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Los sirios encuentran en los mercados muchas ofertas de artículos saqueados… algunas veces de cosas que fueron suyas

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El mercado callejero en Jaramana, Siria, es un paraíso para los buscadores de gangas.

Los compradores pueden encontrar una alfombra de lana de 43 pies cuadrados hecha a mano en Aleppo y pagar menos de $5 por ella, en lugar de su precio real de $100 o más. Un refrigerador, normalmente de $400, puede comprarse por la mitad.

Los artículos se adquieren como un robo porque, de hecho, fueron robados. Son parte del botín del saqueo que se ha convertido en rutina después de las victorias del gobierno en la guerra civil de Siria, que ya tiene siete años.

Milicianos a favor del gobierno, en muchos casos, despojan a los bastiones rebeldes derrotados de todo lo que no haya sido destruido por los ataques aéreos, la artillería y los combates urbanos.

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Tan frecuente es el saqueo que la palabra ‘tafeesh’, que significa “amueblar”, ha ganado una nueva definición: robar muebles.

Mercados como el de Jaramana, un suburbio de la capital siria, Damasco, han surgido a lo largo de los años cerca de áreas devastadas por la guerra como Aleppo, Ghouta y Dara.

Muchos residentes y observadores dicen que los partidarios del gobierno han considerado el saqueo como un derecho al derrotar a las fuerzas rebeldes, y que el presidente sirio, Bashar Assad, y sus aliados permiten que continúe prácticamente sin control.

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, un grupo a favor de la oposición con sede en Gran Bretaña, dijo recientemente que su monitoreo de la situación en algunas comunidades indica que “la cultura del saqueo está empeorando”.

El grupo afirma que las fuerzas leales al gobierno en las últimas semanas “saquearon la mayoría de las casas del este, sureste y oeste de Dara, donde robaron electrodomésticos, muebles, mantas, automóviles y ganado”.

Los rebeldes también han aprovechado las oportunidades para reclamar bienes durante la guerra. Aleppo, una vez el motor económico de Siria, fue destruida cuando las facciones rebeldes bombardearon las zonas industriales que rodeaban la ciudad en 2012.

Saquearon almacenes y transportaron fábricas enteras a través de la frontera a Turquía, donde los grupos rebeldes habían establecido bases de retaguardia. Ocasionalmente, vendían el equipo a los dueños originales. Las máquinas industriales por valor de decenas de miles de dólares fueron fundidas y vendidas como chatarra.

“Incluso arrancaron el cableado de las paredes para quedarse con el cobre”, dijo Moustafa Kawaie, propietario de un negocio en Aleppo, mientras caminaba por su fábrica durante un viaje organizado por el gobierno a la ciudad a fines del 2017.

Los combatientes del grupo militante Estado Islámico adoptaron un enfoque más burocrático, basado en una interpretación extrema de la jurisprudencia islámica.

Después de apoderarse de una ciudad, los militantes exploran los barrios en busca de hogares y negocios propiedad de cristianos o musulmanes chiítas, considerados por los jihadistas como los últimos apóstatas a los que se debe matar. Colocan un cartel en el edificio, que dice: “Propiedad del Estado Islámico”, y luego venden o alquilan los negocios a las poblaciones musulmanas suníes bajo su control.

Pero fueron las facciones paramilitares que refuerzan las tropas de Assad las que convirtieron el saqueo en un negocio, cuyo valor total sigue siendo desconocido.

Una vez que se apoderaron de las zonas controladas por los rebeldes, los milicianos iniciaron una orgía de ‘tafeesh’: lavadoras, refrigeradores, antenas parabólicas, el mobiliario de las salas de estar enteras, incluso juegos de cubiertos desiguales aparecen en mercados como el de Jaramana.

A medida que el gobierno ha eliminado los bastiones de la oposición en los últimos dos años, han llegado nuevos suministros de bienes para ser vendidos. En abril, el refrigerador en el mercado de Jaramana provino de la campaña del gobierno contra el antiguo grupo rebelde de Ghouta; la alfombra, de la última ofensiva contra Dara.

Las áreas controladas por el gobierno no han sido inmunes. En Ramouseh, un vecindario en las afueras de Alepo, combatientes de las Fuerzas Tigre, una unidad de la dirección de inteligencia de la fuerza aérea del estado, ataron guardias y vaciaron sus fábricas, informaron los medios locales.

Como vanguardia de la mayoría de las ofensivas del gobierno, las Fuerzas Tigre son las primeras en obtener el botín.

“Asignan los deberes a diferentes grupos”, describió un activista que se negó a ser nombrado debido a problemas de seguridad. “Un grupo obtiene refrigeradores, otro lleva [aires acondicionados], otro se ocupa de los muebles. Nadie invade los bienes del otro”.

Los medios de comunicación locales, tanto a favor de la oposición como a favor del gobierno, informaron sobre docenas de trabajadores fuertemente armados por grupos paramilitares que despojaron los cables eléctricos de barrios devastados. Cuando terminaron, los paramilitares de bajo rango entraron y tomaron lo sobrante.

Hay varias opciones para los vendedores que esperan sacar provecho del comercio, explicó un comerciante en una entrevista.

