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OPINIÓN: Un detallado retrato de mujeres que participan en el mundo de la delincuencia en México

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El escándalo generado por la detención y luego liberación de María Eva Ortiz, madre de José Antonio Yépez Ortiz, jefe del cártel de Santa Rosa de Lima, la principal organización criminal mexicana dedicada al robo de hidrocarburos, puso al descubierto una realidad cada vez más visible en México: la presencia criminal de las mujeres.

Más allá de que María Eva Ortiz quedó en libertad por fallas en el proceso penal, su participación dentro de la agrupación criminal que encabeza su hijo por lo menos queda en duda, no así es la influencia que esta mujer de más de 50 años mantiene dentro del Cártel de Santa Rosa de Lima, donde es reconocida como autoridad por todos los miembros de esa organización, los que la llaman “La Mamá” o “Má Eva”.

Este no es un caso aislado dentro de la historia criminal de México. “El empoderamiento de las mujeres, no sólo para bien, es cada vez mayor en esta sociedad, esto como resultado de la generalización del ideal que hacen diversos sectores de la comunidad que claman por mayores espacios de participación de la mujer”, considera el antropólogo social y periodista Francisco Sarabia.

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Esta misma postura es compartida por el periodista y escritor Luis Carlos Sainz, especialista en temas penitenciarios y de seguridad, quien refiere que la participación de las mujeres dentro de la actividad delincuencial viene en repunte desde hace ya varios años.

Mujeres, una fuerza eficiente

Actualmente en México no existe una sola organización criminal, de las dedicadas al trasiego de drogas y otras actividades de delincuencia organizada, que tenga vedada la participación de las mujeres en sus labores ilícitas. Los principales cárteles de las drogas no tienen empacho en realizar el reclutamiento de mujeres entre sus filas para asignarles labores que van desde la administración de recursos hasta jefas de plaza.

Y es que, según lo expone Gladys Santiago, doctora en ciencias sociales por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, el reclutamiento de mujeres por parte de las células criminales se torna hasta cierto punto idóneo, “por el sólo hecho de la obediencia bajo la que están formadas muchas mujeres, donde la construcción social les obliga a ser sumisas y no cuestionar órdenes”.

A lo anterior, la doctora Santiago también suma el hecho de la precariedad económica, el estado de violencia intrafamiliar y la necesidad de reconocimiento social, como factores que influyen para que las mujeres se introduzcan dentro de la actividad delincuencial, a veces –asegura- sin medir las consecuencias, entre las que se encuentra la muerte violenta o la cárcel.

Entre las principales organizaciones criminales que se valen de las mujeres para realizar sus actividades, según una fuente de la Fiscalía General de la Republica (FGR), se encuentran el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el Cártel de Sinaloa y el Cártel de los Hermanos Beltrán Leyva, que en promedio cuentan con entre 6 mil y 8 mil personas a su servicio, donde se estima que por lo menos entre el 5 y el 8 por ciento de sus activos son mujeres.

De acuerdo a esta misma fuente de la FGR, los cárteles de los Zetas, de Juárez, de Tijuana, Caballeros Templarios, Nueva Familia Michoacana y del Golfo, que en promedio cada organización cuenta con entre 3 mil y 5 mil efectivos, por lo menos entre el 3 y el 4 por ciento de sus integrantes son mujeres.

Estas cifras no están fuera de la realidad. Según el Cuaderno Mensual de Información Estadística Penitenciaria Nacional, que emite el Órgano Administrativo Desconcentrado Prevención y Readaptación Social (OADPRS) de la Secretaría de Gobernación, de 207 mil 890 personas privadas de su libertad que había hasta el 30 de abril del 2020, por lo menos 11 mil 126 son mujeres, es decir el 5.35 por ciento.

Cada vez hay más mujeres participando directamente en los actos de violencia que cometen los diferentes cárteles de la droga.

Autoras de delitos de alto impacto

De acuerdo con la estadística del gobierno federal, del total de mujeres que se encuentran recluidas en cualquiera de las 295 cárceles mexicanas, por lo menos el 11 por ciento, es decir mil 225, se encuentran en prisiones federales bajo proceso o sentenciadas con relación a delitos de alto impacto que tienen que ver con homicidio, delincuencia organizada, tráfico de drogas, portación de armas y/o secuestro.

El resto de las mujeres que han delinquido, un total de 9 mil 065, se encuentran recluidas en cárceles estatales, donde hasta abril pasado 4 mil 209 estaban en el desahogo de su proceso penal, mientras que 4 mil 856 ya habían recibido una sentencia condenatoria con un promedio de cinco años de prisión.

Otro dato revelador que aportan las estadísticas oficiales de las mujeres recluidas en prisión a causa de su participación dentro de los principales grupos delincuenciales, es el que refiere que la mayoría de las reclutadas por los grupos del narco y del crimen organizado, se encuentran privadas de su libertad en cárceles del Estado de México, Ciudad de México, Jalisco, Baja California, Sonora, Chihuahua, Puebla, Nuevo León y Guanajuato.

