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Elecciones en Honduras: Oportunidad o peligro para la política exterior de Estados Unidos

En esta foto de archivo del 14 de enero de 2020, el presidente de Honduras, Juan Orlando
En esta foto de archivo del 14 de enero de 2020, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, llega a la ceremonia de juramentación del nuevo presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, en el Teatro Nacional de la Ciudad de Guatemala. Fiscales estadounidenses aseguraron que el mandatario centroamericano aceptó sobornos de un narcotraficante hondureño a cambio de proteger su laboratorio de cocaína y sus actividades de narcotráfico y que además accedió a que las fuerzas armadas ayudaran al traficante a transportar la droga.
(ASSOCIATED PRESS)
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Encerrada por picos que rondan los 2,000 metros de altura, la capital de Honduras, Tegucigalpa, queda en el fondo de la cuenca alta de un río que fluye hacia el Océano Pacífico.

Es un circo perfecto, el que ronda a Tegucigalpa, si no fuese por una estrecha hendidura entre el cerro del Picacho y el Cerro del Berrinche. A las faldas del primero queda la majestuosa casa del embajador de Estados Unidos; la residencia oficial más importante y simbólica del país, pues Honduras carece de una residencia presidencial.

Y en la inestable ladera del segundo, que fue bautizado como El Berrinche tras las incontables guerras civiles de finales del siglo XIX y principios del XX, de acuerdo con el historiador local Jorge Amaya, el desgarro de la ladera fruto de un deslizamiento aporta realidad poética a la cultura política de un país que hoy domingo 28 de noviembre se presenta a unas volátiles elecciones generales. Estas elecciones son cruciales no solo para la propia Honduras, sino también para la región centro y norteamericana, especialmente para el prestigio de la política exterior de la administración Biden.

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Entre el posible berrinche de las elecciones de este domingo y bajo la ya fatigada vigilia de la embajada americana -que lleva años sin un embajador en Honduras-, desde el Oceáno Pacífico y por una estrecha hendidura de posibilidad, la influencia geopolítica China puede crecer en Centroamérica.

“Es el tablero geopolítico mundial que ha cambiado, que hace que esta ficha que no se ha movido en Centroamérica que es Honduras, cobre hoy más importancia. Se movió todo el mundo y nosotros no. Pero por no movernos nos convertimos en el único cayo donde puede anclar EEUU en la región. Tenemos opciones, Estados Unidos no. O somos nosotros, o no es nadie. Ahora, la forma en que nos puede controlar es otro asunto. O nos ayuda o nos subyuga. Pero no tienen otro actor en la región por el cual apostar”, explica el experto en derecho constitucional hondureño Edmundo Orellana.

En efecto, con la abierta hostilidad de Nicaragua hacia EEUU, la desestructuración de los partidos políticos en Guatemala, y el abierto respaldo financiero de China al gobierno de El Salvador en la administración de Nayib Bukele, la aproblemada Honduras es la ficha a mover en el enfrentamento con China cuya contención se ha convertido en la principal obsesión de la política exterior americana.

“Donde cambia realmente el tablero centroamericano es en El Salvador. Allí el hundimiento del Farabundo Martí y Arena fue súbito y catastrófico. Eso aquí no ha pasado. Bukele no pasó por el trauma de Libre, que ha ganado dos veces y no obtuvo el poder. Seguimos teniendo cerca del 70% de diputados del bipartidismo. 43% del Partido Nacional y 24% del Partido Liberal. Libre sólo tiene 26%.

Las fuerzas nuevas son minoría en el Congreso. Allí es donde vamos a ver si en realidad cambia el tablero. Una cosa es que cambie el Ejecutivo, y otra cosa es que cambie el Congreso, donde se deciden las grandes políticas”, explica la socióloga hondureña Julieta Castellanos, quien actualmente es copresidenta del ´North and Central American Task Force on Migration´, junto a Madeleine Albright, entre otros.

La normalización del caos

Antes de pensar en cobrar el billete de la lotería geopolítica, la sociedad hondureña ve con incertidumbre el prospecto de circunnavegar los siguientes días y semanas un proceso electoral propenso al fraude y la reyerta, a juzgar por las infames elecciones del 2017. El país todavía no recupera el equilibrio en la representatividad de sus fuerzas políticas tras el Golpe de Estado del 2009.

Desde entonces, el partido conservador -Nacional-, que anteriormente nunca había gobernado dos periodos de forma consecutiva, lleva 3 ciclos electorales en el poder. Sigue fresco en la memoria de los hondureños el trauma de la última noche electoral en la que, tras ir el candidato de la Alianza de Oposición significativamente arriba hasta entrada la madrugada, el voto rural a favor del incumbente Juan Orlando Hernández durante los días venideros llevaron al partido de gobierno a una tercera victoria consecutiva. En esa ocasión, la diferencia final en las cifras oficiales del Tribunal Supremo Electoral fue de cerca de 50,000 votos.

