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El partido gobernante de México, dividido ante el apoyo del presidente a un candidato acusado de violación

Félix Salgado Macedonio is shown with his palm open
Félix Salgado Macedonio, candidato a gobernador en el estado mexicano de Guerrero, es fotografiado en Acapulco, en 2007.
(Ana Francisca Díaz / AFP/Getty Images)
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Cuando quedó claro, el otoño pasado, que el senador mexicano Félix Salgado Macedonio se postularía para gobernador del estado de Guerrero, Basilia Castañeda decidió hacer pública su acusación de violación.

La mujer le dijo a la policía que en 1998, cuando era una activista política de 17 años, se encontró sola con él en su casa de Acapulco. “Sin decirme nada empezó a agredirme”, le explicó al diario Milenio, y agregó que, cuando terminó, le arrojó un billete de 100 pesos -unos $10 dólares en ese momento- a la cara.

Otras cuatro mujeres también han denunciado a Salgado por agresión sexual, incluida una que le dijo a la policía que fue drogada y violada por el político en 2016.

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Esas acusaciones no impidieron que el partido político gobernante de México convirtiera oficialmente a Salgado en su candidato a gobernador, este mes.

Frente a la oposición feminista, la candidatura de Salgado se convirtió en un gran obstáculo político para el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha apoyado a su viejo amigo y aliado político.

Las acusaciones han dividido amargamente a Morena, la agrupación de centro izquierda que López Obrador fundó en 2011, y cientos de miembros, incluidas muchas de sus mujeres de más alto perfil, exigen que el partido retire su apoyo y que Salgado no llegue a las urnas. “Del lado de la historia, del lado de las víctimas, del lado de las mujeres”, afirmó una coalición de mujeres líderes de la agrupación política en un comunicado, la semana pasada.

Pero López Obrador se negó a ceder, repitiendo que las acusaciones a Salgado no son más que operaciones políticas.

“Cuando hay elecciones […] se trata de desacreditar al oponente de una forma u otra”, afirmó el presidente -ampliamente conocido por sus iniciales, AMLO- en una reciente conferencia con los medios, en la cual describió a Salgado como víctima de un “linchamiento mediático”.

Cuando se le preguntó sobre las acusaciones de violación durante otra rueda de prensa, López Obrador se enojó y gritó: “¡Ya basta!”

Su rápida desestimación de las denuncias de ataques sexuales enfureció a miembros del movimiento feminista, cada vez más visible de México.

Women march in Mexico City during a protest against gender violence.
Mujeres marchan en la Ciudad de México, el 14 de febrero de 2020, durante una protesta contra la violencia de género.
(PEDRO PARDO/AFP via Getty Images)

El presidente tiene la costumbre de rechazar cualquier crítica y considerarla un ataque injustificado de parte de sus enemigos políticos. Pero ese tipo de respuesta fracasa cuando la crítica proviene de mujeres que se quejan de violencia, escribió recientemente la analista política Denise Dresser en Americas Quarterly.

El creciente número de mujeres que piden el fin de la violencia de género en México representa “la única espina clavada en el costado de AMLO: un movimiento político singular que él no parece entender, que no puede controlar y no podrá reprimir”, escribió.

Carlos Bravo Regidor, profesor del centro público de investigación CIDE en la Ciudad de México, dijo que el presidente está bajo una presión cada vez mayor para reconocer sus denuncias y atender sus demandas.

“Las feministas dentro y fuera de Morena están luchando para que el presidente sienta que, si no retrocede, tendrá que pagar un precio”, expresó Bravo.

Muchas personas del movimiento feminista tenían grandes esperanzas en López Obrador. El veterano izquierdista, que se postuló a la presidencia dos veces antes de ganar las elecciones en 2018, prometió una paridad de género completa en su gabinete, algo que cumplió. Pero meses después de asumir, enfureció a los activistas cerrando refugios para víctimas de violencia doméstica y guarderías públicas, parte de un plan de austeridad más amplio.

Luego, una serie de horribles incidentes en la Ciudad de México colocaron el tema de la violencia contra las mujeres en el centro de atención nacional. Una adolescente dijo que había sido violada por cuatro policías. Un hombre aparentemente mató y despellejó a su novia de 25 años. Y luego, el cuerpo de una niña de siete años llamada Fátima, que había desaparecido, fue descubierto eviscerado en una bolsa de basura.

López Obrador culpó por los delitos al modelo de gobierno “neoliberal” de sus predecesores.

Al no reconocer la crisis nacional —un promedio de 11 mujeres mueren cada día en México— también restó importancia al aumento en las llamadas a una línea directa del gobierno para mujeres víctimas de violencia, diciendo que el 90% de ellas “son falsas”.

En respuesta, cientos de miles de mujeres de todo el espectro político se manifestaron en la Ciudad de México en marzo. Al día siguiente, las mujeres de todo el país faltaron al trabajo en una huelga nacional, y algunas de las empresas más grandes de México demostraron su apoyo dando a las empleadas el día libre.

Después de que las manifestantes tomaron el control de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, en el otoño pasado, arrancaron cuadros de héroes revolucionarios de los muros y declararon que el edificio se convertiría en un refugio para mujeres víctimas de violencia, López Obrador se indignó. “Por supuesto que no me gusta”, declaró sobre la protesta, y destacó la desfiguración que las manifestantes hicieron de una pintura en particular.

Para los activistas, el enfoque del mandatario en la destrucción de la propiedad más que en sus demandas simplemente demostraba su punto.

