Columnista: No quiero ser ‘mamá’, pero quizás algún día seré más que ‘la novia de papá’ para ellas
“Sé que va en contra de tu naturaleza”, dijo ella, “pero cuando se trata de niños, sé un gato, no un perro. Vas a querer abrazarlos y vincularte con ellos, pero será mejor si te relajas y contienes. Espera a que ellos vengan a ti”.
El consejo provino de mi querida amiga Jennifer, quien tiene una familia ensamblada y comprende que vincularse y mezclarse toma tiempo y paciencia. Yo estaba nerviosa. De hecho, estaba asustada de dos niñas de 8 y 10 años de edad. Estaba enamorada de su padre, ¿qué pasaría si yo no les gustaba? ¿Y qué ocurriría si ellas no me gustaban a mí?
David y yo crecimos en Northridge, ambos estudiamos y nos graduamos en UCLA, teníamos amigos en común desde la universidad y recientemente descubrí que mi primo había sido su maestro de música en la infancia. Pero no nos conocimos sino hasta que OKCupid nos unió, y fue amor a primera vista.
No hubo encuentros con café; para nuestra primera cita, él me llevó al fantásticamente romántico Il Cielo, en Beverly Hills, y desde entonces hemos estado juntos. Fue una larga espera -ambos tenemos cerca de 45 años-, pero valiosa. David es mi ‘hombre ideal’.
Yo quería un compañero, pero ¿con hijos? Mi perfil de citas indicaba que estaba abierta a ello, pero el gesto más bien era teórico. Nunca había salido con alguien que tuviera niños, y nunca quise tener hijos.
Recuerdo la primera vez que escuché la voz de su hija menor. Ella llamó mientras nos dirigíamos al Mark Taper Forum, en el centro de Los Ángeles, y la pusimos en altavoz en el coche, mientras yo permanecía en silencio porque aún no sabía que su padre estaba saliendo con alguien.
A medida que avanzábamos por la autopista 405, mi ansiedad crecía. Me había acostumbrado a nuestro tiempo a solas: picnics en el Hollywood Bowl y el Greek Theater, enormes comidas en Black Market Liquor Bar y Gjelina, caminatas por la playa en Santa Mónica. Él me daba lecciones de tenis y yo lo arrastré a mis clases de yoga. Fuimos a Club 33 en Disneyland y él me regaló una sesión de masaje para parejas, además de un rato en la piscina del spa del Four Seasons. ¡Era un noviazgo salido de la lista “Lo mejor de Los Ángeles”! Pero lo que más me gustaba era acurrucarme en el sofá con él y hablar. Por todo ello, comencé a preguntarme cómo sería nuestra relación cuando se convirtiera en una cuestión de cuatro, en lugar de dos.
Decidimos esperar seis meses antes de mi primer encuentro con las chicas: un viaje al Castle Park, en Sherman Oaks. Pensamos que las luces intermitentes y las cabinas de fotos, los premios y el pinball, los ruidos fuertes y un montón de niños serían una buena distracción de “papá tiene novia”, lo cual también significa: “Mamá y papá no volverán a estar juntos”.
Las hijas de David son dulces y listas, cariñosas y divertidas, generosas y afectivas… y mi amiga Jennifer tenía razón. Apenas podía mantenerme a distancia de ellas. Como un perrito, quería acurrucarme con ellas y jugar, pero recordé que su consejo era no abrumarlas, así que fingí que eso no era gran cosa y traté de hallar al felino dentro de mí. Intenté relajarme, pensar en todo el tiempo que teníamos por delante, recordar que no había que apurar las cosas.
Como mis propios padres están divorciados, sé lo que se siente que ‘papá tenga una novia’. Meses después, en un momento tranquilo, les dije eso a las chicas y les hice saber que está bien tener sentimientos encontrados al respecto. “Fue muy difícil para mí al principio”, les conté, “y entendería si esto es extraño para ustedes también”.
“No es raro”, afirmó su hija mayor. “¡Tú eres increíble!”. Estuve a punto de echarme a llorar de alegría y alivio ante su aceptación. Su hermana, silenciosa, me miró e inclinó la cabeza, como diciendo: “Mmmm… ya veremos”.
Hemos tratado de hacer las cosas “bien”: mucho tiempo de padre-hijas sin mi presencia, respeto constante por la madre, un ritmo lento y un enfoque paciente. Pero a veces es difícil, y pienso mucho en el consejo de Jennifer. No hay nada por el estilo para leer online; en cambio, hallo cientos de artículos acerca de cómo evolucionar y avanzar, dar pasos hacia adelante. Para mí, sin embargo, el progreso llega sólo con la práctica de la moderación: relajarse como un gato y dar un paso atrás.
La primera vez que asistí a una obra de teatro de la escuela, la hija de David vino después del espectáculo. Yo quería correr y abrazarla, darle las flores que habíamos comprado para ella, felicitarla por su gran actuación… Hasta que vi a su mamá y comprendí que mis deseos eran terciarios. Las chicas vienen primero, sus padres en segundo lugar, y yo soy un distante tercer puesto. Esa es la realidad. Entonces di un paso hacia atrás y dejé que su mamá disfrutara el momento.
Ocurre todo el tiempo. Incluso ahora, por respeto a la privacidad de las niñas, me limito a compartir historias. Normalmente me siento al otro lado del sillón para que ellas puedan acurrucarse con su padre cuando vemos películas. Se pelean y yo permanezco en silencio, permitiendo así que él haga lo que le parezca con la crianza. Esto no quiere decir que soy invisible, sino simplemente respetuosa. Es una elección consciente; me resisto a mi propia naturaleza y me tranquilizo, trato de seguir respondiendo a las necesidades de las niñas pero subordino las mías.
Como parte de un proyecto emprendedor, la hija mayor de David comenzó a vender brillo labial casero. Cuando me ofrecí a comprarle algunos, su hermana dijo: “Bueno, es como si fueras de la familia, así que puedes obtener el descuento familiar”. Yo quería llorar.
Ahora me encanta nuestro “Tour de L.A.” actualizado: juegos de los Dodgers y de básquetbol en UCLA, obras escolares y eventos festivos, y todo es tan fácil como conseguir boletos para cuatro.
Sabía que me enamoraría de David desde el momento en que nos vimos, pero no tenía idea de que me enamoraría de esta forma: completamente abierta hacia sus dos hermosas niñas.
Hoy domingo es el Día de la Madre. Estoy un poco celosa, porque las madres y los padres tienen un papel claro. El mío es especial, pero poco claro; constantemente en negociación. Me encantaría ser más. No quiero ser ‘mamá’, pero quizás algún día seré más que ‘la novia de papá’ para ellas.
Por ahora sólo estoy disponible, soy juguetona a mi manera, y practico mucha paciencia.
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Traducción: Valeria Agis