La incredulidad de la oposición fue total. Las protestas fueron masivas e intensas, y la represión policial, violenta, con al menos 23 muertos tras el proceso electoral. Incluso la OEA calificó de cuestionables los resultados y pidió que se repitieran las elecciones. Reinó la incertidumbre, hasta que la espigada figura de la encargada de negocios de la embajada americana, la ex militar Heidi Fulton, se hizo presente en las instalaciones del Tribunal Supremo Electoral hondureño.

A falta de un embajador en el país para hacer tareas embarazosas como la siguiente, Fulton dio públicamente el visto bueno de su gobierno a la salud democrática del proceso y a la legitimidad del ganador de esa contienda de acuerdo a la institucionalidad hondureña: el Presidente Juan Orlando Hernández. Otros actores, como la Unión Europea, siguieron el patrón marcado por Estados Unidos y terminaron reconociendo el resultado. El deterioro ante la opinión pública hondureña de la credibilidad de las elecciones, el papel de la comunidad internacional, y las posibilidades de Honduras de salir adelante democráticamente como país, fue profundo.

En el 2021, el ecosistema político hondureño aún busca recobrar su equilibrio y terminar una reconfiguración del bipartidismo. “Las elecciones presentes dirimirán un conflicto instalado en el país desde 2009, en el que se está reconfigurando el bipartidismo tanto en el tablero electoral, como, con mayor lentitud dentro del aparataje del estado. Libre no es exactamente un agente de cambio, sino gente organizada que quiere una cuota de poder político dentro del mismo modelo”, opina Castellanos, quien no ve en Libre, el Partido surgido tras la escisión del Partido Liberal por parte de los seguidores del expresidente Manuel Zelaya, un movimiento reformador.

Numerosos migrantes hondureños que pretenden llegar a Estados Unidos
Numerosos migrantes hondureños que pretenden llegar a Estados Unidos cruzan la frontera patrullada por soldados guatemaltecos en El Florido, Guatemala, el sábado 16 de enero de 2021. (AP Foto/Sandra Sebastian)
(ASSOCIATED PRESS)

“Libre estaría completando el ingreso en la estructura del Estado de Honduras que todavía es manejada por el bipartidismo viejo. En esta elección lo que se va a definir es el bloque de poder, como va a quedar estructurado. Porque Libre es parte del bloque de poder. Solo que el poder que ganó en las urnas no se transifirió de forma automática a una cuota de poder en el Estado. El bipartidismo rechazó en la práctica lo que Libre obtuvo en las urnas, y esa es la confrontación que hemos vivido. Por eso es que las crisis electorales no han disminuido, por esa relación confrontativa dentro del bloque de poder. Eso para mi es el caos normalizado. El caos también viene porque los órganos electorales no tienen la confianza de la ciudadanía, aun con libre ya adentro. Hay que aclarar que Libre no ha sido un partido innovador. Cuando pelearon por estas en el Consejo Nacional Electoral no era para innovar, sino para continuar con la misma estructura, pero que los incluya a ellos”, explica con escepticismo Castellanos.

Visita del Secretario Adjunto para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado

Para Edmundo Orellana, en el 2021 las elecciones serán distintas a causa de un cambio de actitud en los representantes de Estados Unidos. “Ya no es el gobierno de Trump, que intercambió apoyos a cambiar la ratificación de Honduras como un país seguro. Acaba de visitar a principios de semana Bryan Nichols, Secretario Adjunto para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado. Él trabajó en Honduras. Se presentó con él Mileidy Guilarte, quien se negó a comparecer con Heidi Fulton en 2017 para avalar las elecciones. Están mandando gente que conoce el campo, porque saben que va a ser inevitable el triunfo de la coalición,” explica Orellana quien encuentra seguridad en el poco margen de error en política exterior con el que cuenta el ejecutivo estadounidense.

“Biden está muy cuestionado en su política exterior. Él no se puede permitir errar en Honduras. No puede ser su segundo Afganistán. Respecto a Honduras, Biden se encuentra en una situación más delicada que la que enfrentó como vicepresidente. ¿Cuanto tiempo ha tenido EEUU para crear las condiciones para sustituir a Juan Orlando? Todo el tiempo del mundo. Desde que tomó posesión Biden ya lo hubiera hecho, pero en su lugar han optado sólo por distanciarse.” Sin embargo, tanto el escenario de un posible caos electoral provocado por torcer las elecciones, o el ingreso de un gobierno con pasado de izquierda, como Libre, son tragos poco agradables al paladar de Estados Unidos. “Los dos son incómodos para ellos. El caos es incómodo y es incómodo Libre. Solo que en el caso de Libre todo depende de cómo negocien con su cúpula, particularmente con Xiomara. Nichols comentó que ya se reunió con todo el mundo, así que es de asumir que ya contactaron con ella.”

