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El mundo entero gasta para combatir el coronavirus; en México, el presidente avanza con los recortes

Mexico City's Central de Abasto
Un funcionario de salud pública en la Central de Abastos de Ciudad de México, el sitio de un fuerte brote de COVID-19.
(Getty Images)
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El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es uno de los izquierdistas más poderosos del mundo, un antiguo defensor de los pobres que presenta acusaciones mordaces al neoliberalismo y la élite mundial. Sin embargo, su enfoque del gasto gubernamental, incluso frente a la pandemia de COVID-19 y sus consecuencias económicas, podría compararse mejor con el de dos íconos conservadores, Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

López Obrador eliminó departamentos gubernamentales enteros, recortó los salarios de los funcionarios y canceló las bonificaciones de fin de año. Esas medidas de reducción de costos se suman a los fuertes recortes promulgados al principio de su administración que se enfocaron en todo, desde el programa de entrenamiento olímpico del país hasta los hospitales públicos.

Al mismo tiempo, López Obrador rechazó rescates, exenciones fiscales y alivios de la deuda, lo cual convirtió a México en el único país grande en el hemisferio occidental que no anunció un paquete de estímulo económico para contrarrestar las consecuencias económicas de la pandemia. “Tenemos que buscar la austeridad y consumir sólo lo que necesitamos”, declaró en una conferencia de prensa el miércoles, en la que instó a los mexicanos a ahorrar dinero. “Si ya tenemos zapatos, ¿por qué comprar más?”.

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Manifestantes indígenas se reúnen frente al Palacio Nacional en la Ciudad de México, esta semana, para exigir más ayuda del gobierno.
(Associated Press)

Los economistas de todo el espectro ideológico advierten que la austeridad en medio de la crisis está empujando a la nación hacia el desastre.

Se espera que la economía se reduzca al menos un 7% este año, sacudida por una combinación letal de la caída de los precios del petróleo, una menor demanda de productos manufacturados, menos remesas y el colapso de la industria del turismo.

Sólo en marzo y abril, México perdió más de 700.000 empleos en la economía formal. El Banco Interamericano de Desarrollo predice que para fin de año otros dos millones de personas podrían estar sin trabajo.

El Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social prevé que la crisis podría empujar hasta 10.7 millones de personas -alrededor del 8.5% de la población- a la pobreza extrema, definida por un ingreso mensual de menos de $67 en las ciudades o de $60 en zonas rurales.

Los líderes católicos instaron recientemente al presidente a redirigir el dinero de algunos de sus apreciados proyectos de infraestructura -incluida la construcción de una refinería de petróleo valuada en $8.000 millones- para otorgar pagos en efectivo a las familias, advirtiendo que en un país sin seguro de desempleo, muchos ya estaban pasando hambre.

Varios de los creadores de políticas del propio presidente han presionado por la promulgación de medidas de estímulo. Gerardo Esquivel, un académico izquierdista que fue nominado por López Obrador para el directorio del banco central de ese país, pidió nuevos programas de gastos que otorguen cheques a las personas sin trabajo y exenciones fiscales a las pequeñas empresas.

Prácticamente todos los economistas están de acuerdo en que los gobiernos deberían tener un déficit presupuestario en tiempos de recesión, escribió el ministro de Finanzas, Arturo Herrera Gutiérrez, en un documento de políticas a fines del año pasado.

López Obrador se mantiene firme en su postura. Aunque hizo campaña con el compromiso de sacar a la gente de la pobreza, también prometió reducir drásticamente el gasto público, el derroche y la corrupción.

Gran parte de su atractivo popular se deriva de la austeridad que practica en su propia vida. El mandatario ha rechazado vivir en el palacio presidencial en favor de un modesto apartamento en el edificio donde trabaja, y vuela sólo en aerolíneas comerciales, siempre en clase turista.

López Obrador también parece guiarse por recuerdos inquietantes de desastres económicos pasados, incluido el rescate financiero de los bancos después del colapso monetario de 1994, en el que los contribuyentes quedaron atrapados cubriendo préstamos incobrables otorgados a amigos y familiares de ejecutivos bancarios.