Gender violence activist at the National Human Rights Commission office.
La activista de violencia de género Yesenia Zamudio arroja material de oficina por una ventana de un despacho de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ocupada por manifestantes desde el martes 8 de septiembre de 2020.
(Rebecca Blackwell/AP)

Las manifestantes afirman que su accionar es cada vez más militante porque aún no han visto un cambio real. Si bien el movimiento #MeToo en Estados Unidos incitó a muchas mujeres aquí a denunciar a hombres en posiciones de poder por presuntas agresiones, pocos de esos casos derivaron en despidos u otras consecuencias importantes.

Una investigación realizada por el sitio de noticias Animal Político descubrió que de 2014 a 2018 solo el 5% de las acusaciones de violación y agresión sexual tuvieron una sentencia penal.

Salgado no ha sido acusado de ningún delito. Las denuncias contra él empezaron a salir a la luz a fines del año pasado, justo cuando se preparaba para aceptar la potencial candidatura a gobernador de Guerrero, por parte de Morena.

Nacido en una región notoriamente anárquica del estado conocida como Tierra Caliente, Salgado es un personaje extravagante, conocido por conducir una Harley-Davidson y por incursionar en la música: grabó una cumbia en 2012 para López Obrador.

En una entrevista de radio de 2017, Salgado se describió a sí mismo como un “mujeriego, fiestero, jugador [y] borracho”, y dijo que ya era demasiado mayor para cambiar: “Un árbol que crece torcido nunca endereza su tronco”.

Durante su carrera política de más de 30 años, se desempeñó como alcalde de Acapulco, representante estatal, congresista y senador.

Basilia, la mujer que afirmó haber sido violada por Salgado en 1998, intentó denunciar la agresión en ese momento, según dijo, pero un secretario de la fiscalía se lo desaconsejó.

Esta persona es muy influyente, muy poderosa”, le dijo el hombre, según su entrevista con Milenio. “Vete a casa, vive tranquilamente y olvídate de esto”.

Más tarde se convirtió en una destacada activista de izquierda en Guerrero, y eventualmente ayudó a López Obrador a establecer su partido como una poderosa fuerza política allí. Salgado se unió al partido en 2018 y volvió a ganar un escaño en el Senado.

En el otoño del año pasado, cuando quedó claro que Salgado intentaría ganar la gobernación, Basilia acudió a la policía. Para entonces, los periódicos habían comenzado a publicar noticias sobre otra denuncia de violación contra el político.

Una mujer que trabajaba para Salgado, cuando éste dirigió brevemente un periódico en Acapulco, acudió a la policía en 2016 para decir que la había drogado y violado. Salgado, relató, había grabado un video del primer ataque y lo usó como chantaje para violarla en, al menos, dos ocasiones más.

La investigación no llegó a ninguna parte. El fiscal principal del estado en ese momento, Xavier Olea, dijo recientemente a los periodistas que su oficina abandonó el caso después de que el gobernador del estado le pidió que no arrestara a Salgado. Desde entonces, la fiscalía ha reabierto el caso.

Otras acusaciones también se han hecho públicas en los últimos meses, incluida una denuncia de acoso sexual presentada por una mujer que trabajó para Salgado mientras era alcalde de Acapulco en 2007.

Una conocida escritora de Guerrero, Marxitania Ortega, escribió en Facebook que Salgado la agredió en un evento de libros, hace varios años. “Estaba borracho, y cuando se me acercó, lo hizo de la peor manera, lascivo y con un abrazo impropio, por decir lo menos”, expuso. También dijo que vio a Salgado hacer lo mismo con una amiga, en otra ocasión.

A medida que aumentaban las acusaciones, la ira creció dentro de Morena por la nominación de Salgado.

El partido “no puede permanecer en silencio ante posibles casos de violación”, remarcó Citlalli Hernández, secretaria general de Morena.

A crowd gathers near female protesters, some holding pink crosses and bearing printed images of women
Mujeres participan en una protesta durante una marcha a fin de exigir justicia para las víctimas de feminicidios, en la Ciudad de México, el 1º de noviembre de 2020.
(Claudio Cruz / AFP/Getty Images)

La decisión incluso fue criticada por la secretaria del Interior de López Obrador, Olga Sánchez Cordero, quien es conocida por ser ferozmente leal. “El respeto absoluto por el derecho de las mujeres a vivir sin violencia es una condición necesaria para un funcionario electo”, enfatizó.

Las mujeres juegan un papel cada vez más importante en la política mexicana. Gracias a una reforma constitucional de 2014 que pide la paridad en la legislatura, ahora representan poco menos del 50% de los líderes electos en el Senado y la Cámara de Diputados. Paola Zavala Saeb, abogada de derechos humanos y activista feminista, dijo que la representación significa que por primera vez se les está escuchando. “Antes no podíamos lograrlo, porque no teníamos estos ‘micrófonos’”, remarcó.

Para Aimee Vega Montiel, investigadora de la Universidad Autónoma de México, después de décadas de activismo -estimulado en parte por los asesinatos de cientos de mujeres en la ciudad fronteriza de Juárez desde la década de 1990- las feministas del país finalmente han demostrado “que las violaciones de los derechos de las mujeres no son normales ni naturales”.

En cuanto a Basilia, espera que López Obrador retire el apoyo a Salgado. Ella también ha sido una fiel partidaria de López Obrador a lo largo de su carrera política. “Espero que el presidente […] pueda entender que esto no es una mentira”, expresó, para luego hacerle una súplica directa: “Sr. presidente, no proteja a un violador”.

Cecilia Sánchez, del buró de The Times en Ciudad de México, contribuyó a este informe.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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