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Con un fuerte cambio de discurso, el presidente de México instó a la gente a quedarse en casa y advirtió sobre las graves consecuencias del coronavirus

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que se mostró en su conferencia de prensa diaria el martes pasado, fue criticado por su postura lánguida sobre la pandemia de coronavirus, pero ahora instó a las personas a quedarse en casa y practicar el distanciamiento social.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que se mostró en su conferencia de prensa diaria el martes pasado, fue criticado por su postura lánguida sobre la pandemia de coronavirus, pero ahora instó a las personas a quedarse en casa y practicar el distanciamiento social.
(Marco Ugarte / Associated Press)
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Mientras la pandemia de coronavirus se extiende a nivel mundial, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, fue criticado en su país y en el extranjero por una postura que muchos consideraron desfavorable: instar a las personas a abrazarse, estrechar las manos y besar a sus simpatizantes mientras ensalzaba sus amuletos personales de la buena suerte, como escapularios católicos, un trébol y un billete de $2 dólares.

“Debido a nuestra cultura, los mexicanos somos muy resistentes a las calamidades”, afirmó el presidente en un video filmado hace una semana en un restaurante de la ciudad de Oaxaca y publicado en redes sociales.

“Sigan llevando a la familia a comer a restaurantes”, aconsejó López Obrador a sus compatriotas, argumentando que dicha actividad refuerza “la economía popular”.

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Pero el presidente y su equipo cambiaron radicalmente su mensaje en los últimos días, a medida que los contagios comenzaron a surgir, e instaron a las personas a quedarse en casa y practicar el distanciamiento social, advirtiendo a la vez sobre los terribles resultados que podría traer ignorar ese consejo.

Aunque siguen evitando los toques de queda y los decretos obligatorios de quedarse en casa, las autoridades mexicanas ahora hablan abruptamente de una última oportunidad para evitar una catástrofe nacional que extenuaría la limitada infraestructura sanitaria del país y provocaría muchas muertes.

“No salgan a la calle a menos que sea por algo absolutamente necesario”, le pidió López Obrador a la nación en un sobrio discurso por YouTube, el viernes por la noche, desde la ciudad fronteriza de Tijuana. “Tenemos que estar en nuestros hogares y mantener una distancia segura”.

Las consecuencias de ignorar la directiva de quedarse en casa, agregó, podrían ser calamitosas. “El número de casos de infección aumentará y abrumará nuestros hospitales”, declaró el mandatario, quien pintó un escenario sombrío ahora, en marcado contraste con su optimismo anterior. “No tendremos suficientes camas en hospitales, incluso cuando estamos preparados para recibir a miles de personas”.

Una evaluación aún más grave llegó el sábado por la noche, por parte de Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud y el hombre clave del presidente en la coyuntura del coronavirus. “Esta es la última oportunidad que tenemos. No podemos perderla”, remarcó López-Gatell en una rueda de prensa sombría. “Le decimos a todos: ‘Quédese en casa’...Es la única forma de reducir este virus”.

Hasta el sábado por la noche, México había reportado 848 casos y 16 muertes, un número bajo en comparación con el vecino Estados Unidos, que informó casi 125.000 contagios y al menos 1.668 decesos hasta ese día.

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Pero la primera infección confirmada por coronavirus no se informó en México hasta finales de febrero, más de un mes después de que apareciera el primer caso en Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos días, ese país comenzó a ver que las cifras se aceleran rápidamente, indicador del fuerte aumento observado en las naciones donde el coronavirus atacó antes.

Con los casos en alza “exponencial”, advirtió López-Gatell, el alcance del virus pronto estaría más allá de la contención.

México se esforzó por llevar adelante un acto de equilibrio entre preservar la salud pública y limitar el daño a la economía. Pero López Obrador admitió el viernes que los efectos económicos de una pandemia desenfrenada podrían ser mucho peores que las consecuencias financieras para las personas que se quedan en casa.

A pesar de las últimas advertencias siniestras, los funcionarios mexicanos siguen absteniéndose de imponer la obligatoriedad de quedarse en casa y de cerrar las fronteras, medidas que ya se ven en otras naciones, con la esperanza de evitar el desplazamiento económico y social masivo.

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A los trabajadores gubernamentales no esenciales se les pidió permanecer en sus hogares, y el descanso de la Semana Santa se extendió en las escuelas. Las autoridades también instaron a las empresas privadas a permitir que sus empleados trabajen de forma remota.

Algunos gobiernos locales han ido más allá. La Ciudad de México cerró bares, teatros, iglesias, museos y otros lugares, al tiempo que prohíbe las reuniones de más de 50 personas. Pero los restaurantes y tiendas permanecen abiertos en la capital, y la vida en la calle continúa, a un ritmo muy reducido pero aún sustancial.

Durante semanas, el presidente mexicano y otras autoridades intentaron tranquilizar al público, afirmando que México posee una infraestructura médica adecuada -con camas de hospital, medicamentos y equipos- para hacer frente a la pandemia.

Pero los doctores y enfermeros salieron a las calles en los últimos días, en todo el país, para protestar por la falta de máscaras faciales, batas, guantes y otros elementos esenciales, a medida que la nación se prepara para enfrentar una crisis cada vez más grave.

— Sánchez es corresponsal especial.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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