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Todo es mejor con el LAPD

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Cuando era pequeña, mi papá y yo solíamos pasar nuestros domingos por la mañana bebiendo leche con chocolate y café mientras veíamos las noticias. En ellas siempre había había algo sobre la policía, y la mayoría de las veces era negativo.

Mi televisor siempre mostraba un video de policías criticados por la brutalidad contra los afroamericanos o los hispanos. Como joven hispana, esto automáticamente me molestaba.

Aunque los oficiales no golpearan a los miembros de mi familia, sentía odio y repugnancia hacia ellos. Pensaba: “Están aquí para cuidarnos, si esto es como luce ‘cuidarnos’ ya no deseo ser parte de la comunidad a la que están destinados a proteger y servir”.

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Mi primer encuentro con un policía real fue a la edad de 11 años. Mi madre recibió una multa de tránsito y el policía tuvo la audacia de darme una calcomanía con la forma de la placa de la policía. Después de eso tampoco me gustó mucho la policía, porque mi mamá no tenía mucho dinero para gastar descuidadamente, sobretodo en un pedazo de papel, y porque mi televisor siempre me había dicho que los oficiales no exactamente “protegían y servían”.

Dos años después, mi madre me arrastró a la la Estación de Policía de Topanga para inscribirme en algo llamado Programa de Liderazgo de Cadetes del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD). Ya el nombre me intimidó.

Cuando entramos, nos recibió por un hombre alto y calvo llamado oficial Greg Archambault, quien me ofreció una ancha sonrisa y comenzó a hacerme un montón de preguntas que yo, a mis torpes nueve años, no sabía cómo responder.

Después de lo que pareció una eternidad, llenamos una solicitud y el oficial Archambault me dijo que volviera preparada el próximo miércoles; lo cual significaba que debía esperar lo inesperado y estar lista para aprender sobre el liderazgo. Así lo hice, durante siete años consecutivos, excepto que los miércoles ahora son los martes y ya no soy una niña tímida con la mentalidad de que los oficiales de policía van por ahí golpeando a las “minorías”.

Además de conocer al oficial Archambault, también encontré al oficial Ken Johnson y al sargento Trevion Stokes. Los tres me están ayudando a convertirme en una “chica brillante e inteligente”, como les gusta decir. No sólo me ayudaron a volverme una persona segura y diferente, sino que me hicieron dar cuenta de que el LAPD tiene un estereotipo tan malo que no es necesario que los oficiales se despierten a las 3 a.m. para llevarnos a ciertos eventos, o salir de la estación después de las 10 p.m. Lo hacen porque realmente se preocupan por el programa y por los niños que participan de él.

He sido testigo del enorme esfuerzo que realizan para ayudar a los jóvenes adultos a obtener no sólo cualidad de liderazgo, sino también responsabilidad, madurez e integridad. Además de recibir conocimiento de parte de estos oficiales, también he visto cómo asesoran a cada niño. Ellos creen que nosotros, como adultos jóvenes, somos el futuro, y por ello dedican todo lo que tienen a formarnos en aquellas cuestiones que creen que el mundo eventualmente necesitará.

Uno puede tener una opinión sesgada sobre los oficiales de policía, pero antes de ir e insultarlos, por favor recuerden que salen todos los días y arriesgan sus vidas para brindar un servicio a la comunidad. Algunos de ellos a veces no regresan con sus esposas, esposos, hijos o hijas.

En el transcurso de siete años, puedo decir con seguridad que estos oficiales de policía sí protegen y sirven a esta comunidad.

Solía estar tan avergonzada de decir que era parte de este programa, porque a menudo se burlaban de mí y recibía comentarios que me hacían cuestionar si quería o no seguir participando. Después de un tiempo, comencé a hablar con el oficial Archambault al respecto, y me hizo dar cuenta de que la mayoría de las personas sólo ven lo que desean ver. “Primero ven tu placa en lugar de tu rostro, y automáticamente asumen cosas”, me dijo.

Cuando les cuento a las personas que estoy en este programa, automáticamente piensan que quiero ser policía. No escuchan el título del programa, ignoran el tema del liderazgo y sólo se quedan con ‘el departamento de policía’.

Algunos de mis amigos dicen: “Has sido parte de ese programa de cadetes desde los nueve años. Si no quieres ser policía, ¿no acabas de desperdiciar siete años de tu vida?”.

Aunque no necesariamente quiero ser oficial de la policía, sé profundamente que no he desperdiciado años de vida. En este tiempo aprendí y seguiré aprendiendo más gracias al programa de cadetes.

Los policías no son tan malos como las noticias los hacen parecer; uno debe darse cuenta de que son de carne y hueso como nosotros, y que tienen preocupaciones y estrés, como todos. Tienen sentimientos al igual que nosotros, y son tan humanos como nosotros.

Traducción: Diana Cervantes

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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