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El presidente de México dice que Estados Unidos está en decadencia moral y ofrece algunos consejos

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El entonces presidente Trump y el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, izquierda, asisten a un evento en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca en julio de 2020.
(Evan Vucci / Associated Press)
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El presidente de México tiene algunos consejos para Estados Unidos.

Cuiden mejor a sus hijos. Intenten darles más abrazos.

Reduzcan el consumo de drogas y el uso de armas.

Mantengan a sus policías, tropas y espías fuera de nuestro territorio.

Y dejen en paz a Donald Trump.

Estas son algunas de las últimas reflexiones del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que en las últimas semanas ha criticado duramente la situación al norte de la frontera. Sus ataques a Estados Unidos han oscilado entre la belicosidad y un aluvión de amenazas mudas, consejos severos y pseudoanálisis sociológicos que revelan lo que él considera es una decadencia moral.

El tono del discurso parecería propio de un enemigo, no de un aliado con el que se comparten 3.000 kilómetros de frontera y se tienen estrechos lazos económicos, sociales y culturales.

Pero aparentar que se enfrenta al coloso del norte ha demostrado tener beneficios políticos para López Obrador, que sigue siendo popular a pesar del aumento de la delincuencia y los problemas económicos.

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“Me alegro de que el presidente ponga a los gringos en su sitio”, dijo Arturo Robles, de 51 años, vendedor de flores en Ciudad de México. “No es justo que los gringos digan que todo es culpa nuestra. Ellos son los drogadictos”.

Los opositores al presidente dicen que simplemente está tratando de crear una distracción a sus fracasos a nivel nacional.

“El presidente ha entrado en su modo habitual de ‘antiamericanismo’, de señalar con el dedo y tratar de desviar la atención”, dijo Arturo Sarukhan, quien se desempeñó como embajador en Washington durante la presidencia de Felipe Calderón, un acérrimo rival de López Obrador.

Esta semana, López Obrador acusó a Washington de “intromisión abusiva” y comportamiento “vulgar” después de que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) se jactara de haber infiltrado al cártel de Sinaloa, la notoria organización del narcotráfico que alguna vez encabezó Joaquín “El Chapo” Guzmán. Al parecer la DEA no se molestó en avisar a las autoridades mexicanas.

“Espionaje”, declaró el presidente.

Como de costumbre, no hubo réplica pública por parte del Washington oficial, que claramente ha decidido no enfrentarse al presidente mexicano en su escalada de ataques verbales. El gobierno de Biden, como antes la Casa Blanca de Trump, cuenta con México para evitar que los migrantes lleguen a Estados Unidos.

“López Obrador tiene un pase libre de Washington”, dijo Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores de México y duro crítico de López Obrador. “Ha recibido un trato muy bueno tanto de Biden como de Trump, básicamente por hacerles el trabajo sucio en materia de inmigración”.

Mexican President Andres Manuel Lopez Obrador
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador habla en una conferencia de prensa en la Ciudad de México el 28 de febrero.
(Marco Ugarte / Associated Press)

A medida que se acerca su cumpleaños número 70 y el último de su mandato de seis años, López Obrador parece tan apasionado como siempre sobre el campo de batalla político y la rectitud de su visión. Detrás de su imagen campechana y afable se esconde desde hace tiempo un personaje combativo, siempre dispuesto a arremeter contra adversarios reales e inventados.

Al mismo tiempo, ha insistido en que su gobierno seguirá colaborando con Washington en asuntos cruciales, como la inmigración y el narcotráfico. El fentanilo -al que se atribuyen decenas de miles de muertes anuales en Estados Unidos- preocupa ahora más que la cocaína, la heroína o la metanfetamina. Algunos legisladores republicanos han pedido a Washington que despliegue el ejército estadounidense en México para perseguir a los narcotraficantes, o que designe a los cárteles como agrupaciones terroristas.

Las sugerencias, aunque es poco probable que se materialicen, han enfurecido al presidente mexicano, alimentando una salva nacionalista tras otra.

“Cooperación, sí. Sumisión, no”, se ha convertido en uno de sus estribillos de batalla.

López Obrador, que disfrutó de una relación amistosa con Trump cuando estaba en el cargo, ha tachado de políticas las acusaciones penales presentadas recientemente contra el expresidente en Nueva York. Al mismo tiempo, también ha lanzado elogios al presidente Biden. Recientemente dijo en Twitter que Biden “respeta nuestra soberanía”.

“Creo que Biden se dio cuenta muy rápido de que López Obrador es como un perro que ladra mucho pero en realidad no muerde”, dijo Carlos Bravo Regidor, columnista del diario Reforma. “Biden ha optado por ser el adulto en la habitación”.

Autodenominado hombre de izquierda, López Obrador suele inclinarse a la derecha en cuestiones sociales. Su visión de la crisis de drogas en Estados Unidos muestra una tendencia conservadora y moralista.

Ha mencionado repetidamente un malestar ético al norte de la frontera, que contrasta con lo que él describe como una dinámica familiar saludable en México. Entre los remedios que sugiere: Los padres estadounidenses deberían abrazar más a sus hijos y animarlos a vivir más tiempo en casa.

“Hay falta de amor, de hermandad, de abrazos”, dijo López Obrador el mes pasado.

La brújula moral de Estados Unidos se ha torcido. La noticia de que la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA) está considerando la posibilidad de eliminar las sanciones por consumo de marihuana ha proporcionado una nueva fuente de munición para el presidente que asegura que la moral ha desaparecido en Estados Unidos.

