Anuncio

La crisis económica pronto podría arrastrar a 500 millones de personas a la pobreza extrema

Vecinos cubren el cuerpo de Luiz Carlos Da Rocha, de 36 años, quien murió el 28 de abril en Río de Janeiro.
Vecinos cubren el cuerpo de Luiz Carlos Da Rocha, de 36 años, quien murió el 28 de abril en Río de Janeiro.
(Silvia Izquierdo / Associated Press)

Las Naciones Unidas predicen que una recesión mundial invertirá una tendencia de tres décadas de aumento del nivel de vida y empujará a 500 millones de personas a la pobreza extrema.

Share

Parecía que a Silvanah Lima finalmente le empezaba a ir bien. Nacida y criada en el noreste de Brasil, asolado por la sequía, la mujer se mudó con su pareja a Río de Janeiro en 2018, en busca de trabajo. Él fue contratado como conserje; ella comenzó a vender comidas en la calle, y pronto ganaban $280 al mes, lo suficiente como para ahorrar y, algún día, construir una casa en su lugar de origen.

Pero el nuevo coronavirus alejó ese sueño y lo puso fuera de alcance. Lima, que sufre de diabetes y problemas cardíacos, condiciones que la ponen en mayor riesgo de morir si contrae la enfermedad, dejó de trabajar cuando la pandemia se apoderó de su amplio barrio marginal, la favela conocida como Ciudad de Dios.

Ahora, ella teme que si el coronavirus no la mata, lo haga el hambre. “Tenemos que pagar la renta y no contamos con dinero”, comentó Lima, de 48 años. “Ni siquiera he podido comprar frijoles”.

Una mujer sostiene una fruta distribuida como parte de una donación de alimentos, el 4 de mayo, en un barrio de bajos ingresos en Bangkok.
Una mujer sostiene una fruta distribuida como parte de una donación de alimentos, el 4 de mayo, en un barrio de bajos ingresos en Bangkok.
(Romeo Gacad / AFP / Getty Images)

La devastación económica que la pandemia está causando en los ultrapobres podría finalmente matar a más personas que el virus en sí.

Anuncio

Las Naciones Unidas (ONU) predicen que una recesión mundial revertirá una tendencia de tres décadas de aumento en el nivel de vida y hundirá a 420 millones de personas en la pobreza extrema, que se considera cuando los ingresos son menores a $2 por día.

En cuanto a los 734 millones de individuos que ya están allí, el tsunami económico hará que les resulte más difícil salir de esa situación.

“Siento que estamos viendo un choque de trenes en cámara lenta, que avanza a través de los países más frágiles del mundo”, expresó Nancy Lindborg, presidenta del Institute of Peace, una entidad sin fines de lucro de EE.UU, y ex jefa del grupo de trabajo sobre el Ébola en la Agencia Estadounidense para el Desarrollo internacional.

El hambre ya está aumentando en las partes más pobres del planeta, donde los bloqueos y las medidas de distanciamiento social han interrumpido los ingresos y dejado fuera del alcance incluso los alimentos básicos.

Una mujer con su hijo sostiene una bandera blanca como señal de que necesita asistencia alimenticia, el miércoles 6 de mayo, en Villa Nueva, Guatemala.
Una mujer con su hijo sostiene una bandera blanca como señal de que necesita asistencia alimenticia, el miércoles 6 de mayo, en Villa Nueva, Guatemala.
(Moises Castillo / Associated Press)

En Guatemala, los aldeanos piden comida sobre las carreteras, agitando trozos de tela blanca a los conductores que pasan. En Colombia, los más hambrientos cuelgan banderas rojas en sus hogares, con la esperanza de recibir donaciones.

Anuncio

Encuestas telefónicas recientes en lugares tan dispares como Senegal y la China rural sugieren que grandes sectores de la sociedad han perdido sus medios de vida y, como resultado, ahora comen menos.

La ONU predice que el coronavirus podría llevar a 130 millones de personas adicionales al borde de la inanición para fines de 2020. World Vision, una organización internacional de ayuda cristiana, advierte que 30 millones de niños corren el riesgo de morir.

“Quiero enfatizar que no sólo estamos enfrentando una pandemia mundial sino una catástrofe humanitaria global”, aseveró David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU.

