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La granja solar más grande del mundo está en el remoto desierto egipcio

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En 1913, en las afueras de El Cairo, un inventor de Filadelfia llamado Frank Shuman construyó la primera central térmica solar del mundo, utilizando la abundante luz solar de Egipto para bombear 6,000 galones de agua por minuto desde el Nilo y regar así un campo de algodón cercano.

La Primera Guerra Mundial y el descubrimiento del petróleo barato descarrilaron el sueño de Shuman, de replicar su “planta de energía solar” a gran escala y, finalmente, producir la energía suficiente para desafiar la dependencia mundial del carbón.

Más de un siglo después, esa visión fue resucitada. El parque solar más grande del mundo -un complejo valuado en $2,800 millones, en Benban- será inaugurado en 2019, 400 millas al sur de El Cairo, en el desierto occidental de Egipto. La empresa pondrá a la nación por cuenta propia en el mapa de la energía limpia.

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No es ésta una pequeña hazaña para un país que se vio obstaculizado por su adicción a los combustibles fósiles baratos subsidiados por el estado, y que actualmente obtiene más del 90% de su electricidad del petróleo y el gas natural.

Pero las perspectivas para la energía verde aquí nunca han sido mejores, ya que el gobierno ha reducido los subsidios a los combustibles fósiles, en sintonía con un programa de reforma respaldado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) que apunta a rescatar una economía devastada por la agitación política. Mientras tanto, el costo cada vez menor de los equipos de energía solar y eólica ha aumentado su atractivo.

“Esto es muy importante”, afirmó Benjamin Attia, un analista solar de Wood Mackenzie, con sede en Estados Unidos, en referencia al complejo de Benban. “No puedo pensar en otro ejemplo en el que tantos grandes jugadores se hayan unido para llenar un vacío”.

Funcionarios y organizaciones financieras internacionales pregonan el potencial del sector de energías renovables de Egipto para crear empleos y crecimiento, así como para reducir las emisiones en un país cuya capital fue catalogada recientemente como la segunda ciudad más contaminada de la Tierra por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El objetivo del gobierno es que, para el año 2025, Egipto obtenga el 42% de su electricidad de fuentes renovables.

Se espera que el complejo de Benban, que será manejado por las principales compañías de energía de todo el mundo, genere hasta 1.8 gigavatios de electricidad, o lo suficiente como para alimentar a cientos de miles de hogares y negocios. Consistirá en 30 plantas solares separadas -la primera de las cuales comenzó a funcionar en diciembre pasado- y empleará a 4,000 trabajadores.

El gobierno estadounidense respalda un programa local para capacitar a cientos de estudiantes de escuelas técnicas en energía solar y eólica.

A finales de julio, el presidente egipcio, Abdel Fattah Sisi, inauguró varios proyectos grandes de electricidad, incluida la expansión de grandes parques eólicos en el Golfo de Suez, en el Mar Rojo. Rusia prometió ayudar a construir y financiar una planta de energía nuclear, valuada en $21 mil millones, en la costa norte de Egipto.

En todos estos proyectos está el recuerdo no tan lejano de la crisis eléctrica que se apoderó de Egipto en los años posteriores a la revolución de 2011. Los cierres de fábricas y tiendas debido a los apagones alimentaron la furia creciente del público que culminó con el derrocamiento, en 2013, del presidente Mohamed Morsi, cuyo primer ministro alguna vez sugirió infamemente que los egipcios enfrentaran la escasez de energía vistiendo prendas de algodón y durmiendo en una sola habitación.

En la actualidad, los residentes ya no sufren cortes nocturnos de electricidad, pero Egipto -que alguna vez fue exportador de gas- debe importar costoso gas natural licuado para satisfacer las necesidades energéticas de sus 96 millones de habitantes. Se espera que la demanda de energía se duplique para 2030, mucho más rápido que en cualquier otro país de la región, según Victoria Cuming, de Bloomberg New Energy Finance.

En preparación a ello, Egipto lanzó un plan en 2014 para permitir a actores privados vender energía a la red pública, lo cual impulsó su mercado de energía limpia, que en 2017 registró un aumento del 500% en inversiones.

Pero aunque llamativos megaproyectos de energía verde -como Benban- atraen gran parte de la atención, las pequeñas empresas son responsables del 80% de los empleos del sector privado, remarcó Khaled Gasser, quien fundó la Asociación de Desarrollo de Energía Solar, un grupo de la industria local. “Ese es el mercado real”, aseveró.

Impulsados por el idealismo y la falta de atractivas oportunidades laborales posteriores a la revolución de 2011, varios empresarios de energía limpia establecieron silenciosamente un mercado común en Egipto.

Ahmed Zahran, de 38 años, fundó KarmSolar junto con cuatro amigos que trabajaban en un café, después de que sus antiguos jefes huyeron del país. El hombre intentó en vano persuadir a la firma de capital privado para que invirtiera en energía limpia. “Fuimos despedidos por un... que representaba todo lo que odiábamos sobre este país, así que decidimos hacerlo nosotros mismos”, confesó Zahran, quien comprendió que la energía solar era una obviedad en un territorio formado en más del 90% por un desierto.

Con inversiones privadas, la compañía comenzó a fabricar bombas solares de agua para granjas desérticas y aisladas de la red, que tradicionalmente dependen del diesel para extraer agua de debajo de la arena. Ahora, con más de 80 empleados, también construye estaciones solares para alimentar fábricas de aves de corral y centros comerciales, en el marco de los acuerdos de compra de energía.

Zahran también se adentró en la arquitectura ecológica, diseñando ecoalbergues independientes de la red y una “aldea de trabajadores” sostenible para agricultores de temporada en el oasis Bahayira de Egipto, un puesto de olivos y dátiles, en el desierto.

Mientras que el gobierno cumplió su promesa de reducir gradualmente los subsidios a la energía -el 1 de julio los precios de la electricidad subieron un 26%-, más compañías están explorando la posibilidad de agregar sistemas solares a los edificios de departamentos donde reside la mayoría de la población urbana del país.

Las firmas emergentes de energía verde del país lidian ahora con los mismos problemas que acosaron a las pequeñas empresas aquí por años. Para enfrentar uno de los más grandes -la falta de financiamiento- el Banco Central lanzó un programa de préstamos a bajo interés en 2016, que tenía como objetivo alentar a los pequeños actores, especialmente en industrias clave como la energía renovable.

Hatem Gamal lo usó para hacer crecer su empresa de conversión de residuos en energía, Empower, que actualmente opera dos instalaciones -una planta de tratamiento de aguas residuales y una granja de carne de res- que transforman fango y desechos animales en biogás para vender al gobierno. La compañía está construyendo cuatro plantas más.

Sin embargo, hay algo que no ha cambiado: las capas de burocracia que las firmas deben superar. Gamal debió obtener licencias o permisos de al menos 10 agencias gubernamentales. Finalmente, se volvió tan hábil en lidiar con el papeleo, que tiene una impresora en su automóvil. “La gente dice ‘debes conocer a alguien’, ‘debes haber sobornado a alguien’, o ‘ese préstamo del 5% no es real’”, relató. “Pero las oportunidades están ahí. Simplemente nunca me quedo con un ‘no’ como respuesta”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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