones locales dicen que miles de personas siguen desaparecidas.

La Trinidad está intacta pero marcada en rojo. El gobierno designó oficialmente la aldea como una zona de alto riesgo porque las lluvias podrían desencadenar flujos de lodo y ceniza. El volcán sigue activo.

Así que el mes pasado, cuando normalmente celebraban su regreso y supervivencia en medio de desastres tanto naturales como provocados por el hombre, los residentes estaban divididos. García Montejo y otras 80 familias, cerca de un tercio de los residentes del pueblo, decidieron irse de La Trinidad.

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Las familias firmaron un acuerdo con el gobierno para separarse oficialmente de la comunidad a cambio de pequeñas casas de concreto en La Industria, un barrio suburbano de Escuintla, un municipio a unos 45 kilómetros al suroeste de la ciudad de Guatemala.

Otilia Garcia Montejo and 80 other families signed an agreement with the government to officially break away from the community in exchange for small concrete tract homes in La Industria, a suburban neighborhood in Escuintla, a municipality about 45 60 miles southwest of Guatemala City.

Otros residentes de La Trinidad todavía esperan que el gobierno guatemalteco les ayude a establecerse en una zona rural llamada Finca El Prado, en un área de 3,000 acres de tierra sin desarrollar a unos 60 kilómetros de La Trinidad. García Montejo no ve esperanza en tales planes, y se cansa de pensar en reconstruir la comunidad una vez más.

“Hace veinte años llegamos a la Trinidad y tuvimos que empezar a construir todo de nuevo. No teníamos plomería. Ni casa”, recordó García Montejo. “Y ahora tener que llegar nuevamente donde no hay ningún servicio es muy complicado. Por eso le damos gracias a Dios por la oportunidad de tener nuestra casita”.

Mientras tanto, otros líderes comunitarios están negociando con el gobierno, exigiendo que les ayude a comprar la Finca El Prado, donde pueden vivir de la tierra, como lo han hecho durante generaciones.

Otilia González está entre los que luchan por una parcela de tierra. Está acostumbrada a la vida en común -cuidar de sus pollos y ganado, cultivar sus propios alimentos- y nunca ha tenido una educación formal.

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Vista aérea del "Complejo de Viviendas Dignas" donde las víctimas de la erupción del volcán de Fuego del 3 de junio de 2018 están siendo reubicadas permanentemente.
(James Rodriguez/For The Times)

“Si yo tomo unas de esas casas, a mi ¿quién me va dar trabajo en la ciudad? preguntó. “Nadie. ¿Cómo le voy a dar de comer a mi familia? Allí no hay donde sembrar comida”.

La comunidad ya ha sido desarraigada antes. Ella ha tenido que empacado muchas veces.

“Esta historia se repite”, dice para sí misma González. “Es la misma historia”.

González proviene de una comunidad de trabajadores agrícolas indígenas mayas que hablan popti y mam, que huyeron de sus hogares en las tierras altas occidentales durante la guerra civil que asoló Guatemala en la década de 1980. El volcán es su desgracia más reciente.

El Volcán de Fuego, uno de los más activos del mundo, ha estado en erupción durante un período de actividad más fuerte de lo habitual. Este es un panorama desde Alotengango, Sacatepequez, Guatemala el 9 de febrero de 2016.
(James Rodriguez/For The Times)
Este panorama al norte de la comunidad de La Trinidad muestra cómo está rodeada de escombros volcánicos y por los volcanes Fuego y Acatenango al fondo.
(James Rodriguez/For The Times)

Algunos atribuyen sus problemas a funcionarios corruptos del gobierno. Otros creen que están malditos y que ofendieron a Dios de alguna manera.

Un día de la década de 1980, cuando el ejército guatemalteco los cercó, los residentes de la comunidad de alrededor de 200 familias -incluidas las familias de González y García Montejo- huyeron de sus hogares en Huehuetenango. Se creía que la región era un bastión de la rebelión de la época. La comunidad se refugió en el vecino estado de Chiapas, México. Las familias pensaron que su estancia duraría unos meses. El exilio se prolongó durante más de 15 años.