Si bien el virus ya ha afectado a muchas naciones desarrolladas, que ahora están tomando medidas cautelosas para reabrir sus economías, aún no ha alcanzado su punto máximo en los cuantiosos países más pobres del mundo, lo cual significa que la devastación económica allí podría prolongarse por más tiempo.

La pandemia, que comenzó en una ciudad industrial china pero desde entonces se ha extendido hasta los rincones más remotos de la selva amazónica, expuso la interdependencia radical del mundo moderno y causó interrupciones en todo, desde la fabricación de productos hasta el narcotráfico mundial.

En México, donde aproximadamente 1.6 millones de hogares sobreviven con el dinero enviado por familiares que trabajan en Estados Unidos, muchos están comenzando a sentir el impacto secundario del cierre de restaurantes, hoteles y la industria de la construcción al norte de la frontera. “Las familias no reciben sus remesas”, explicó Abel Barrera Hernández, antropólogo en el empobrecido estado mexicano de Guerrero.

Anuncio

La disminución de dólares en las últimas semanas obligó a algunos agricultores en estado precario a emigrar al norte de México en busca de trabajo, porque carecen de recursos para cultivar alimentos en su propia tierra. “Se necesita dinero para plantar semillas, comprar fertilizantes y pagarle a alguien para ayudar a cultivar”, expuso Barrera. “Pero no hay dinero. Nadie tiene”.

Walid al-Hattab prepara una sopa para los pobres durante el mes sagrado islámico de Ramadán, el 24 de abril pasado en la ciudad de Gaza.
Walid al-Hattab prepara una sopa para los pobres durante el mes sagrado islámico de Ramadán, el 24 de abril pasado en la ciudad de Gaza.
(Mohammad Abed / AFP/ Getty Images )

En muchos de los lugares más pobres del mundo, los bloqueos resultaron más destructivos que el virus en sí.

Ello ocurre, por ejemplo, en el campamento de Shatila, un laberinto de callejones cubiertos de aguas residuales en Beirut, que alberga a 20.000 refugiados palestinos. El agua limpia es escasa allí, y cerca de 10 personas duermen en una misma habitación, en chozas mohosas, de bloques de cemento. La separación sugerida para el distanciamiento social, seis pies, es la longitud total de algunos apartamentos.

Sorprendentemente, no se han confirmado casos de COVID-19 en el campamento. Pero las personas que viven allí, en su mayoría trabajadores que compran comida un día a la vez, son empujados a la adversidad.

“La gente tiene hambre”, remarcó un funcionario que supervisa la gestión de la salud en la agencia de la ONU para los refugiados palestinos. “El hambre se cobra más víctimas ahora que el coronavirus”.

Anuncio

Para Fawaz Gerges, profesor de política de Medio Oriente en la London School of Economics and Political Science, muchos países de la región enfrentaban dificultades financieras antes de la pandemia, y le preocupa el potencial de disturbios políticos. “Ya había economías colapsadas”, afirmó. “La mayoría de las personas ya estaban en la pobreza extrema y tenían niveles de vida en declive”.

Según los expertos, la pandemia sólo exacerbará la desigualdad global, que ha aumentado en las últimas décadas a medida que las personas con mayores ingresos se alejan de todo el resto. Además, la grieta entre los que más tienen y los que no, está siendo reforzada por una creciente brecha digital, a medida que la pandemia genera más empleos en línea. “Entré en casas donde la gente no tiene pan, ni latas de comida, azúcar o gas para cocinar”, detalló Mohammad S Al-Zawahreh, un activista de la sociedad civil jordana. “No va a funcionar decirles que se eduquen, que aprendan a usar Skype o Zoom, mientras sus hijos mueren de hambre”.

El jefe de policía Manuel Vásquez, a la derecha, entrega almuerzos a una familia, el 6 de mayo pasado en el distrito de Aguablanca de Cali, Colombia.
El jefe de policía Manuel Vásquez, a la derecha, entrega almuerzos a una familia, el 6 de mayo pasado en el distrito de Aguablanca de Cali, Colombia.
(Luis Robayo / AFP / Getty Images)

La ONU y los grupos de ayuda privada dieron la alarma en las últimas semanas, y expusieron que se necesita una estrategia internacional concertada.