Por el otro lado, hay voces que ven con escepticismo que en una situación de crisis estratégica en su rol hegemónico en el mundo Estados Unidos no se vuelva más agresivo en su dominancia sobre Honduras y opte por el respaldo a las élites políticas que más le garanticen lealtad, como han hecho desde la Guerra Fría. “Tendrían que cambiar el sistema, pero el sistema hoy les sirve. Es pan para hoy y hambre para mañana,” explica Sir Salvador Moncada, un ex embajador de la marca país de Honduras radicado en Reino Unido que renunció a este cargo tras las escandalosas elecciones del 2017. Moncada duda de la capacidad de EEUU de cambiar su política hacia sus contrapartes locales en Honduras “No pueden hacer eso por la actitud extractivista del capitalismo implantado en la región. A diferencia de Costa Rica, que tiene una estructura estable y es un aliado ideal en el que la élite ha logrado democráticamente mover al país hacia el libre mercado, en Honduras Estados Unidos ha hecho pactos y ha respaldado a una élite gangsteril. Esta élite es un socio incondicional que depende completamente de EEUU.”

La geopolítica cuenta en Centroamérica

“La geopolítica cuenta y va a contar en estas elecciones. China desde hace años empezó a aterrizar en Centro América. El primer país con el que abrió relaciones, Costa Rica, no preocupa tanto porque tiene instituciones democráticas fuertes. No se ven allí los riesgos que pueden darse en los otros países de Centro América. En el caso de Honduras, con un Estado débil y unos liderazgos autoritarios de izquierda y de derecha, porque todos los liderazgos en el país son antidemocráticos.

El concepto de poder no varía, no hay diferencia de izquierda y derecha en nuestro ambiente. Igual autoritarismo centralización de poder poder arbitrario y control de las instituciones lo tienen izquierda y derecha,” expresa Julieta Castellanos. “Creo que a Centro América en general y a Honduras en particular no le ayuda ni le hace falta un régimen autoritario que venga a fortalecer élites de izquierda o de derecha que ya son autoritarias. China no tiene prejuicios en apoyar cualquier régimen siempre y cuando pueda hacer sus negocios.”

Sin embargo, el momento de debilidad de Estados Unidos es visto por Orellana como una posibilidad para replantear las condiciones de una lealtad geopolítica que en los últimos 40 años no se ha traducido en una evolución democrática hacia la prosperidad para Honduras. “Somos la tabla de salvación de Estados Unidos aquí en el área. Sólo aquí pueden ellos llegar a establecerse con holgura para crear las condiciones para rescatar el área. Pero no sería Honduras como ha sido siempre, que alquilan el territorio para invadir, sino ser el ejemplo de lo que debió haber sido siempre Honduras, y el resto de Centroamérica, con el apoyo de Estados Unidos. Si esto no ocurre así, tenga la seguridad de que nos va a quedar más camino que ver hacia China. China va a tener necesidad de Honduras.

Lo que están haciendo en el Pacífico de El Salvador requiere de una salida al Atlántico”. Pero a diferencia de Costa Rica, pareciera que no hay contrapartes locales dispuestas a negociar con las potencias mundiales a favor de los intereses del país, en lugar de sus intereses personales.

“El país nunca ha tenido capacidad para negociar. No la tuvo ni en los peores tiempos de las guerras en Centroamérica. Aquí se instaló la base de Palmerola y se creó el centro regional de entrenamiento militar.

Los ejemplos de mala negociación se han producido incluso en momentos geopolíticos de mucha tensión para la región. Es una clase dirigente compuesta por operadores políticos que carecen de esa amplia formación y mirada política con estrategia a largo plazo. Lo que van a ver son los negocios, que si China va a invertir… más o menos lo mismo que estamos viendo ahora con las Zonas Espaciales de Desarrollo -ZEDE-, que se proyectan simplemente como fuente de empleo. Y eso está bien. Pero no se está viendo la pérdida del territorio y la soberanía. No se ven las consecuencias.

Ellos lo que ven es el momento. Entonces Honduras no ha tenido buenos negociadores ni en condiciones de alta tensión geopolítica ni en condiciones económicas distendidas. ¿Por qué vamos a pensar ahora que es una buena oportunidad para negociar?” opina Castellanos.

El presente hondureño, pues, parece manifestar los problemas crónicos que historiadores como Darío Euraque han señalado al abordar la falta de una élite local en Honduras que construya un sentido nacional, en lugar de un modelo de desarrollo basado en la extensión de concesiones sobre los recursos propios, o como resultado de un proceso de reforma de democracia liberal abortado por la desestabilizante injerencia comercial estadounidense en los asuntos nacionales de Honduras a lo largo del siglo XX, como lo ha conceptualizado en una comparativa centroamericana Patrick Mahoney. Pero en este 28 de noviembre, en un momento de alta confrontación interna que solo puede ser dirimido por la posición que tiene EEUU, la estabilidad del país más inestable de Centro América pasa por lo bien o mal preparados que estén los miembros de la Administración Biden para lidiar con esta incómoda coyuntura. En un país sin casa presidencial, las esperanzas de estabilidad radican en las decisiones que emanen de una embajada sin embajador.

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