Coincidentemente son estas entidades federativas donde se registra la mayor la presencia de los tres principales grupos delincuenciales de México: El Cártel Jalisco Nueva Generación, Cártel de Sinaloa y Cártel de los Hermanos Beltrán Leyva, los que la FGR considera que son las organizaciones criminales que más mujeres reclutan.

Las Cachorras de Los Zetas

Otro antecedente que se registra es el de Las Cachorras, el grupo de mujeres sicarias que mantiene en operación el cártel de los Zetas, principalmente en los estados de Tamaulipas, Veracruz, Tabasco y Guanajuato, donde la constante es el reclutamiento de mujeres menores de edad para el cometido de asesinar a miembros de grupos rivales.

En este grupo delictivo existe un escalafón: cualquier integrante de Las Cachorras que logra cinco asesinatos inmediatamente pasa a formar parte del grupo conocido como Las Panteras, el que se considera el grupo de élite de esta organización criminal para asumir misiones estratégicas para la organización. Este grupo es comandado por Leticia Jiménez, La Muñe, quien cuenta con al menos cinco órdenes de aprehensión por el delito de homicidio.

De acuerdo a la FGR, entre Las Cachorras más sanguinarias se encuentra Ana Karen Cuevas Pérez, quien fue detenida en mayo de 2012, en el estado de Hidalgo. Ana Karen Cuevas era pareja sentimental de Hernán Ramos, el jefe de plaza de Los Zetas en esa entidad, y tenía como principal función el sicariato.

Otras integrantes de Las Cachorras, eran Verónica Nájera, ‘La Güera’, y Mireya Moreno Carreón, ‘La Flaca’, actualmente recluidas en la cárcel federal del estado de Morelos, donde enfrentan un proceso penal por 18 asesinatos.

Mujeres al mando

Entre otras de las mujeres que se han empoderado dentro de la estructura criminales de los cárteles de las drogas en México, destaca Clara Elena Laborín Archuleta, ‘La Señora’, esposa de Héctor Beltrán Leyva, quien asumió el control del cártel a la muerte de este, y a la fecha mantiene operaciones de trasiego de drogas en el estado de Guerrero.

La participación de Clara Elena Laborín Archuleta dentro del crimen organizado se ha distinguido por mantener una confrontación abierta, al punto de la guerra, por el control del Cártel de los Hermanos Beltrán Leyva, con su sobrino Alfredo Beltrán Guzmán, ‘El Mochomito’, hijo de Alfredo Beltrán Leyva, quien actualmente controla una escisión del Cártel de Sinaloa y otra facción del Cártel de Los Hermanos Beltrán Leyva.

Pero Clara Elena Laborín no es la primera mujer a la que el gobierno mexicano reconoce como mando de un cártel de las drogas. En ese papel también se encuentra Enedina Arellano Félix, la que es reconocida por la FGR y la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), como la jefa del Cártel de Tijuana.

Enedina Arellano Félix mantiene a la fecha, a través de la estructura de su cártel, el control del trasiego de drogas en los estados de Baja California, Baja California Sur y Sonora, en donde se mantiene en alianza con el Cártel Jalisco Nueva Generación, haciendo un frente común contra el cártel de Sinaloa que le disputa esas plazas.

Antes de Enedina Arellano Félix, fue Sandra Ávila Beltrán, La Reina del Pacífico, la que encarnó el poder de las mujeres dentro de los cárteles de las drogas. Sandra Ávila Beltrán fue capturada el 28 de septiembre de 2007 y liberada el 7 de febrero de 2015, luego de ser señalada de mantener el control de las rutas de las drogas entre Colombia y Estados Unidos.

Otra mujer que alcanzó poderío dentro del crimen organizado fue Yesenia Pacheco Ramírez, ‘La Güera Loca’, quien era jefa de sicarios del Cártel del Golfo. Ella mantuvo el control de la delincuencia en todo el sureste mexicano hasta antes de julio de 2014, cuando fue capturada y decapitada por un comando de Los Zetas.

Una discípula de Yesenia Pacheco Ramírez, que también trascendió por su criminalidad, fue Carolina Rueda Martínez, ‘La Pantera’, quien se separó del Cártel del Golfo para sumarse al Cártel de Los Zetas. ‘La Pantera’ asumió el control del estado de Hidalgo y fue jefa de plaza de esa entidad luego de que fuera detenido su pareja sentimental, Héctor Hugo Espiricueta, ‘El Comandante Leo’.

A Carolina Rueda Martínez, se le detuvo en la ciudad de Pachuca, Hidalgo el 18 de abril de 2011 bajo la acusación de ordenar la ejecución de 23 personas, en su mayoría hombres que estaban relacionados con el Cártel del Golfo.

La lista de las mujeres empoderadas dentro del narcotráfico mexicano no estaría completa sin mencionar a Elizabeth Garza, una delincuente que ha pasado discreta frente a las autoridades mexicanas, pero que a sus 65 años de edad es ubicada por la DEA como una de las 15 criminales más buscadas del mundo.

A Elizabeth Garza, ‘La Parkay’, se le asocia con el cártel del Golfo y se le acusa de operaciones de tráfico de drogas y lavado de dinero, secuestro, extorsión y por lo menos con 12 homicidios registrados en el estado de Texas.

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