Días atrás, funcionarios de la ONU aumentaron el tamaño de su fondo de ayuda por el coronavirus, de $2 mil millones a $6.700 millones, advirtiendo que “el fantasma de las hambrunas múltiples” se vislumbra en el horizonte.

“A menos que tomemos medidas ahora, veremos un aumento significativo en los conflictos, el hambre y la pobreza”, remarcó Mark Lowcock, quien encabeza la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.

Anuncio

Pero cada vez hay más temores de que Estados Unidos y otras naciones ricas, que están lidiando con la pandemia en su propio territorio, no atenderán el llamado a la acción.
“Mi gran preocupación es que la gente pierda el deseo de este tipo de trabajo y que no haya una voluntad política necesaria”, expuso Joy Portella, consultora de salud y desarrollo, con sede en Estados Unidos.

En riesgo hay tres décadas de progreso. Desde 1990, más de mil millones de personas -el 13% de la población mundial- han salido de la pobreza extrema, según el Banco Mundial.

El beneficio fue impulsado por China e India, donde la rápida industrialización generó un importante crecimiento económico y elevó el nivel de vida.

Los economistas creen que es probable que esos lugares se recuperen más rápidamente que los países menos desarrollados, particularmente en África subsahariana y partes del sur de Asia, que dependen de la ayuda externa y carecen de los motores económicos para reponerse. Los ciudadanos allí sufrirán los efectos de la reducción del gasto en educación, atención médica y programas contra el hambre. “Las personas que vivían en la pobreza y eran vulnerables antes del COVID-19 vivirán en una pobreza mayor y serán más vulnerables después”, consideró Portella. “Cuanto menos tengas, más tiempo te llevará recuperarte. La subida de retorno es realmente empinada y difícil”. Pero tanto ella como otros expertos sostienen que existe la posibilidad de un cambio positivo. Los debates a largo plazo en el mundo desarrollado sobre la importancia de contratar trabajadores extranjeros de ayuda y la utilidad de las transferencias de efectivo -en lugar de la donación de bienes- podrían resolverse mediante nuevas restricciones de viaje.

Lindborg espera que la naturaleza global de la pandemia genere un nuevo sentido de empatía. “Mi esperanza es que sea un momento de reinicio gigante”, dijo. “Esta no será la última pandemia... Hay otras cosas que enfrentaremos juntos”.

Pero en las partes más pobres del mundo, el optimismo es escaso. En Venezuela, que lleva años afectada por la escasez de alimentos, la creciente inflación y las protestas callejeras que exigen la destitución del presidente Nicolás Maduro, la vida ya era miserable para muchos antes de la pandemia, y ahora ha empeorado.

Anuncio
Una persona revuelve en la basura en busca de comida, el 23 de marzo pasado, en Caracas, Venezuela. Aunque el presidente de esa nación, Nicolás Maduro, declaró una cuarentena nacional, la comunidad internacional está preocupada por cómo el país controlará la pandemia con sus niveles crecientes de pobreza
Una persona revuelve en la basura en busca de comida, el 23 de marzo pasado, en Caracas, Venezuela. Aunque el presidente de esa nación, Nicolás Maduro, declaró una cuarentena nacional, la comunidad internacional está preocupada por cómo el país controlará la pandemia con sus niveles crecientes de pobreza
(Carlos Becerra / Getty Images)

En Caracas, Yelegnis Coromoto Andrade y su esposo solían ganar alrededor de $30 al mes, entre múltiples empleos. Desde que el restaurante donde él trabajaba cerró, y los empleos de ella limpiando casas y cuidando a personas mayores se acabaron, sus ingresos mensuales se redujeron a apenas $3. “Hemos perdido mucho este año, y mi pregunta es, ¿cómo lo recuperaremos?”, se cuestionó Andrade. “Intento seguir poniendo el pan sobre la mesa, pero todo lo que veo a mi alrededor es hambre y necesidad”.

Linthicum reportó desde Ciudad de México y Bulos desde Beirut. Ionova, corresponsal especial, informó desde Río de Janeiro. La corresponsal especial Mery Mogollón, en Venezuela, contribuyó con este informe.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio