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¿Realmente cambió algo en Culiacán con ‘El Chapo’ en la cárcel?

Culiacan gun battle
Al menos ocho personas murieron el jueves, cuando hombres armados del cártel de Sinaloa y las fuerzas federales se enfrentaron en Culiacán, una de las ciudades más grandes de México.
(EPA-EFE/REX)
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Los hombres armados que tomaron el control de la ciudad mexicana de Culiacán, el jueves pasado, dejaron en claro dos cosas: que el cártel de Sinaloa está más fuerte que nunca, y que instaurar la paz en México exigirá más que derribar a un sujeto.

Hace sólo unos meses, los funcionarios estadounidenses celebraban la condena de Joaquín “El Chapo” Guzmán, por cargos de tráfico y asesinato; lo consideraron un punto crucial en la guerra contra las drogas y el crimen organizado mexicano.

“El impacto... no puede sobreestimarse”, afirmó la procuradora estadounidense Ariana Fajardo Orshan, en julio pasado, después de que el notorio líder de Sinaloa fue sentenciado en una corte de Nueva York a cadena perpetua.

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Tras horas de caos informativo y una ciudad, Culiacán, convertida en una zona de guerra, se desconoce con seguridad el actual paradero de uno de los hijos del Chapo, Ovidio Guzmán, quien fue capturado por fuerzas de seguridad pero posiblemente liberado horas después.

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Pero la captura de Guzmán no debilitó al cártel de Sinaloa, que continúa traficando drogas por millones de dólares a Estados Unidos cada mes, y que el jueves superó ingeniosamente a las fuerzas federales mexicanas para tomar el control de una de las ciudades más grandes del país.

Los combatientes del cártel convergieron en la ciudad norteña de Culiacán de a cientos, el jueves por la tarde, después de que 30 soldados mexicanos y miembros de la Guardia Nacional capturaran al hijo de Guzmán, Ovidio Guzmán López, de 28 años de edad, quien asumió un papel de liderazgo desde el arresto de su padre.

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Los combatientes rodearon la casa donde estaba recluido Guzmán hijo, y tomaron como rehenes a ocho oficiales de seguridad mexicanos. Simultáneamente, sitiaron otras partes de la ciudad -de un millón de habitantes-, atacaron la oficina del fiscal estatal y bloquearon las carreteras hacia allí con vehículos incendiados.

Después de cuatro horas, las autoridades mexicanas se rindieron. Liberaron a Guzmán y se retiraron, una decisión tomada “con el objetivo de salvaguardar el bienestar y la tranquilidad de Culiacán”, según el secretario de seguridad mexicano Alfonso Durazo.

Las autoridades mexicanas acumulan un historia de errores y ridículos con el clan de Joaquín “el Chapo” Guzmán por el caos generado este jueves con el arresto y posterior liberación de uno de los hijos del narcotraficante.

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La dramática demostración de fuerza fue una prueba del continuo dominio de los narcotraficantes en la región, y también mostró que Sinaloa y otros cárteles son más complejos de lo que las autoridades sugieren a menudo.

Los funcionarios encargados del orden y los medios por igual retrataron durante mucho tiempo a “El Chapo” como el enemigo público número uno de México, un capo narco y fugitivo todopoderoso que durante años encabezó la lista de los más buscados de la Agencia Antidrogas.

Con su rentable imperio narco y dos audaces escapes de las cárceles mexicanas, Guzmán multiplicó su valor a miles de millones de dólares y claramente ejerció una amplia influencia. Pero muchos expertos sostienen que nunca fue el único jefe del cártel de Sinaloa, sino que fue el cabecilla de una facción poderosa dentro del grupo.

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Hay otros líderes de Sinaloa, todos con su propio ejército de guardias armados y sus particulares proveedores y clientes en Estados Unidos, indicó Miguel Ángel Vega, un periodista que cubre la problemática narcotraficante en Culiacán desde hace 15 años. “La mayoría de la gente cree que El Chapo fue el único que dirigió esta cuestión”, expuso Vega. “Pero esta ciudad está llena de narcotraficantes. Tenemos 20 Chapos aquí”.

Los miembros del grupo de Sinaloa no se refieren a sí mismos como un cártel, sino más bien como una “federación” de familias, la mayoría de las cuales provienen del Triángulo Dorado, una región montañosa donde convergen los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango.

Después de que Guzmán fuera extraditado a Estados Unidos, a principios de 2017, hubo luchas entre una facción encabezada por Dámaso López, conocido como “El Licenciado”, y los hijos de Guzmán.

Pero estos últimos ganaron, y López fue arrestado ese año.

Desde entonces, parece haber paz entre las facciones. Y, tal como los eventos del jueves dejaron en claro, pueden unirse en cualquier momento para defenderse de un enemigo común.

Para Everard Meade, un profesor de la Universidad de San Diego que ha trabajado extensamente en Culiacán, la idea de que encarcelar a “El Chapo” ayudaría a resolver la crisis de seguridad en México era una ficción, adoptada principalmente por las autoridades estadounidenses.

“Nadie en ese país tenía la ilusión de que iba a hacer mella en el mundo del crimen organizado de manera sustancial”, reflexionó. “Esta no es una organización integrada de forma vertical, donde todos tienen el mismo uniforme”, remarcó sobre el cártel de Sinaloa. “Es mucho más flexible que eso, y siempre lo ha sido”.

En otras zonas de México, la estrategia gubernamental de atacar a los capos ha provocado más complicaciones que el arresto de Guzmán. Pero aunque varias facciones pueden luchar por la supremacía, generalmente se transforman en nuevos grupos y continúan participando en los mismos delitos.

En este punto, dijo Vega, atacar a los líderes es un ejercicio inútil. “Atrapan a un capo narco y luego a otro, y es una historia interminable”, reflexionó.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien asumió en diciembre pasado, pareció estar de acuerdo con ese punto. El mandatario criticó a sus predecesores por emprender una “guerra” contra los cárteles y dijo que abordar la pobreza es mejor que un enfoque militarizado.

Sin embargo, en la práctica, mayormente continuó con ese enfoque militar, enviando fuerzas federales armadas a puntos problemáticos de todo el país. Precisamente, dichas fuerzas parecieron emplear la estrategia contra los capos cuando intentaron detener a Ovidio Guzmán.

El presidente remarcó que apoyaba el movimiento para liberar a Ovidio porque “la violencia no puede ser confrontada con violencia”, y “la captura de un criminal no puede valer más que la vida de las personas”.

Este sábado, afirmó López Obrador, recibió una llamada telefónica del presidente Trump, quien le expresó su “solidaridad” con México después de los eventos en Culiacán.

Las declaraciones de López Obrador dejaron la impresión para algunos sectores de que México carece de un plan de seguridad coherente, una señal preocupante, dadas otras explosiones recientes de violencia, incluido el asesinato de 14 policías en el estado de Michoacán, el lunes pasado.

Muchos le exigieron más respuestas del gobierno.

“Debería haber renuncias y cambios en la estrategia”, tuiteó Adrián López, director del periódico Northwest, con sede en Sinaloa.

El columnista Héctor de Mauleón expresó por Twitter que los mexicanos evocarán el caos del jueves en Culiacán como un punto de inflexión para la administración de López Obrador. “Recordemos esta fecha, el día en que el estado mexicano fue dominado y humillado por el crimen organizado”, afirmó. “Mientras tanto, los narcos celebran en Culiacán”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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