Las familias vivieron en la indigencia, dependiendo de la caridad de otros para sobrevivir. Cada pocos años, la generosidad se agotaba y las familias se veían obligadas a buscar otro terreno en Chiapas donde vivir.

“Recojan sus cosas”, les dijo la mamá de González a sus hijos. “Nos tenemos que mudar”.

“Pero no nos queremos ir”, diría Gonzalez. “Ya estaba acostumbrada. ¿Por qué no nos podemos quedar? ¿Cuándo vamos a poder regresar?”

Se reubicaron al menos cuatro veces.

“Cada vez que nos teníamos que mudar era como si me arrancaran el corazón”, dijo González.

Dos años después de los acuerdos de paz de Guatemala de 1996, que pusieron fin a la guerra civil, los exiliados regresaron a su patria, y el gobierno colocó a las familias sobrevivientes en la ladera sur del volcán de fuego.

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Los líderes de la comunidad dijeron que descubrieron mucho después que el volcán seguía siendo una amenaza. Esto hizo que la tierra fuera fértil y construyeron una exitosa cooperativa de café.

Aunque no son ricos, los miembros de la comunidad ganan lo suficiente para llevar una vida sencilla y buena. Muchos cuidaban los campos, cultivaban sus propios alimentos y criaban su propio ganado.

Comparado con otros pueblos, La Trinidad no sufrió la peor parte de la ira del volcán, pero gran parte de los cultivos de café quedaron enterrados bajo las cenizas. Los funcionarios del gobierno consideraron la aldea inhabitable, evacuando a la mayoría de los residentes y alojándolos en una escuela vacía en Escuintla. Los trabajadores humanitarios hacinaban cunas, colchones y literas en aulas húmedas y un gimnasio congestionado.

En diciembre de 2018, las familias fueron reubicadas en un refugio temporal cercano conocido como La Industria, junto a una obra de construcción de viviendas que el gobierno ha denominado “viviendas dignas”. El ajetreado lugar, lleno de tractores, grúas y motores, se siente como un punto muy lejano de la serena atmósfera que se respiraba en La Trinidad.

De regreso en La Trinidad el 15 de octubre - el tradicional día de júbilo - García Montejo y cerca de 75 personas más asistieron a una misa solemne en la iglesia amarilla.

“Esta es unas de las últimas misas que voy a asistir aquí”, se dijo a sí misma.

Misa dentro de la Iglesia Católica en la comunidad del 15 de Octubre La Trinidad en conmemoración del 21 aniversario de la comunidad. La Trinidad, Escuintla, Guatemala.
(James Rodriguez/For The Times)
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A pesar de las advertencias del gobierno, muchas familias pasan la mitad de su tiempo en la comunidad, pero el volcán podría explotar en cualquier momento.

Era de madrugada. García Montejo apenas podía ver el volcán; las pesadas nubes oscurecían la vista.

La mujer de 44 años dijo que sabía que corría el riesgo de estar en La Trinidad. Pero hizo a un lado sus preocupaciones.

“Hoy está tranquilo”, dijo tranquilizándose.

A pocos metros de distancia, Gilberto Camposeco Jiménez, un líder comunitario de 49 años de edad, y otros tres hombres colocaron bolsas llenas de granos de café húmedos sobre sus espaldas. Los llevaron a una secadora de café de tamaño industrial. El sonido de la máquina era música para sus oídos. Ellos habían podido salvar parte de la cosecha de este año gracias a la larga tradición de organización de la comunidad.

Utensilios de cocina cubiertos de ceniza sobre una mesa de comedor enterrada entre los escombros volcánicos dentro de una casa en la comunidad de San Miguel los Lotes.
(James Rodriguez/For The Times)

“Se siente bien trabajar las tierras”, dijo Camposeco Jiménez, quien piensa quedarse y luchar por la Finca El Prado.

