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OPINIÓN: AMLO en su debacle

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, interviene
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, interviene en una conferencia de prensa conjunta con su homólogo guatemalteco, Alejandro Giammattei, en el Palacio Nacional de la Ciudad de Guatemala, el 5 de mayo de 2022.
(Moises Castillo / Associated Press)
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En los últimos días y en diferentes frentes, el presidente mexicano ha hecho evidente que su estado de ánimo en la recta final del sexenio es cada vez más intolerante y extremo.

Si analizamos en conjunto las reacciones a algunos hechos recientes lo menos que provoca es una gran preocupación. Sobre todo, si tomamos en cuenta que si bien es cierto es la parte final de su sexenio y difícilmente podría ya impulsar algo nuevo o diferente, queda aún mucho tiempo para polarizar y dividir al país en torno a lo que será su gran batalla; la elección presidencial de 2024.

Para quienes vivimos en Estados Unidos el proceso electoral de 2020 cuando Donald Trump se la pasó descalificando a los medios, insultando al congreso, agrediendo a cualquiera que lo cuestionara, tratando de influir en las decisiones de la Suprema Corte y vimos lo que pasó el 6 de enero de 2021 cuando sus seguidores asaltaron violentamente el Capitolio azuzados por él con un discurso que rechazaba los resultados electorales que le eran desfavorables, no podemos estar tranquilos al ver lo que pasa en México con su presidente. No solamente por su parecido con lo que decía Trump, sino porque la fortaleza de las instituciones contrapeso al poder presidencial en México es mucho menor que en Estados Unidos.

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La pregunta de fondo es si personajes como AMLO son, como parece ser el caso estadounidense con Trump, un accidente propio de la democracia que solo la desvían temporalmente o un cambio sustancial que daña sus fundamentos como ocurre en varios países latinoamericanos como Venezuela o Nicaragua y antes con Cuba, todos ellos con gobiernos surgidos de liderazgos carismáticos y legítimos en países emproblemados, como el de AMLO. ¿Cuál es el grado de madurez de la democracia mexicana y sus instituciones?

Uno de los ejemplos más claros de esta debacle se da en torno al mitin del domingo 26 de febrero en contra de las reformas al órgano encargado de las elecciones (INE) que por instrucciones del presidente aprobaron sus diputados y senadores que son mayoría en el congreso.

El presidente interpreta esa expresión popular como algo en su contra. Yo comparto la lectura de AMLO. Esa concentración fue en realidad en contra suya, sin embargo, quien dio el motivo para que ese enojo se agrupara y saliera a la calle fue él mismo con su propuesta de reforma. Por si eso no bastara, hizo también evidente que el resultado electoral de 2024 le preocupa mucho y que, para cuestionarlo en la eventualidad de que le sea adverso, tiene que ir descalificando desde ya al INE. Si gana dirá que fue a pesar del INE, pero si pierde desconocerá los resultados y no sabemos hasta dónde puede llegar.

La exhibición posterior en la conferencia matutina del presidente de algunos participantes, varios de ellos compañeros y amigos de AMLO de muchos años, que durante bastante tiempo coincidieron y marcharon juntos, dejan ver que AMLO tiene muy claro que el poder se usa para preservarlo y no para gobernar y que se vale todo, incluso la ingratitud o la traición. Como acertadamente le dijo uno de ellos, fue AMLO el que cambió y no todos los demás.

Estos desplantes de AMLO ya han llamado la atención internacional. Particularmente en Estados Unidos desde donde ya se mandaron mensajes claros y al más alto nivel, externando la preocupación por lo que pasa en México. Ha habido incluso opiniones editoriales que se cuestionan el estado de salud mental del presidente mexicano y sus capacidades para gobernar después de que, en lo que puede ser un intento desesperado por distraer a la opinión pública, dedicó un tiempo y espacios importantes a figuras mitológicas como los Aluxes.

Pero hay muchos más frentes. En la lista hay que incluir ataques a los medios de comunicación que le son críticos, a la sociedad civil, a la academia y a otros muchos actores. A ellos se ha sumado recientemente la intensificación de las descalificaciones del poder judicial, directamente de la presidente de la Suprema Corte y hasta de la UNAM que tiene en sus manos definir la continuidad de una ministra acusada de plagiar sus tesis de grado y que es claramente favorable a AMLO.

En este escenario, minimizar los problemas reales, algo que le funcionó en la primera parte de su sexenio, incluida la pandemia del COVID o echarles la culpa a los gobiernos anteriores, sospechosamente brincándose la administración de Peña Nieto, es cada vez más difícil. Ya estamos en el quinto año de su gobierno.

Y hay más problemas. Una masacre perpetrada por militares en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo en la que fallecieron cinco jóvenes que no iban armados, ha puesto nuevamente en la mesa la procedencia de la intervención militar en acciones de seguridad pública y su desenlace sin duda tensará su muy estrecha e importante relación con el ejército. Sus proyectos prioritarios o no avanzan, como la refinería de dos bocas o el tren maya o son inútiles como el aeropuerto Felipe Ángeles.

Y por si lo interno no fuera suficiente, la relación con Estados Unidos, quien compra y consume el 80% de las exportaciones mexicanas es cada vez más complicada. Las controversias en torno a incumplimientos del T-MEC ya son evidentes, la incapacidad de contener los flujos migratorios de tránsito y el fracaso en el combate a las organizaciones criminales y el control del fentanilo y otras drogas que transitan por toneladas por el territorio mexicano, tensan la relación más allá de los discursos mañaneros y las cuentas alegres.

El doctor Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: @mexainstitute

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