“Durante toda su carrera política ha hablado en contra de esto”, recordó Genaro Lozano, politólogo de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. “Una de las razones por las que llegó a la presidencia tuvo que ver con el hecho de que la gente estaba muy enojada por el uso del dinero público para frivolidades”.

En lugar de aprobar medidas de estímulo económico, López Obrador está tomando lo que él considera un enfoque más directo para resolver la crisis financiera: presionar para reiniciar la economía.

El miércoles, casi dos meses después de que ordenó detener todo comercio no esencial, afirmó que las empresas y escuelas en cientos de condados donde no se han reportado infecciones por coronavirus podrán reabrir a partir del 18 de mayo, y el resto de la economía se reiniciará gradualmente el 1º de junio.

También dio luz verde a la reanudación de tres industrias clave desde la próxima semana: construcción, minería y fabricación de automóviles y autopartes. “Hay una luz al final del túnel”, aseguró López Obrador.

Más tarde ese día, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, declaró que las industrias automotriz, de construcción y minera, de hecho, no podrían reabrir hasta el 1º de junio.

La noticia de la reapertura de las fábricas fue bien recibida por muchas empresas estadounidenses que dependen del comercio transfronterizo y han presionado para levantar las restricciones, destacó Michael Camuñez, presidente de la consultora Monarch Global Strategies y ex secretario asistente del Departamento de Comercio de Estados Unidos.

Las economías de México, Canadá y Estados Unidos están cada vez más integradas; sin embargo, cada país ha emitido sus propias pautas sobre qué empresas podrían continuar operando y cuáles debían cerrar. “Eso ha creado mucha fricción en ambos lados de la frontera”, consideró Camuñez.

Pero a otros les preocupa que México se esté moviendo demasiado rápido, aumentando así el riesgo de otra ola de contagio. El gobernador del estado de Puebla, que alberga una gran fábrica de Volkswagen y decenas de fabricantes de piezas que la abastecen, criticó la decisión de los funcionarios federales y dijo que ello desperdiciará los beneficios obtenidos con tanto esfuerzo después de semanas de distanciamiento social. “Van a arruinar todo”, afirmó el gobernador Miguel Barbosa, miembro del partido Morena, de López Obrador. “Y esto sucede en medio del momento más crítico de la pandemia”.

El martes, México registró 353 nuevas muertes por coronavirus, su número más alto en un solo día, y para el miércoles había confirmado un total de 4.220 decesos. Las autoridades sostienen que la cifra real de defunciones seguramente es mayor porque se han realizado pocas pruebas de COVID-19.

A fines de abril, México había efectuado sólo 0.4 exámenes por cada 1.000 residentes, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Se trata de la tasa más baja entre los 37 países de la organización y aproximadamente 1/40 de la tasa en Estados Unidos.

“Considerando ese subregistro… volver a las actividades normales en dos o tres semanas parece imposible”, tuiteó el analista político Ezra Shabot. Otros citaron brotes recientes en fábricas a lo largo de la frontera norte, donde algunos trabajos considerados esenciales han continuado.

Para José Carlos Moreno-Brid, economista de la Universidad Nacional Autónoma de México, la presión para levantar las restricciones es especialmente alta porque sólo el 20% de los trabajadores mexicanos tienen tareas que pueden realizarse desde casa. “Tenemos que reabrir la economía en algún momento”, advirtió. “Pero no estoy seguro de que sea ahora”.

Moreno-Brid votó por López Obrador en 2018, entusiasmado por sus propuestas para con los pobres y su promesa de luchar contra la corrupción. Pero perdió la fe en el presidente, en parte debido a su obstinada negativa a aumentar el gasto. “La lección clave de la Gran Depresión fue que los gobiernos no deberían prolongar la austeridad durante tiempos difíciles”, consideró. “Lo único que logra la austeridad es prolongar una recesión”.

“Su discurso es excelente”, agregó Moreno-Brid acerca del mandatario mexicano. “Pero su rumbo actual es desastroso”.

Cecilia Sánchez, en la corresponsalía de The Times en Ciudad de México, contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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