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Apenas unas semanas después de la explosión de 2018, Camposeco Jiménez y otros líderes comunitarios se organizaron en los refugios. Nombraron a un equipo de varias docenas de hombres que se turnaron para viajar a La Trinidad y vigilar las 24 horas del día a la comunidad. Se unieron a los 20 hombres que se habían quedado para proteger las casas, la iglesia y los edificios que almacenaban café y equipo.

Alrededor de una docena de hombres patrullaban el área rural a pie. Las escopetas se balanceaban sobre sus hombros mientras subían por las colinas y cruzaban los arroyos.

Camposeco Jiménez designó las tareas.

“Aprendimos organizarnos durante el tiempo de la guerra”, dijo. “Desde ese entonces estábamos organizados así, hasta cuando estuvimos en exilio en México. Cuando teníamos un problemita, nos organizamos para resolver el problema. Es la manera que siempre hemos vivido. Nos ayudamos.

Era la única manera de que sobrevivieran durante tanto tiempo, dijo. Camposeco Jiménez tenía 10 años cuando huyó con su familia a Chiapas.

“El enemigo, la amenaza en ese entonces, eran los militares, que venían a matarnos”, recordó. “Ahora es el volcán”.

Miembros de la comunidad de La Trinidad se reúnen en un pasillo dentro de la escuela de la Federación José Martí, actual refugio para los miembros de la comunidad afectada por el volcán de Fuego desde el 4 de junio, un día después del desastre.
(James Rodriguez/For The Times)
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Bernardo Cruz, sobreviviente de la guerra, hace guardia bajo el árbol de Ceiba que sirve como centro comunitario en La Trinidad. Mientras que la mayoría de las 235 familias permanecen en refugios después de la erupción del volcán de Fuego, Juan Francisco y otros 11 hombres, miembros del comité de seguridad de la comunidad, permanecen en La Trinidad para custodiar las casas y pertenencias.
(James Rodriguez/For The Times)

No está claro si el gobierno guatemalteco aceptará comprar Finca El Prado. Cuando las familias encuentran un lugar para asentarse, esperan que el gobierno les dé más autonomía local y los reconozca como una comunidad indígena. Ya han cambiado el nombre de 15 de Octubre La Trinidad por un nuevo nombre - Comunidad Indígena.

El hermano de Camposeco Jiménez, Guadalupe, quien sirve en la junta directiva de la nueva comunidad, dijo que establecer una comunidad de este tipo es un paso importante en su búsqueda por recuperar la cultura, identidad y costumbres que perdieron durante sus muchos años de desplazamiento.

“Soy Jacalteco, pero ya no puedo hablar el idioma indígena de mi madre, el popti”, dijo. “Hemos perdido tanto”.

El año pasado, poco después de mudarse al refugio de La Industria, los niños pintaron un nuevo mural - una continuación de la historia de la comunidad.

Comienza con la vida antes de la erupción del volcán - imágenes de niños felices jugando futbol en La Trinidad. Las plantas de maíz y café crecen altas. Un cerdo corre libremente.

La segunda imagen muestra una mezcla letal de gas venenoso, roca, ceniza y lava- que recorre las aldeas.

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El siguiente panel muestra la escuela de Escuintla, que sirvió como el primer refugio de la comunidad, y las chozas de madera donde ahora viven, cerca de las casas en construcción.

El panel final muestra lo que la Comunidad Indígena espera para el futuro: hombres, mujeres y niños sembrando y cosechando maíz y frijol en tierras verdes y abiertas. Un pájaro anida en un árbol. El sol brilla arriba. Un volcán se encuentra en la distancia, muy lejos.

Panorama al atardecer de la comunidad de La Trinidad con el volcán de Agua visible al fondo y un mural del reconocido defensor de los derechos humanos guatemalteco Alfonso Bauer Paiz en primer plano.
(James Rodriguez/For The Times)
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