Algunos pagan una suma fija por todo un camión, sin saber exactamente lo que contiene y venden lo que reciben. Otros contratan con una docena de milicianos que trabajan bajo un comandante, para obtener sus despojos o saquear cierta área.

Aquellos cuyas casas fueron vaciadas caminan trabajosamente por los mercados para tratar de comprar lo que perdieron.

Abu Ahmad, un aldeano de la ciudad sureña de Saida, dijo que se fue de su casa en julio para escapar de la última ofensiva del gobierno contra Dara. Una semana más tarde, regresó y encontró su casa completamente saqueada.

“Los combatientes se llevaron las puertas, la nevera, el congelador, los hornos, los generadores, incluso el cableado... No quedó nada, y el ejército los observaba”, dijo recientemente en Facebook.

Entonces se dirigió a la cercana ciudad de Sweida para recuperar lo que pudo, pero todo lo que encontró de su casa fue una alfombra. “El comerciante me dijo que eso era todo lo que quedaba del camión... Todo se había vendido en dos días”, dijo Abu Ahmad.

Los mercados son un secreto a voces, dijo un activista que dirige un grupo de Facebook con sede en Sweida, que expone a los vendedores de ‘tafeesh’ e intenta que las autoridades los detengan.

“Nadie necesita mostrarte dónde están. Están en las aceras de la calle, vendiendo productos sin recibo de venta ni documentación”, dijo la activista en un chat de Facebook.

Aunque se informó de saqueos en los medios de comunicación progubernamentales, las autoridades están “paralizadas”, dijo el activista, y no han ido más allá de emitir órdenes judiciales mal aplicadas contra los milicianos o vendedores del mercado. También existe la preocupación de que cualquiera que proteste demasiado fuerte pueda enfrentar represalias.

A Rida Basha, periodista del noticiario libanés oficialista Al Mayadeen, se le prohibió reportear en Siria después de cubrir un ‘tafeesh’ en un reportaje ampliamente compartido a principios de 2017.

En el artículo, informó que un grupo paramilitar llamado Liwa al-Quds, así como los Desert Falcons, alguna vez la milicia privada más grande de Siria, bloquearon el ingreso de medicamentos a Aleppo hasta que pudieran vender los suyos que habían saqueado de los depósitos rebeldes.

Ambas facciones, dijo Basha, trabajaron bajo la protección de la 4ª División de élite del ejército, encabezada por el hermano menor de Assad, Maher. Desde hace mucho tiempo, se sospecha que la unidad estuvo involucrada en los ataques en los puestos de control y también en los ‘tafeesh’, dicen muchos sirios.

Más tarde, Basha dijo en una serie de publicaciones en Facebook que su informe había enfurecido a los comandantes de la 4ª División, y que su prohibición fue ordenada por Maher Assad.

Los ‘Tafeesh’ también ha provocado tensiones con Rusia, el principal aliado de Bashar Assad, que ha desplegado a su policía militar como garantes de los acuerdos de rendición entre el gobierno y los rebeldes.

En mayo, surgió un video de tres oficiales del ejército ruso que arrestaron a tres combatientes del gobierno cuando intentaban abandonar Babbila, un suburbio cerca de Damasco, con dos camiones llenos de muebles. Una multitud que se reunió a su alrededor estalló en aplausos cuando los rusos obligaron a los saqueadores a tumbarse en el suelo.

Pero no es más que una continuación de la corrupción ante la guerra, dijo Aymenn Tamimi, un experto en facciones sirias, en un chat de Facebook este mes.

“Hay posibilidades de que nuevos muchachos se conviertan en intermediarios, pero siguen siendo parte del mismo sistema. Es la forma en que funciona la Siria de Assad: las concesiones se hacen en los niveles más bajos, pero la parte superior del sistema permanece esencialmente igual”, dijo.

Aunque muchos sirios han protestado contra el ‘tafeesh’, muchos otros lo ven como la justa recompensa para los soldados cuyo salario se ha reducido.

También proporciona un vehículo para la venganza. Los residentes en vecindarios a favor del gobierno, especialmente en los primeros días de la guerra, perdieron hogares y negocios, o fueron secuestrados por los rebeldes. Con la oposición ahora debilitada, ven el saqueo como una retribución por el daño que sufrieron.

Hay inevitablemente un elemento sectario. Los mercados de Tafeesh que aparecen en ciudades religiosas mixtas como Homs, a menudo se llaman souq al-Sunnah (el mercado de los sunitas). El nombre revela una verdad que el gobierno dominado por los chiítas es reacio a reconocer: está luchando contra una oposición casi completamente suní, y sus batallas han devastado y vaciado principalmente las áreas sunitas.

Nada de eso le importaba mucho a Abu Ahmad, el hombre de Saida cuya casa fue saqueada. Había perdido la esperanza de recuperar sus pertenencias y estaba considerando abandonar Siria.

“No me queda nada aquí”, dijo.

¿Y la alfombra, el último artículo restante de su antigua casa? Él no la compro de nuevo.

Un corresponsal especial, no está siendo identificado por razones de seguridad, reportó desde Jaramana y el corresponsal del Times, Bulos, de Beirut.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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