“Amenazan con invadir, venden armas de alto poder en sus mercados, no hacen nada por sus jóvenes, sufren -lamentablemente- la terrible y mortal pandemia del fentanilo, pero no atienden las causas”, opinó López Obrador este mes en un tuit que recibió más de 4.5 millones de visitas. “No les preocupa el bienestar, sólo el dinero, no fortalecen los valores morales, culturales o espirituales; tampoco limitan el consumo de drogas, al contrario, lo fomentan hasta en el deporte. Es triste y decadente”.

El presidente ha negado que el fentanilo se fabrique en México, a pesar de las numerosas pruebas de lo contrario.

El mes pasado, un claramente nervioso López Obrador llevó sus quejas sobre Estados Unidos y el fentanilo a un extraño interlocutor: El presidente chino Xi Jinping. En una carta a su homólogo chino, el líder mexicano citó “amenazas chuscas” de legisladores estadounidenses. Pidió ayuda a Pekín para frenar el flujo de precursores químicos utilizados en la producción ilícita del opioide.

En una cortante falta de respuesta, un portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores chino en Pekín negó que hubiera tráfico ilegal de fentanilo entre China y México. Dijo a los periodistas que el problema de las drogas era “made in USA”.

Los líderes mexicanos llevan mucho tiempo recriminando a Washington por no hacer más para frenar el consumo interno de drogas, al tiempo que insisten en que las autoridades estadounidenses tomen medidas enérgicas contra el tráfico de armas hacia México.

“Todos los presidentes mexicanos desde el principio de los tiempos dicen a Estados Unidos: ‘¿Qué pasa con la demanda de drogas? “, dijo Castañeda. “Y todos los presidentes estadounidenses responden: ‘Tienes razón. Responsabilidad compartida’. La misma historia con las armas”.

La retórica de López Obrador ha llevado las críticas a un nuevo nivel. Ha amenazado con aconsejar a millones de ciudadanos estadounidenses de ascendencia mexicana que viven en Estados Unidos que voten en contra de los candidatos republicanos. Llamó “mentirosos” a funcionarios del Departamento de Estado en respuesta a un informe que documentaba abusos contra los derechos humanos en México y rebatió las afirmaciones del secretario de Estado estadounidense, Antony J. Blinken, de que los cárteles controlan grandes franjas de México.

Otro punto de discordia entre los dos aliados es el estilo de gobierno de López Obrador, que, según los críticos, es cada vez más autocrático.

En febrero se indignó cuando funcionarios del Departamento de Estado de Estados Unidos parecieron expresar su apoyo a los manifestantes que marcharon contra un controvertido plan de reforma electoral que él ha defendido.

“Siempre se meten en asuntos que no les incumben”, dijo López Obrador, y añadió: “Hay más democracia real en México que en Estados Unidos”.

López Obrador alcanzó la mayoría de edad política como activista en la década de 1970, cuando la izquierda latinoamericana era partidaria de Fidel Castro. Ascendió en las filas del entonces dominante Partido Revolucionario Institucional, que era autoritario y desconfiaba profundamente de Washington. Se separó del partido en 1988.

Desde que asumió el cargo tras su tercera candidatura presidencial, López Obrador ha adoptado una postura pragmática, y en ocasiones crítica, con Washington, reconociendo el papel crucial del comercio y la inversión estadounidenses. Su administración trabajó para firmar un nuevo acuerdo de libre comercio, cediendo ante la Casa Blanca de Trump en algunos puntos clave. Por otra parte, sucumbió a la presión de Trump -incluida la amenaza de aplicar aranceles a las exportaciones de acero- para frustrar el paso por México de migrantes con destino a Estados Unidos.

Y a pesar de imponer algunas restricciones a los agentes antidroga estadounidenses, López Obrador ha cooperado en general con el Departamento de Justicia en materia de tráfico y otros asuntos de seguridad. México ha extraditado al norte un flujo constante de personajes miembros de los cárteles.

Historiador, López Obrador se ha dedicado a recordar las humillaciones sufridas por México en el pasado.

“Es cosa de ver la historia: estamos entre las naciones más invadidas del mundo”, dijo recientemente a los periodistas, en una afirmación dudosa. “Nos han arrebatado territorio, han actuado con dominio. ¿Cómo no vamos a defender nuestra independencia, nuestra soberanía?”

Ese discurso es “carne jugosa” para los ultranacionalistas que constituyen quizá un tercio de la base política de López Obrador, dijo Tony Payan, director del Centro para Estados Unidos y México del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad Rice. “Hace que la gente se interese en las elecciones del año que viene”.

Los presidentes mexicanos tienen prohibida la reelección. Pero se cree ampliamente que López Obrador tendrá la última palabra sobre quien será el candidato de Morena (partido gobernante y que él mismo fundó) para sucederle como candidato en 2024.

Como ocurre cada doce años, tanto México como Estados Unidos elegirán presidente. Algunos observadores han postulado que es probable que los republicanos hagan del fentanilo un tema clave y lo utilicen para atacar a México, del mismo modo que Trump lanzó su campaña de 2016 acusando a los mexicanos de violadores y criminales.

A juzgar por sus recientes comentarios, López Obrador estará listo y dispuesto a responder.

“Las cosas podrían ponerse mucho más calientes”, dijo Bravo Regidor, el columnista. “Definitivamente va a haber mucho ruido”.

La redactora del Times Tracy Wilkinson en Washington y la corresponsal especial Cecilia Sánchez en Ciudad de México contribuyeron a este informe.

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