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Atrapados en cruceros en todo el mundo, los trabajadores ruegan que les permitan volver a casa

En esta foto sin fecha proporcionada por Carolina Vásquez, se le ve sobre una embarcación en las Islas Malvinas, como miembro de la tripulación a bordo del Greg Mortimer. Vásquez quedó atrapada en un un camarote del crucero, frente a la costa de Uruguay.
(Carolina Vasquez via AP)

En el brote de coronavirus, decenas de miles de tripulantes han quedado atrapados durante semanas a bordo de docenas de cruceros en todo el mundo.

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Carolina Vásquez perdió la noción de los días y las noches, incapaz de ver la luz del sol mientras estaba atrapada durante dos semanas en el camarote de un crucero, sin ventanas, cuando la fiebre se apoderó de su cuerpo.

En la peor noche de su encuentro con el COVID-19, la mujer chilena, una cocinera en el barco Greg Mortimer, reunió fuerzas para darse una ducha fría temiendo lo peor: perder el conocimiento mientras estaba aislada de los demás.

Vásquez, de 36 años, y decenas de miles de otros miembros de tripulaciones llevan semanas atrapados a bordo de cruceros en todo el mundo, mucho después de que los gobiernos y las líneas de esas naves negociaran el desembarco de sus pasajeros. Algunos se enfermaron y murieron; otros han sobrevivido, pero ya no se les paga su salario.

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Tanto los gobiernos nacionales como los locales han impedido que las tripulaciones desembarquen para evitar nuevos casos de COVID-19 en sus territorios. Algunos de los navíos, incluidos 20 en aguas estadounidenses, registraron infecciones y decesos entre la tripulación. Pero la mayoría de ellos no han tenido casos confirmados.

“Nunca pensé que esto se convertiría en una historia de horror trágica y aterradora”, confesó Vásquez a la agencia Associated Press, en una entrevista realizada a través de una aplicación móvil del Greg Mortimer, un crucero antártico que flota ahora frente a Uruguay. Treinta y seis miembros de la tripulación se han enfermado en la embarcación.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informaron el mes pasado que cerca de 80.000 miembros de tripulaciones permanecían a bordo frente a la costa de EE.UU, después de que la mayoría de los pasajeros hubieran desembarcado. La Guardia Costera precisó el viernes que hay todavía 70.000 miembros de tripulaciones en 102 barcos anclados en puertos estadounidenses o flotando en aguas del país.

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No fue posible conocer de inmediato el número total de empleados de tripulaciones varados en todo el mundo, pero miles más están atrapados en barcos fuera de EE.UU, en zonas como Uruguay y la Bahía de Manila, donde 16 cruceros esperan para evaluar a unos 5.000 trabajadores antes de que se les permita desembarcar.

A medida que los casos de coronavirus y las muertes aumentaron en todo el mundo, los CDC y los funcionarios de salud de otros países han ampliado la lista de condiciones que deben cumplirse antes de que las tripulaciones puedan desembarcar.

Las compañías de cruceros deben llevar a cada empleado directamente a casa en un avión chárter o un automóvil privado, sin utilizar vehículos de alquiler o taxis. Para complicar esa misión, los CDC exigen que los ejecutivos de la compañía acepten sanciones penales si los miembros de la tripulación no obedecen las órdenes de las autoridades sanitarias de evitar el uso de transporte público y los restaurantes en su vuelta a casa.

“Las sanciones penales nos pusieron, a nosotros (y a nuestros abogados) en pausa”, escribió el presidente y CEO de Royal Caribbean International, Michael Bayley, en una carta a los miembros de tripulaciones a principios de esta semana, pero agregó que los ejecutivos de la compañía finalmente acordaron firmar.

Melinda Mann, de 25 años, gerente de programas juveniles para Holland America, pasó más de 50 días sin pisar tierra firme antes de desembarcar de la nave Koningsdam, el viernes pasado, en Los Ángeles. Antes de ser transferida al Koningsdam, la semana pasada trató de salir de otro barco con varios miembros de la tripulación estadounidense, pero los guardias de seguridad los detuvieron.

Durante 21 horas al día, Mann permaneció aislada en un camarote de crucero de 150 pies cuadrados, más pequeña que la habitación de su hogar en Midland, Georgia. Leyó 30 libros y sólo podía salir de su cuarto tres veces al día, para caminar alrededor del barco. Su contrato terminó el 18 de abril, por lo cual no le pagaron durante semanas.

“Mantenerme en cautiverio durante tanto tiempo fue absolutamente ridículo”, aseguró Mann en una entrevista telefónica.

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A principios de esta semana en Nassau, Bahamas, se le dijo a los miembros de la tripulación canadiense a bordo del Emerald Princess que se prepararan para volar a casa en un avión chárter. Pero al final, el gobierno de las Bahamas no permitió que el barco atracara.

El esposo de Leah Prasad está entre los miembros de la tripulación varados. Prasad comentó que ha pasado horas rastreando agencias gubernamentales para ayudar a su esposo, un maitre d’hotel para Carnival. “Se está desanimando. Se encuentra atrapado en un camarote”, comentó Prasad. “No es bueno para su salud mental”.

Angela Savard, vocera de asuntos exteriores de Canadá, afirmó que el gobierno sigue explorando opciones para trasladar a sus ciudadanos al país.

En tanto, la desesperación gana terreno entre quienes siguen a bordo del Greg Mortimer en Montevideo, Uruguay, confesaron los miembros de la tripulación a AP.

El crucero antártico zarpó de Argentina el 15 de marzo, después de que ya se había declarado la pandemia. El médico del barco, el Dr. Mauricio Usme, dijo que cuando el primer pasajero cayó enfermo, el 22 de marzo, el capitán y el operador del crucero lo presionaron para que modificara las condiciones sanitarias que debían cumplirse para que la embarcación fuera admitida en puertos.

Usme se negó. El barco ancló en el puerto de Montevideo el 27 de marzo. Más de la mitad de sus pasajeros y tripulación dieron positivo por coronavirus. Finalmente, el 10 de abril, 127 pasajeros, incluidos algunos infectados, pudieron desembarcar y volar a sus hogares a Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Canadá y Europa. A los miembros de la tripulación se les indicó que permanecieran a bordo.

El médico fue hospitalizado en cuidados intensivos en Montevideo, junto con un empleado filipino de la tripulación, quien más tarde falleció. “La gente está exhausta y agotada mentalmente”, remarcó Usme, ahora recuperado y de regreso en el Greg Mortimer. “Es una situación compleja. Te sientes muy vulnerable y con un riesgo inminente de muerte”.

CMI, la compañía con sede en Miami que administra el barco, expresó que “no pudo obtener los permisos necesarios” para que los miembros de la tripulación, procedentes de 22 naciones distintas, regresen a sus hogares, pero garantizó que todos están recibiendo sus pagos.

Marvin Paz Medina, un hondureño que trabaja en el almacén del barco, envió un video a la AP desde su pequeño camarote, de unos 70 pies cuadrados, donde está confinado hace más de 35 días. “Es difícil estar encerrado todo el tiempo, mirando las mismas cuatro paredes”, declaró. Sus hijos siguen preguntándole cuándo volverá a casa, pero él no tiene una respuesta. “Estamos atrapados, con una fuerte ansiedad de que en cualquier momento podríamos enfermarnos gravemente”, agregó Paz Medina. “Ya no soportamos esto. Queremos ir a casa”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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