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Las adictas embarazadas ponen a prueba nuestra paciencia, pero no deberían ir presas

Chelsea Becker
Chelsea Becker fue acusada de asesinato después de dar a luz a un bebé que nació muerto, a raíz de cantidades tóxicas de metanfetamina en su cuerpo según los fiscales. Su madre, Jennifer Hernández, sostiene la foto de Becker. (Tomás Ovalle / para The Times)
(Tomas Ovalle / For The Times)
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Tuve reacciones contradictorias con la historia de Chelsea Becker, la adicta a la metanfetamina de Hanford, California, de 25 años de edad, cuyo bebé nació muerto en septiembre pasado: repulsión, tristeza, lástima, simpatía.

La autopsia mostró que el bebé, Zachariah, tenía “niveles tóxicos”, según los fiscales, de metanfetamina en su cuerpo. Becker está ahora en la cárcel, bajo sospecha de haberlo asesinado.

Mi colega Alexandra Wigglesworth, quien escribió el artículo, visitó a Becker en la cárcel, donde está detenida y con una fianza de $5 millones.

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“No maté a mi bebé”, sollozó Becker durante su visita. “Desearía haber sido yo en su lugar”.

Así piensan los adictos. No creen que son responsables del caos que crean; siempre es culpa de otra persona, o nadie tiene la culpa.

El historial de Becker como madre es funesto. Ella ha dado a luz a otros tres hijos, dos de los cuales nacieron con metanfetamina en sus cuerpos. El mayor fue adoptado por un amigo de la familia. Los dos más pequeños están al cuidado de la tía de Becker, Julie Lance, afortunadamente. Ella está haciendo algo maravilloso e importante.

Sin embargo, Lance está enojada, ¿y quién puede culparla por ello?

“Si retiran estos cargos y la dejan salir de la cárcel, ella lo hará nuevamente”, le dijo Lance a Wigglesworth. “Necesita atención en salud mental, rehabilitación contra las drogas, y tiempo en la cárcel”.

Entiendo lo que quiere decir, aunque no estoy de acuerdo con ella respecto a la cárcel. Hace casi un año, me convertí en tutora de un pariente que fue retirado de su atribulada madre. Estoy soltera; viajo constantemente por trabajo y ayudo a mi padre de 90 años. En un momento en que las obligaciones con mi familia deberían estar disminuyendo, se han multiplicado por 11.

Aunque no fue mi elección, estoy de regreso en un mundo de juntas de padres y maestros, lecciones de gimnasia, niñeras y tareas. El trabajo diario de lavar la ropa, los platos y la cena puede ser abrumador. El precio que pagan los miembros de la familia por la adicción de otra persona es enorme.

A una parte de mí le encantaría ver a Becker pudrirse en la cárcel. Pero poner a una madre drogadicta entre rejas no es la respuesta. Ella necesita asesoramiento, servicios de rehabilitación y apoyo. La adicción, después de todo, no es un crimen. Es una enfermedad.

Ninguna mujer debe ser acusada de asesinato si su feto muere a causa de su enfermedad.

A pesar de los incesantes intentos de la derecha cristiana de conferir personalidad a los no nacidos, un feto no es una persona separada. Las leyes que los fiscales del condado de Kings usaron para acusar a Becker de asesinato nunca fueron destinadas a ser utilizadas contra madres embarazadas; eran dirigidas hacia otros, como cónyuges abusivos que matan a un bebé en el útero.

En mayor y en menor grado, la sociedad controla los cuerpos de las mujeres, de formas que los hombres nunca tolerarían.

En mayor grado: En todo el país, las legislaturas estatales conservadoras intentan limitar el acceso al aborto seguro y legal mediante la aprobación de leyes irrelevantes diseñadas sólo para impedir que las mujeres ejerzan su derecho constitucional a poner fin a un embarazo no deseado.

En menor grado: Cuando quedé embarazada de mi primera hija, llevé a mi entonces editora a cenar en Valentino, el restaurante italiano antiguamente fabuloso -y ahora cerrado- en Santa Mónica. Ella estaba visiblemente embarazada; a mí aún no se me notaba.

“¿Desea un cóctel?”, me preguntó el camarero. Pedí una copa de vino.

Luego se volvió hacia mi editora, miró su vientre y le dijo: “Usted no va a beber esta noche”.

Seria, ella pidió una copa de vino.

Ambas dimos a luz a hijas maravillosas y absolutamente inteligentes.

Y ahora, casi 30 años después, todavía sacudimos nuestras cabezas ante la insolencia de ese mesero.

Ese es el problema de tratar de responsabilizar a las mujeres por lo que sucede en el embarazo: las cosas salen mal todo el tiempo.

Las mujeres que tienen abortos espontáneos no son raras. Aproximadamente del 15% al 20% de los embarazos terminan en aborto espontáneo, y algunas estimaciones son mucho más altas.

Las muertes fetales sin explicación son desgarradoramente comunes, y ocurren en aproximadamente uno de cada 100 embarazos en Estados Unidos cada año.

Los bebés nacidos de mujeres que toman una variedad de medicamentos recetados perfectamente legales y que salvan vidas -como antidepresivos, medicina para la bipolaridad, analgésicos para enfermedades discapacitantes- a veces deben atravesar un período de abstinencia.

A pesar de los riesgos conocidos, algunas mujeres fuman o beben durante el embarazo, también conducen estando embarazadas y tienen accidentes automovilísticos.

En la década de 1980, el país estaba tomado por lo que entonces se llamaba la “epidemia de los bebés del crack”. Había innumerables artículos en el periódico sobre cómo las aulas estarían repletas de una generación de niños dañados, criados por abuelos, quienes se comerían los recursos de las escuelas públicas con sus déficits intelectuales y emocionales.

La “generación de los bebés del crack” nunca se materializó, y ahora comprendemos que esa cobertura noticiosa era una histeria racista.

Cada vez que camino hacia mi automóvil en un estacionamiento público, veo letreros de miedo, ordenados por los votantes de California en 1986: “ADVERTENCIA”, dicen, “Respirar el aire en este estacionamiento puede exponerlo a productos químicos como el monóxido de carbono, la gasolina o escape de motores diesel, que el estado de California reconoce como causantes de cáncer y defectos de nacimiento u otros daños reproductivos”.

¿Deberían las mujeres embarazadas evitar estacionar sus autos bajo tierra? ¿Deberían las mujeres embarazadas que trabajan en estacionamientos ser despedidas por el bien de sus bebés? ¿Deberían ser responsables por dar a luz a un niño con un defecto de nacimiento? Después de todo... fueron advertidas.

Ya basta.

Más importante aún, dejen tranquilas a las madres adictas, y concédanles la ayuda que necesitan.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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